Capítulo 6: Entrenamiento

Celeste. 

Me terminé de duchar y empecé a vestirme. Kael prometió darme una habitación en su enorme cabaña para no estar tan lejos de él una vez que todos supieran de lo que yo lograba.

Mientras tanto, seguía en la pequeña habitación donde empecé. 

Miré la ropa encima de la cama… Incluso mandó a llenar mi armario porque lo único que tenía era un conjunto prestado y el vestido de novia con el que llegué. 

Después de ponerme la ropa interior, abrieron la puerta de golpe. 

Mis mejillas ardieron cuando vi a Kael entrando con una expresión neutral que analizaba todo mi cuerpo semi desnudo.

—¡¿Q-qué haces?! —Me cubrí con la toalla otra vez—. ¿No te enseñaron a tocar la puerta? 

Iba a decir “tus padres” pero me retracté al recordar la historia de su pasado. Apreté la mandíbula con vergüenza, ya que sus ojos no dejaban de verme. 

—La costumbre —Caminó hasta llegar a la estantería y agarrar un libro. Le echó un ojo—. Te espero. Hoy es tu primer día de entrenamiento. 

Quise gritarle porque no le importó verme en ropa interior y se hizo el desinteresado. Digo, tampoco es que quisiera que le prestara atención a mi cuerpo… 

¡Celeste Eldrin! Por la diosa. 

¿Qué cosas pensaba? 

Terminé de vestirme rápidamente y de mala gana. Tiré la toalla sobre la cama y me posicioné al lado de Kael con los brazos cruzados. 

—Estoy lista —mascullé. 

La diferencia de altura entre nosotros era notoria. Mi cabeza le llegaba por los hombros, y tenía que alzar el mentón para mirarlo a los ojos. 

—Vamos —ordenó, seco. 

A veces no entendía por qué ese hombre era tan frío conmigo si logré calmar su bestialidad en cuestión de segundos.

¿Acaso la diosa planeaba emparejarnos? 

Seguí a Kael hacia afuera y se adentró en una parte bastante abandonada donde no habían cabañas ni personas. Cruzó un arbusto de nuestro tamaño, y del otro lado un enorme río nos esperaba. 

Había un amplio espacio en la orilla con muñecos de trapo colgados en palos. 

—¿Y este lugar? —pregunté. 

—Aquí solemos entrenar —informó—. Celeste, necesito hablar de algo importante antes de iniciar. 

Me tomó la muñeca y clavó esos claros ojos en mí. Tragué saliva porque su tacto me puso nerviosa. 

—¿Q-qué sucede? —Imposible no balbucear. 

—Ayer me reuní con Luther y tu hermana adoptiva estaba con él —soltó, dejándome boquiabierta.

Los nervios se convirtieron en rabia. ¿Por qué demonios él se reuniría con las personas que me traicionaron? 

—¿Qué? —Fruncí el ceño, la sangre me hirvió por dentro. 

Necesitaba una explicación. 

—Tuve que hacerlo, pues mi aliado más cercano, Felipe, me lo pidió. Luther quería aniquilar a su manada, y de ellos obtenemos comida fresca y recursos a cambio de nuestra protección —explicó, con total serenidad—. Aunque puede que no te guste lo que te diré. 

Me mordí el labio. 

—Dilo ya… 

Bajé la cabeza. 

Kael había conocido a Luther y a Elise, ¿qué habrá pensado de ellos? ¿Estaba bien preguntarle? 

—Te echaron la culpa de la muerte de tus padres. Dicen que los asesinaste y huiste —comentó—. Y Elise teme que vayas por ella —añadió, con ironía. 

Abrí la boca con total ofensa. 

—¿Lo dices en serio? ¡¿Cómo pudieron?! —Llevé ambas manos a mi cabeza, desesperada. Me senté en un tronco cercano para procesarlo—. Ahora los DarkMoon creen que soy una asesina. 

—Mmh, no lo creo. 

Vaya forma de animarme. 

—Lo sé porque todos en la manada me odiaban. Sabían que yo sería la futura luna por decreto de mis padres, y ninguno apoyaba la idea porque según ellos, yo no podría ser una buena líder al ser débil —bufé, lanzando una piedra que agarré del suelo. 

Inhalé hondo. 

¿De verdad podría aumentar mi poder? 

Kael agarró mi mano y me obligó a levantarme. Por un segundo me tambaleé ya que no me lo esperaba. 

Parpadeé. 

—¿Ves el circuito alrededor del río? —inquirió. 

Recién me percaté de que el río estaba formado en un círculo y sus alrededores parecían un camino de tierra. 

—Eh, sí. 

—El primer paso es aumentar tu resistencia. Empieza trotando hasta que te canses —comentó, cruzado de brazos. 

—Qué rápido cambiaste de tema —murmuré, alejándome de él. 

—Simplemente quiero que aprendas a confiar más en ti misma y no depender de las palabras que te dicen los demás —proclamó—. Eres tu peor enemigo, Celeste. Duda de ti misma, y jamás avanzarás. Aprende a aceptar que puedes volverte más fuerte, y supera tus límites. 

