Celeste.
Me desperté somnolienta y con un dolor punzante en el costado de mi torso. Cuando abrí los ojos, tenía varias vendas cubriendo mis heridas y me encontraba en una habitación desconocida.
Las paredes eran de un color café puro, casi idéntico al tronco de un árbol. Las sábanas blancas cubrían mi cuerpo y una alfombra adornaba el centro de la habitación.
De pronto, escuché voces detrás de la puerta.
—¿Qué te he dicho de traer forasteros al pueblo? —cuestionó un hombre, parecía estar regañando a otro.
—Estábamos explorando y la encontré gravemente herida. Sabes muy bien que ayudo con mi poder a todo el que puedo, sin importar de qué manada provenga —respondió una voz masculina más juvenil—. Además, llevaba un vestido de novia.
Recién me di cuenta de que me cambiaron de ropa. Mis mejillas ardieron porque las únicas voces que escuchaba provenían de dos hombres.
¿Me habrán…?
Negué con la cabeza.
—Da igual, Damián. Sea mujer o hombre, está prohibido traer desconocidos a esta manada —sentenció.
No volví a escuchar la voz del otro, y pronto las llaves resonaron contra la puerta.
Vi a un apuesto hombre con un aura oscura que logró intimidarme en cuestión de segundos. Su cabello negro y largo caía a la altura de sus hombros.
La musculatura de sus brazos era visible a pesar de la camisa manga larga y apretada que tenía. Me lanzó una mirada asesina que me obligó a encogerme de hombros sentada en la cama.
—Veo que has despertado —Su voz salió autoritaria y rasposa—. Seré breve. Te irás cuando tus heridas sanen. No eres parte de esta manada, y tampoco estamos dispuestos a mantenerte.
Tragué saliva.
Vaya forma de saludar tenía ese tipo.
—¿D-de casualidad conoces a Kael? Lo estoy buscando… —Fue lo primero que dije, nerviosa.
Él alzó una ceja con molestia y gruñó. Agarró una silla mal parada en la habitación y la colocó cerca de la cama para sentarse.
Apoyó los codos sobre sus rodillas.
—¿Quién te envió? —preguntó—. Si no respondes a mi pregunta, te mataré.
Abrí los ojos.
—¿Qué? ¡No soy peligrosa! —defendí—. Necesito ayuda de Kael. Mis padres me contaron que él puede aumentar la fuerza incluso en los omegas…
—¿Y por qué debería ayudarte? ¿Qué gano a cambio? —interrogó, con frivolidad.
—¿Eres Kael? —Parpadeé, sin poder creerlo.
Asintió de mala gana.
Era imposible.
La historia que me contaron mis padres sobre Kael, me hizo admirar y verlo como un héroe para muchas personas.
Kael era conocido como el lobo más poderoso del continente, incluso superando la fuerza de Luther, de eso no había dudas. Por un tiempo creí que era solo un mito, hasta que mis padres me confesaron que su territorio quedaba muy cerca del nuestro, al otro lado del río.
Ellos me dijeron que si alguna vez deseaba aumentar mi poder, estarían dispuestos a llevarme con Kael.
¿Por qué el hombre frente a mí era todo lo contrario a las historias?
—P-personas que amaba me traicionaron. Mataron a mis padres sin piedad y estaban a punto de hacerme lo mismo, pero me escapé —Bajé la cabeza, con un nudo en la garganta—. Iba a casarme, ¿sabes? Mi prometido mostró su verdadera cara, y conspiró con mi hermana adoptiva. Ambos me vieron la cara de tonta.
No sabía por qué le compartía mi sufrimiento justo a él, si desde que entró a la habitación se comportó como un idiota malhumorado y cruel.
—Tus historias no me interesan, niña. Quiero que te vayas de mi territorio cuanto antes —masculló, dejándome en shock.
Sus palabras fueron una dura estaca en mi corazón.
—Y yo quiero que me ayudes, Kael. Sé que eres capaz —insistí.
Se levantó, ignorando mis palabras.
—Mi hermano vendrá a curarte las heridas cada día. Deberías darme las gracias por dejarte con vida —proclamó, caminando hacia la puerta.
—¿Disculpa? ¿Escuchaste lo que te conté? ¡Me arrebataron todo lo que me importaba! ¡No pienso quedarme de brazos cruzados! —grité, desesperada.
