Celeste.
La luna del alfa siempre era vista como una mujer poderosa y sabia, así veía yo a mi madre.
Me enamoré de un hombre fuerte y seguro de sí mismo, no tuve que esperar el vínculo de la diosa para saber que él sería mi mate.
Iba a convertirme en la próxima luna en el futuro, a mis padres no les importó el poco poder que la diosa me otorgó. Nací siendo una omega, y mi fuerza nunca aumentó.
El día de mi boda, llegué al altar sola, porque mi padre no aparecía por ningún lado. Se suponía que sería mi noche, pero terminó convirtiéndose en un completo infierno.
—¿Cuánto más va a tardar? —preguntó el oficiante, moviendo el pie con impaciencia.
Lo normal era que el novio estuviera en el altar mucho antes que la novia, sin embargo, me pasó al revés. Luther no aparecía, y tampoco vi a mi familia por mucho que buscara entre el público.
—Lo siento, tal vez tuvo un pequeño inconveniente —reí con nervios.
Dejé el ramo de flores a un lado. Recordé que mi madre salió de mi habitación cuando me arregló y quedó en apoyarme desde el público.
Tuve un mal presentimiento.
Los murmullos se escuchaban por doquier, iba a quedar en ridículo si mi novio no se presentaba a la boda.
—Seguro se arrepintió por el poco poder que tiene Celeste…
—Luther puede ser el alfa si se lo propone. Sabemos que es más fuerte que Armando Eldrin…
—¿La dejará plantada en el altar…?
Tantas voces mezcladas me causaron jaqueca y aumentaron mis latidos. Mi descontrolada respiración no me ayudaba, solía dejarme llevar por el qué dirán.
Miré al cielo, rogándole a la luna llena. La noche oscura arriba de mí, logró estremecerme y un escalofrío recurrente invadió todo mi cuerpo con una ráfaga de viento que sopló.
Usé mi sentido del olfato para encontrar el rastro de olor que desprendían mis padres, supe que estaban juntos, eso era un alivio.
Corrí lejos del pequeño altar que mis padres habían adornado con flores blancas y rojas. Ignoré los murmullos de la gente y fui hacia el patio, sujetando mi vestido blanco para no tropezar.
—¿P-por qué nos haces esto, hija?
Me detuve en seco detrás de una pared al escuchar la voz de mi madre.
¿Eso fue una súplica?
—Primero, no soy tu hija. Me adoptaron, sí, pero ustedes saben lo mucho que he querido ser la luna… —masculló Elise, mi hermana adoptiva—. Celeste no tiene ni la mitad de poder que yo, ¿por qué la prefieren a ella, eh? ¿Por qué?
¿Qué demonios pasaba?
Decidí asomarme con cuidado para no ser vista. Apoyé mis manos sobre la pared y evadí la rama que reposaba cerca de mis pies. Cuando vi la escena, mi corazón se rompió en mil pedazos.
Mi madre, esa mujer fuerte y sabia, tenía una daga de plata clavada en el abdomen, y múltiples heridas de una clara pelea en todo su cuerpo. Su cabello negro se movía en compás de viento, y a su lado yacía el cuerpo de mi padre partido en dos, con los órganos afuera.
Me horroricé tanto, que mi voz no salió, por mucho que quise gritar. Llevé ambas manos a mi boca porque Luther acompañaba a mi hermana adoptiva, él sonreía con malicia al ver a mis padres.
—Seré el nuevo alfa —proclamó el hombre que estuve esperando en el altar—. Fue fácil ganarle a Armando. Entiendan que esto les pasa por ser tan bondadosos con los demás.
Mi madre lloraba de dolor y agonía. Su expresión me rompió el corazón. Mis piernas se paralizaron por completo al ver que mi padre estaba muerto.
Armando Eldrin era un amor de persona, un hombre amable que se preocupaba por su pueblo antes que él mismo. Terminó siendo traicionado por esa niña que encontró a punto de morir en un río y decidió adoptarla…
—Adiós, mami, fue un dolor de cabeza soportarlos a ustedes —La saludó con cinismo.
Luther tenía una espada larga de plata, nuestra debilidad. Armas como esa la usaban los cazadores para matar a los hombres lobo ya que evitaban la regeneración en las heridas.
Grité desesperada al ver que alzó la espada contra mi madre y corrí hacia ellos con la esperanza de salvarla.
Fue muy tarde.
Me caí en mitad del camino con horror cuando Luther cortó la cabeza de mi madre y esta cayó al suelo con un brillo en los ojos al verme, ese brillo pronto desapareció.
