—Nunca imaginé que la vida me diera tantos momentos felices, cuando pensaba en tener una familia, una esposa. No alcanzaba a comprender lo que realmente significaba. El amor es tan bello y aunque el camino es doloroso, es el único sentimiento por el que de verdad vale la pena recorrerlo —expresó Julián, dejando un beso sobre el dorso de la mano de Natalia. Habían dejado el consultorio de Renata una hora atrás. Julián había conducido de regreso a la hacienda; sin embargo, no llegaron a la casa grande. Él la había secuestrado y llevado a una de las cabañas que había en medio del campo. Natalia no puso objeción, estaba a la entera disposición de su marido. Confiaba en él con los ojos cerrados. —Eres el mejor de los hombres —susurró ella en respuesta a aquellas palabras. —Solo soy un hombre enamorado —refutó él con esa sonrisa que no se borraba de su rostro desde que salieron de la consulta. Natalia le acarició la mejilla, la barba le picó las manos, pero no se detuvo, delineó con la p
La familia tenía muchos motivos para celebrar, Ignacio y Renata hicieron público su reconciliación y el más feliz fue Carlitos, el niño dio brincos de alegría que cualquier duda que sus padres aún conservaban se rompió y fortaleció su deseo de unirse como familia.La única preocupación que llegaba a ensombrecer la dicha que vivían era Aurora. La joven volvió de La Soledad y lucía triste, pero se negó a hablar, ni siquiera Laura había logrado que se abriera, por lo que decidieron dejar las cosas correr, esperando que en algún momento ella decidiera hablar.Sin embargo, los meses pasaron y nada sucedió, Aurora se cerró en su burbuja y evitaba a toda costa los temas que tuvieran que ver con Esteban. Wendy estaba preocupada al igual que Samuel, ninguno de los dos sabía qué hacer para poder ayudarla.—¿No vas a decirnos lo que sucedió? —preguntó Wendy cansada de verla tan ausente.—No ha pasado nada, mamá, no te preocupes —le dijo.—No te creo, cuando te marchaste lo hiciste entusiasmada,
Andrés y Laura se apresuraron a volver a Miramar, tan pronto como la noticia del nacimiento de Nicolás llegó a La Escondida. Estaban emocionados, era su tercer bisnieto y pronto también llegaría a sus vidas la pequeña Diana, que estaba a dos meses de nacer, aunque con lo crecida que Alicia estaba y al ser primeriza, Laura sospechaba que llegaría al mundo antes de los dos meses.—Nos estamos llenando de pequeños de nuevo —dijo Andrés, mientras conducían——. Me recuerda tanto cuando nuestros nietos nacieron, fue una época muy bonita que no pensé repetir. Me siento viejo —añadió.—Estás viejo, querido, pero no puedo quejarme —le dijo, besando su mejilla—. Envejecer contigo ha sido lo mejor de mi vida y no lo cambiaría por nada ni por nadie. Ver a mi familia hacerse más y más grande es un privilegio que no todos tienen la dicha de gozar.Andrés asintió.—Tienes razón, mi amor. El tiempo pasa, pero en cada retazo siempre habrá una memoria para el recuerdo.Laura le sonrió.—Cada retazo está
El llanto llenó una de las habitaciones de la Escondida, Diana Arteaga había llegado al mundo y demandando la atención de su madre. Alicia estaba pálida, cansada y sentía que le dolía hasta el último cabello de su cabeza, pero sonreía feliz de tener a su bebé entre sus brazos.La pequeña era una mini copia suya, por lo menos es lo que le pareció cuando fue puesta entre sus brazos por el doctor que la atendió.Paloma tenía los ojos llenos de lágrimas, mitad de alegría y mitad de terror, pero su hija había sido muy valiente y había dado a luz a su pequeña Diana en casa.—Felicidades, Señora Vidal, por su primera nieta —dijo, Marcelo abrazándola y colocando su mentón sobre el hombro de Paloma.Ella sonrió.—Lo mismo para usted, señor Vidal. La reina de su corazón ha nacido —le dijo, pues Marcelo cuidaba mucho a Alicia desde que supo de su embarazo y su apoyo, tal como lo ofreció había sido incondicional para Simón y Alicia.—Felicidades, Alicia, y gracias por darme el bello regalo de ser
