Celeste.
Después de haber superado a los guardias, tuve que esconderme en un armario lleno de productos de limpieza al ver que habían más vigilantes dentro del hogar.
Sería difícil encontrar a Kael, y mucho más porque no tenía idea de cuál era su habitación, habiendo tantas…
—¿Dónde están los imbéciles que deben cubrir la puerta principal? Son unos idiotas —masculló uno que parecía ser el líder, pues llevaba un traje diferente al de los hombres que engañé.
Mi respiración se volvió lenta y pesada, porque apenas tenía visibilidad entre las rendijas del armario.
Apreté los labios, nerviosa.
—No lo sé, pero esto les va a salir caro —respondió otro.
—Cuando regresen, despídelos. Es sumamente importante que nadie entre a este lugar en noches de luna llena —enfatizó la palabra “nadie”—. Es una orden de Kael.
—Lo sé, jefe —Hizo una pose tipo militar—. Es la primera vez que pasa algo así. Me aseguraré de corregirlos.
—Bien.
Mordí mi labio, estuve a punto de romperlo cuando por fin se marcharon y pude salir con cuidado. Mis pasos eran sigilosos, no quería ser atrapada sin antes haberme reunido con Kael.
Me detuve cuando vi múltiples habitaciones en ese lugar, no creí que sería tan difícil encontrar una en específico.
—Maldición —dije, pateando un trozo de zanahoria que vi en el suelo.
¿Dónde podría estar un alfa? ¿En la puerta más elaborada?
Todas eran iguales, marrones y con la textura de una barra de chocolate.
Inhalé hondo.
Tuve que agacharme en cada puerta que veía para asegurarme de que no hubiera guardias del otro lado y poder abrirlas.
En una de esas, había una sirvienta teniendo sexo salvaje con un borracho, el hombre tenía una botella de licor en mano.
Cerré esa puerta de inmediato.
—¡Lo siento! —les dije.
Por suerte, no quisieron buscarme.
Subí las escaleras a pasos lentos y evadí a los guardias, escondiéndome para no ser vista.
—¡Hey, no puedes estar aquí! —La voz de un guardia me dio escalofríos.
Giré levemente la cabeza y vi que venía corriendo hacia mí, estirando su mano para detenerme.
Fui en línea recta, no iba a dejarme atrapar si no había cumplido con mi objetivo.
—¡Necesito ver a Kael! —exclamé, esperando que me entendiera.
El pasillo era interminable.
—¡Es muy peligroso que estés aquí! ¡Deberías venir mañana, niña! —gritó, sin dejar de perseguirme—. ¡Piensa en tu seguridad!
¿Mi seguridad? ¿Qué era lo peor que podía pasar si entraba en la habitación de Kael?
Tal vez estaba teniendo una orgia.
—Lo siento… —susurré.
Era necesario desobedecer su orden, porque mi prioridad estaba clara.
Al final del pasillo, una puerta roja y brillante me esperaba. La única forma de evadir a ese guardia era entrando por la misma.
Giré la perilla a toda velocidad, mis manos temblaban y mi pecho subía y bajaba por la adrenalina del momento.
Lo último que escuché fue la voz aterrada del guardia decirme:
—¡No entres en esa habitación! ¡Morirás!
¡Bam!
El estruendoso sonido de la madera cerrándose me hizo apretar los párpados con fuerza. No dudé en meterle seguro, tenía tres candados que podían asegurar la puerta, extrañamente.
Me llené de alivio y llevé una mano a mi corazón con más calma, hasta que escuché un gruñido salvaje detrás de mí.
—¿Q-qué?
Me di cuenta de que era la habitación de Kael, porque la ropa con la que lo vi la última vez estaba tirada en el suelo y una fotografía de él junto a su hermano colgaba de la pared. Aparte de eso, no había absolutamente nada más.
En el centro, había un lobo de pelaje negro como el carbón y ojos rojos como la sangre…
Verlo directamente me hizo caer de culo como si su simple presencia fuera intimidante, y es que nunca en mi vida había sentido tanto miedo por un lobo de mi misma especie.