—Tu debilidad es tu principal enemiga —zanjó y se marchó.
Abrí la boca con ofensa.
—¡Idiota! —chillé.
Lástima que no podía levantarme muy bien por el dolor en mis heridas.
(...)
Unos días después me encontraba mejor, aunque Damián seguía yendo a diario para comprobar que los huecos se estuvieran cerrando.
Él era el hermano menor de Kael, con un aura más inocente. Su personalidad era tan distinta a la de su hermano, que me preguntaba por qué Kael salió así.
—¿A dónde vas? —Me topé con Damián justo al salir de la habitación por primera vez.
Necesitaba conocer más el lugar, recién me di cuenta de que estaba dentro de una pequeña cabaña.
—Q-quiero conocer el lugar donde me encuentro.
Su cabello castaño era corto y sedoso. Él llevaba una cesta con varios medicamentos dentro. Damián era un lobo sanador y explorador al mismo tiempo, él fue el que me encontró en el bosque aquella noche.
—Hoy hay luna llena, por favor, trata de no salir cuando sea de noche… —advirtió, su preocupación me aterró un poco.
—¿Por qué?
—Está prohibido, ¿vale?
Y sin entrar en detalles, continuó con su camino. Esa conversación fue muy extraña.
Era normal que para nosotros los lobos hubiera luna llena dos veces por semana, eso lograba fortalecer a los de nuestra raza en las guerras contra los vampiros.
Extrañaba tanto a mis padres, cada noche lloraba porque se repetía el momento de su muerte en mis sueños sin poder hacer nada.
—¿Viste que hay una forastera? —Escuché un murmullo.
Me detuve a contemplar mejor a la gente de ese pueblo. Todos me miraban con intriga y preocupación a la vez, su comportamiento era tan misterioso que me ponía los pelos de punta.
El ambiente tétrico tampoco ayudaba.
Por andar perdida en mis pensamientos, choqué con un hombre bastante gordo y con mirada afilada. Me dio un leve empujón.
—Oye —habló—. ¿Eres nueva por aquí? Ten mucho cuidado.
—Pronto me iré… —mentí.
El señor me analizó de pies a cabeza y colocó ambas manos en su cintura. Miré disimuladamente a mi alrededor, las demás personas también me quedaban viento como si fuera una cucaracha.
—¿Ya te advirtieron sobre la luna llena? Pronto se ocultará el sol —comentó, su tono fue más amable.
—¿Por qué no se puede salir?
—Oh, se puede salir. Lo que está prohibido es visitar la habitación de nuestro alfa durante las noches de luna llena —Alzó el dedo—. Es una restricción que tenemos todos los miembros de esta manada.
Fruncí el ceño.
—¿Y eso?
—¡Prohibido! —gritó tan fuerte, que me sobresalté.
El hombre empezó a reírse por el brinco que di, y se alejó sin responder mi pregunta. Rodé los ojos porque me había tomado el pelo.
Necesitaba la ayuda de Kael, y no lo había visto desde que lo conocí. Continué mi camino hacia una cabaña más elaborada que parecía más una mansión, supuse que él vivía allí por ser más llamativo.
Unos guardias en la entrada estaban armados con lanzas y las colocaron en forma de cruz cuando traté de entrar.
—Hoy están prohibidas las visitas, señorita —alegó uno de ellos.
—Me urge ver a Kael.
—Si quiere reunirse con el alfa, debe esperar al día de mañana. Esta noche ya no es posible —zanjó el otro, con total seriedad.
Bufé y me alejé de ambos.
Coloqué la mano en mi mentón, tenía que pensar en la forma de entrar, porque no me iba a quedar de brazos cruzados si nadie me decía qué pasaba con Kael esa noche.
Los minutos pasaban y la luna llena apareció, y con ella, una idea alumbró mi mente. Volví de nuevo con los guardias.
—¡Hay vampiros en la entrada! —Tuve que cojear con mi pierna herida para que me creyeran—. Me han atacado… ¡¿acaso no hay guardias?!
—¿Está segura? —cuestionó uno, preocupado al verme jadear.
—¡No me tachen de mentirosa! ¡Casi me matan por ser una omega! —grité con dramatismo.
Ambos guardias se miraron entre sí y se apartaron de la entrada hacia la dirección que les di. Me mordí el labio porque no pensé que sería tan fácil entrar en el lugar “prohibido”.