La sangre chorreaba de su cuerpo sin vida, y yo empecé a temblar como una miedosa por lo que acababa de experimentar.
Habían asesinado a mis padres a sangre fría, y no pude hacer nada por lo débil que fui. Mi vestido se ensució de barro, no me importó. Pasó de ser blanco, a un color café claro.
Mi hermana y Luther voltearon a verme, con el ceño fruncido.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó ella, entre dientes.
Yo no dejaba de sollozar, las palabras no me salieron.
—No importa, Elise, es momento de que ella sepa la verdad —comentó Luther, limpiando la espada llena de sangre—. Te usé, Celeste. ¿De verdad creíste que me había enamorado de una débil omega como tú?
Por mucho tiempo creí que Luther era el amor de mi vida. Se comportó como un caballero conmigo y fue aceptado por mis padres, todos se llevaban bien con él.
—¡¿Quién eres?! —exclamé.
Ese no podía ser mi Luther.
Su semblante serio y fastidiado me rompió el corazón. El cabello rubio satinado de Luther era lo más característico en él. Sus azulados ojos se oscurecieron por completo, mostrándome una nueva faceta suya.
—Entiéndelo, hermanita, fuiste una tonta por haber creído ciegamente en Luther —se burló mi hermana, cruzada de brazos—. La verdad es que él y yo estamos muy enamorados.
Caminó a pasos lentos hasta llegar a él, y la escena fue tan desgarradora, que mi sollozo se volvió un hilo.
Elise agarró la mejilla de Luther, se puso de puntillas por su diferencia de altura y le plantó un salvaje beso con lengua que él aceptó, tomándola de la cintura para pegarla más a su cuerpo.
Mis ojos hinchados llenos de lágrimas me picaban. Me levanté como pude, pues no iba a permitir que se burlaran más de mí…
—Ah, y como dato extra, estoy embarazada, cariño —Elise sobó su vientre.
—Tú serás la siguiente, Celeste —sentenció Luther, me señaló con la punta de la espada—. No dejaré ningún cabo suelto. Elise se convertirá en mi luna y juntos dominaremos todo el territorio que han cosechado los Eldrin.
¿Qué? ¿Iban a matarme?
Nunca le hice daño a mi hermana, siempre la traté como una igual aunque no nos uniera la sangre.
—¿P-por qué? —titubeé, con poca fuerza.
Lo que recibí fue una espada voladora. Luther la lanzó con tal de apuñalarme a la distancia, y con suerte me tiré a un lado para esquivar con torpeza.
Mi corazón se estremeció. Esa sensación de peligro me dominó, sabía que ellos no iban a escucharme y su único objetivo era acabar conmigo.
Luther aprovechó la luna llena y se transformó en un licántropo completo con patas de lobo mezcladas con manos humanas. Sacó las garras, corrió en mi dirección y se lanzó sobre mí.
—¡Luther! —exclamé.
Me clavó una garra en el muslo, provocando que soltara un grito agudo lleno de dolor.
—Vas a morir, Celeste.
—Me quedaré con lo que te pertenece, hermanita —afirmó Elise, moviendo los cuerpos de mis padres.
Traté de zafarme sin tener éxito. Luther era un lobo demasiado fuerte, y mi poco poder me tenía en desventaja.
Volvió a clavar su uña, pero esta vez fue en un costado de mi torso. Chillé de agonía y desesperación.
Sus azulados ojos me veían con rabia, y la baba se le salía del hocico como un perro.
—Pronto te reunirás con tus padres, querida —gruñó, con la voz gruesa y distorsionada.
Lo único que se me ocurrió fue darle un rodillazo en las bolas, las partes que más le dolían a los hombres. Para mi sorpresa, Luther aflojó el agarre por el dolor y me levanté con debilidad para correr lejos.
Mi pierna estaba sangrando por la herida e iba cojeando. Las lágrimas nublaban mi visión, no quise ni darme la vuelta.
—¡Celeste, vuelve aquí! —Escuché la voz de mi hermana.
Entre sollozos, me adentré en la maleza que conectaba con el espeso bosque.
Me transformé en mi forma de loba para correr más rápido y alejarme de mi hogar antes de ser perseguida por Luther, porque cuando volteé, él venía como un demonio hacia mí.
Logré escaparme y perderme de su vista luego de varios minutos que fueron eternos.
No estábamos vinculados, así que él no podía rastrear mi olor…
Corrí a un territorio en específico, sabía que existía un hombre que podía ayudarme, mis padres me hablaron mucho de él.
