Me casé pensando que era para toda la vida… y aquí estoy tratando de replantear mi vida, sola.Mi nombre es María Inés, pero todos me dicen Mane, tengo cincuenta años, tres hijos, estado civil… incierto. En realidad, estoy separada de hecho, pero no divorciada, por lo que legalmente aún soy una mujer casada, pero sin marido.Conocí a mi marido Andrés muy joven. Nos conocimos en la universidad, ambos somos médicos, él neuro-cirujano y yo anestesióloga. Nos conocimos cuando ambos estábamos estudiando y nunca más nos separamos. Nos casamos jóvenes, cuando teníamos veintitrés años y tuve a mis hijos seguidos para poder criarlos aun estando joven. Seguí estudiando, pues tenía mucha ayuda para criar a mis hijos. Vengo de una familia privilegiada y con mucha holgura económica, por lo que desde un principio mi vida de casada fue fácil. Hice mi especialidad en anestesiología y comencé a trabajar de inmediato.Mi vida fue de ensueño, hijos fáciles de criar, nunca me dieron dolores de cabeza o p
El día de mi cumpleaños siempre fue motivo de celebración, pero ese año Andrés llegó tarde, pues estaba operando de urgencia, y me dijo que me debía el regalo, pues no había tenido tiempo de comprarme uno. Obviamente ese regalo nunca llegó, quedó en el olvido, junto a tantos otros detalles que antes tenía conmigo y ya no. Me sentía poca cosa, menospreciada, olvidada y comencé a preguntarme cuando había cambiado todo, trataba de recordar, pero no era capaz de ver mi pasado claramente. Hasta hace poco me parecía ser feliz y sentirme amada, pero no dije nada e hice como si nada pasaba, para no profundizar, para no tener que darme cuenta de que en realidad todo había cambiado, para no aceptar, para no tener que hacer algo al respecto, para no hablar.Así, poco a poco se fueron sumando situaciones que me hacían pensar que Andrés tenía a otra mujer, pero él no tenía un actuar descarado, los fines de semana eran sagradamente para la familia. Lo que sí durante los días de semana comenzó a lle
Dos años atrás…Mamá, no te resistas más, ya está hecho y no hay vuelta atrás. Además, créeme, te va a gustar, pues te hará bien. Deberías haberme preguntado antes, así no malgastabas dinero.El gimnasio nunca es un dinero malgastado, a menos que no vayas, pero vas a ir, tienes que ir, lo necesitas. Yo iré contigo al principio.Está bien, te voy a dar en el gusto esta vez.Mi hija me había inscrito en el gimnasio para ir a zumba, pues me encantaba bailar y ella veía como vida se consumía poco a poco sin ninguna motivación. Tengo tres amigas, pero ninguna de ellas logró sacarme del ostracismo en el que me encontraba, pues yo no quería y no las dejaba. Ellas fueron muy pacientes y me dieron mi tiempo, pero supe después, que se juntaron con mis hijos para hacer algo por mí, ya que veían que mi vida se iba directo al precipicio y había que hacer algo al respecto.Comencé a ir a clases de zumba sin ninguna motivación, solo para darle el gusto a mi hija y dejar de preocuparla, pero en mi f
Una de mis amigas me pasó a buscar y nos fuimos a la celebración al bar.Cuando llegamos, lo cual fue un poco tarde, el lugar estaba lleno y la música lo inundaba todo. Sonaba muy fuerte, y el bullicio y ajetreo del lugar no daba cabida a depresiones o caras largas, invitaba a sonreír, a bailar, a disfrutar.Había una persona cantando y el resto hacia el coro al unísono, luego cuando terminó la canción, los vítores y aplausos dejaron ver que fue una presentación muy aceptada por el público.Logramos llegar donde estaba el grupo festejando, saludamos a la cumpleañera, le entregamos sus regalos y nos sentamos donde había espacio disponible, uniéndonos a la celebración, al canto y a los aplausos, pues otra persona estaba en el escenario cantando una canción que me sabía y me gustaba mucho.Pedí un Aperol Spritz, el cóctel de moda, y mientras el líquido burbujeante pasaba por mi garganta, sentí cómo mis inhibiciones se esfumaban, como si cada sorbo borrara un poco más de las sombras que m
