Capítulo 2: Rumores

Celeste

Me desperté somnolienta y con un dolor punzante en el costado de mi torso. Cuando abrí los ojos, tenía varias vendas cubriendo mis heridas y me encontraba en una habitación desconocida. 

Las paredes eran de un color café puro, casi idéntico al tronco de un árbol. Las sábanas blancas cubrían mi cuerpo y una alfombra adornaba el centro de la habitación.

De pronto, escuché voces detrás de la puerta. 

—¿Qué te he dicho de traer forasteros al pueblo? —cuestionó un hombre, parecía estar regañando a otro. 

—Estábamos explorando y la encontré gravemente herida. Sabes muy bien que ayudo con mi poder a todo el que puedo, sin importar de qué manada provenga —respondió una voz masculina más juvenil—. Además, llevaba un vestido de novia. 

Recién me di cuenta de que me cambiaron de ropa. Mis mejillas ardieron porque las únicas voces que escuchaba provenían de dos hombres. 

¿Me habrán…?

Negué con la cabeza. 

—Da igual, Damián. Sea mujer o hombre, está prohibido traer desconocidos a esta manada —sentenció. 

No volví a escuchar la voz del otro, y pronto las llaves resonaron contra la puerta. 

Vi a un apuesto hombre con un aura oscura que logró intimidarme en cuestión de segundos. Su cabello negro y largo caía a la altura de sus hombros. 

La musculatura de sus brazos era visible a pesar de la camisa manga larga y apretada que tenía. Me lanzó una mirada asesina que me obligó a encogerme de hombros sentada en la cama. 

—Veo que has despertado —Su voz salió autoritaria y rasposa—. Seré breve. Te irás cuando tus heridas sanen. No eres parte de esta manada, y tampoco estamos dispuestos a mantenerte. 

Tragué saliva. 

Vaya forma de saludar tenía ese tipo. 

—¿D-de casualidad conoces a Kael? Lo estoy buscando… —Fue lo primero que dije, nerviosa. 

Él alzó una ceja con molestia y gruñó. Agarró una silla mal parada en la habitación y la colocó cerca de la cama para sentarse. 

Apoyó los codos sobre sus rodillas. 

—¿Quién te envió? —preguntó—. Si no respondes a mi pregunta, te mataré. 

Abrí los ojos. 

—¿Qué? ¡No soy peligrosa! —defendí—. Necesito ayuda de Kael. Mis padres me contaron que él puede aumentar la fuerza incluso en los omegas… 

—¿Y por qué debería ayudarte? ¿Qué gano a cambio? —interrogó, con frivolidad. 

—¿Eres Kael? —Parpadeé, sin poder creerlo. 

Asintió de mala gana. 

Era imposible. 

La historia que me contaron mis padres sobre Kael, me hizo admirar y verlo como un héroe para muchas personas. 

Kael era conocido como el lobo más poderoso del continente, incluso superando la fuerza de Luther, de eso no había dudas. Por un tiempo creí que era solo un mito, hasta que mis padres me confesaron que su territorio quedaba muy cerca del nuestro, al otro lado del río. 

Ellos me dijeron que si alguna vez deseaba aumentar mi poder, estarían dispuestos a llevarme con Kael. 

¿Por qué el hombre frente a mí era todo lo contrario a las historias? 

—P-personas que amaba me traicionaron. Mataron a mis padres sin piedad y estaban a punto de hacerme lo mismo, pero me escapé —Bajé la cabeza, con un nudo en la garganta—. Iba a casarme, ¿sabes? Mi prometido mostró su verdadera cara, y conspiró con mi hermana adoptiva. Ambos me vieron la cara de tonta. 

No sabía por qué le compartía mi sufrimiento justo a él, si desde que entró a la habitación se comportó como un idiota malhumorado y cruel. 

—Tus historias no me interesan, niña. Quiero que te vayas de mi territorio cuanto antes —masculló, dejándome en shock. 

Sus palabras fueron una dura estaca en mi corazón. 

—Y yo quiero que me ayudes, Kael. Sé que eres capaz —insistí. 

Se levantó, ignorando mis palabras.

—Mi hermano vendrá a curarte las heridas cada día. Deberías darme las gracias por dejarte con vida —proclamó, caminando hacia la puerta. 

—¿Disculpa? ¿Escuchaste lo que te conté? ¡Me arrebataron todo lo que me importaba! ¡No pienso quedarme de brazos cruzados! —grité, desesperada. 

