La luna llena brillaba sobre el campo mientras los guerreros de la manada Silver Moon se alineaban en silencio, esperando el inminente avance de sus enemigos. Los árboles del denso bosque susurraban con el viento, pero debajo de la calma nocturna, cada lobo sentía la tensión como una cuerda tensa, a punto de romperse. Los gruñidos bajos de los lobos resonaban en el aire, como un recordatorio de lo que estaba por venir. Nolan estaba al frente de su manada, observando a los guerreros con una mirada severa. Su postura erguida y su rostro de acero no mostraban dudas, aunque por dentro luchaba con un torbellino de emociones. Sabía que la única forma de detener a Grimmwolf era emboscarlo y atacar antes de que pudiera reunir todas sus fuerzas.—Hoy demostraremos por qué Silver Moon sigue siendo un bastión de fuerza —dijo Nolan, su voz firme y autoritaria—. Grimmwolf subestima nuestra capacidad. Piensa que porque ya no tenemos a mi padre, somos débiles. Pero esta noche, les probaremos que
Alaia corrió por el campo de batalla, sus pies apenas tocaban el suelo mientras el viento agitaba su cabello. El sonido de las victorias resonaba a su alrededor, pero no tenía tiempo para celebrar. Había creado esa fórmula para un momento como este, pero jamás había imaginado que la vida de Nolan dependería de ella de una manera tan directa. Al llegar, vio cómo los médicos rodeaban el cuerpo de Nolan. Sus heridas, aunque ya en proceso de curación gracias al primer frasco, parecían estar absorbiendo cada gota de energía de su cuerpo.Sin perder tiempo, se acercó al médico encargado, un hombre alto y corpulento con una expresión de autoridad.—No puedes pasar —dijo el hombre, bloqueándole el paso con un tono cortante—. ¿Qué crees que estás haciendo?—Necesita tomar esto. Lo ayudará a sanar por completo —dijo Alaia, extendiendo el frasco. Su voz era apenas un susurro, pero estaba cargada de una firmeza inquebrantable.El médico la miró con desconfianza, entrecerrando los ojos al observ
La tristeza se apoderaba del rostro de Alaia, oscureciendo su belleza mientras caminaba lentamente hacia su destino incierto. Cada paso que daba hacia su decisión final la llenaba de dudas y dolor. Hacía frío, y las paredes de piedra parecían susurrar recuerdos de un pasado reciente, recuerdos que ella no quería llevar consigo, pero que se aferraban a su alma.Sabía que estaba por romper algo en su interior que, tal vez, nunca se volvería a reparar. A pesar de ello, había hecho una promesa. Una promesa silenciosa a sí misma y, de alguna manera, a Nolan. Esa fórmula sería su último regalo para él, aunque también significara que después de esto no habría nada más que despedidas.Alaia regresó a su casa y en habitación comenzó a empacar sus cosas. Cada prenda que doblaba, cada pequeño objeto que guardaba, parecía tener un peso insoportable, no solo por su valor físico, sino por lo que significaban. Eran recuerdos de un pasado reciente que, aunque doloroso, también había tenido momento
El corazón de Nolan latía con fuerza mientras la tensión se sentía en el aire. No estaba preparado, no de verdad. No sabía qué decirle primero, no sabía si pedirle perdón o simplemente dejarla hablar. Pero debía decir algo, cualquier cosa que lo hiciera sentir menos asfixiado. —Alaia... —comenzó, su voz era apenas un susurro. Ella lo miró con frialdad, cruzando los brazos sobre el pecho. Estaba claro que no había venido a escuchar excusas de su parte. Nolan tragó saliva, sintiendo que el nudo en su garganta se hacía más grande. —Sé que no será fácil escucharme después de todo lo que ha pasado —continuó, con su voz temblando ligeramente—. Pero no puedo dejar que te vayas sin intentar arreglar esto. No después de lo que he descubierto. Alaia no respondió de inmediato. Mantuvo su mirada fija en él, esperando, como si quisiera que él soltara todas las cartas antes de decidir si valía la pena quedarse. —Liam... —Nolan apretó los puños, odiando tener que decir el nombre de su herman