Kael Valtor, conocido por ser un hombre lobo justo y bondadoso con los que necesitaban ayuda.
Volví a mí forma humana y me dejé caer debajo de un árbol, apretando los labios por mis graves heridas. Lo último que vi fue a varios lobos exploradores a lo lejos, y después de eso, me desmayé…
Celeste. Me desperté somnolienta y con un dolor punzante en el costado de mi torso. Cuando abrí los ojos, tenía varias vendas cubriendo mis heridas y me encontraba en una habitación desconocida. Las paredes eran de un color café puro, casi idéntico al tronco de un árbol. Las sábanas blancas cubrían mi cuerpo y una alfombra adornaba el centro de la habitación.De pronto, escuché voces detrás de la puerta. —¿Qué te he dicho de traer forasteros al pueblo? —cuestionó un hombre, parecía estar regañando a otro. —Estábamos explorando y la encontré gravemente herida. Sabes muy bien que ayudo con mi poder a todo el que puedo, sin importar de qué manada provenga —respondió una voz masculina más juvenil—. Además, llevaba un vestido de novia. Recién me di cuenta de que me cambiaron de ropa. Mis mejillas ardieron porque las únicas voces que escuchaba provenían de dos hombres. ¿Me habrán…?Negué con la cabeza. —Da igual, Damián. Sea mujer o hombre, está prohibido traer desconocidos a esta ma
Celeste. Después de haber superado a los guardias, tuve que esconderme en un armario lleno de productos de limpieza al ver que habían más vigilantes dentro del hogar. Sería difícil encontrar a Kael, y mucho más porque no tenía idea de cuál era su habitación, habiendo tantas… —¿Dónde están los imbéciles que deben cubrir la puerta principal? Son unos idiotas —masculló uno que parecía ser el líder, pues llevaba un traje diferente al de los hombres que engañé. Mi respiración se volvió lenta y pesada, porque apenas tenía visibilidad entre las rendijas del armario. Apreté los labios, nerviosa. —No lo sé, pero esto les va a salir caro —respondió otro. —Cuando regresen, despídelos. Es sumamente importante que nadie entre a este lugar en noches de luna llena —enfatizó la palabra “nadie”—. Es una orden de Kael. —Lo sé, jefe —Hizo una pose tipo militar—. Es la primera vez que pasa algo así. Me aseguraré de corregirlos. —Bien. Mordí mi labio, estuve a punto de romperlo cuando por fin se
Celeste. Después de un largo rato acostados en el suelo y abrazados, Kael por fin se levantó. Estaba sin camisa, mostrando su abdomen marcado y un pecho firme. El pantalón lo tenía rasgado, casi se le notaba el bóxer. Se asomó por la ventana y todavía era de noche, la luna apenas visible iluminó más la habitación. —Esto no debería de estar pasando —habló, cerrando de nuevo las cortinas—. ¿Por qué viniste hasta aquí? ¿Cómo supiste dónde encontrarme? Se cruzó de brazos, apoyando un pie sobre la pared. Mi corazón por fin se tranquilizó al ver que no quería matarme como lo sentí anteriormente. —Necesitaba hablar contigo y no tenía idea de que estarías justo en esta habitación transformado en una bestia salvaje —dije, con ironía—. ¿Qué fue eso? Porque hace un momento querías matarme. Su comportamiento inusual me aterraba. Kael dio unos pasos hacia delante y me extendió su mano, yo seguía sentada en el suelo. La tomé y me ayudó a levantarme. —Toma asiento —ordenó. La habitación est
Kael. Su mirada lo tenía todo: confusión, incredulidad, e incluso una pizca de esperanza en esos oscuros y brillantes ojos café. Esa mujer despertaba algo en mí que no lograba descifrar, tal vez con el tiempo lo haría. —Acepto —respondió, apenada—. Si es la única forma de poder ayudarme, lo haré. Tampoco suena tan mal. Eso era todo lo que necesitaba oír. —Puedes irte. —¿Estarás bien si me voy? ¿No volverás a transformarte? —Frunció el ceño. Su preocupación fue un choque eléctrico para mí—. La luna llena desaparecerá en la mañana. —Quiero comprobar si esto es real —Me crucé de brazos—. Puedes irte. La próxima vez será la prueba definitiva. —¿Vale? Caminó lentamente hacia la puerta, yo seguía con las cadenas de hierro apretando mis muñecas y tobillos como era costumbre. —No le cuentes a nadie sobre esto. Será nuestro pequeño secreto, al menos hasta que comprobemos que tu simple olor puede calmar mi maldición —ordené, viéndola con autoridad. Ella asintió. —Puedes estar tranqu