—Tu debilidad es tu principal enemiga —zanjó y se marchó. 

Abrí la boca con ofensa. 

—¡Idiota! —chillé. 

Lástima que no podía levantarme muy bien por el dolor en mis heridas.

(...) 

Unos días después me encontraba mejor, aunque Damián seguía yendo a diario para comprobar que los huecos se estuvieran cerrando. 

Él era el hermano menor de Kael, con un aura más inocente. Su personalidad era tan distinta a la de su hermano, que me preguntaba por qué Kael salió así. 

—¿A dónde vas? —Me topé con Damián justo al salir de la habitación por primera vez. 

Necesitaba conocer más el lugar, recién me di cuenta de que estaba dentro de una pequeña cabaña. 

—Q-quiero conocer el lugar donde me encuentro. 

Su cabello castaño era corto y sedoso. Él llevaba una cesta con varios medicamentos dentro. Damián era un lobo sanador y explorador al mismo tiempo, él fue el que me encontró en el bosque aquella noche. 

—Hoy hay luna llena, por favor, trata de no salir cuando sea de noche… —advirtió, su preocupación me aterró un poco. 

—¿Por qué? 

—Está prohibido, ¿vale? 

Y sin entrar en detalles, continuó con su camino. Esa conversación fue muy extraña. 

Era normal que para nosotros los lobos hubiera luna llena dos veces por semana, eso lograba fortalecer a los de nuestra raza en las guerras contra los vampiros. 

Extrañaba tanto a mis padres, cada noche lloraba porque se repetía el momento de su muerte en mis sueños sin poder hacer nada. 

—¿Viste que hay una forastera? —Escuché un murmullo. 

Me detuve a contemplar mejor a la gente de ese pueblo. Todos me miraban con intriga y preocupación a la vez, su comportamiento era tan misterioso que me ponía los pelos de punta. 

El ambiente tétrico tampoco ayudaba. 

Por andar perdida en mis pensamientos, choqué con un hombre bastante gordo y con mirada afilada. Me dio un leve empujón. 

—Oye —habló—. ¿Eres nueva por aquí? Ten mucho cuidado. 

—Pronto me iré… —mentí. 

El señor me analizó de pies a cabeza y colocó ambas manos en su cintura. Miré disimuladamente a mi alrededor, las demás personas también me quedaban viento como si fuera una cucaracha. 

—¿Ya te advirtieron sobre la luna llena? Pronto se ocultará el sol —comentó, su tono fue más amable. 

—¿Por qué no se puede salir? 

—Oh, se puede salir. Lo que está prohibido es visitar la habitación de nuestro alfa durante las noches de luna llena —Alzó el dedo—. Es una restricción que tenemos todos los miembros de esta manada. 

Fruncí el ceño. 

—¿Y eso? 

—¡Prohibido! —gritó tan fuerte, que me sobresalté. 

El hombre empezó a reírse por el brinco que di, y se alejó sin responder mi pregunta. Rodé los ojos porque me había tomado el pelo. 

Necesitaba la ayuda de Kael, y no lo había visto desde que lo conocí. Continué mi camino hacia una cabaña más elaborada que parecía más una mansión, supuse que él vivía allí por ser más llamativo. 

Unos guardias en la entrada estaban armados con lanzas y las colocaron en forma de cruz cuando traté de entrar. 

—Hoy están prohibidas las visitas, señorita —alegó uno de ellos. 

—Me urge ver a Kael. 

—Si quiere reunirse con el alfa, debe esperar al día de mañana. Esta noche ya no es posible —zanjó el otro, con total seriedad. 

Bufé y me alejé de ambos. 

Coloqué la mano en mi mentón, tenía que pensar en la forma de entrar, porque no me iba a quedar de brazos cruzados si nadie me decía qué pasaba con Kael esa noche. 

Los minutos pasaban y la luna llena apareció, y con ella, una idea alumbró mi mente. Volví de nuevo con los guardias. 

—¡Hay vampiros en la entrada! —Tuve que cojear con mi pierna herida para que me creyeran—. Me han atacado… ¡¿acaso no hay guardias?! 

—¿Está segura? —cuestionó uno, preocupado al verme jadear. 

—¡No me tachen de mentirosa! ¡Casi me matan por ser una omega! —grité con dramatismo. 

Ambos guardias se miraron entre sí y se apartaron de la entrada hacia la dirección que les di. Me mordí el labio porque no pensé que sería tan fácil entrar en el lugar “prohibido”. 

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