Natalia gimió bajo y ronco, sacando a Julián de su sueño liviano.
—Natalia —la llamó, pero ella tenía los ojos cerrados.
—Tengo sed —se forzó a decir.
Natalia sentía la garganta seca, la cabeza le daba vueltas, pero se sentía mejor dentro de lo posible.
Julián se levantó, se pasó las manos sobre el rostro para espabilar. Se acercó a la mesa y sirvió un vaso con agua, volvió sobre sus pies.
—Te ayudaré —se ofreció, dejó el vaso sobre la silla donde había estado sentado y se acercó a Natalia.
Ella trató de no estremecerse; no era la primera vez que Julián la alzaba en brazos, pero sí la primera en la que estaba más consciente y la vergüenza la asaltó.
—Lo siento —se disculpó Julián al sentirla temblar.
Natalia no dijo nada, el nudo en su garganta no se lo permitía.
—Bebe —casi sonó a una orden, pero Natalia la atendió—. Tienes que hidratarte —añadió.
Aquella noche era la primera que Natalia pasaba sin fiebre; aun así, Julián veló su sueño.
—Gracias por estar aquí —le dijo cuando terminó de beber el agua.
—Te hice una promesa, Natalia. No hago promesas vacías. He consultado con un abogado para que lleve tu caso y puedas pelear la custodia de tus dos hijas.
Natalia casi dejó caer el vaso al escucharlo.
—No tengo dinero para pagar a un abogado —dijo, siendo su primera preocupación.
—Me haré cargo de eso.
—Julián, yo no puedo aceptarlo, yo…
—Tómalo como un préstamo —la animó, aunque Julián sabía que solo era para convencerla. Los gastos en litigios por custodias podían salir muy caros, más si se trataba de la familia Salvatierra.
—Mírame, Julián. Mira mis condiciones, ni siquiera sería capaz de plantar un solo grano de maíz o de frijol —refutó.
—¿Quieres recuperar a tus hijas?
—Más que nada en la vida —respondió con lágrimas en los ojos.
—Bien, entonces no busques excusas y acepta lo que te ofrezco, Natalia.
Natalia tenía miedo, no deseaba volver a ver a Efraín nunca más en la vida, pero era un sacrificio que tenía que hacer para recuperar a sus pequeñas. Tenía tanto miedo por ellas; Efraín era un tipo desalmado y sin corazón.
—Lo haré y luego, encontraré la manera de pagarte todo esto que haces por mí —le prometió.
Julián se sintió complacido al escucharla; el dinero era lo de menos. Él lo tenía y Natalia lo necesitaba.
Los siguientes días pasaron lentamente para Natalia; su recuperación física iba mejorando cada día, y Renata, la doctora que la atendió, lo había confirmado; sin embargo, las heridas que llevaba en el alma eran imposibles de borrar. Desde que Julián dejó de pasar las noches en la cabaña, las pesadillas la dejaban dormir poco. El recuerdo de lo que pasó se repetía una y otra vez en su cabeza, y sentía que cada vez lo volvía a vivir…
—Me pregunto, ¿en qué piensas? —Natalia se giró para encontrarse con Julián. Él la miraba desde las alturas, sentado sobre el lomo de un hermoso ejemplar. Se veía tan…, ella negó.
—En mis hijas, necesito verlas —susurró.
Julián bajó de su caballo con un brinco y estuvo de pie junto a Natalia.
—Las verás pronto, el abogado está haciendo todo lo posible para que puedas tenerlas contigo este fin de semana —le informó.
Natalia abrió sus hermosos ojos chocolates, asombrada, emocionada y asustada.
—¿De verdad?
Él asintió.
—Esperamos buenas noticias —le dijo, caminando hacia su caballo de nuevo y tomó la bolsa que venía atada a la silla—, para ti.
Natalia miró la bolsa, pero no la tomó.
—Anda, tómala —la instó.
Natalia agarró la bolsa con ciertas dudas.
—¿De qué se trata? —preguntó insegura.
