Durante mi trayecto a la clínica me sentía muy segura, había decidido no dar más larga al asunto de tomar mi futuro por los cuernos.
Antonio nos llevó a Mira, Samuel y a mí a la ciudad y me esperaría en la tarde para llevarme. Mira me había dicho que él llegaba temprano al trabajo, así que llevaba poco más de hora esperando. Cuando entró buscó de inmediato mi rostro, sus ojos estaban acuosos, entró y cerró.
-María Victoria.-Saludó y sonrió como tenía tiempo que no lo veía.
-Doctor.-Lo saludé y asentí, me recorrió completa, yo había elegido un pantalón negro de talle alto a la rodilla con una blusa blanca al cuerpo sin mangas y zapatillas negras muy cómodas.-Llega tarde.-Trate de sonar seria y segura, me había hecho una cola alta para no caer en el juego de los nervios y el cab
Al salir del restaurante la guié por el codo, tenía tanto encanto, tanto cuando era soberbia como cuando era sumisa. Bajaba la mirada y sus pestañas coqueteaban conmigo, si jugaba, me encantaba, el tiempo que comió y bebió ya no estando molesta sus labios parecían motas regordetas que se ocultaban en sus mejillas sonrojadas. Mi cuerpo se deleitaba ante ella, sin contar que mi espíritu ya no deseaba oponerse. La blusa blanca entallaba su abdomen y así subía a sus senos, los cuales recordaba muy bien, el pantalón negro no disimulaba el desarrollo de sus caderas, el vientre plano y las nalgas pomposas y justas para sus piernas largas. No le pregunté cuál era su color preferido, ni su día favorito, ni si floral o bouquet, me bastaba ver ese interesante resplandor en sus ojos cuando comenzaba algún tema que le interesaba, los cuales sorprendentemente también me interesaban a mí
Me sudaban las manos durante todo el trayecto, pasé todas las horas, luego de despedirme de el en la entrada de la clínica, pensándolo. Me resultaba increíble como mi método de frialdad había funcionado, él parecía tan decidido, mi miedo era que esta mañana tomara la misma actitud de distancia como en otras ocasiones. Decidí venir con Silvana, para que se familiarizara con la ciudad, ambas nos bajamos del auto y Antonio nos avisó que esperaría cerca. Decidí vestir con una blusa sencilla color verde y tirantes plateados junto con una falda a la rodilla ajustada y zapatillas, ya era lo suficientemente alta y siempre el calor me molestaba en los pies. Caminamos directo a su oficina, iban a dar las nueve, toqué un par de veces y abrió una enfermera.-Buenos días soy…-Si, adelante señorita Ríos, soy Doris.Señorita Ríos,
En la clínica estaba Antonio, apoyadas sus caderas al auto, comiendo un helado de paleta. María Victoria lo vio interesada, me detuve frente a él y la miré.-¿No le darás respiro a Antonio ahora que Nilvia está de luna de miel?Me miró, tenía una mirada profunda, maquillada parecía mayor.-Antonio trabaja para mí ahora.-¡Vaya! ¡Sorpresa! Tienes chofer, quieres restaurante, clínica, casa.-Sí, quiero todo eso ¿está mal? –Me retaba.-No, si no te cambia-Miró al frente.-¿te la llevas bien con él?-¿Con quién? ¿Antonio? Claro, lo conozco desde que soy niña.-A mí también.-Me la llevo bien contigo.Reí y ella rió muy cortico.-Necesito hacer esto Aníbal.-Me parecía increíble escucharla pronunc
