Al día siguiente, en el consultorio de Nolan, Alaia llegó para una visita inesperada. Estaba preocupada por él desde la noche anterior y quería asegurarse de que todo estuviera bien. Al entrar, lo encontró inclinado sobre su escritorio, con el rostro pálido y ojeroso, claramente afectado.―Nolan… ―su voz se quebró un poco al verlo tan débil.Él levantó la mirada, forzando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.―Estoy bien, Alaia. Solo es… cansancio.―No, no lo estás ―replicó ella, acercándose y sentándose frente a él―. ¿Qué está pasando? Te ves peor cada día.Nolan suspiró, sabiendo que ya no podía ocultarlo.―He estado sintiendo… que el tratamiento no está funcionando como esperaba ―admitió finalmente―. Me siento débil, más de lo que debería. Y lo de anoche… fue solo una parte de eso.Alaia lo observó con el ceño fruncido, había una preocupación profunda en sus ojos.―¿Por qué no me lo dijiste antes? Podría haber hecho algo, podríamos haber ajustado el tratamiento o investigado más
Alaia miró a Liam con desconfianza. Algo había cambiado en el aire, y no le gustaba en absoluto.―Vete, Liam ―dijo, con un tono más frío que antes―. No te acerques a mí de nuevo o no respondo.Él la miró con una seriedad contenida, mientras sus ojos destellaban con una mezcla de frustración y deseo.―Intentar conquistarte no es un crimen ―dijo él, su voz baja pero cargada de intención—. Fuiste mía y volverás a serlo, Alaia Grayson. Alaia rodó los ojos, exasperada.―Ya te lo dije antes —gruñó—. Amo a Nolan y no quiero nada contigo. ¡Él es mi mate! Liam apretó los dientes, visiblemente molesto, pero trató de controlarse.—Eso se puede arreglar… —dijo con sorna—. Sólo debes rechazar el vínculo y ya está. Te marcaré como mía, Alaia. Como siempre debió ser.—No digas idioteces —el rostro de ella se endureció por completo y él sintió un escalofrío recorrerlo entero—. ¿Has perdido la razón, Liam? Quizás deba notificar de tu comportamiento al consejo de ancianos.―Piensa mejor las cosas, Al
El estruendo de la alarma seguía retumbando en los oídos de Alaia mientras corría por los pasillos, con la mente dividida entre la preocupación por Nolan y la amenaza desconocida que se cernía sobre la manada. Sabía que algo estaba mal, muy mal. Sus manos temblaban ligeramente mientras sacaba su teléfono, esperando una nueva alerta. Pero antes de que pudiera hacer algo, un lobo guerrero se cruzó en su camino, jadeando.—Doctora Grayson —dijo el lobo, intentando recuperar el aliento—. Hay un ataque. La frontera sur… está bajo asedio.Alaia sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Quiénes son? —preguntó, su voz apenas un susurro mientras sus ojos se encontraban con los del lobo.—La manada de los Ojos Sombríos ha cruzado nuestros límites —dijo con preocupación—. Necesitamos refuerzos, pero Nolan no está...Alaia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Los Ojos Sombríos.La última vez que escuchó de ellos, estaban desterrados, dispersos, sin líder. Pero si ahora estaban organiza
El rostro de Nolan se oscureció, la frustración y la impotencia arremolinándose en su pecho. Era como si su propio cuerpo lo hubiera traicionado. Y ahora, su hermano, el mismo que había perdido el liderazgo, estaba recuperando el favor de la manada. Sentía que su destino como Alfa estaba pendiendo de un hilo.Alaia, viendo el dolor reflejado en los ojos de Nolan, dio un paso adelante.―Esto no está bien ―dijo ella, con voz firme―. Tienes que hablar con ellos, Nolan. Tienes que hacerles entender que aún eres su Alfa, que aún tienes la fuerza y la capacidad para protegerlos.Nolan negó con la cabeza, la angustia pesando sobre él.―No lo entiendes ―susurró―. No soy lo suficientemente fuerte para ellos. No lo soy… ni siquiera para ti.Alaia lo miró con ojos llenos de lágrimas, su corazón desgarrado por el dolor que veía en él. Quería abrazarlo, consolarlo, decirle que todo estaría bien. Pero algo dentro de ella sabía que este era un momento crucial. Nolan estaba al borde de rendirse, y