Nolan sintió que el suelo se abría bajo sus pies. El aire se le escapó de los pulmones, como si acabaran de golpearlo en el pecho.—Eso no puede ser cierto —murmuró, con sus ojos llenos de incredulidad—. Que me disculpe la Diosa Luna, pero ella no me salvó... fuiste tú. Tú me diste la fórmula que me trajo de vuelta, Alaia… Ella sacudió la cabeza lentamente, interrumpiéndolo antes de que pudiera continuar.—No importa quién lo haya hecho —dijo con una voz queda—. Estoy profundamente rota y no puedo seguir así, Nolan. No puedo seguir a tu lado en este estado.Nolan sintió una desesperación arrolladora apoderarse de él. No podía dejarla ir. No podía perderla. No ahora que sabía la verdad, no ahora que entendía cuánto la necesitaba.—Alaia, por favor... —su voz era apenas un susurro cargado de angustia—. Reconsidera lo que estás diciendo. No puedes irte. Podemos sanar juntos... podemos encontrar la forma de seguir adelante.Pero ella ya no lo escuchaba. Su mirada estaba fija en algún pu
Cuando estuvo a su lado, Alaia lo abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su pecho, dejando que el calor de Nolan la envolviera por lo que tal vez sería la última vez en mucho tiempo.Nolan se aferró a ella, como si soltarla fuera lo mismo que perderla para siempre. Sentía el temblor en su cuerpo, y aunque él mismo estaba quebrado, no podía evitar la necesidad de ser fuerte por ambos.El pecho de Nolan se contraía con cada respiración, y en su mente, sabía que debía dejarla ir... al menos por un tiempo.—Sé que tienes razón —susurró Nolan contra su cabello—. Pero ¿qué haremos para que no sea insoportable estar lejos? —Hizo una pausa, aferrándola un poco más fuerte—. Pero ni se te ocurra hablar de rechazarme como tu Mate. Eso no está en discusión.Alaia soltó una leve risa entre lágrimas. —Eres tan terco —dijo, acariciando suavemente la nuca de Nolan, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba ligeramente bajo su toque—. Lo resolveremos… de alguna manera. —Inventa algo, Alaia —susurró él
Nolan recorrió la casa con pasos lentos, sintiendo el peso de la despedida que se avecinaba. Sabía que no debía alargar su estadía, que ver a los niños solo haría las cosas más difíciles, pero no podía irse sin decirles adiós. A través de la tenue luz de la noche, se encontró con Alaia. Ella lo esperaba en el umbral, mirándolo con una mezcla de nostalgia y una cortesía fría que él entendía perfectamente. Habían acordado ser cordiales, mantener todo lo más civilizado posible para que ese último encuentro no se convirtiera en una agonía para ambos.—Ya están en sus habitaciones —dijo Alaia en voz baja, evitando su mirada, como si el contacto visual pudiera romper lo poco que quedaba de su resolución.Nolan asintió, conteniendo el impulso de decir algo más, algo que suavizara ese ambiente cargado. Subió las escaleras y encontró a los niños en la habitación, esperándolo con una sonrisa nostálgica en sus rostros. Logan y Sally lo recibieron al mismo tiempo, corriendo hacia él con los br
Apenas Alaia cruzó la puerta, la tensión explotó en la habitación como una bomba. Liam, incapaz de contener su furia, comenzó a romper todo a su alrededor. Volcó sillas, rompió una lámpara y lanzó un jarrón contra la pared, sus respiraciones entrecortadas, como si cada objeto roto pudiera aliviar el dolor que sentía. —¡Basta! —gritó Nolan, dando un paso adelante—. Estás actuando como un animal. ¿Crees que esto solucionará algo? Liam, con el rostro enrojecido, lo miró con rabia en los ojos. —¡No te metas! —rugió, su voz llena de frustración—. ¡Tú lo arruinaste todo! Estaba a punto de convencerla de que se quedara, pero tú tuviste que intervenir. Nolan lo miró fijamente, su voz más calmada, pero llena de determinación. —Alaia ya había tomado su decisión, Liam —dijo fríamente—. Nada de lo que dijeras la haría cambiar de opinión. Ni siquiera yo, a quien ella ama. El cuerpo de Liam se tensó ante esa última frase. Un brillo peligroso apareció en sus ojos. —¿Crees que te ama más qu