Julián se detuvo al escuchar las risas infantiles llenar su habitación y la cálida voz de Natalia, les contaba un cuento y las niñas parecían disfrutarlo. Él sonrió, esa mañana se había ido al campo antes de que los primeros rayos del sol iluminaran la mañana, quería estar de regreso antes para poder disfrutar con su esposa y con sus hijas. Las hijas de su corazón.—Parece que se divierten sin mí —murmuró desde el umbral de la puerta. Julián sonreía, haciendo que sus facciones se vieran más jóvenes, pues el día anterior se había deshecho de la barba.—¡Papá! —gritaron las pequeñas, corriendo para abrazar al vaquero que, gustoso, abrió sus brazos para recibirlas.Las niñas se aferraron a él y Julián pudo sentir su corazón arder. Las amaba con todo su ser.—Buenos días, mis niñas —saludó él, dejando un beso en la frente de cada una.Natalia observaba todo en completo silencio, el libro de cuentos descansaba sobre sus piernas, ella seguía entre las sábanas, esperando que su esposo se ace
Santiago se giró para no ser testigo de lo que podía ocurrir entre su hermano y Aitana. Tenía el corazón dolorido, pero entendía que en el corazón no se podía mandar, además, él no había hecho ningún movimiento para llamar la atención de la joven, pues no imaginó que su gemelo estuviera enamorado de ella.¿Qué era lo mejor que un hombre podía hacer en ese caso? Retirarse con honor y desearle a Sebastián que fuese feliz.Entretanto, Aitana se apartó de Sebastián, el muchacho estaba serio, pero el brillo de sus ojos lo delataba. Sus labios estaban rojos por el labial de la joven y sus mejillas ligeramente rojas por la emoción del momento.—Sebastián…—No digas nada, por favor, quiero guardar este momento como el más preciado de mis tesoros. Te he querido desde hace un buen tiempo y ahora que he vuelto a verte no quiero perder más el tiempo, Aitana —dijo, tomando la mano de la muchacha y dejándole un beso sobre su dorso.Aitana se sonrojó, su corazón latía acelerado, no sabía si era de e
Los ojos del vaquero se llenaron de lágrimas y de felicidad, su sonrisa lo decía todo. Julián se acercó a su esposa, la tomó del mentón y la besó. Fue un beso tierno, llenó de amor, el hombre quería decirle con aquel beso todo lo que sentía por ella, aunque Natalia lo sabía y se sentía muy afortunada por tenerlo en su vida, por tener la oportunidad de volver a amar.—Te amo, te amo —le susurró él sobre los labios.Natalia le acarició la mejilla y limpió las lágrimas que corrían por las mejillas del vaquero. Eran lágrimas de felicidad, aun así, ella no quería verlo llorar. Quería que Julián se sintiera feliz y dichoso por tenerla en su vida, quería que su sonrisa no se borrara jamás y que su amor durara para siempre.—Te amo, mi vaquero favorito. Te amo con cada pedacito de mi cuerpo y de mi alma, gracias por ser el hombre más maravilloso del mundo y por convertirte en mi razón de ser y de estar —le dijo, besando los labios de Julián, no fue apasionado, sino un simple roce que les hizo
—Nunca imaginé que la vida me diera tantos momentos felices, cuando pensaba en tener una familia, una esposa. No alcanzaba a comprender lo que realmente significaba. El amor es tan bello y aunque el camino es doloroso, es el único sentimiento por el que de verdad vale la pena recorrerlo —expresó Julián, dejando un beso sobre el dorso de la mano de Natalia. Habían dejado el consultorio de Renata una hora atrás. Julián había conducido de regreso a la hacienda; sin embargo, no llegaron a la casa grande. Él la había secuestrado y llevado a una de las cabañas que había en medio del campo. Natalia no puso objeción, estaba a la entera disposición de su marido. Confiaba en él con los ojos cerrados. —Eres el mejor de los hombres —susurró ella en respuesta a aquellas palabras. —Solo soy un hombre enamorado —refutó él con esa sonrisa que no se borraba de su rostro desde que salieron de la consulta. Natalia le acarició la mejilla, la barba le picó las manos, pero no se detuvo, delineó con la p