Ese en especial parecía una bestia salvaje que necesitaba matar para saciar su sed de sangre. Al analizarlo mejor, vi que tenía varias cadenas atadas a cada una de sus patas, pero aun así, eran lo suficientemente largas para llegar hasta mí.
—¿Kael? —cuestioné, con un peso sobre mi pecho.
El lobo gruñó con más fuerza y mostró sus afilados colmillos como si tuviera rabia. Grité de horror cuando de un salto terminó quedando encima de mí y apoyó sus dos patas sobre mis manos, pisándome para evitar mi huida.
—¡¿Qué te pasa?! ¡Me estás lastimando! —Creí que me escucharía.
Me dejó inmóvil, con suerte pude mover la cabeza de un lado a otro, buscando una vía de escape para no morir, porque esa bestia estaba dispuesta a matarme.
¿Y si en realidad no era Kael y me confundí?
Mi corazón estaba latiendo con rapidez, mi cuerpo no dejaba de temblar porque yo misma me había buscado ese destino. Me advirtieron de que no entrara en la habitación de Kael, ¿era por eso? ¿Se transformó en una horrible bestia sin control?
Sus ojos rojos se conectaron con los míos y empecé a llorar, pidiéndole perdón a mis padres por haber sido una cobarde… mi fuerza era tan escasa, que no pude ni levantar una pata de ese lobo para liberarme.
Tampoco pude hacer algo por ellos cuando debí de haberlos protegido como lo hacían conmigo.
—P-por favor, no me mates… —Rogué, creyendo que me entendería.
Las cadenas sonaron en un movimiento brusco que dio, me volvió a enseñar sus dientes y abrió el hocico con la intención de devorarme. Una gota de saliva salió de su boca y cayó en mi mejilla, su aliento olía a perro mojado.
Cerré los ojos con fuerza esperando mi muerte, me había rendido porque no podía hacer nada para salvarme, así como no pude salvar a papá y mamá.
Uno…
Dos…
Tres segundos pasaron y no sucedió nada.
Al abrir los ojos, noté que el lobo empezó a olfatear cada parte de mi cuerpo y dejó de mostrar los colmillos, quedé en estado de shock. Su rabia también desapareció al instante.
Parpadeé, asustada porque seguía sobre mí, pero no me hacía daño…
—¿Kael? —repetí, con la esperanza de recibir respuesta.
El lobo se dejó caer de lado sobre mi cuerpo para no aplastarme con su peso. Su hocico se metió debajo de mi cuello y yo me quedé totalmente quieta aunque haya soltado mis extremidades.
Él se estaba calmando poco a poco, a medida que me olía.
No entendía nada.
—Tengo mucho miedo —Las lágrimas salieron de mis ojos.
Apreté los labios y no me moví al sentir que el lobo no dejaba de olfatear cada parte de mi cuerpo como si fueran su medicina.
Gradualmente, la figura de Kael se presentó y sus ojos volvieron a su tonalidad café claro como la miel. Su cabello terminó quedando en los alrededores de mi cara y su nariz rozó con la mía.
Tragué saliva.
—¿Q-qué sucede? —pregunté, al ver que su forma humana regresó.
Se separó de mi rostro solo para acostarse sobre mi pecho y escuchar los latidos de mi corazón. Ese hombre cruel y frío estaba actuando de una forma inusual.
Necesitaba respuestas o me volvería loca.
Él simplemente permaneció en silencio sobre mi pecho y cerró los ojos, como si mi simple presencia le diera la calma que necesitaba.
Tuve que rodearlo con mis pequeños brazos aunque me costara, pues sus hombros eran anchos, al igual que su espalda.