Nolan caminaba de un lado a otro en la sala de guerra, con la mandíbula apretada y la mirada perdida en el mapa que tenía frente a él. Las fronteras estaban siendo atacadas, y Grimmwolf avanzaba con una brutalidad que hacía temblar a cualquiera. Pero lo que lo carcomía no era solo la inminente batalla, sino el conflicto interno que lo devoraba. Alaia había destruido lo que quedaba de su confianza, y cada vez que pensaba en ella, el resentimiento lo envolvía como una sombra oscura.El dolor de saberse traicionado era como una daga constante en su pecho, pero la verdad más difícil de aceptar era que todavía la amaba. Esa mezcla confusa de amor y rabia lo mantenía al borde del colapso emocional. No podía permitirse ser débil. No en ese momento. Sus hombres dependían de él.—Señor, los informes confirman que Grimmwolf está atravesando las defensas del norte —dijo uno de los guerreros, interrumpiendo los pensamientos de Nolan.—Refuercen el perímetro y preparen a los guerreros en la coli
La luna llena brillaba sobre el campo mientras los guerreros de la manada Silver Moon se alineaban en silencio, esperando el inminente avance de sus enemigos. Los árboles del denso bosque susurraban con el viento, pero debajo de la calma nocturna, cada lobo sentía la tensión como una cuerda tensa, a punto de romperse. Los gruñidos bajos de los lobos resonaban en el aire, como un recordatorio de lo que estaba por venir. Nolan estaba al frente de su manada, observando a los guerreros con una mirada severa. Su postura erguida y su rostro de acero no mostraban dudas, aunque por dentro luchaba con un torbellino de emociones. Sabía que la única forma de detener a Grimmwolf era emboscarlo y atacar antes de que pudiera reunir todas sus fuerzas.—Hoy demostraremos por qué Silver Moon sigue siendo un bastión de fuerza —dijo Nolan, su voz firme y autoritaria—. Grimmwolf subestima nuestra capacidad. Piensa que porque ya no tenemos a mi padre, somos débiles. Pero esta noche, les probaremos que
Alaia corrió por el campo de batalla, sus pies apenas tocaban el suelo mientras el viento agitaba su cabello. El sonido de las victorias resonaba a su alrededor, pero no tenía tiempo para celebrar. Había creado esa fórmula para un momento como este, pero jamás había imaginado que la vida de Nolan dependería de ella de una manera tan directa. Al llegar, vio cómo los médicos rodeaban el cuerpo de Nolan. Sus heridas, aunque ya en proceso de curación gracias al primer frasco, parecían estar absorbiendo cada gota de energía de su cuerpo.Sin perder tiempo, se acercó al médico encargado, un hombre alto y corpulento con una expresión de autoridad.—No puedes pasar —dijo el hombre, bloqueándole el paso con un tono cortante—. ¿Qué crees que estás haciendo?—Necesita tomar esto. Lo ayudará a sanar por completo —dijo Alaia, extendiendo el frasco. Su voz era apenas un susurro, pero estaba cargada de una firmeza inquebrantable.El médico la miró con desconfianza, entrecerrando los ojos al observ
La tristeza se apoderaba del rostro de Alaia, oscureciendo su belleza mientras caminaba lentamente hacia su destino incierto. Cada paso que daba hacia su decisión final la llenaba de dudas y dolor. Hacía frío, y las paredes de piedra parecían susurrar recuerdos de un pasado reciente, recuerdos que ella no quería llevar consigo, pero que se aferraban a su alma.Sabía que estaba por romper algo en su interior que, tal vez, nunca se volvería a reparar. A pesar de ello, había hecho una promesa. Una promesa silenciosa a sí misma y, de alguna manera, a Nolan. Esa fórmula sería su último regalo para él, aunque también significara que después de esto no habría nada más que despedidas.Alaia regresó a su casa y en habitación comenzó a empacar sus cosas. Cada prenda que doblaba, cada pequeño objeto que guardaba, parecía tener un peso insoportable, no solo por su valor físico, sino por lo que significaban. Eran recuerdos de un pasado reciente que, aunque doloroso, también había tenido momento