El día de mi cumpleaños siempre fue motivo de celebración, pero ese año Andrés llegó tarde, pues estaba operando de urgencia, y me dijo que me debía el regalo, pues no había tenido tiempo de comprarme uno. Obviamente ese regalo nunca llegó, quedó en el olvido, junto a tantos otros detalles que antes tenía conmigo y ya no. Me sentía poca cosa, menospreciada, olvidada y comencé a preguntarme cuando había cambiado todo, trataba de recordar, pero no era capaz de ver mi pasado claramente. Hasta hace poco me parecía ser feliz y sentirme amada, pero no dije nada e hice como si nada pasaba, para no profundizar, para no tener que darme cuenta de que en realidad todo había cambiado, para no aceptar, para no tener que hacer algo al respecto, para no hablar.
Así, poco a poco se fueron sumando situaciones que me hacían pensar que Andrés tenía a otra mujer, pero él no tenía un actuar descarado, los fines de semana eran sagradamente para la familia. Lo que sí durante los días de semana comenzó a llegar mucho más tarde que de costumbre y de vez en cuando viajaba a algún congreso médico y ya no me invitaba, siempre iba solo.
Días antes de navidad del año siguiente, estaba ordenando nuestro armario y encontré en el bolsillo de uno de sus pantalones una pequeña caja de terciopelo y al abrirla vi unos pendientes de brillantes en forma de corazón, eran hermosos.
No dije nada para no echarle a perder la sorpresa de navidad, pero el día de navidad al abrir nuestros regalos, me entregó el suyo y al abrirlo, mi sorpresa fue enorme al encontrarme con un perfume. Me puse a llorar y no pude ocultar mi decepción y mi tristeza. Por supuesto, él que ya no estaba conectado con mis emociones no se dio cuenta de que algo pasaba y que mi llanto no era de emoción o felicidad.
Me pregunté qué había pasado con los pendientes, ¿a quién se los había regalado?, ¿será que me los iba a regalar después?
En febrero nos llegó la invitación al matrimonio de una de las hijas de un compañero suyo de trabajo, neurocirujano que operaba siempre con él y que lo conocíamos de muchos años.
La invitación era para un mes más y así a fines de marzo estábamos sentados en la mesa con compañeros y colegas con sus parejas. Esa noche conversé con muchas personas conocidas y además conocí a otras personas que no había visto antes, pues eran nuevas en el hospital, entre ellas a una enfermera, bastante joven, debía tener treinta y tantos, era muy linda y llevaba puesto pendientes de brillantes con forma de corazón. Eran los mismos pendientes de la cajita de navidad.
El corazón se me aceleró, me sentí mareada, miles de pensamientos caóticos se apoderaron de mí, las manos me sudaban y traté de hablar, pero las palabras no salían. Haciendo un esfuerzo sobrehumano y tratando de mantenerme firme, le pregunté el nombre y era el mismo de la mujer de los depósitos bancarios, Paulina.
Fui muy amable con ella e incluso le alabé sus pendientes diciendo que eran muy lindos. Me los compró mi amorcito, me dijo y su tono me sonó a ironía o burla.
¿Y cuál es tu amorcito? Le pregunté para ver que me contestaba.
No vino conmigo hoy, tenía otro compromiso.
Bueno, en otra oportunidad lo conoceré y me di media vuelta para ir al tocador a tratar de controlarme y calmarme, pues el hecho que ella tuviese esos pendientes no significaba nada, podía ser una coincidencia o podía ser todo.
Cuando salí del tocador y llegué a la mesa en donde estábamos, Andrés no estaba y busqué a la enfermera y ella tampoco estaba. Tuve un mal presentimiento y el caos nuevamente se apoderó de mí.
Busqué a Andrés y no lo encontré, incluso ingresé al baño de hombres para buscarlo y nada. Me fui a la terraza a respirar y a cuestionarme por lo paranoica que estaba siendo, pero mi instinto me decía que algo sucedía, yo no podía estar tan loca, como tantas veces él me hacía creer.
Iba a ingresar nuevamente al salón y vi siluetas en la oscuridad en un lugar apartado de ese edificio. Me acerqué y pude ver que era Andrés con la enfermera. Se estaban besando y tocando como si no hubiese mañana. A pesar de que yo sabía desde hace mucho tiempo lo que sucedía, no quería verlo ni menos aceptarlo.
