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Un año atrás

Mamá necesito decirte algo, por favor siéntate.

No me asustes por favor.

Tranquila, no es nada grave.

¿Recibiste la invitación de matrimonio de Luisa?

Si claro.

Bueno, el papá también la recibió y va a ir con Paulina.

Luisa, mi sobrina, hija de mi hermana, se casaba en un mes. Sabía que Andrés iba a estar allí, y aunque llevábamos años separados, nuestras familias seguían unidas. Lo que no esperaba era que él llevara a su nueva pareja. Mi hermana no me había comentado nada, nuestra relación no era tan cercana.

Durante mi proceso de separación, mi familia no me apoyó mucho. Ellos pensaban que debía perdonar la infidelidad de Andrés y seguir adelante, todo por la reputación familiar. Sabían que él seguía con la mujer que había causado nuestra ruptura, pero a mí no me permitían rehacer mi vida sin cuestionamientos.

Llevaba casi cinco meses en una relación con Roberto. Él había sido fundamental para mi bienestar emocional, aunque solo mi hija sabía de él, después de que nos sorprendiera un día en casa. Ella lo aceptaba porque me veía feliz, aunque yo insistía en que era una relación informal.

Él, en esos meses de relación se había ganado mi afecto, gratitud y mi amor. Era todo lo que una mujer podía soñar en un hombre, respetuoso, considerado, cariñoso, detallista, romántico, buenmozo, sexi, inteligente, trabajador. Me hacía sentir amada, apreciada, deseada y respetada.

Ahora me enfrentaba a un dilema, no quería ir sola al matrimonio de Luisa, porque todos sentirían lástima por mí. Andrés estaría con Paulina, y yo, sin compañía, sería el centro de atención por las razones equivocadas. Tenía dos opciones, no ir o llevar a alguien conmigo.

Lamentablemente, no podía no ir, era el matrimonio de mi sobrina a la cual quería mucho, pero no sabía si sería prudente ir con Roberto, Tal vez debería ir con algún amigo de mi edad.

Lo conversé con él y me dijo que la decisión era mía, que yo decidiera que hacer, pero que él estaba dispuesto a ir conmigo, ya sea como pareja, como amigo o simplemente como acompañante. Me dijo que esas convencionalidades no iban con él y le daba exactamente lo mismo lo que otros pensaran de él, siempre y cuando yo estuviera bien.

Decidimos que iríamos juntos y mi hija cuando se enteró me dijo que me preparara pues no me la iban a hacer fácil.

Le comenté a mi hermana que iría acompañada y quiso saber con quién iría. Le dije que iría con un amigo. No entré en más detalles.

Era un momento decisivo, y sabía que tenía que prepararme mentalmente para lo que venía. La idea de ir al matrimonio de Luisa con Roberto a mi lado era emocionante, pero también aterradora. Era un riesgo, pero al mismo tiempo, representaba un paso hacia mi propia libertad y autonomía. No quería que la gente me viera como la exesposa desolada, así que había que actuar.

El día del matrimonio llegó, y mientras me arreglaba, recordé las palabras de mi hija, no iba a ser fácil. Sin embargo, en vez de sentir miedo, una nueva confianza empezó a crecer en mí. Roberto era todo lo que necesitaba para enfrentar esa situación, y aunque no era un evento tradicional para nosotros, decidí que esto era más sobre mi bienestar que sobre lo que los demás pensaran.

Mi hija se fue con sus hermanos a la ceremonia y Roberto pasaría por mí y llegaríamos por nuestra cuenta.

Cuando llegó a buscarme yo estaba muy ansiosa y nerviosa, mis manos estaban sudadas y mi corazón latía deprisa.

En este evento había demasiadas cosas en juego y mi personalidad y forma de ser no estaban preparadas para tanto.

Roberto, por supuesto parecía un actor de cine, guapo, varonil, radiante. Tenía un aura linda, algo maravilloso lo rodeaba y lo hacía ser siempre el centro de atención y eso, aunque me gustaba mucho, en esta ocasión me preocupaba. Yo siempre queriendo pasar desapercibida, presagiaba que eso sería imposible ese día.

A pesar de ser una familia muy católica, mi sobrina no lo era tanto y menos su novio, por lo que optaron por una ceremonia más bien espiritual y simbólica en vez de hacer una celebración religiosa, como lo es el sacramento del matrimonio.

La ceremonia era en el mismo centro de eventos, en los jardines. El día estaba soleado y una cálida brisa primaveral nos acariciaba y le daba un aire bastante romántico al día, pues todo lo adornaban flores de diferentes colores dispuestos en maceteros y arreglos florales, además de un arco de rosas en colores pastel que adornaba el lugar donde los novios se situarían para la ceremonia.