Antonio puso el auto en marcha de inmediato, ahí dejaba uno de mis mejores momentos, aún tenía su fragancia en mis manos, las olí casi enfermiza y rememoré el beso húmedo y exigente de su boca, era exquisito traerlo al presente, como el corazón latía y sudaban mis manos, lo que despertaba en mi pecho y bajaba caliente hasta mi vientre era todo lo que necesitaba para satisfacer mi vida.-¿Cómo te fue Victoria?- Antonio me miraba por el retrovisor, ¿notaría mi estado?-Muy bien Antonio, creo que encontré una que me gusta.-Qué bueno, ¡cómo se portó el doctor?-Se ha portado bien.-La radio sonaba de fondo mientras el carro rodaba.-Llegamos.-Apagó el motor y bajó, luego fue por mí, abrió la puerta y me ofreció la mano.-Tranquila, yo estaré contigo.-Le agradecí con un gesto, frente a m&ia
Cuando abrí los ojos ya estaba claro. Silencio total. No sé a qué hora logré dormirme, sería pasada la media noche. Ella estaba a mi lado de espaldas a mí con el cabello suelto sobre la almohada. Me incliné para verla, aún tenía las mejillas rosadas. Bajé de la cama y la admiré completa, estaba medio cubierta con la sábana y ambas manos reposaban bajo su mejilla izquierda, dormía profundamente. Debía irme, pero no quería despertarla, sin contar que cuando me mirara quedaría sujeto a ella y le haría el amor de nuevo, de sólo considerarlo una extraña sensación lujuriosa me consumía, tenerla había sido una locura, como sí no pudiese razonar y cayera sin poder evitarlo en un estado egoísta donde sólo tenía ojos para mí.Me vestí en silencio y volví a mirarl
-¿Quieres sentarte aquí?¿Te gusta este lugar o prefieres más atrás?-No, está bien, me gusta aquí.El señor Alex entonces arrimó la silla y tomé asiento, él se colocó frente a mí simpático, sus ojos azules eran cálidos, tenía una agradable sonrisa, también era muy atractivo por su contextura, exhibía los brazos fuertes a pesar de haber perdido algo de peso.-¿Estas incomoda por algo?-La reunión, la reunión me mantuvo bajo mucha tensión y luego de ella queda como una resaca.-Si entiendo, arriesgaste mucho, ¿qué quieres comer?-Es temprano, algo dulce me tranquilizaría.Se encargó de ordenar una milhojas y para él un café. Yo mantenía las manos en movimiento, no había sido la reunión, había sido Aníbal, la n
En las pocas reuniones que había tenido con colegas, hablábamos de nuestras esposas los que éramos casados, los solteros pues comentaban de sus novias y entonces los casados aventureros se entusiasmaban y soltaban cuentos de sus encuentros con amantes, varios de ellos llevaban tiempo con la misma, otros sólo las dejaban luego de un par de encuentros. Todo en sus vidas seguía normal, en sus casas con sus esposas ¿cómo lo hacían? No sé. En poco tiempo estaba yo sin esposa y sin amante, con la que quería estar, por la cual sufría una fiebre que contagiaba no sólo mi espíritu sino también el cuerpo, despertaba mi virilidad al máximo y no me dejaba pensar con claridad, estaba ausente y también la hacía sufrir.-Doctor, buenos días.- Doris entró el consultorio con voz mañera.-Buenos días Doris.-Para hoy
Silvana trajo buenas noticias, le gustó la casa al igual que a Antonio así que tomamos la decisión de tenerla. Luego de nuestro encuentro amoroso, Aníbal fue a resolver el problema de mi firma y en menos de una hora la tuve a mi disposición. Discretamente me insinuó que no cancelara todo, la casa no era tan cara así que insistí en hacerlo, del papeleo se ocuparía Hernán, quizás aceptara intervenir en el equipamiento, hablando de Aníbal, su toque pues.Entendía que quería vivir conmigo, a pesar si, de estar casados con otras personas.Me tomé unos minutos a solas y marqué el número de la casa de Aníbal, me arriesgué, sólo esperaba que no atendiera Raquel. Para mi suerte fue la misma Mira quien tomó la llamada y gritar feliz al saber que era yo. Me extrañaba tanto como yo a ella, le conté lo de la casa y lo mucho