Cuentas pendientes.

Suponiendo que no tendría que compartir el auto con Maximiliano y su prometida, Isabella soltó un resoplido de alivio expulsando el aire que había reprimido al tener que estar bajo la presión de cumplir con los mandatos de Maximiliano, quién se estaba aprovechando de que ella es una asistente.

Cuando estaba colocando al niño dentro del coche en su silla le costaba ponerle el cinturón de seguridad, suponiendo que había quedado bajo el cuerpo del infante, y con el fin de no despertarlo trataba de acomodar el asiento con el pequeño en brazos, pero para sumarle más complicaciones y estrés al asunto, el zapato derecho de Emiliano se le cayó.

Ella se sentía mareada porque no está acostumbrada a la tarea de cuidar a un niño; no se trataba de que no tuviera las ideas para acomodarlo, sino que le falta práctica porque esta es la primera vez que está tratando con un pequeño.

El conductor privado de Maximiliano no arrancaba y ella creía que debía ser porque esperaba a que acomodase al niño; sin
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