—Ve adentro y míralo tú misma, espero tener un buen ojo —le sonrió.
Natalia no preguntó más, caminó hacia la cabaña, dejó la bolsa con cuidado sobre la mesa y la abrió.
Ella miró el vestido que venía en ella; era de un tono verde esmeralda. Natalia acarició la tela por encima; era de seda, suave y fina. Se armó de valor y lo sacó; su respiración se cortó, nunca había tenido algo tan bonito. Pese a haber sido la esposa de un rico hacendado, Ángel nunca le compró un vestido como ese, pues su mayor preocupación eran sus hijas. Ella nunca le cuestionó nada.
«¿Creíste que al casarte con Ángel ibas a tener la vida resuelta? Pobre tonta. ¿Nunca te preguntaste la razón por qué trabajaba de sol a sol y estaba poco tiempo en casa?
Natalia tragó el nudo formado en su garganta, pero no respondió.
—Es porque fue desheredado por mi padre en el momento que se casó contigo».
Natalia sollozó al recordar las palabras que Efraín le había dicho antes de que todo se convirtiera en un infierno.
«Ángel no tiene nada, depende de su trabajo. Es un simple empleado»
Los sollozos se hicieron más fuertes, haciendo que Julián se asustara y entrara a la cabaña con prisa, pero se detuvo al ver a Natalia sentada sobre la cama, con el vestido entre sus manos y llorando.
—¿Qué ha pasado? —preguntó él sin atreverse a acercarse—. ¿No te gustó?
Natalia negó.
—No es el vestido, Julián, es el gesto que has tenido conmigo. Es un vestido precioso —dijo.
Julián se tranquilizó.
—Es tuyo.
Natalia asintió.
—Gracias —susurró.
Luego de aquel momento, Julián salió al campo, hizo su recorrido como todos los días, volvió a Miramar para no levantar sospechas, pero en su cabeza ya había armado el plan para esa noche. Las vallas habían sido restauradas; se había encargado personalmente de hacerlo, fue la excusa que les dio a sus padres para dormir fuera de la hacienda por tantos días.
—¿Otra vez te quedarás afuera? —preguntó Wendy durante la cena.
Andrés y Laura se miraron, Diego se rio, y Aurora suspiró.
—Deja que Julián se quede fuera, no es un niño al que tengas que cambiarle los pañales cada cierto tiempo o darle el biberón. Él sabe lo que hace. Además, quizá se esté enamorando —señaló Aura.
—¿Enamorado? —cuestionaron todos al unísono.
—Pues a lo mejor, quien sabe. Igual tiene derecho, sea chico o chica. Lo que sea estará bien —completó Aurora, haciendo que Julián se pusiera rojo como un tomate.
—¿Un chico? —volvieron a preguntar todos.
—A ver, a ver, bájenle a la intensidad y tú Aurora, no hables de lo que no sabes. Ya quisiera verte montada sobre un caballo, trabajando de sol a sol todos los días y quedarte a cuidar el ganado y…
—Puedo ir, estoy preparada para hacerlo, pero ¿de verdad quieres que ocupe tu lugar? —preguntó elevando las cejas con sugestión.
Julián apretó los dientes.
—Me lo imaginé —dijo audaz la joven.
—Entonces, ¿chico o chica? —preguntó Laura, bebiendo un sorbo de su taza. La experiencia recién vivida con Daniel le había sorprendido, pero no le había molestado. Su muchacho seguía siendo su nieto, uno de sus amores más preciados.
—¿Puedo no responder?
Las risas fueron la respuesta, le estaban tomando el pelo y él, casi, casi se confiesa. Aunque, sinceramente, estaba viendo la manera de comunicarle a su familia la presencia de Natalia en las tierras de Miramar.
—Ve con cuidado hijo, no te olvides de que esos bandidos siguen libres. No quiero que te expongas.
El cuerpo de Julián se tensó; con todo lo que estaba pasando con Natalia, se olvidó de Gerónimo y su banda de delincuentes.