Cuando llegamos ya había mucha gente y mi hija fue a nuestro encuentro a saludarnos y nos llevó hacia donde estaban mis otros hijos y Andrés. Sentí miradas curiosas y le pedí a Roberto que no me tomara la mano y solo caminara a mi lado, él accedió sin decir nada.

Mis hijos nos vieron y si bien se sorprendieron de verme con alguien y que ese alguien fuera un hombre, fueron muy amables con Roberto y yo se los presenté como mi entrenador personal y amigo. - Ahhhh dijeron al unísono, - Hemos oído mucho sobre ti, le dijo uno de mis hijos inmediatamente, dándole la mano en señal de saludo. Roberto respondió el saludo diciendo, - ¡espero que solo sean comentarios buenos!, - por supuesto, dijo mi otro hijo, el gimnasio logró lo que nadie logró en su momento y tan solo por eso, te lo agradecemos muchísimo.

Mientras ellos se saludaban miré hacia el lado y vi a Andrés con su nueva mujer mientras saludaban y conversaban con otras personas y no pude evitar sentir un nudo en la garganta y cierta sensación de mareo me golpeó.

Roberto se dio cuenta de la situación y puso su mano en mi espalda y me preguntó si estaba bien. - No lo sé, espero que sí.

Al segundo mi mirada se encontró con la de Andrés y me miró con ojos sorprendidos y por un segundo volví a ver en sus ojos, la mirada con la que miraba cuando estábamos enamorados, una mirada de aprobación, de admiración y se acercó para saludarme.

Me dijo que estaba radiante y me veía muy bien. Solo atiné a saludarlo y darle las gracias, quería decirle algo más, algo más triunfal, pero me bloqueé y no pude emitir ninguna palabra después de las gracias. Tonta, estúpida, pensé. ¡Como es posible que aún te afecte de esa manera! Yo quería verme una mujer segura y superada, pero mi cuerpo me traicionaba.

Mis mejillas estaban rojas de vergüenza y mis manos sudaban nuevamente y el nudo en la garganta me impedía hablar.

Paulina se acercó a saludarnos con gesto de superioridad y dijo, - Hola soy Paulina, la mujer de Andrés y mientras yo seguía petrificada sin poder decir nada, Roberto estiró su mano para saludarla y le dijo, - Hola soy Roberto, el hombre de María Inés.

Ella lo miró sorprendida, pero el más sorprendido era Andrés, quien abrió los ojos y un poco la boca en gesto de incredulidad absoluta. Y para rematar, Roberto continuó, - En realidad, soy su juguete sexual, pero me muero por ser algo más.

Yo, que no daba crédito a lo escuchado, quería morir, pero a la vez le agradecí tanto haber ido a mi rescate nuevamente y haberme salvado de esa situación. Él, me daba la fuerza para enfrentar cualquier comentario o juicio.

¿No sabía que ahora te gustaban los niños? Me fulminó Andrés con la mirada.

No supe que responder a eso, pero nuevamente fui salvada por la campana. Esta vez fue el maestro de ceremonia que comenzó a hablar invitando a tomar asiento pues la ceremonia iba a comenzar.

La celebración fue hermosa, y aunque Andrés estaba allí con Paulina, sentí que estaba en un lugar diferente, en una nueva etapa de mi vida.

El ambiente era mágico, lleno de risas y murmullos emocionados. A medida que la ceremonia se desarrollaba, me sentí más tranquila, dejando de lado los nervios. Las palabras del maestro de ceremonia resonaban, llenando el aire de promesas y amor.

Mientras observaba a Luisa y su pareja, no podía evitar recordar mi propio camino, las decisiones que me llevaron hasta allí, y cómo había transformado mi vida.

A mi lado, Roberto mantenía su actitud relajada y segura, como si nada pudiera perturbar el momento. Sus gestos cariñosos me recordaban que, a pesar de la incomodidad inicial, estaba allí porque quería estar a mi lado, y eso era lo que realmente importaba.

La ceremonia culminó con abrazos y buenos deseos. La felicidad de los recién casados era contagiosa y fuimos invitados a un cóctel en el cual conversé con muchas personas, siempre con Roberto a mi lado. Traté de mantenerme alejada de Andrés y su ahora mujer. No quería comentarios indiscretos de su parte, no quería soportar la pedantería de Paulina, y tampoco quería que Roberto fuera a mi rescate una y otra vez, como si yo no tuviera nada que decir, como si yo no tuviera armas para defenderme.