Celeste. Me terminé de duchar y empecé a vestirme. Kael prometió darme una habitación en su enorme cabaña para no estar tan lejos de él una vez que todos supieran de lo que yo lograba.Mientras tanto, seguía en la pequeña habitación donde empecé. Miré la ropa encima de la cama… Incluso mandó a llenar mi armario porque lo único que tenía era un conjunto prestado y el vestido de novia con el que llegué. Después de ponerme la ropa interior, abrieron la puerta de golpe. Mis mejillas ardieron cuando vi a Kael entrando con una expresión neutral que analizaba todo mi cuerpo semi desnudo.—¡¿Q-qué haces?! —Me cubrí con la toalla otra vez—. ¿No te enseñaron a tocar la puerta? Iba a decir “tus padres” pero me retracté al recordar la historia de su pasado. Apreté la mandíbula con vergüenza, ya que sus ojos no dejaban de verme. —La costumbre —Caminó hasta llegar a la estantería y agarrar un libro. Le echó un ojo—. Te espero. Hoy es tu primer día de entrenamiento. Quise gritarle porque no l
Celeste. —¿Ves? También puedo sanar animales —comentó Damián, animado—. Me alegra que Kael haya dejado que te quedes, aunque no me ha dicho la razón. Habían pasado dos días desde que entrené con Kael, y él decidió que lo haríamos tres veces por semana para no sobrecargar mi cuerpo y acostumbrarme. —Es increíble. Me encontraba agachada con su hermano cerca de una madriguera de conejos. Uno de ellos tenía una herida en la pierna y creí que iba a morir, hasta que Damián decidió acercarse a mí y ayudarlo. —¿Creíste que no podría? —Se levantó, haciéndose el importante—. Puedo ser joven, pero sé que cuando cumpla dieciocho me convertiré en el beta y la mano derecha de Kael. Sonrió con orgullo. Me levanté también, dejando libre al conejito para que volviera a casa. —¿Y quién es el beta? Todavía no lo he conocido y ya llevo dos semanas aquí —pregunté, curiosa. Rodó los ojos. —Un tipo que se cree la gran cosa —Usó un tono fastidiado—. Es un completo galán con las mujeres. Parpadeé.
Celeste. Otro día de luna llena llegó en un abrir y cerrar de ojos. La prueba definitiva sería esa noche, y yo tenía que escabullirme y evadir a los guardias como la primera vez. Kael me pidió que fuera por mi cuenta, ya que él estaría ocupado, tampoco queríamos levantar sospechas. Una vez que llegué al frente de la cabaña elaborada custodiada por varios guardias, me escondí detrás de un arbusto. Sería fácil rodear el lugar y entrar por una ventana. —¿De qué nos escondemos? —¡Ah! —grité, caí de culo en la tierra. Ni siquiera me había dado cuenta de que Damián estaba a mi lado. ¿En qué momento? Fue demasiado sigiloso para que mis oídos lo escucharan. —¿Q-qué haces aquí? —cuestioné, en un tartamudeo.—Lo mismo te pregunto yo —Alzó una ceja—. Se nota que quieres entrar. Apreté los labios. Él no tenía idea de que ya yo sabía acerca de la maldición de su hermano. Damián no dejaba de verme expectante, como si esperara respuestas. —No es lo que parece. Simplemente ando explorando
Celeste. El silencio era demasiado incómodo. Podía escuchar mi propia respiración y los latidos de mi corazón galopar dentro de mi pecho. Él simplemente permanecía con los ojos cerrados, esperando el momento con serenidad. —Kael —Decidí romper el silencio. —¿Mmh? —¿De verdad te enfrentaste a un clan entero de vampiros solo? Necesitaba que habláramos o me volvería loca dialogando con mi mente. Kael no abrió los ojos, se mantuvo calmado y apoyando un antebrazo sobre su rodilla alzada. —Sí. —¿Y cómo fue? —Si soy fuerte, es porque toda mi vida he estado en el frente de batalla. He liderado a un pequeño escuadrón, o a uno grande, pero siempre obtenemos la victoria —comentó, no aparté la mirada—. Esa vez aniquilaron a todo mi escuadrón por un descuido mío, y por supuesto, la llama de la venganza puede hacer milagros. Vaya dato… —Entiendo. —No se nace siendo poderoso, Celeste. La fuerza la puedes obtener en el camino si así lo deseas —proclamó, abriendo los ojos. Esas iris café