CAPÍTULO 5: EL FESTIVAL

CAPÍTULO 5: EL FESTIVAL

Hazel

Las horas en este lugar pasan tan lento, que desde que me probé el vestido hasta ahora que ha salido la luna llena, siento que han transcurrido años. Por suerte no lo he visto en todo el día. Su hermana ha estado explicándome cómo funciona este mundo sobrenatural.

Hay tipos de lobos, los Alfas son los más poderosos; con ojos rojos carmesí, después están los Betas de ojos amarillos como ella, y por último los Omegas de ojos azules.

Esta noche voy a verlos a todos, pero me advirtió que debía tener mucho cuidado con los Alfas, porque son los más impredecibles y peligrosos.

Yo apenas estoy asimilando que vivo en una mansión llena de criaturas y que en mi vientre crece algo que ni siquiera puedo explicar. Pero aun así me pongo el vestido plateado con brillos y ceñido a mi cuerpo y me preparo para el festival de Luna.

Cuando acabo de arreglarme me miro al espejo y no me reconozco. Parece que mi vida de humillación y maltratos en el orfanato no eran nada en comparación a la situación en la que me encuentro ahora.

En ese momento la puerta del cuarto se abre y ahí está él. Erik lleva puesto un traje muy elegante que casi lo hace parecer un humano decente y atractivo. No debería pensar eso, pero no puedo evitarlo. Tiene un porte imponente, un cuerpo definido que se nota a través del traje ceñido y su rostro parece el de un Dios.

Sus ojos rojos recorren cada centímetro de mi cuerpo cuando entra a la habitación, y puedo sentir su mirada tan pesada que me deja sin respiración. Su expresión es impenetrable, fría y distante, pero algo en la forma en que sus ojos se detienen en mí hace que mi piel se erice.

—Estás lista —dice con voz grave, sin emoción aparente.

No es una pregunta, sino una afirmación que no admite réplica. Asiento en silencio y lo sigo mientras me conduce fuera de la habitación.

El salón donde se celebra el Festival de la Luna está lleno de luces, música y un ambiente que, por un momento, parece casi normal. Las parejas charlan, ríen y beben, pero hay algo en el aire que no puedo identificar. Una energía que me pone nerviosa.

Erik no me dirige la palabra mientras me lleva a una mesa elevada en el centro del salón, un lugar de honor reservado para él como Alfa. Me hace un gesto para que me siente a su lado, pero su proximidad es sofocante. Aunque mantiene una distancia física, hay algo en su presencia que parece envolverme por completo.

Rosie se acerca y me sonríe.

—Hazel, ¡te ves fantástica! —exclama. Le regalo una sonrisa, pero es obvio que estoy incómoda— ¡Relájate! El Festival de la Luna es para celebrar la unión de las almas. Todo estará bien.

Asiento, intentando calmarme, pero la tensión en el aire parece aumentar a medida que la noche avanza.

Su hermano le da una mirada de pocos amigos, así que ella se aleja de la mesa, pero le hace un gesto con la lengua. La confianza que se tienen me sorprende tanto como me aterra. Estoy segura de que si yo le hiciese algo así, me mataría.

Entonces, la música se detiene, y un silencio reverente llena el salón. La luz de la luna comienza a filtrarse a través de los grandes ventanales, bañando a todos los presentes con su resplandor plateado.

Uno por uno, los lobos se transforman, su humanidad se desvanece para dar paso a sus formas verdaderas. Es una transformación rápida, casi elegante. Me llena de miedo verlo, pero al mismo tiempo no puedo apartar la vista; es… fascinante. Sus ojos brillan, cada uno con el color que Rosie me explicó.

De repente, lo veo. Un destello de luz entre dos lobos que se miran fijamente. Es tan rápido que estoy segura de que nadie más lo ha notado, pero para mí es imposible ignorarlo. Es como si la luna misma hubiera tejido un hilo entre ellos, uniendo sus almas en un instante.