Siempre existía la posibilidad de estar equivocada, quería estar equivocada, pero también quería tener razón, pues fueron tantas nuestras conversaciones y discusiones al respecto y siempre terminaba yo llorando y cuestionando mi equilibrio mental y pensando que ya estaba muy paranoica o simplemente loca como Andrés me decía.
Durante unos segundos me quedé paralizada con mis pensamientos a toda máquina, imágenes de nuestra boda pasaban raudas por mi mente, felicidad, juventud, esperanza de un futuro, inocencia y, por otro lado, traición, engaño, decepción.
En mi fuero interno, deseaba con todo mi ser que todo fuera una mentira, una pesadilla, un malentendido y que hubiese alguna explicación, pero al darme cuenta de la realidad, el frío se apoderó de mí y con una sangre fría que no me conocía saqué mi teléfono y grabé la escena para poder demostrarle a Andrés que no estaba loca ni paranoica. Una vez terminada mi labor de grabar, guardé el teléfono y me acerqué a ellos. Cuando me vieron se separaron y trataron de arreglarse y recomponerse, pero ya era muy tarde.
Me voy, toma un taxi o que tu amorcito te lleve. Mañana a primera hora hablaremos con los niños. Te quiero fuera de la casa mañana mismo.
Me di media vuelta y caminé lo más digna que mis piernas me permitieron.
No sé cómo conduje y llegué a la casa.
Me senté en el borde de la cama, sintiendo el peso de la soledad aplastarme. Al fin, mis lágrimas comenzaron a fluir, arrastrando consigo no solo el dolor de su traición, sino también fragmentos de mi alma. Cada lágrima parecía llevarse un pedazo de la vida que había conocido, dejándome vacía y perdida en un mar de tristeza.
Mi vida, toda mi vida se desmoronaba y no sabía cómo iba a seguir viviendo después de eso. ¿Qué haría sola? ¿Como iba a vivir sola? Mi vida era mi familia, no sabía cómo replanteármela de otra forma.
Al día siguiente, conversamos con nuestros hijos y Andrés se fue de la casa para siempre. Solo se llevó su ropa y sus cosas personales, pero me dejó su presencia, recuerdos y el trauma de lo vivido en el último tiempo. Nuestra separación no fue con grandes peleas, ni quedamos como enemigos. El pasó la página tan fácilmente, ya no importaban los sacrificios que hice por él, pues en una familia no todos pueden ser exitosos profesionalmente y a la vez criar bien a los hijos y yo hice mi carrera un poco a un lado a favor de su crecimiento profesional.
Yo me hice cargo de la educación de los hijos, de transportarlos al colegio, a sus actividades extraprogramáticas, a sus fiestas y reuniones con amigos, mientras él estudiaba más, se capacitaba, viajaba y crecía como médico.
Mis desvelos por cuidarlo cuando estaba enfermo, mis horas escuchándolo cuando algo no iba bien y necesitaba desahogarse, nuestros muchos buenos momentos. No tenía memoria, ¿cómo se le pudo haber olvidado o dejado de importar todo lo que vivimos? yo ya no era su compañera de vida, no era su persona.
Me sumí en una depresión de la cual me costó casi dos años salir. No podía rehacer mi vida, Andrés era toda mi vida, lo conocí muy joven y nunca estuvimos separados, crecí con él.
Mis hijos se encargaron de mi durante casi un año. En ese tiempo poco comía, no salía, incluso dejé de trabajar un tiempo, pues no lograba levantarme. Lo extrañaba tanto, me dolía su desamor, mi vida no tenía sentido, me sentía poca cosa, poco atractiva, completamente remplazable, sustituible.
Solo respiraba y vivía para mis hijos, pero a pesar de vivir con ellos y de cubrir sus necesidades, no estaba presente. Trataba con todo mi ser de levantarme, de sonreír, de vivir. Todo lo hacía como autómata y mis días eran una repetición del día anterior, era un copiar y pegar a diario, sin motivación, sin ganas, sin esperanza.