Me tomó de la mano y me llevó a su habitación y comenzó a quitarme la ropa hasta quedar yo solamente en ropa interior.Me recostó en la cama y yo no paraba de temblar. Estaba nerviosa y un poco asustada, mi cuerpo recibía bien sus caricias, pero mi mente estaba llena de imágenes de Andrés, de mis hijos y de mis propios prejuicios, de culpas, cuestionando lo que estaba haciendo.El colágeno se dio cuenta y me preguntó si quería parar. Le dije que no, que ya estaba ahí, que siguiera.Él, debo reconocer, fue muy paciente y dedicado. Me besó lento y suave y me decía en susurros que me merecía cada caricia y placer que él me iba a dar y que me sintiera deseada, pues era una mujer muy deseable. Que cerrara los ojos y me dejara llevar.Comenzó tocándome los senos, acariciándolos y besándolos. Estuvo mucho tiempo en uno y luego en el otro. Después comenzó bajando por mi vientre, llegando finalmente a la entrepierna. Muy suavemente comenzó a besarme y tocarme. Lo que yo sentía en ese momento,
Un año atrásMamá necesito decirte algo, por favor siéntate.No me asustes por favor.Tranquila, no es nada grave.¿Recibiste la invitación de matrimonio de Luisa?Si claro.Bueno, el papá también la recibió y va a ir con Paulina.Luisa, mi sobrina, hija de mi hermana, se casaba en un mes. Sabía que Andrés iba a estar allí, y aunque llevábamos años separados, nuestras familias seguían unidas. Lo que no esperaba era que él llevara a su nueva pareja. Mi hermana no me había comentado nada, nuestra relación no era tan cercana.Durante mi proceso de separación, mi familia no me apoyó mucho. Ellos pensaban que debía perdonar la infidelidad de Andrés y seguir adelante, todo por la reputación familiar. Sabían que él seguía con la mujer que había causado nuestra ruptura, pero a mí no me permitían rehacer mi vida sin cuestionamientos.Llevaba casi cinco meses en una relación con Roberto. Él había sido fundamental para mi bienestar emocional, aunque solo mi hija sabía de él, después de que nos s
La relación que había empezado de manera clandestina había florecido en algo significativo, y ya no había vuelta atrás. Al final de la noche, me sentí orgullosa de mí misma por haber tomado la decisión de ir y por no dejar que mi pasado me definiera.La decisión de dejar atrás las expectativas y el prejuicio de mi familia me llenó de una extraña mezcla de nervios y emoción.Cuando sentí que ya había sido suficiente, le dije a Roberto que me quería ir. Mientras nos despedíamos de Luisa y su esposo, una sensación de liberación me invadió. Había pasado demasiado tiempo preocupada por lo que pensaban los demás, y esa noche quería ser fiel a mis deseos.Nos despedimos de mis hijos y les informé que no llegaría a la casa esa noche, para que no se preocuparan.Roberto y yo salimos del evento, y la brisa nocturna nos recibió con un abrazo cálido. Ya en el vehículo, no podía dejar de sonreír. Él me miró, sus ojos brillando con complicidad, y supe que estábamos en la misma sintonía.¿A dónde va
Por el lado de Roberto, a veces nos juntábamos con sus amigos, entre los cuales había parejas de más edad, por lo que nunca me sentí fuera de lugar con ellos, al contrario.De repente había situaciones en las que los celos y las inseguridades me acechaban. Siempre había mujeres coqueteándole y algunas no podían creer que fuéramos pareja. A veces me felicitaban y otras ponían cara de asco o vergüenza.Nunca en mi vida, estuve tan expuesta y en contacto con tanta gente y me impresionaba lo que la gente, sobre todo mujeres pueden opinar y meterse en la vida de otros y sin recato alguno, enjuiciar sus vidas.En algún momento cuando habían pasado varios meses de relación y la mayoría de los conocidos y amigos a quienes frecuentábamos nos veían siempre juntos, una de sus amigas me empezó a interrogar y preguntar cuáles eran mis intenciones con Roberto. Le dije que no había intenciones, solamente nos estábamos dejando llevar sin pretensiones y sin planes. Le dije que no quería planear nada m