—¿¡Tú no estabas en tu departamento!? — le reclamó Isabella a Maximiliano cuando lo vio sentado en el sofá vistiendo con un pijama de seda azul oscuro.Él ni se molestó a pesar del ruido que ocasionó el vaso cuando se rompió o del sonido de impresión que emitió Isabella, tan solo siguió tecleando su portátil como si nada fuera más interesante.Isabella estaba tan impactada que aún no asimilaba que estuviera ahí, y aunque sabe bien que Maximiliano es demasiado arbitrario creyó que él se había ido a su propio departamento.«Pensé que bromeaba cuando me dijo que viviríamos juntos o que era para molestar a Oliver, pero este hombre descarado ya está agotando mi paciencia», rezongó para sus adentro, a medida que apretaba los puños y no se atrevía a dar un paso para no terminar herida gracias a Maximiliano que no le ha dejado nada más que enfados y molestias.—¿¡Oye no piensas que te estás tomando demasiada confianza!?— le reclamó sin limitarse, ya que sin Emiliano presente podía hablar sin
—No te atrevas a utilizar estos trucos conmigo, si quieres calor de mujer busque a su novia la estrella, yo no soy plato de segunda mesa—. Salió resoplando y a medio salón se detuvo para agregar volviendo a levantar su dedo:—Y no te atrevas a entrar a mi habitación porque juro que te voy a demandar públicamente por acoso—. Disparada se fue y al llegar a su recámara cerró la puerta con seguro, incluso jaló un sillón y lo puso detrás de la misma, luego se dejó caer en la silla y se colocó una mano en el pecho mientras comenzaba a hacer un ejercicio para regularizar su respiración.—Ahora él me asusta mucho— murmuró sintiendo como su ritmo cardíaco volvía a ser normal.En el momento que se acostó, el pequeño muy dormido se giró hacia ella, la abrazó y dijo:—Mamá Los ojos de Isabella se llenaron de lágrimas y todo lo que tenía en su mente se deshizo como polvo arrastrado por el aire, escuchar por segunda vez esa voz infantil, llamarla mamá la hizo perder el control de sus emociones; el
Hasta que Isabella no se dejó hacer todos los chequeos necesarios por el doctor, Maximiliano no se retiró a su aposento a vestirse adecuadamente para ir a la empresa y a pesar de que ella quiso refunfuñar, hastiada decidió que mientras él se fuera por unas cuantas horas haría lo que fuera, ya que sentía que con el allí presente le costaba respirar con fluidez.«Si quiero adelantar mi plan, quedarme en casa haciéndola de niñera responsable, no me ayuda en nada», analizó ansiosa, caminando de un lado a otro viendo al cielo a través de los ventanales de cristal.—Eso es lo que debo hacer, fingiré que voy a trabajar, porque aquí no gano nada— murmuró y cuando avanzó varios pasos para dirigirse a su habitación se encontró de frente con Maximiliano, que salía ya listo, tan elegante como de costumbre.—Te dejo a mi hijo cuídalo bien— le volvió a decir con una pizca de emoción que debió ocultar porque eso que estaba ocurriendo es lo que siempre deseó; sin embargo, estaba sucediendo porque él
Maximiliano seguía sin poder descubrir lo que había sucedido con Isabella desde aquella noche que lo dejó, bien entiende que en parte tuvo culpa porque le pidió descaradamente ser su amante, conociendo bien la importancia que tiene un matrimonio para una mujer, y más para una que no tenía a nadie más que a él, quien se supone que debía ofrecerle y asegurarle un buen futuro. En cambio, le ofreció algo incierto y vacío y se lamenta porque supone que gracias a eso ella se volvió interesada; sin embargo, no justifica que utilizara a su hijo, porque esa noche de haberle dicho que esperaba un hijo suyo, él no hubiera renegado a ser padre y a formar una familia a su lado, pero ella lo que hizo fue hablar a medias y por tal razón siente que es maliciosa.—Estuve con ella, pero nunca la conocí; nunca conocí quien es Isabella, ni lo que pasaba por su mente. Simplemente era una mujer dulce que escondía algo, como una tortuga que esconde su espalda con un caparazón y si tiene cicatrices o joroba