Para mi sorpresa, él se quedó tranquilo en esa posición…
Celeste. Después de un largo rato acostados en el suelo y abrazados, Kael por fin se levantó. Estaba sin camisa, mostrando su abdomen marcado y un pecho firme. El pantalón lo tenía rasgado, casi se le notaba el bóxer. Se asomó por la ventana y todavía era de noche, la luna apenas visible iluminó más la habitación. —Esto no debería de estar pasando —habló, cerrando de nuevo las cortinas—. ¿Por qué viniste hasta aquí? ¿Cómo supiste dónde encontrarme? Se cruzó de brazos, apoyando un pie sobre la pared. Mi corazón por fin se tranquilizó al ver que no quería matarme como lo sentí anteriormente. —Necesitaba hablar contigo y no tenía idea de que estarías justo en esta habitación transformado en una bestia salvaje —dije, con ironía—. ¿Qué fue eso? Porque hace un momento querías matarme. Su comportamiento inusual me aterraba. Kael dio unos pasos hacia delante y me extendió su mano, yo seguía sentada en el suelo. La tomé y me ayudó a levantarme. —Toma asiento —ordenó. La habitación est
Kael. Su mirada lo tenía todo: confusión, incredulidad, e incluso una pizca de esperanza en esos oscuros y brillantes ojos café. Esa mujer despertaba algo en mí que no lograba descifrar, tal vez con el tiempo lo haría. —Acepto —respondió, apenada—. Si es la única forma de poder ayudarme, lo haré. Tampoco suena tan mal. Eso era todo lo que necesitaba oír. —Puedes irte. —¿Estarás bien si me voy? ¿No volverás a transformarte? —Frunció el ceño. Su preocupación fue un choque eléctrico para mí—. La luna llena desaparecerá en la mañana. —Quiero comprobar si esto es real —Me crucé de brazos—. Puedes irte. La próxima vez será la prueba definitiva. —¿Vale? Caminó lentamente hacia la puerta, yo seguía con las cadenas de hierro apretando mis muñecas y tobillos como era costumbre. —No le cuentes a nadie sobre esto. Será nuestro pequeño secreto, al menos hasta que comprobemos que tu simple olor puede calmar mi maldición —ordené, viéndola con autoridad. Ella asintió. —Puedes estar tranqu
Celeste. Me terminé de duchar y empecé a vestirme. Kael prometió darme una habitación en su enorme cabaña para no estar tan lejos de él una vez que todos supieran de lo que yo lograba.Mientras tanto, seguía en la pequeña habitación donde empecé. Miré la ropa encima de la cama… Incluso mandó a llenar mi armario porque lo único que tenía era un conjunto prestado y el vestido de novia con el que llegué. Después de ponerme la ropa interior, abrieron la puerta de golpe. Mis mejillas ardieron cuando vi a Kael entrando con una expresión neutral que analizaba todo mi cuerpo semi desnudo.—¡¿Q-qué haces?! —Me cubrí con la toalla otra vez—. ¿No te enseñaron a tocar la puerta? Iba a decir “tus padres” pero me retracté al recordar la historia de su pasado. Apreté la mandíbula con vergüenza, ya que sus ojos no dejaban de verme. —La costumbre —Caminó hasta llegar a la estantería y agarrar un libro. Le echó un ojo—. Te espero. Hoy es tu primer día de entrenamiento. Quise gritarle porque no l
Celeste. —¿Ves? También puedo sanar animales —comentó Damián, animado—. Me alegra que Kael haya dejado que te quedes, aunque no me ha dicho la razón. Habían pasado dos días desde que entrené con Kael, y él decidió que lo haríamos tres veces por semana para no sobrecargar mi cuerpo y acostumbrarme. —Es increíble. Me encontraba agachada con su hermano cerca de una madriguera de conejos. Uno de ellos tenía una herida en la pierna y creí que iba a morir, hasta que Damián decidió acercarse a mí y ayudarlo. —¿Creíste que no podría? —Se levantó, haciéndose el importante—. Puedo ser joven, pero sé que cuando cumpla dieciocho me convertiré en el beta y la mano derecha de Kael. Sonrió con orgullo. Me levanté también, dejando libre al conejito para que volviera a casa. —¿Y quién es el beta? Todavía no lo he conocido y ya llevo dos semanas aquí —pregunté, curiosa. Rodó los ojos. —Un tipo que se cree la gran cosa —Usó un tono fastidiado—. Es un completo galán con las mujeres. Parpadeé.