Dos años atrás…Mamá, no te resistas más, ya está hecho y no hay vuelta atrás. Además, créeme, te va a gustar, pues te hará bien. Deberías haberme preguntado antes, así no malgastabas dinero.El gimnasio nunca es un dinero malgastado, a menos que no vayas, pero vas a ir, tienes que ir, lo necesitas. Yo iré contigo al principio.Está bien, te voy a dar en el gusto esta vez.Mi hija me había inscrito en el gimnasio para ir a zumba, pues me encantaba bailar y ella veía como vida se consumía poco a poco sin ninguna motivación. Tengo tres amigas, pero ninguna de ellas logró sacarme del ostracismo en el que me encontraba, pues yo no quería y no las dejaba. Ellas fueron muy pacientes y me dieron mi tiempo, pero supe después, que se juntaron con mis hijos para hacer algo por mí, ya que veían que mi vida se iba directo al precipicio y había que hacer algo al respecto.Comencé a ir a clases de zumba sin ninguna motivación, solo para darle el gusto a mi hija y dejar de preocuparla, pero en mi f
Una de mis amigas me pasó a buscar y nos fuimos a la celebración al bar.Cuando llegamos, lo cual fue un poco tarde, el lugar estaba lleno y la música lo inundaba todo. Sonaba muy fuerte, y el bullicio y ajetreo del lugar no daba cabida a depresiones o caras largas, invitaba a sonreír, a bailar, a disfrutar.Había una persona cantando y el resto hacia el coro al unísono, luego cuando terminó la canción, los vítores y aplausos dejaron ver que fue una presentación muy aceptada por el público.Logramos llegar donde estaba el grupo festejando, saludamos a la cumpleañera, le entregamos sus regalos y nos sentamos donde había espacio disponible, uniéndonos a la celebración, al canto y a los aplausos, pues otra persona estaba en el escenario cantando una canción que me sabía y me gustaba mucho.Pedí un Aperol Spritz, el cóctel de moda, y mientras el líquido burbujeante pasaba por mi garganta, sentí cómo mis inhibiciones se esfumaban, como si cada sorbo borrara un poco más de las sombras que m
Me tomó de la mano y me llevó a su habitación y comenzó a quitarme la ropa hasta quedar yo solamente en ropa interior.Me recostó en la cama y yo no paraba de temblar. Estaba nerviosa y un poco asustada, mi cuerpo recibía bien sus caricias, pero mi mente estaba llena de imágenes de Andrés, de mis hijos y de mis propios prejuicios, de culpas, cuestionando lo que estaba haciendo.El colágeno se dio cuenta y me preguntó si quería parar. Le dije que no, que ya estaba ahí, que siguiera.Él, debo reconocer, fue muy paciente y dedicado. Me besó lento y suave y me decía en susurros que me merecía cada caricia y placer que él me iba a dar y que me sintiera deseada, pues era una mujer muy deseable. Que cerrara los ojos y me dejara llevar.Comenzó tocándome los senos, acariciándolos y besándolos. Estuvo mucho tiempo en uno y luego en el otro. Después comenzó bajando por mi vientre, llegando finalmente a la entrepierna. Muy suavemente comenzó a besarme y tocarme. Lo que yo sentía en ese momento,
Un año atrásMamá necesito decirte algo, por favor siéntate.No me asustes por favor.Tranquila, no es nada grave.¿Recibiste la invitación de matrimonio de Luisa?Si claro.Bueno, el papá también la recibió y va a ir con Paulina.Luisa, mi sobrina, hija de mi hermana, se casaba en un mes. Sabía que Andrés iba a estar allí, y aunque llevábamos años separados, nuestras familias seguían unidas. Lo que no esperaba era que él llevara a su nueva pareja. Mi hermana no me había comentado nada, nuestra relación no era tan cercana.Durante mi proceso de separación, mi familia no me apoyó mucho. Ellos pensaban que debía perdonar la infidelidad de Andrés y seguir adelante, todo por la reputación familiar. Sabían que él seguía con la mujer que había causado nuestra ruptura, pero a mí no me permitían rehacer mi vida sin cuestionamientos.Llevaba casi cinco meses en una relación con Roberto. Él había sido fundamental para mi bienestar emocional, aunque solo mi hija sabía de él, después de que nos s
