Sin sentido.

Impresionada estaba Isabella y no podía cerrar la boca cuando veía que el conductor de Maximiliano no paraba de entrar cosas a la sala, porque le estaba ocupando más de la mitad del espacio, pero no era únicamente eso lo que la tenía impactada sino por la forma arbitraria en la que Maximiliano se estaba mudando en su departamento; sin pedir permiso, pero sobre todo como si él mismo le perteneciera, y las ganas de agarrar todo y lanzarlo fuera le hacían picar las palmas de sus manos. La creerían desquiciada; sin embargo, poco le importaba porque se daría gusto de hacerle ver que ella tiene decisión propia.

Respiro profundo y cerró los ojos con fuerza para alejar todo pensamiento violento, ya que al bajar la cabeza y encontrarse con la mirada brillosa del niño que agarraba su mano como si no quisiera soltarla, y aunque nunca se arrepintió de hacer cumplir sus deseos mostrarse ruda delante del infante no es algo que quiera hacer porque no sabría cómo enfrentarse a su desilusión.

«¡Aaaah
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