Celeste. Otro día de luna llena llegó en un abrir y cerrar de ojos. La prueba definitiva sería esa noche, y yo tenía que escabullirme y evadir a los guardias como la primera vez. Kael me pidió que fuera por mi cuenta, ya que él estaría ocupado, tampoco queríamos levantar sospechas. Una vez que llegué al frente de la cabaña elaborada custodiada por varios guardias, me escondí detrás de un arbusto. Sería fácil rodear el lugar y entrar por una ventana. —¿De qué nos escondemos? —¡Ah! —grité, caí de culo en la tierra. Ni siquiera me había dado cuenta de que Damián estaba a mi lado. ¿En qué momento? Fue demasiado sigiloso para que mis oídos lo escucharan. —¿Q-qué haces aquí? —cuestioné, en un tartamudeo.—Lo mismo te pregunto yo —Alzó una ceja—. Se nota que quieres entrar. Apreté los labios. Él no tenía idea de que ya yo sabía acerca de la maldición de su hermano. Damián no dejaba de verme expectante, como si esperara respuestas. —No es lo que parece. Simplemente ando explorando
Celeste. El silencio era demasiado incómodo. Podía escuchar mi propia respiración y los latidos de mi corazón galopar dentro de mi pecho. Él simplemente permanecía con los ojos cerrados, esperando el momento con serenidad. —Kael —Decidí romper el silencio. —¿Mmh? —¿De verdad te enfrentaste a un clan entero de vampiros solo? Necesitaba que habláramos o me volvería loca dialogando con mi mente. Kael no abrió los ojos, se mantuvo calmado y apoyando un antebrazo sobre su rodilla alzada. —Sí. —¿Y cómo fue? —Si soy fuerte, es porque toda mi vida he estado en el frente de batalla. He liderado a un pequeño escuadrón, o a uno grande, pero siempre obtenemos la victoria —comentó, no aparté la mirada—. Esa vez aniquilaron a todo mi escuadrón por un descuido mío, y por supuesto, la llama de la venganza puede hacer milagros. Vaya dato… —Entiendo. —No se nace siendo poderoso, Celeste. La fuerza la puedes obtener en el camino si así lo deseas —proclamó, abriendo los ojos. Esas iris café
Kael. Volví a la normalidad en cuestión de minutos, no me separé de ella por miedo a perder el control y hacerle daño. Sus brazos rodeaban mi ancha y musculosa espalda, provocando un desborde en sus emociones y el aumento de sus latidos, logré escuchar cada golpe que daba su corazón. Cuando recuperé por completo la conciencia, me levanté un poco, apoyando ambas manos en el suelo para no aplastar a Celeste y la miré a los ojos. —Estabas muy lejos, tal vez por eso me transformé —comenté. Era lo más lógico. Celeste estaba a un lado de la habitación, y yo me alejé cada vez más cuando sentí que iba a volverme una bestia salvaje. Si recuperé la cordura, fue porque la olfateé. —E-es lo que pensé —Volteó el rostro con tal de evitar mis ojos. Su cara estaba roja como el tomate, tal vez porque mi camisa se había roto por completo y lo único que me cubría era el pantalón. Un aroma cálido y fresco, como si usara un perfume natural, calmó cada parte de mi interior. La maldición azotó mi p
Celeste. La luna del alfa siempre era vista como una mujer poderosa y sabia, así veía yo a mi madre. Me enamoré de un hombre fuerte y seguro de sí mismo, no tuve que esperar el vínculo de la diosa para saber que él sería mi mate. Iba a convertirme en la próxima luna en el futuro, a mis padres no les importó el poco poder que la diosa me otorgó. Nací siendo una omega, y mi fuerza nunca aumentó. El día de mi boda, llegué al altar sola, porque mi padre no aparecía por ningún lado. Se suponía que sería mi noche, pero terminó convirtiéndose en un completo infierno. —¿Cuánto más va a tardar? —preguntó el oficiante, moviendo el pie con impaciencia. Lo normal era que el novio estuviera en el altar mucho antes que la novia, sin embargo, me pasó al revés. Luther no aparecía, y tampoco vi a mi familia por mucho que buscara entre el público. —Lo siento, tal vez tuvo un pequeño inconveniente —reí con nervios. Dejé el ramo de flores a un lado. Recordé que mi madre salió de mi habitación cua