La relación que había empezado de manera clandestina había florecido en algo significativo, y ya no había vuelta atrás. Al final de la noche, me sentí orgullosa de mí misma por haber tomado la decisión de ir y por no dejar que mi pasado me definiera.La decisión de dejar atrás las expectativas y el prejuicio de mi familia me llenó de una extraña mezcla de nervios y emoción.Cuando sentí que ya había sido suficiente, le dije a Roberto que me quería ir. Mientras nos despedíamos de Luisa y su esposo, una sensación de liberación me invadió. Había pasado demasiado tiempo preocupada por lo que pensaban los demás, y esa noche quería ser fiel a mis deseos.Nos despedimos de mis hijos y les informé que no llegaría a la casa esa noche, para que no se preocuparan.Roberto y yo salimos del evento, y la brisa nocturna nos recibió con un abrazo cálido. Ya en el vehículo, no podía dejar de sonreír. Él me miró, sus ojos brillando con complicidad, y supe que estábamos en la misma sintonía.¿A dónde va
Por el lado de Roberto, a veces nos juntábamos con sus amigos, entre los cuales había parejas de más edad, por lo que nunca me sentí fuera de lugar con ellos, al contrario.De repente había situaciones en las que los celos y las inseguridades me acechaban. Siempre había mujeres coqueteándole y algunas no podían creer que fuéramos pareja. A veces me felicitaban y otras ponían cara de asco o vergüenza.Nunca en mi vida, estuve tan expuesta y en contacto con tanta gente y me impresionaba lo que la gente, sobre todo mujeres pueden opinar y meterse en la vida de otros y sin recato alguno, enjuiciar sus vidas.En algún momento cuando habían pasado varios meses de relación y la mayoría de los conocidos y amigos a quienes frecuentábamos nos veían siempre juntos, una de sus amigas me empezó a interrogar y preguntar cuáles eran mis intenciones con Roberto. Le dije que no había intenciones, solamente nos estábamos dejando llevar sin pretensiones y sin planes. Le dije que no quería planear nada m
Salí de su departamento con el corazón pesado, pero al mismo tiempo, sentí un alivio indescriptible. Era un nuevo comienzo, no solo para él, sino también para mí. Había llegado el momento de reconstruir mi vida de nuevo, esta vez con la libertad de saber que el amor verdadero puede tomar muchas formas, y no siempre tiene que estar ligado a una relación romántica.Dejarlo ir fue lo más correcto, lo que tenía que hacer, por él, por su futuro, eso no significaba que no me doliera, que no lo iba extrañar con la vida.Me enseñó tanto; a quererme, a aceptarme, a hacerme respetar, a no permitir que me pasaran a llevar, a ponerme primero, ante todo.El camino por delante no sería fácil, pero estaba dispuesta a enfrentarlo. Ahora tenía que reencontrarme conmigo misma y comprender quién era, más allá de ser madre o pareja. Tenía que aprender a amarme y a valorar lo que realmente deseaba para mi futuro.Les comuniqué a mis hijos que me tomaría un año sabático y que viajaría por el mundo. Sería u
Llegué a Chile a las 7 de la mañana, tomé un taxi con rumbo a mi casa. Cuando llegué, todos mis hijos estaban esperándome.Los abracé y besé y disfrutamos un rico desayuno juntos. Les conté de Roberto y por la razón que había viajado tan de improviso.Me duché, me cambié de ropa, me maquillé un poco y me perfumé. Sabía que no era un encuentro romántico el que tendría, el ambiente sería muy distinto, por lo que no tenía ninguna esperanza, pero la mujer que era ahora y que tenía amor propio y algo de vanidad, trabajó para verse lo más presentable posible.En el camino hacia el hospital hice unas llamadas telefónicas para hablar con colegas involucrados y que trabajan en el hospital, por lo que me estarían esperando.Cuando llegué al hospital busqué la habitación, golpeé la puerta y abrí.Allí en la camilla, acostada, dormía una mujer joven, quien supuse era la esposa o pareja de Roberto. Sentada a su lado, había una señora mayor tomándole la mano y llorando. La saludé y el saludo fue co