Celeste. Después de haber superado a los guardias, tuve que esconderme en un armario lleno de productos de limpieza al ver que habían más vigilantes dentro del hogar. Sería difícil encontrar a Kael, y mucho más porque no tenía idea de cuál era su habitación, habiendo tantas… —¿Dónde están los imbéciles que deben cubrir la puerta principal? Son unos idiotas —masculló uno que parecía ser el líder, pues llevaba un traje diferente al de los hombres que engañé. Mi respiración se volvió lenta y pesada, porque apenas tenía visibilidad entre las rendijas del armario. Apreté los labios, nerviosa. —No lo sé, pero esto les va a salir caro —respondió otro. —Cuando regresen, despídelos. Es sumamente importante que nadie entre a este lugar en noches de luna llena —enfatizó la palabra “nadie”—. Es una orden de Kael. —Lo sé, jefe —Hizo una pose tipo militar—. Es la primera vez que pasa algo así. Me aseguraré de corregirlos. —Bien. Mordí mi labio, estuve a punto de romperlo cuando por fin se
Celeste. Después de un largo rato acostados en el suelo y abrazados, Kael por fin se levantó. Estaba sin camisa, mostrando su abdomen marcado y un pecho firme. El pantalón lo tenía rasgado, casi se le notaba el bóxer. Se asomó por la ventana y todavía era de noche, la luna apenas visible iluminó más la habitación. —Esto no debería de estar pasando —habló, cerrando de nuevo las cortinas—. ¿Por qué viniste hasta aquí? ¿Cómo supiste dónde encontrarme? Se cruzó de brazos, apoyando un pie sobre la pared. Mi corazón por fin se tranquilizó al ver que no quería matarme como lo sentí anteriormente. —Necesitaba hablar contigo y no tenía idea de que estarías justo en esta habitación transformado en una bestia salvaje —dije, con ironía—. ¿Qué fue eso? Porque hace un momento querías matarme. Su comportamiento inusual me aterraba. Kael dio unos pasos hacia delante y me extendió su mano, yo seguía sentada en el suelo. La tomé y me ayudó a levantarme. —Toma asiento —ordenó. La habitación est
Kael. Su mirada lo tenía todo: confusión, incredulidad, e incluso una pizca de esperanza en esos oscuros y brillantes ojos café. Esa mujer despertaba algo en mí que no lograba descifrar, tal vez con el tiempo lo haría. —Acepto —respondió, apenada—. Si es la única forma de poder ayudarme, lo haré. Tampoco suena tan mal. Eso era todo lo que necesitaba oír. —Puedes irte. —¿Estarás bien si me voy? ¿No volverás a transformarte? —Frunció el ceño. Su preocupación fue un choque eléctrico para mí—. La luna llena desaparecerá en la mañana. —Quiero comprobar si esto es real —Me crucé de brazos—. Puedes irte. La próxima vez será la prueba definitiva. —¿Vale? Caminó lentamente hacia la puerta, yo seguía con las cadenas de hierro apretando mis muñecas y tobillos como era costumbre. —No le cuentes a nadie sobre esto. Será nuestro pequeño secreto, al menos hasta que comprobemos que tu simple olor puede calmar mi maldición —ordené, viéndola con autoridad. Ella asintió. —Puedes estar tranqu
Celeste. Me terminé de duchar y empecé a vestirme. Kael prometió darme una habitación en su enorme cabaña para no estar tan lejos de él una vez que todos supieran de lo que yo lograba.Mientras tanto, seguía en la pequeña habitación donde empecé. Miré la ropa encima de la cama… Incluso mandó a llenar mi armario porque lo único que tenía era un conjunto prestado y el vestido de novia con el que llegué. Después de ponerme la ropa interior, abrieron la puerta de golpe. Mis mejillas ardieron cuando vi a Kael entrando con una expresión neutral que analizaba todo mi cuerpo semi desnudo.—¡¿Q-qué haces?! —Me cubrí con la toalla otra vez—. ¿No te enseñaron a tocar la puerta? Iba a decir “tus padres” pero me retracté al recordar la historia de su pasado. Apreté la mandíbula con vergüenza, ya que sus ojos no dejaban de verme. —La costumbre —Caminó hasta llegar a la estantería y agarrar un libro. Le echó un ojo—. Te espero. Hoy es tu primer día de entrenamiento. Quise gritarle porque no l
Celeste. —¿Ves? También puedo sanar animales —comentó Damián, animado—. Me alegra que Kael haya dejado que te quedes, aunque no me ha dicho la razón. Habían pasado dos días desde que entrené con Kael, y él decidió que lo haríamos tres veces por semana para no sobrecargar mi cuerpo y acostumbrarme. —Es increíble. Me encontraba agachada con su hermano cerca de una madriguera de conejos. Uno de ellos tenía una herida en la pierna y creí que iba a morir, hasta que Damián decidió acercarse a mí y ayudarlo. —¿Creíste que no podría? —Se levantó, haciéndose el importante—. Puedo ser joven, pero sé que cuando cumpla dieciocho me convertiré en el beta y la mano derecha de Kael. Sonrió con orgullo. Me levanté también, dejando libre al conejito para que volviera a casa. —¿Y quién es el beta? Todavía no lo he conocido y ya llevo dos semanas aquí —pregunté, curiosa. Rodó los ojos. —Un tipo que se cree la gran cosa —Usó un tono fastidiado—. Es un completo galán con las mujeres. Parpadeé.