—Tengo que irme —dijo y sin más, salió del comedor como si el diablo le pisara los talones. Pasó por la cocina por su encargo, corrió hasta las caballerizas donde su caballo esperaba, subió a él y salió disparado hacia la cabaña de Natalia.
Los cascos del caballo golpearon la tierra alertando a Natalia de que ya no estaba sola. Ella se puso nerviosa; se había puesto el vestido que Julián le había regalado, pero enseguida se arrepintió, era muy bonito y…
—¡Natalia! —ya no tenía tiempo para cambiarse.
Julián abrió la puerta y se quedó de piedra al verla parada en medio de la cabaña, se había puesto el vestido…
Una sensación extraña sacudió el corazón de Julián, él hizo caso omiso y le mostró la bolsa que traía con la cena para Natalia.
—¿Asaltaste de nuevo la cocina de Miramar? —preguntó, intentando bromear y le funcionó.
—Algo parecido —respondió con una ligera sonrisa—. ¿Tienes hambre?
Natalia se sentía famélica; estaba segura de que tenía que ver con las vitaminas que Renata le había recetado luego de su pérdida.
—Mucha —susurró.
Julián asintió, pero contrario a lo que Natalia esperaba que hiciera, el joven vaquero cargó la mesa y la llevó afuera, volvió por las dos sillas y luego por Natalia.
—¿Qué haces? —preguntó confundida.
Julián se encogió de hombros; ni él mismo sabía lo que le llevó a hacer todo aquello, aun así, continuó, y cenaron bajo la luz de la luna y el cielo estrellado. Fue una velada silenciosa, pero muy cómoda y reconfortante para Natalia.
Esa noche, Julián volvió a dormir en la cabaña y Natalia pudo conciliar el sueño de nuevo. Durmió como un tronco hasta la luz de un nuevo amanecer que le traía más penas que alegrías.
Sobre el mediodía, Natalia recibió al abogado que Julián había contratado.
—Entonces, ¿qué noticias nos trae? —preguntó Julián ante el silencio de Natalia.
El abogado negó.
—Todo se ha complicado. La familia Salvatierra se adelantó a los hechos y denunció a la señora Villarreal por abandono de hogar. No ayuda mucho que no se le haya visto por el pueblo en estos días —dijo.
Natalia miró a Julián, estaba asustada.
—¡Ella fue agredida en las tierras de esa familia!
—No hay pruebas, ni testigos y dudo mucho que alguien quiera ir contra esa familia. El dinero todo lo puede —alegó el abogado.
Julián se levantó bruscamente, haciendo que la silla cayera sobre la tierra.
—Tiene que haber otra opción —dijo, mirando a Natalia; si ella confesaba el abuso que sufrió, quizá…, él negó tan pronto como la idea pasó por su cabeza.
—Seamos sinceros, señor Altamirano. La señora aquí presente no tiene nada que ofrecerles a esas niñas. No tiene ningún patrimonio a su nombre, no tiene empleo. Todo hace que las cosas se inclinen a favor de los Salvatierra, a menos que…
—¿A menos qué? —le urgió Julián con desesperación al ver el dolor en los ojos de Natalia; de nuevo estaba siendo agredida por esa familia.
