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CAPÍTULO 4: ESTE ES MI NUEVO MUNDO

CAPÍTULO 4: ESTE ES MI NUEVO MUNDO

Hazel

Las ganas de huir en este mismo instante son casi tan poderosas como el terror que me recorre el cuerpo… casi. Pero aunque cada fibra de mis músculos lucha por moverse, simplemente no soy capaz de hacerlo. Siento un estremecimiento mientras veo los ojos de Erik, se nota en su mirada que disfruta ver mi cara de desconcierto y pánico.

Los lobos que tengo frente a mí parecen sacados de una película de miedo. Son altos, caminan en dos patas y parecen una extraña mezcla entre humanos y bestias. Sus ojos son amarillos o azules, pero todos coinciden en mirarme con ganas de devorarme ahí mismo. Algunos parecen reírse y otros están más preocupados por el siguiente movimiento de Erik.

Mi corazón palpita a toda velocidad cuando uno de ellos se ve lo suficientemente interesado como para acercarse. Pronto me doy cuenta de que no es un él, es una mujer. Su cuerpo es más esbelto y aunque su pecho está lleno de un pelaje marrón, se le nota un bulto que sobresale, son sus sen0s.

La mujer cierra los ojos y su cuerpo regresa a la normalidad de un momento a otro. El pelaje se le cae de golpe y se reduce como dos veces de altura, hasta que queda como una guapa chica de cabellera rubia igual a la de él. Está desnuda, así que aparto la vista mientras ella se cubre con una bata de seda rosada.

—¿Qué estás haciendo Erik? —le pregunta la chica, con una naturalidad que me escarapela el cuerpo. ¿Acaso no le tiene miedo?

—Solo le doy el tour a nuestra nueva invitada permanente —contesta con un ligero gruñido en la voz.

—¿Así es como tratas a la madre de tu cachorro? —le cuestiona.

Siento una arcada al escuchar la palabra “madre”. Todavía no entiendo muy bien del todo lo que ha pasado. Él dice que soy la madre de su cachorro, pero estoy bastante segura de que no ha pasado nada entre nosotros. A menos que…

—Cariño, estás temblando —me dice la chica apartándome de él. Erik le enseña los colmillos y un gruñido gutural sale de su garganta.

—Tranquilo, no te la voy a robar —bromea. Luego voltea a mirarme a mí—. Soy Rosie, la hermana del hombre lobo Alfa aterrador —dice y me guiña un ojo.

—¿Her-hermana? —tartamudeo.

Ella se ríe, como si esto fuese lo más normal del mundo, como si hace un par de horas todo esto no hubiese sido parte de la fantasía de una imaginación muy creativa.

—Llévatela, encárgate de enseñarle lo que haga falta y prepárala para el festival —ordena Erik.

Rosie me arrastra lejos de ese jardín aterrador lleno de bestias sacadas del infierno. Sigo en shock, caminando a su lado hasta que me hace entrar a una habitación diferente de la casa.

—Debes estar muy asustada —comienza a decir—, pero te aseguro que mi hermano no es tan malo como parece.

—Lo dudo —murmuro, tan bajo, que pienso que no me ha escuchado. Sin embargo, Rosie me sonríe mientras exprime una toalla que estaba empapada en agua.

—No ha tenido mucho trato con humanos desde… Mmm, creo que desde el 1900, hace como cien años.

Trago en seco… ¿cien años? Ella nota mi expresión de sorpresa.

—En realidad, Erik tiene trescientos años, pero ¿quién los cuenta? —dice encogiéndose de hombros.

Rosie comienza a limpiarme la suciedad del cuerpo. Tengo tantas preguntas atoradas en la garganta que no sé por dónde empezar.

—¿Por qué…? —Ella levanta la mirada, y por un instante veo un ligero destello dorado en sus ojos— ¿Por qué estoy aquí?

—Porque, por alguna razón, eres la primera mujer que sobrevive a una inseminación del Alfa.

Vuelvo a tragar grueso. He escuchado esa palabra antes, pero no estoy segura de lo que significa.

—¿Qué?

—Mi hermano lleva siglos buscando reproducirse para dejar un descendiente, nuestro siguiente Alfa. Pero por alguna razón… nadie sobrevive. Ni de forma natural o asistida. Erik tiene… bueno, eso no importa. Lo que importa es que sobreviviste, eres la elegida.

—Pero yo no quiero… yo no puedo… apenas acabo de salir del orfanato y yo… —digo con un nudo en la garganta.

—Por los próximos cinco meses serás tratada como una reina loba aquí. No te preocupes, Erik se cortaría un brazo antes de dejar que alguien te lastime. Estás embarazada del Alfa, eso significa que eres el miembro más importante de la manada ahora.

Embarazada… no quería aceptar esa palabra, no quería usarla hasta que ella la dijo. Rosie termina de limpiarme y me recuesta en la cama como si fuese mi hermana mayor.

—Descansa, mañana habrá un festival. Es algo anual, vienen manadas de otros lados para la bendición de la diosa Luna. Es un día importante para los lobos porque se manifiesta el lazo lycan que nos une con nuestra pareja destinada —cuenta ella con tanta emoción, pero para mí no significa nada—. Tal vez mañana por fin me enlace con mi Mate —dice chillando de alegría.

Rosie se va y me deja sola en esa habitación oscura. Me abrazo a mí misma y llevo una mano a mi vientre sin poder creer lo que sucede.

Estoy embarazada de un hombre lobo… y ni siquiera he tenido mi primera vez con nadie.

Las lágrimas fluyen de mis ojos sin que pueda detenerlas. Esto es peor que una pesadilla. Lloro hasta quedarme dormida.

A la mañana siguiente el sol se asoma desde el horizonte. Miro por la ventana y alcanzo a observar la ciudad a lo lejos. A pesar de que podría llegar en pocas horas si camino, me siento como si me hubieran transportado a otro mundo.

De pronto escucho la puerta que se abre detrás de mí. Me giro con el corazón acelerado, pensando que será él, pero no. Es Rosie.

—Buenos días, Hazel. Te he traído el vestido que usarás esta noche —anuncia. Lleva colgando de su mano un bellísimo vestido plateado con brillos, bastante apegado al cuerpo, pero dudo que me quede bien algo así.

—¿Para mí?, pero no soy… no soy como ustedes, ¿para qué querría ir a un festival de lobos? —pregunto.

Ella sonríe y me mira con condescendencia.

—Obvio que no vas a participar de la bendición, pero Erik te quiere a su lado para poder protegerte. Vienen Alfas de otras manadas, es por seguridad. Solo estarás sentada y mirarás —asegura—. Bueno, pruébatelo.

Suspiro. No tengo otra opción. Aunque dudo que Erik quiera protegerme, él solo quiere cuidar al cachorro que crece dentro de mí.

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