Le estaba dando la espalda al caminar, pero me detuve un segundo porque sus palabras llegaron a lo más profundo de mi corazón. 

Tal vez Kael se comportaba indiferente, pero en el fondo no era un tipo malo. Asentí por mí misma y empecé a correr por el circuito. 

Los segundos parecían eternos, y cuando apenas pasaron dos minutos, ya yo estaba de rodillas en el suelo y con el pecho subiendo y bajando. 

—¡Celeste! —exclamó como un regaño—. ¡Continúa! No han pasado ni cinco minutos. 

Vi de lejos que rodó los ojos. 

—¡Te dije que soy demasiado débil! —Me quejé, levantándome con dificultad. 

Tenía que respirar por la boca, porque el pecho me quemaba como nunca. Jamás entrené, y tampoco quise hacerlo por considerarlo innecesario. 

—¡¿No escuchaste lo que te dije hace un rato?! —Se ofendió—. ¡Cree en ti! —Colocó ambas manos alrededor de su boca para que yo escuchara. 

Mi visión se tornó borrosa porque un desconocido me estaba motivando como lo hacían mis padres. 

Solté un grito lleno de frustración y valentía, no iba a rendirme tan rápido, así que corrí, corrí ignorando la sensación de mis pies quemando las suelas de los zapatos. 

Mis brazos extendidos iban hacia adelante y hacia atrás, impulsando mi cuerpo al compás del viento. El sudor que recorría mi frente era el claro ejemplo de que era una novata para el cardio. 

«Tú puedes lograr lo que te propongas, Celeste» 

Las palabras de mamá azotaron mi mente y una lágrima recorrió mi mejilla. Apreté duro los labios con mis dientes y miré al cielo, aunque los rayos del sol me cegaron.

—¡Los voy a matar! —chillé, rompiendo en llanto. 

Me detuve cuando ya mi cuerpo y corazón no podían más. El odio que empezó a crecer en mí hacia Luther y Elise, fue repentino. Mis dientes chocaron, y jamás creí que desearía tanto acabar con la vida de dos personas… 

Nunca lo había hecho. 

Al ser una omega, mis padres me protegieron y no tuve que matar a nadie. 

—Bebe agua. 

Kael llegó a mi lado mientras estaba absorta en mis pensamientos y no supe en qué momento trajo una botella de agua consigo. 

Bebí un largo sorbo y jadeé al final. 

—Deja de llorar. Llorando no resolverás tus problemas —comentó—. Ven. 

Señaló una ubicación con su cabeza. 

Estaba exhausta y recién empezamos. 

Se puso debajo de un árbol, en la sombra. Hizo señas para que le diera la espalda y abrí los ojos con sorpresa cuando sentí el calor de Kael chocar con mi espalda. 

—Antes de pegarle al muñeco de trapo, primero debes aprender cómo golpear —Su aliento olía a menta y ni siquiera me atreví a girar un poco la cabeza, porque su cachete estaba rozando con el mío. 

Él tuvo que inclinarse un poco. Sostuvo mis dos brazos para enseñarme cómo hacerlo, y con su fuerza, golpeó a la nada frente a mí. 

—Izquierda, derecha, no importa cuál sea. Lo que importa es la técnica, ¿de acuerdo? —explicó. 

Su calor corporal alteró los latidos de mi corazón, y me empecé a preguntar si yo apestaba a sudor… 

—P-por supuesto —titubeé, nerviosa. 

La delicadeza de su agarre sobre mis manos me dejó sin palabras, porque Luther nunca había sido así… ¿por qué Kael me tocaba como si fuera una muñeca de porcelana? ¿O estaba imaginando cosas? 

Negué con la cabeza. 

—Céntrate. Puños cerrados. Espalda recta —susurró. 

Un escalofrío recorrió mi nunca al sentir su fresco aliento en mi oreja. 

—¡Kael! —Me separé rápidamente—. Y-yo… 

Me miró extrañado cuando lo enfrenté. 

—¿Pasa algo? 

Sí, definitivamente yo estaba imaginando cosas extrañas en mi cabeza. 

—Lo siento, estoy cansada —mentí. 

—Sólo te estoy explicando cómo defenderte si te impiden transformarte. Los cazadores y los vampiros suelen tener armas que impiden que usemos nuestro poder por cierto tiempo —resopló, con una mano en la cintura. 

—Lo sé —Bajé la cabeza—. Escucha, sobre lo de Luther y Elise, está bien que piensen eso de mí. 

—¿Uh? 

—No me importa. De por sí, nunca les caí bien a la manada —Me encogí de hombros—. Mi objetivo sigue siendo el mismo, y tanto mis padres como tú… saben la verdad. Eso es lo único que me importa. 

Kael sonrió por primera vez.

Despeinó mi cabello como si yo fuera una niña, y de cierta forma percibí su aprobación ante mis palabras. 

—Estás aprendiendo, Celeste. Sigue así. 

Mordí mi labio inferior. 

¿Era la emoción lo que invadió mi pobre corazón? 

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