—A menos que ella se case y tenga manera de proveerles a sus hijas un buen futuro…
—¿Casarme? —preguntó Natalia incrédula.Natalia de repente se sintió mareada, si esa era la única solución para recuperar a sus hijas, entonces no había manera de hacerlo. ¿Quién querría casarse con una mujer como ella? No tenía nada que ofrecer, solo era el fantasma de la mujer que un día fue.La angustia, el miedo y la derrota le hicieron sollozar.—¿No existe alguna otra manera? —preguntó Julián, deseando poder tomar a Natalia entre sus brazos y consolarla, pero eso podía no ser bien visto por el abogado, pese a que era su abogado, no quería manchar la imagen de Natalia, dándole ideas que no eran al hombre.—Por el momento no veo ninguna otra posibilidad; la familia Salvatierra moverá todas sus influencias para evitar que la señora obtenga la custodia de sus hijas.Julián asintió, le tendió la mano al hombre para despedirse de él, necesitaba quedarse a solas con Natalia.—Estaré comunicándome con usted y por favor, sea discreto con este asunto. Le estoy confiando la vida de la seño
Julián no se molestó en detener su caballo, era un jinete experimentado, por lo que se lanzó del lomo de su bello ejemplar y corrió como alma que llevaba el diablo hacia la cabaña. Su corazón estaba agitado, sentía que la garganta se le cerraba y el aire empezaba a faltarle, cuando con una patada abrió la puerta y lo siguiente que vio le hizo arder la sangre. Julián se llenó de furia e indignación, ¡el labio de Natalia estaba roto! Una línea de sangre corría por su mentón.La furia se apoderó de él como jamás había sucedido, Julián Altamirano podía presumir de ser un hombre de emociones controladas, pero hoy. Hoy no quedaba nada de ese hombre amante de la paz, hoy era un volcán a punto de entrar en erupción, una fiera que iba a devorar a su presa de pies a cabeza.Cegado por el enojo, Julián arremetió contra el hombre, le lanzó un puñetazo que envió al tipo al suelo, se lanzó sobre él, pero fue recibido por una dura patada en el estómago que le hizo proferir una maldición; pero solo f
«Te hice una promesa»«Voy a cumplirla, así me cueste la vida»«Así me cueste la vida»Natalia intentó apartarse, esas palabras eran las que no deseaba escuchar en labios de Julián, ella no podría aceptarlo.—No lo digas, Julián —pidió.Él se incorporó con cierta dificultad, el dolor que atravesó sus costillas le hizo silbar, aun así, no se detuvo.—Te harás daño —lo regañó Natalia al verlo apretar los dientes.—Escúchame, Natalia. Te hice una promesa y no descansaré hasta que tus hijas estén de nuevo a tu lado, no me importa el peligro al que tenga que exponerme. Voy a enfrentarlo.Natalia dejó escapar un sollozo.—No puedes arriesgar tanto por mí, Julián, no tengo nada que ofrecerte en comparación a esto que haces. Tu vida es importante, tienes una familia que te ama, eres joven, y …—También tienes mucho por vivir, Natalia. Tus hijas te necesitan, no dejes que te asusten, Nat, ya no estás sola. Me tienes a mí.Natalia se liberó de la mano de Julián.—Eres demasiado noble, Julián.—
«Lo intentaremos hoy» Las palabras de Julián se repitieron en la mente de Natalia una y otra vez, estaba nerviosa, pues era consciente del peligro que significaba acercarse a Ojo de Agua. Además, expondría a Julián al peligro; pero ¿Qué opciones tenía? Ella no veía ninguna y esta, aunque era la más arriesgada, era la única manera de conseguir ver a sus hijas, aunque fuese un breve segundo, Natalia necesitaba verlas para saber que su lucha no era en balde y que iba a reunirse con ellas tarde o temprano. Ángela y Estela era todo lo que le quedaba en la vida, todo lo que tenía. —¿Has visto a Julián? —preguntó Wendy, asustando a Natalia. La mujer, sumergida en sus pensamientos, no la sintió llegar. —Lo siento, no quise asustarte —se disculpó, sentándose a su lado. —Estaba distraída —respondió Natalia, mirando a Wendy. —Te pregunté si habías visto a Julián —dijo, luego de varios minutos de silencio entre ellas. —No, luego de que volvimos del pueblo, él se marchó a las caballerizas, n
