Esa noche, la atmósfera en la reunión de la manada era tensa. El consejo de ancianos había convocado para la ejecución de Agnes. Nolan y Alaia estaban allí, rodeados de miembros de la manada que miraban expectantes. La piedra del juicio, fría y solemne, estaba en el centro, y en ella sería sellado el destino de la traidora.Agnes, llorosa y temblando, fue arrastrada al centro del círculo. Sus ojos desesperados buscaron a Liam, el hombre que una vez había sido su salvación. Entre sollozos desgarrados, le rogó:—¡Liam, por favor! ¡Sálvame! No puedes dejarme morir así… ¡Tú prometiste protegerme!Liam apenas la miró, su expresión era fría y vacía. Ya no veía a Agnes como una persona, sino como un recordatorio de sus errores. —Ya no eres mi responsabilidad —dijo con voz seca, su tono estaba lleno de indiferencia—. Déjame en paz.No sentía ni una gota de compasión por Agnes; para él, la mujer que alguna vez lo había seducido y arruinado su vida ahora no era más que un obstáculo que sería
Liam caminaba en silencio por los pasillos de la manada, su mente afilada como una navaja. La ejecución de Agnes había marcado un antes y un después, pero no para él. No era el fin. Para Liam, era solo una pausa, un espacio de tiempo en el que debía moverse con más cautela. Cada paso resonaba en el eco de las paredes, como si fuera un recordatorio constante de su caída, pero también de la oportunidad que aún se le presentaba. No había perdido del todo. ―El consejo piensa que todo ha terminado ―se dijo, mientras sus labios formaban una sonrisa helada. Había visto cómo los ancianos hablaban tras la ejecución, susurrando sobre justicia y cierre. Pero la justicia nunca era limpia, ni definitiva. Si Nolan pensaba que la ejecución de Agnes lo consolidaría como Alfa, estaba muy equivocado. Liam sabía que había miembros de la manada que aún dudaban de Nolan, sobre todo por su enfermedad. La confianza en un líder era frágil, y bastaba con tocar las cuerdas correctas para que esa confianz
Días después, Liam caminaba con paso firme por el hospital, el lugar donde las vidas se salvaban o se perdían con un solo desliz. Su expresión era imperturbable, casi indiferente ante el bullicio de pacientes y personal médico que lo rodeaba. Sabía exactamente a dónde iba. Se detuvo frente a una puerta discreta, tocó dos veces y esperó. Una mujer nerviosa, con el uniforme de enfermera, lo recibió. Su mirada era de inquietud, como si el peso de la culpa estuviera a punto de aplastarla.―No deberías estar aquí, Liam ―susurró con un temblor en la voz, mirándolo de reojo mientras cerraba la puerta detrás de él.―Ya estamos demasiado metidos en esto, Melissa. No te hagas la remilgada ahora ―respondió Liam, sin molestarse en bajar la voz.Ella apretó los labios, consciente de que había cruzado una línea de la que no había retorno. La desesperación la había llevado a aceptar el soborno de Liam, pero ahora comenzaba a dudar de sus acciones.―Estás jugando con la vida de tu hermano ―dijo en
Al día siguiente, en el consultorio de Nolan, Alaia llegó para una visita inesperada. Estaba preocupada por él desde la noche anterior y quería asegurarse de que todo estuviera bien. Al entrar, lo encontró inclinado sobre su escritorio, con el rostro pálido y ojeroso, claramente afectado.―Nolan… ―su voz se quebró un poco al verlo tan débil.Él levantó la mirada, forzando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.―Estoy bien, Alaia. Solo es… cansancio.―No, no lo estás ―replicó ella, acercándose y sentándose frente a él―. ¿Qué está pasando? Te ves peor cada día.Nolan suspiró, sabiendo que ya no podía ocultarlo.―He estado sintiendo… que el tratamiento no está funcionando como esperaba ―admitió finalmente―. Me siento débil, más de lo que debería. Y lo de anoche… fue solo una parte de eso.Alaia lo observó con el ceño fruncido, había una preocupación profunda en sus ojos.―¿Por qué no me lo dijiste antes? Podría haber hecho algo, podríamos haber ajustado el tratamiento o investigado más