Que ganas de ser otra mujer, alguien con más agallas, más personalidad, más malvada tal vez, autosuficiente y con valentía suficiente para no dejarme pisotear por nadie.

Para mi suerte, no me sentaron en la misma mesa de Andrés, sino que, con primas y primos, que, si bien igualmente me sentía estudiada y escrutada, por lo menos no me hacían comentarios indiscretos. Eso sí, sentía la mirada lasciva en incluso la coquetería de otras mujeres hacia Roberto.

Eso en vez de llenarme de orgullo y darme una sensación de triunfo, me preocupaba, pues mi autoestima era más bien baja y siempre me sentía insegura de él delante de otras mujeres. Me preguntaba si alguna vez lograría superar eso. Mi miedo constante a que le gustase alguna otra mujer, sobre todo alguien de su edad, me atormentaba en silencio y no me permitía disfrutar el momento. Mis primos se encargaron de darme ánimo y de alabarme el cambio físico que había tenido. Físicamente era otra mujer, me arreglaba, me preocupaba de mí, era atractiva a ojos de otros. Lástima que eso aún no se traspasaba completamente a mi yo emocional y a mi personalidad, aunque había avanzado mucho y ya no era la misma de antes.

Cuando se dio por finalizada la cena, la música comenzó a sonar y los invitados empezaron a moverse hacia la pista de baile, Roberto con su alegría de siempre, me invitó a bailar, pero dije que no, por vergüenza y una de mis primas no se aguantó y lo invitó a bailar.

Él, como brasilero, tenía el ritmo en la sangre y siempre era el centro de atención, sobre todo cuando había música y esta vez no fue la excepción.

No sabía que habían contratado vedettos para la entretención, me dijo Andrés sentándose a mi lado.

No seas desagradable y no hagas comentarios insidiosos. Agradécele al vedetto, pues es él quien me tiene así y me ha ayudado mucho a poder superarte.

¿No podías haber buscado alguien de tú edad? Te ves un poco patética.

¿Y por qué tú puedes tener de pareja a una mujer mucho más joven que tú y yo no? Por lo demás no me voy a casar con él. Estoy viviendo y disfrutando el momento, ¿qué hay de malo en eso? Estoy feliz, ¿no me ves feliz? ¿Acaso no quieres que yo también pueda ser feliz? No seas egoísta Andrés.

Tienes razón, disculpa

¡No tienes que disculparte!, dijo mi hermana sentándose al otro lado mío. Mané, no puedes ser tan desubicada y traer a alguien tan menor y de clase social más baja a festejar con la familia. Esos hombres son para otra cosa.

¿Acaso ustedes no tienen otra cosa que hacer, que atormentarme la vida? Déjenme en paz, yo no me meto en sus vidas. ¿Por qué sería yo la única patética y desubicada acá? Que yo sepa, Andrés vino con la mujer por la cual me dejó y separó nuestra familia y no veo a nadie llamándole la atención.

Es diferente, ella es decente y probablemente se case con Andrés en un futuro. Dijo mi hermana muy suelta de cuerpo.

¿Y quién te dice que Roberto no es decente? Es una persona de valores, tiene ética y no se anda metiendo en matrimonios ajenos. Además, él también estudió en la universidad, no vive del dinero de nadie y lo mejor de todo es que me hace la mujer más feliz del mundo.

No puedo creer que siendo mi hermana no me apoyes. Te digo además que es muy probable que en el futuro yo también decida casarme con él y eso lo dije recalcando cada palabra, poniéndome de pie para ir bailar con él. Los dejé sentados conversando, por supuesto de mí.

En ese momento tomé la decisión de disfrutar la fiesta por completo, aunque eso significara que todo el mundo hablara de mí. No permitiría que nadie me dijera lo que tenía que hacer y no viviría más de acuerdo con los prejuicios de mi familia o con lo que ellos quisieran para mí.

Me di cuenta de que no habían sido leales conmigo y tampoco me habían apoyado cuando Andrés me dejó. Al contrario, lo apoyaron y no le recriminaron nada y le aceptaron a la amante y ahora ya la consideraban parte de la familia.

Roberto estaba bailando con una prima, los interrumpí amablemente y le dije a mi prima, - permiso, te vengo a quitar a mi novio y futuro esposo. Roberto abrió los ojos muy sorprendidos, pero me siguió la corriente y nos pusimos a bailar.

Esa noche fue una noche mágica para mí, en donde por primera vez disfruté de su compañía sin pensar en nadie y sin estar preocupada del qué dirán, solo disfrutar su compañía y el efecto que ejercía en mí y mientras bailábamos y reíamos, comprendí que el amor y el apoyo que había encontrado en Roberto eran exactamente lo que necesitaba.

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