El hombre miró a la pareja besándose. Sonrió y continuó su camino, mientras Julián estaba más quieto que una estatua de mármol, sus labios quemaron ante el roce de los labios de Natalia; sin embargo, su mente pronto comprendió que era solo una medida desesperada para salvarse de ser descubiertos.—Lo siento —murmuró Natalia al alejarse de él, su rostro quemaba por la vergüenza que estaba experimentando en ese momento.—Vámonos de aquí —le urgió Julián, la tomó de la mano y la llevó hasta donde habían dejado los caballos.Natalia sentía sus mejillas calientes, como si fueran dos brazas, sentía pena, por atreverse a tanto. Tenía miedo que aquella acción alejara a Julián de ella y que desistiera de ayudarla. Ahora que había visto a sus hijas, sentía una necesidad ardiente de tenerlas entre sus brazos y de protegerlas.—Julián —susurró.El cuerpo del vaquero se tensó, no quería hablar, no sabría qué decir. Aquel beso, había sido inesperado, sin embargo, sentía que había dejado huellas sob
Julián miró a Natalia conversar con su madre y abuela, mientras elegían las telas que usaría para sus cortinas. Los avances de la remodelación de la casa donde Natalia iba a vivir, estaban avanzando con satisfacción, tal cual lo había ordenado Andrés.—¿Tienes sentimientos por ella?El vaquero giró el rostro para mirar a su hermana.—¿Qué?—Si sientes algo por Natalia.Julián se dio cuenta de que no parecía una pregunta, sino una afirmación. Él se mordió el labio con tal fuerza que probó el sabor metálico de su sangre.—Es guapa, pero ha sufrido mucho —dijo Aurora.—No digas tonterías, niña, ¿Qué sabes tú del amor? —le cuestionó.Aurora sonrió.—No mucho, no he sentido el gusanito de la curiosidad, ni cupido me ha fechado aún, pero tu mirada no me engaña, Julián.—Estás viendo cosas que no son —refutó él.—Negarlo, no hará que tus sentimientos desaparezcan, hermano. La ves de la misma manera que nuestro padre mira a mamá, como el abuelo mira a la abuela. Estás enamorado —le dijo.Juli
«¿Natalia?»Ella se limpió las lágrimas con las manos y trató de serenarse, mientras el vaquero bajaba de su caballo, ella no lo había visto, pero tampoco era necesario hacerlo. Sin importar el tiempo que hubiese pasado, ella siempre iba a recordarlo.—Natalia, ¿eres tú? —preguntó el recién llegado, acercándose a ella, colocando una mano sobre su hombro.Ella se sobresaltó y se alejó.—Lo siento —se disculpó.—¿Qué haces aquí? —preguntó Natalia, levantando la mirada para encontrarse con aquellos hermosos ojos que alguna vez creyó amar.—Negocios, y tú, ¿Qué haces acá? —interrogó, sentándose a su lado.—Es una larga historia, Esteban —dijo en medio de un suspiro.—Tengo tiempo, además, siempre es bueno ver a los amigos —respondió.Natalia lo miró.Eso eran, eso habían sido siempre, fue ella quien se creó un cuento en su cabeza y cuando Esteban se casó con la mujer que amaba, ella, simplemente, tuvo que aceptar que no había nada que hacer, meses después había conocido a Ángel y una nuev
Julián sintió el deseo correr por sus venas, había más que necesidad en su beso y en la manera que saqueaba la boca de Natalia, ni siquiera fue consciente del momento que la recostó en el largo sillón y se colocó sobre ella.La abruma de la pasión no le dejó pensar, hasta que el gemido de Natalia le hizo darse cuenta de la realidad y de lo que estaba haciendo, sobre todo, porque el gemido de Natalia no fue de placer, sino de miedo. Su cuerpo se había tensado como si fuera la cuerda de un violín, sus manos se aferraban a su pecho, tratando de apartarlo de ella.La realidad golpeó a Julián con la fuerza de un boomerang, él se apartó de Natalia y se puso de pie con tanta violencia que tiró el botiquín de primeros auxilios al piso.—Lo siento, Natalia, no sé lo que me pasó —se disculpó sin atreverse a mirarla.Natalia se sentó en la silla, se sentía terriblemente mal por apartarlo de aquella manera, todo había ido bien, hasta que sintió el cuerpo de Julián extenderse sobre el suyo, sentir