La familia tenía muchos motivos para celebrar, Ignacio y Renata hicieron público su reconciliación y el más feliz fue Carlitos, el niño dio brincos de alegría que cualquier duda que sus padres aún conservaban se rompió y fortaleció su deseo de unirse como familia.La única preocupación que llegaba a ensombrecer la dicha que vivían era Aurora. La joven volvió de La Soledad y lucía triste, pero se negó a hablar, ni siquiera Laura había logrado que se abriera, por lo que decidieron dejar las cosas correr, esperando que en algún momento ella decidiera hablar.Sin embargo, los meses pasaron y nada sucedió, Aurora se cerró en su burbuja y evitaba a toda costa los temas que tuvieran que ver con Esteban. Wendy estaba preocupada al igual que Samuel, ninguno de los dos sabía qué hacer para poder ayudarla.—¿No vas a decirnos lo que sucedió? —preguntó Wendy cansada de verla tan ausente.—No ha pasado nada, mamá, no te preocupes —le dijo.—No te creo, cuando te marchaste lo hiciste entusiasmada,
Andrés y Laura se apresuraron a volver a Miramar, tan pronto como la noticia del nacimiento de Nicolás llegó a La Escondida. Estaban emocionados, era su tercer bisnieto y pronto también llegaría a sus vidas la pequeña Diana, que estaba a dos meses de nacer, aunque con lo crecida que Alicia estaba y al ser primeriza, Laura sospechaba que llegaría al mundo antes de los dos meses.—Nos estamos llenando de pequeños de nuevo —dijo Andrés, mientras conducían——. Me recuerda tanto cuando nuestros nietos nacieron, fue una época muy bonita que no pensé repetir. Me siento viejo —añadió.—Estás viejo, querido, pero no puedo quejarme —le dijo, besando su mejilla—. Envejecer contigo ha sido lo mejor de mi vida y no lo cambiaría por nada ni por nadie. Ver a mi familia hacerse más y más grande es un privilegio que no todos tienen la dicha de gozar.Andrés asintió.—Tienes razón, mi amor. El tiempo pasa, pero en cada retazo siempre habrá una memoria para el recuerdo.Laura le sonrió.—Cada retazo está
El llanto llenó una de las habitaciones de la Escondida, Diana Arteaga había llegado al mundo y demandando la atención de su madre. Alicia estaba pálida, cansada y sentía que le dolía hasta el último cabello de su cabeza, pero sonreía feliz de tener a su bebé entre sus brazos.La pequeña era una mini copia suya, por lo menos es lo que le pareció cuando fue puesta entre sus brazos por el doctor que la atendió.Paloma tenía los ojos llenos de lágrimas, mitad de alegría y mitad de terror, pero su hija había sido muy valiente y había dado a luz a su pequeña Diana en casa.—Felicidades, Señora Vidal, por su primera nieta —dijo, Marcelo abrazándola y colocando su mentón sobre el hombro de Paloma.Ella sonrió.—Lo mismo para usted, señor Vidal. La reina de su corazón ha nacido —le dijo, pues Marcelo cuidaba mucho a Alicia desde que supo de su embarazo y su apoyo, tal como lo ofreció había sido incondicional para Simón y Alicia.—Felicidades, Alicia, y gracias por darme el bello regalo de ser
Natalia sonrió mientras observaba a sus hijas correr por el campo, adoraba estos momentos que podía disfrutar con ellas y con su esposo, quién siempre estaba en el trabajo, corriendo a solucionar los problemas de la hacienda, como si fuera el único que pudiera hacerlo. Natalia apartó esos malos pensamientos de su cabeza y se concentró en el momento, el aquí y el ahora.—Ven, Natalia, únete a nosotros —gritó Ángel, agachado sobre el pasto, mientras fingía ser un caballo para su hija menor.—¡Sí, mami, ven con nosotros! —gritó Estela, mientras corría delante de su padre, quien la perseguía con Ángela sobre su espalda.Natalia se levantó del tronco para unirse a su pequeña familia, sin embargo, los disparos que se escucharon muy cerca del sitio los alertaron.Ángel bajó a su hija de su espalda y miró a Natalia con preocupación.—Llévatelas a casa, Natalia, ¡corre! —le urgió al escuchar los cascos de los caballos, golpear contra el suelo, eran varios hombres—. ¡Corre Natalia! —gritó deses