Alaia miró a Liam con desconfianza. Algo había cambiado en el aire, y no le gustaba en absoluto.―Vete, Liam ―dijo, con un tono más frío que antes―. No te acerques a mí de nuevo o no respondo.Él la miró con una seriedad contenida, mientras sus ojos destellaban con una mezcla de frustración y deseo.―Intentar conquistarte no es un crimen ―dijo él, su voz baja pero cargada de intención—. Fuiste mía y volverás a serlo, Alaia Grayson. Alaia rodó los ojos, exasperada.―Ya te lo dije antes —gruñó—. Amo a Nolan y no quiero nada contigo. ¡Él es mi mate! Liam apretó los dientes, visiblemente molesto, pero trató de controlarse.—Eso se puede arreglar… —dijo con sorna—. Sólo debes rechazar el vínculo y ya está. Te marcaré como mía, Alaia. Como siempre debió ser.—No digas idioteces —el rostro de ella se endureció por completo y él sintió un escalofrío recorrerlo entero—. ¿Has perdido la razón, Liam? Quizás deba notificar de tu comportamiento al consejo de ancianos.―Piensa mejor las cosas, Al
El estruendo de la alarma seguía retumbando en los oídos de Alaia mientras corría por los pasillos, con la mente dividida entre la preocupación por Nolan y la amenaza desconocida que se cernía sobre la manada. Sabía que algo estaba mal, muy mal. Sus manos temblaban ligeramente mientras sacaba su teléfono, esperando una nueva alerta. Pero antes de que pudiera hacer algo, un lobo guerrero se cruzó en su camino, jadeando.—Doctora Grayson —dijo el lobo, intentando recuperar el aliento—. Hay un ataque. La frontera sur… está bajo asedio.Alaia sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Quiénes son? —preguntó, su voz apenas un susurro mientras sus ojos se encontraban con los del lobo.—La manada de los Ojos Sombríos ha cruzado nuestros límites —dijo con preocupación—. Necesitamos refuerzos, pero Nolan no está...Alaia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Los Ojos Sombríos.La última vez que escuchó de ellos, estaban desterrados, dispersos, sin líder. Pero si ahora estaban organiza
El rostro de Nolan se oscureció, la frustración y la impotencia arremolinándose en su pecho. Era como si su propio cuerpo lo hubiera traicionado. Y ahora, su hermano, el mismo que había perdido el liderazgo, estaba recuperando el favor de la manada. Sentía que su destino como Alfa estaba pendiendo de un hilo.Alaia, viendo el dolor reflejado en los ojos de Nolan, dio un paso adelante.―Esto no está bien ―dijo ella, con voz firme―. Tienes que hablar con ellos, Nolan. Tienes que hacerles entender que aún eres su Alfa, que aún tienes la fuerza y la capacidad para protegerlos.Nolan negó con la cabeza, la angustia pesando sobre él.―No lo entiendes ―susurró―. No soy lo suficientemente fuerte para ellos. No lo soy… ni siquiera para ti.Alaia lo miró con ojos llenos de lágrimas, su corazón desgarrado por el dolor que veía en él. Quería abrazarlo, consolarlo, decirle que todo estaría bien. Pero algo dentro de ella sabía que este era un momento crucial. Nolan estaba al borde de rendirse, y
Nolan caminaba de un lado a otro en la sala de guerra, con la mandíbula apretada y la mirada perdida en el mapa que tenía frente a él. Las fronteras estaban siendo atacadas, y Grimmwolf avanzaba con una brutalidad que hacía temblar a cualquiera. Pero lo que lo carcomía no era solo la inminente batalla, sino el conflicto interno que lo devoraba. Alaia había destruido lo que quedaba de su confianza, y cada vez que pensaba en ella, el resentimiento lo envolvía como una sombra oscura.El dolor de saberse traicionado era como una daga constante en su pecho, pero la verdad más difícil de aceptar era que todavía la amaba. Esa mezcla confusa de amor y rabia lo mantenía al borde del colapso emocional. No podía permitirse ser débil. No en ese momento. Sus hombres dependían de él.—Señor, los informes confirman que Grimmwolf está atravesando las defensas del norte —dijo uno de los guerreros, interrumpiendo los pensamientos de Nolan.—Refuercen el perímetro y preparen a los guerreros en la coli