Celeste. Otro día de luna llena llegó en un abrir y cerrar de ojos. La prueba definitiva sería esa noche, y yo tenía que escabullirme y evadir a los guardias como la primera vez. Kael me pidió que fuera por mi cuenta, ya que él estaría ocupado, tampoco queríamos levantar sospechas. Una vez que llegué al frente de la cabaña elaborada custodiada por varios guardias, me escondí detrás de un arbusto. Sería fácil rodear el lugar y entrar por una ventana. —¿De qué nos escondemos? —¡Ah! —grité, caí de culo en la tierra. Ni siquiera me había dado cuenta de que Damián estaba a mi lado. ¿En qué momento? Fue demasiado sigiloso para que mis oídos lo escucharan. —¿Q-qué haces aquí? —cuestioné, en un tartamudeo.—Lo mismo te pregunto yo —Alzó una ceja—. Se nota que quieres entrar. Apreté los labios. Él no tenía idea de que ya yo sabía acerca de la maldición de su hermano. Damián no dejaba de verme expectante, como si esperara respuestas. —No es lo que parece. Simplemente ando explorando
Celeste. El silencio era demasiado incómodo. Podía escuchar mi propia respiración y los latidos de mi corazón galopar dentro de mi pecho. Él simplemente permanecía con los ojos cerrados, esperando el momento con serenidad. —Kael —Decidí romper el silencio. —¿Mmh? —¿De verdad te enfrentaste a un clan entero de vampiros solo? Necesitaba que habláramos o me volvería loca dialogando con mi mente. Kael no abrió los ojos, se mantuvo calmado y apoyando un antebrazo sobre su rodilla alzada. —Sí. —¿Y cómo fue? —Si soy fuerte, es porque toda mi vida he estado en el frente de batalla. He liderado a un pequeño escuadrón, o a uno grande, pero siempre obtenemos la victoria —comentó, no aparté la mirada—. Esa vez aniquilaron a todo mi escuadrón por un descuido mío, y por supuesto, la llama de la venganza puede hacer milagros. Vaya dato… —Entiendo. —No se nace siendo poderoso, Celeste. La fuerza la puedes obtener en el camino si así lo deseas —proclamó, abriendo los ojos. Esas iris café
Kael. Volví a la normalidad en cuestión de minutos, no me separé de ella por miedo a perder el control y hacerle daño. Sus brazos rodeaban mi ancha y musculosa espalda, provocando un desborde en sus emociones y el aumento de sus latidos, logré escuchar cada golpe que daba su corazón. Cuando recuperé por completo la conciencia, me levanté un poco, apoyando ambas manos en el suelo para no aplastar a Celeste y la miré a los ojos. —Estabas muy lejos, tal vez por eso me transformé —comenté. Era lo más lógico. Celeste estaba a un lado de la habitación, y yo me alejé cada vez más cuando sentí que iba a volverme una bestia salvaje. Si recuperé la cordura, fue porque la olfateé. —E-es lo que pensé —Volteó el rostro con tal de evitar mis ojos. Su cara estaba roja como el tomate, tal vez porque mi camisa se había roto por completo y lo único que me cubría era el pantalón. Un aroma cálido y fresco, como si usara un perfume natural, calmó cada parte de mi interior. La maldición azotó mi p