Isabella estaba sorprendida porque el plan que tenía cuando aceptó tomar una siesta junto a Emiliano era fingir que iba a dormir hasta que él lo hiciera, pero la que terminó durmiendo en lugar del infante fue ella. Aún se estaba tallando los ojos y cuando escuchó la puerta principal ser abierta, soltó un bufido de hastío:—¡Ya regresó!—Las horas sin él fastidiando pasan demasiado rápido— se quejó mientras cerraba los ojos y minutos después decidió salir de su aposento encontrando que en la sala de estar no había absolutamente nadie, pero se quedó con la mirada fija en unos documentos que Maximiliano había dejado sobre la mesa de té y tanta fue su curiosidad que no tardó en tomar la carpeta.Con rapidez comenzó a hojear cada página mientras veía hacia el pasillo, que da hacia la habitación de invitados; sin embargo, en el momento que se concentró Maximiliano estaba frente a ella, con una toalla envuelta en la cintura y otra en la mano derecha con la cual estaba secando su cabello.—¿
Isabella les contó que la persona que la estaba siguiendo y quién asegura que le cerró la puerta en la azotea fue Marián, la ex asistente de Oliver, la misma chica que la cuido en el hospital, y de la que no esperaba tal cosa porque se comportó muy bonito y hasta cierto punto amable, razón por la que le costaba asimilar que ciertamente ella quisiera lastimarla y a Emiliano. Porque a pesar de que el primer día tuvieron un inconveniente, al menos luego lo resolvieron, aunque Oliver la despidió de todos modos.—¿¡Cómo olvidaste algo tan importante!?— le recriminó Oliver tomando la misma actitud que suele tomar Maximiliano, pero él reaccionó de ese modo porque siente que esa mujer tuvo todo el tiempo del mundo y la facilidad para lastimar a Isabella en el hospital, ya que fue él quien le ordenó cuidarla.—Sabes que no me encontraba bien, ese día apenas podía caminar — respondió incómoda porque ya demasiado tiene con el gruñón de Maximiliano para que Oliver se ponga también en ese plan.Ma
Mientras Oliver iba manejando conectó el altavoz y llamó a Chiara, estaba tan molesto por lo sucedido qué en lo único que podía pensar era en encontrar una manera de sacar a Maximiliano junto a su hijo de la casa y de la vida de Isabella.—Aló— respondió Chiara con tono tan sutil que cualquier persona que no la conociera por la tonalidad dulce de su voz diría que es una mujer muy amable; sin embargo, Oliver la conoce bien, y a pesar de no ser cercanos, a él Chiara no lo engañaría, aunque se disfrace de chica buena.—Hola Chiara, soy Oliver Blanco y te seré directo, te llamo porque quiero saber cuáles son los antecedentes del hijo de Maximiliano Gil— le solicitó escuchándose tosco y Chiara sonrió.«Al fin este idiota me va a servir de ayuda para alejar a esa asistenta estúpida», festejo en su fuero interno porque lo último que hizo para que Maximiliano dudara de Isabella no le funcionó.—¡Vaya señor Blanco! ¡Qué falta de cortesía!, al menos debió preguntar cómo me encuentro antes de
Isabella veía a Maximiliano a los ojos buscando algo que le indicase que él lo estaba haciendo a propósito, pero la mirada fría que él mostraba no la dejaba ver más allá, era como si creara una barrera de puro hielo, tan grueso que ni taladrando podría romperla.—¿¡Te sorprendes!?— le preguntó expectante y ella arrugó el entrecejo sin responder a lo que fuera que sea su propósito, porque no sabía si la estaba enfrentando o poniendo a prueba.—Hace cinco años tenía una relación con una mujer, que consideraba dulce, tierna, sencilla, y hasta humilde, pero todo eso era solo una actuación, esa mujer quería más que eso; un día fingió que le importaba tanto que hizo una enorme fiesta para mí, e invitó a todos los empresarios y adinerados que podía conocer, solo porque le interesaba ser presentada frente a personas de la alta sociedad—. Agregó con ojos enrojecidos de la rabia que le causa recordar y ella tembló sintiendo como un nudo se formaba en su pecho, no porque sintiera ganas de llorar