—Lo ves, ¿verdad? —susurra Erik a mi lado.

Asiento, sin saber cómo explicarle lo que acabo de presenciar.

—Eso es lo que significa el Festival de la Luna —continúa, sin mirarme—. Es el lazo entre los destinados.

Intento procesar sus palabras, pero la música vuelve a llenar el aire, y la atmósfera cambia. Las parejas recién unidas se acercan al centro del salón para bailar, y las risas reemplazan la solemnidad de antes. De pronto Erik se levanta de mala gana de la silla y se aleja sin decir nada.

No sé por qué, pero pareciese que le irrita ver todo esto, está enojado y lo puedo sentir. Suspiro mirando a las parejas que han vuelto a su forma humana. Algunos Alfas me miran, pero ninguno se atreve a acercarse a mí.

En eso, veo a Rosie acercarse. Ella me toma de la mano y me saca de mi ensimismamiento.

—Ven, necesitas relajarte. Un baile no te matará.

—No creo que sea buena idea… —intento protestar, pero ella no me da opción.

Me arrastra hacia el centro del salón, y aunque al principio mis movimientos son torpes, la música me envuelve, y poco a poco me dejo llevar. Por primera vez en mucho tiempo, me siento casi… normal.

Pero esa sensación dura poco.

Siento una mirada ardiente clavada en mí, y mi cuerpo se tensa. Levanto la vista y lo veo. Erik está al otro lado del salón, sus ojos carmesíes están fijos en mí como si quisiera atravesarme con ellos. Su mandíbula está apretada, y su cuerpo emana una energía peligrosa que hace que mi corazón se acelere.

No aparto la mirada, aunque todo mi ser me dice que debería hacerlo. Pero antes de que pueda reaccionar, él comienza a caminar hacia mí con pasos decididos, como un depredador acechando a su presa.

Ni siquiera me da una oportunidad de replicar antes de tomarme del brazo y alejarme del salón. Escucho la voz de Rosie protestando, pero él la ignora.

—¿Qué estás haciendo? —protesto, pero mi voz suena débil incluso para mis propios oídos.

No responde. Me lleva a un pasillo oscuro y me acorrala contra la pared. Su proximidad es abrumadora, y su mirada es una combinación de rabia y algo más oscuro… aunque no sabría definir qué es.

—¿Qué crees que estás haciendo? —cuestiona con los dientes apretados. Percibo el peligro en su voz mientras clava sus ojos en los míos.

—¿Haciendo? Yo… no estoy haciendo nada —respondo con un hilo de voz, mi corazón late con fuerza.

—¿Nada? —replica con una sonrisa sarcástica—. Entonces explícame por qué siento que intentas provocarme.

—¡¿Provocarte?! N-No… te juro que no —le respondo, pero mi voz tiembla, y sé que no suena convincente.

La tensión entre nosotros es como un cable tirante a punto de romperse. Su mirada baja hacia mis labios, y mi respiración se acelera. De pronto siento un gran bulto pulsante y tibio que choca con mi entrepierna.

—Hazel… —Erik susurra mi nombre, y su voz suena más como un gruñido que como una palabra. Sus manos se ciñen a mi cintura, elevan mi vestido lentamente y su rostro está tan cerca de mi cuello que puedo sentir su respiración enviando corrientes de plac3r por todo mi cuerpo—... No puedo contener a mi lobo, no esta noche… —murmura.

«¿Qué está pasando?», pienso. De repente su cercanía enciende algo en mí. El corazón todavía me palpita acelerado, pero no es por el miedo.

Antes de que pueda responder, Erik cierra la distancia entre nosotros y captura mis labios con los suyos. Su beso es feroz, hambriento, como si estuviera reclamando algo que le pertenece.

Me debería apartar, protestar, pero mi cuerpo no me obedece. Mis manos se aferran a su traje, y me pierdo en la intensidad de su contacto, incapaz de pensar en nada más que en él.

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