El llanto llenó una de las habitaciones de la Escondida, Diana Arteaga había llegado al mundo y demandando la atención de su madre. Alicia estaba pálida, cansada y sentía que le dolía hasta el último cabello de su cabeza, pero sonreía feliz de tener a su bebé entre sus brazos.La pequeña era una mini copia suya, por lo menos es lo que le pareció cuando fue puesta entre sus brazos por el doctor que la atendió.Paloma tenía los ojos llenos de lágrimas, mitad de alegría y mitad de terror, pero su hija había sido muy valiente y había dado a luz a su pequeña Diana en casa.—Felicidades, Señora Vidal, por su primera nieta —dijo, Marcelo abrazándola y colocando su mentón sobre el hombro de Paloma.Ella sonrió.—Lo mismo para usted, señor Vidal. La reina de su corazón ha nacido —le dijo, pues Marcelo cuidaba mucho a Alicia desde que supo de su embarazo y su apoyo, tal como lo ofreció había sido incondicional para Simón y Alicia.—Felicidades, Alicia, y gracias por darme el bello regalo de ser
Natalia sonrió mientras observaba a sus hijas correr por el campo, adoraba estos momentos que podía disfrutar con ellas y con su esposo, quién siempre estaba en el trabajo, corriendo a solucionar los problemas de la hacienda, como si fuera el único que pudiera hacerlo. Natalia apartó esos malos pensamientos de su cabeza y se concentró en el momento, el aquí y el ahora.—Ven, Natalia, únete a nosotros —gritó Ángel, agachado sobre el pasto, mientras fingía ser un caballo para su hija menor.—¡Sí, mami, ven con nosotros! —gritó Estela, mientras corría delante de su padre, quien la perseguía con Ángela sobre su espalda.Natalia se levantó del tronco para unirse a su pequeña familia, sin embargo, los disparos que se escucharon muy cerca del sitio los alertaron.Ángel bajó a su hija de su espalda y miró a Natalia con preocupación.—Llévatelas a casa, Natalia, ¡corre! —le urgió al escuchar los cascos de los caballos, golpear contra el suelo, eran varios hombres—. ¡Corre Natalia! —gritó deses
Julián salió de las caballerizas de la hacienda Miramar, muy temprano por la mañana, mientras la luna aún se alzaba en el cielo y las estrellas alumbraban su camino; él se dirigió al sur, donde habían sido vulnerados por los bandidos que se dedicaban a robar el ganado. El último atentado había dejado malherido a su abuelo Andrés, quien por suerte se había recuperado con rapidez, pero el susto aún lo tenía metido en la sangre. Le reconfortaba saber que uno de aquellos delincuentes yacía muerto y enterrado, pero no se confiaba. Sus cómplices aún seguían en libertad y con seguridad tarde o temprano buscarían venganza por ese asesinato, pero estaría preparado para recibirlos, no volverían a tomarlos desprevenidos de nuevo. El recuerdo le hizo apretar los dientes, él mismo había salido herido gracias a ese miserable, que había intentado asesinar a Daniel en el primer asalto que sufrió la hacienda Monterreal. El dolor punzó en su costado, como si hubiese sentido el calor de la bala de nue
Julián se paseó en las afueras de la choza, luego del grito de Natalia y posterior desmayo, había cabalgado como un loco hacia el pueblo, solo había una persona en la que podía confiar, sabía que no iba a traicionarlo bajo ninguna circunstancia. El vaquero ni siquiera le había explicado a la doctora García nada, simplemente la había sacado de su casa, pues no tenía turno en el hospital y se la había llevado con él.Julián se detuvo al escuchar la puerta de la choza abrirse, elevó la mirada para encontrarse con los ojos cafés de Renata.—¿Cómo está? —preguntó él.Ella dejó escapar un suspiro.—Renata, por favor, dime cómo está —pidió angustiado de que algo malo fuera a sucederle a Natalia, apenas la conocía, pero estaba en sus tierras, en una de sus chozas y sobre su cuerpo llevaba sus huellas…, darse cuenta del error que había cometido, le hizo tragar en seco. Si Natalia moría, él sería el único sospechoso.—Deberías explicarme que fue lo que pasó con ella y como terminó en ese estado