Natalia sonrió mientras observaba a sus hijas correr por el campo, adoraba estos momentos que podía disfrutar con ellas y con su esposo, quién siempre estaba en el trabajo, corriendo a solucionar los problemas de la hacienda, como si fuera el único que pudiera hacerlo. Natalia apartó esos malos pensamientos de su cabeza y se concentró en el momento, el aquí y el ahora.—Ven, Natalia, únete a nosotros —gritó Ángel, agachado sobre el pasto, mientras fingía ser un caballo para su hija menor.—¡Sí, mami, ven con nosotros! —gritó Estela, mientras corría delante de su padre, quien la perseguía con Ángela sobre su espalda.Natalia se levantó del tronco para unirse a su pequeña familia, sin embargo, los disparos que se escucharon muy cerca del sitio los alertaron.Ángel bajó a su hija de su espalda y miró a Natalia con preocupación.—Llévatelas a casa, Natalia, ¡corre! —le urgió al escuchar los cascos de los caballos, golpear contra el suelo, eran varios hombres—. ¡Corre Natalia! —gritó deses
Julián salió de las caballerizas de la hacienda Miramar, muy temprano por la mañana, mientras la luna aún se alzaba en el cielo y las estrellas alumbraban su camino; él se dirigió al sur, donde habían sido vulnerados por los bandidos que se dedicaban a robar el ganado. El último atentado había dejado malherido a su abuelo Andrés, quien por suerte se había recuperado con rapidez, pero el susto aún lo tenía metido en la sangre. Le reconfortaba saber que uno de aquellos delincuentes yacía muerto y enterrado, pero no se confiaba. Sus cómplices aún seguían en libertad y con seguridad tarde o temprano buscarían venganza por ese asesinato, pero estaría preparado para recibirlos, no volverían a tomarlos desprevenidos de nuevo. El recuerdo le hizo apretar los dientes, él mismo había salido herido gracias a ese miserable, que había intentado asesinar a Daniel en el primer asalto que sufrió la hacienda Monterreal. El dolor punzó en su costado, como si hubiese sentido el calor de la bala de nue
Julián se paseó en las afueras de la choza, luego del grito de Natalia y posterior desmayo, había cabalgado como un loco hacia el pueblo, solo había una persona en la que podía confiar, sabía que no iba a traicionarlo bajo ninguna circunstancia. El vaquero ni siquiera le había explicado a la doctora García nada, simplemente la había sacado de su casa, pues no tenía turno en el hospital y se la había llevado con él.Julián se detuvo al escuchar la puerta de la choza abrirse, elevó la mirada para encontrarse con los ojos cafés de Renata.—¿Cómo está? —preguntó él.Ella dejó escapar un suspiro.—Renata, por favor, dime cómo está —pidió angustiado de que algo malo fuera a sucederle a Natalia, apenas la conocía, pero estaba en sus tierras, en una de sus chozas y sobre su cuerpo llevaba sus huellas…, darse cuenta del error que había cometido, le hizo tragar en seco. Si Natalia moría, él sería el único sospechoso.—Deberías explicarme que fue lo que pasó con ella y como terminó en ese estado
Natalia quería creer que, con la ayuda de Julián Altamirano, tendría una oportunidad para enfrentar a la familia Salvatierra. Sin embargo, no era tan sencillo como él se lo pintaba, ni como ella podía imaginárselo. Primero tenía que esperar a que sus heridas sanaran, y no solamente las físicas, sino también las que llevaba tatuadas en el alma.Ella se mordió el labio, presionó una mano sobre su vientre vacío y lloró en silencio por ese bebé que recién había perdido. El dolor se abrió paso por su corazón. Agradeció el haberse quedado sola, pues sería muy humillante que Julián la viera en ese estado, tan deplorable y vergonzoso.Natalia jamás imaginó la maldad que existía en el corazón de don Hilario y de Efraín. Antes había imaginado que solamente la despreciaban, no que la odiaran hasta el punto de… Apartó los malos recuerdos de su cabeza y trató de serenarse. Julián podía llegar en cualquier momento, y no quería que le hiciera más preguntas. No estaba lista para responderlas todas.M