Natalia quería creer que, con la ayuda de Julián Altamirano, tendría una oportunidad para enfrentar a la familia Salvatierra. Sin embargo, no era tan sencillo como él se lo pintaba, ni como ella podía imaginárselo. Primero tenía que esperar a que sus heridas sanaran, y no solamente las físicas, sino también las que llevaba tatuadas en el alma.Ella se mordió el labio, presionó una mano sobre su vientre vacío y lloró en silencio por ese bebé que recién había perdido. El dolor se abrió paso por su corazón. Agradeció el haberse quedado sola, pues sería muy humillante que Julián la viera en ese estado, tan deplorable y vergonzoso.Natalia jamás imaginó la maldad que existía en el corazón de don Hilario y de Efraín. Antes había imaginado que solamente la despreciaban, no que la odiaran hasta el punto de… Apartó los malos recuerdos de su cabeza y trató de serenarse. Julián podía llegar en cualquier momento, y no quería que le hiciera más preguntas. No estaba lista para responderlas todas.M
Natalia gimió bajo y ronco, sacando a Julián de su sueño liviano.—Natalia —la llamó, pero ella tenía los ojos cerrados.—Tengo sed —se forzó a decir.Natalia sentía la garganta seca, la cabeza le daba vueltas, pero se sentía mejor dentro de lo posible.Julián se levantó, se pasó las manos sobre el rostro para espabilar. Se acercó a la mesa y sirvió un vaso con agua, volvió sobre sus pies.—Te ayudaré —se ofreció, dejó el vaso sobre la silla donde había estado sentado y se acercó a Natalia.Ella trató de no estremecerse; no era la primera vez que Julián la alzaba en brazos, pero sí la primera en la que estaba más consciente y la vergüenza la asaltó.—Lo siento —se disculpó Julián al sentirla temblar.Natalia no dijo nada, el nudo en su garganta no se lo permitía.—Bebe —casi sonó a una orden, pero Natalia la atendió—. Tienes que hidratarte —añadió.Aquella noche era la primera que Natalia pasaba sin fiebre; aun así, Julián veló su sueño.—Gracias por estar aquí —le dijo cuando terminó
—¿Casarme? —preguntó Natalia incrédula.Natalia de repente se sintió mareada, si esa era la única solución para recuperar a sus hijas, entonces no había manera de hacerlo. ¿Quién querría casarse con una mujer como ella? No tenía nada que ofrecer, solo era el fantasma de la mujer que un día fue.La angustia, el miedo y la derrota le hicieron sollozar.—¿No existe alguna otra manera? —preguntó Julián, deseando poder tomar a Natalia entre sus brazos y consolarla, pero eso podía no ser bien visto por el abogado, pese a que era su abogado, no quería manchar la imagen de Natalia, dándole ideas que no eran al hombre.—Por el momento no veo ninguna otra posibilidad; la familia Salvatierra moverá todas sus influencias para evitar que la señora obtenga la custodia de sus hijas.Julián asintió, le tendió la mano al hombre para despedirse de él, necesitaba quedarse a solas con Natalia.—Estaré comunicándome con usted y por favor, sea discreto con este asunto. Le estoy confiando la vida de la seño
Julián no se molestó en detener su caballo, era un jinete experimentado, por lo que se lanzó del lomo de su bello ejemplar y corrió como alma que llevaba el diablo hacia la cabaña. Su corazón estaba agitado, sentía que la garganta se le cerraba y el aire empezaba a faltarle, cuando con una patada abrió la puerta y lo siguiente que vio le hizo arder la sangre. Julián se llenó de furia e indignación, ¡el labio de Natalia estaba roto! Una línea de sangre corría por su mentón.La furia se apoderó de él como jamás había sucedido, Julián Altamirano podía presumir de ser un hombre de emociones controladas, pero hoy. Hoy no quedaba nada de ese hombre amante de la paz, hoy era un volcán a punto de entrar en erupción, una fiera que iba a devorar a su presa de pies a cabeza.Cegado por el enojo, Julián arremetió contra el hombre, le lanzó un puñetazo que envió al tipo al suelo, se lanzó sobre él, pero fue recibido por una dura patada en el estómago que le hizo proferir una maldición; pero solo f