El estruendo de la alarma seguía retumbando en los oídos de Alaia mientras corría por los pasillos, con la mente dividida entre la preocupación por Nolan y la amenaza desconocida que se cernía sobre la manada. Sabía que algo estaba mal, muy mal. Sus manos temblaban ligeramente mientras sacaba su teléfono, esperando una nueva alerta. Pero antes de que pudiera hacer algo, un lobo guerrero se cruzó en su camino, jadeando.—Doctora Grayson —dijo el lobo, intentando recuperar el aliento—. Hay un ataque. La frontera sur… está bajo asedio.Alaia sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Quiénes son? —preguntó, su voz apenas un susurro mientras sus ojos se encontraban con los del lobo.—La manada de los Ojos Sombríos ha cruzado nuestros límites —dijo con preocupación—. Necesitamos refuerzos, pero Nolan no está...Alaia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Los Ojos Sombríos.La última vez que escuchó de ellos, estaban desterrados, dispersos, sin líder. Pero si ahora estaban organiza
El rostro de Nolan se oscureció, la frustración y la impotencia arremolinándose en su pecho. Era como si su propio cuerpo lo hubiera traicionado. Y ahora, su hermano, el mismo que había perdido el liderazgo, estaba recuperando el favor de la manada. Sentía que su destino como Alfa estaba pendiendo de un hilo.Alaia, viendo el dolor reflejado en los ojos de Nolan, dio un paso adelante.―Esto no está bien ―dijo ella, con voz firme―. Tienes que hablar con ellos, Nolan. Tienes que hacerles entender que aún eres su Alfa, que aún tienes la fuerza y la capacidad para protegerlos.Nolan negó con la cabeza, la angustia pesando sobre él.―No lo entiendes ―susurró―. No soy lo suficientemente fuerte para ellos. No lo soy… ni siquiera para ti.Alaia lo miró con ojos llenos de lágrimas, su corazón desgarrado por el dolor que veía en él. Quería abrazarlo, consolarlo, decirle que todo estaría bien. Pero algo dentro de ella sabía que este era un momento crucial. Nolan estaba al borde de rendirse, y
Nolan caminaba de un lado a otro en la sala de guerra, con la mandíbula apretada y la mirada perdida en el mapa que tenía frente a él. Las fronteras estaban siendo atacadas, y Grimmwolf avanzaba con una brutalidad que hacía temblar a cualquiera. Pero lo que lo carcomía no era solo la inminente batalla, sino el conflicto interno que lo devoraba. Alaia había destruido lo que quedaba de su confianza, y cada vez que pensaba en ella, el resentimiento lo envolvía como una sombra oscura.El dolor de saberse traicionado era como una daga constante en su pecho, pero la verdad más difícil de aceptar era que todavía la amaba. Esa mezcla confusa de amor y rabia lo mantenía al borde del colapso emocional. No podía permitirse ser débil. No en ese momento. Sus hombres dependían de él.—Señor, los informes confirman que Grimmwolf está atravesando las defensas del norte —dijo uno de los guerreros, interrumpiendo los pensamientos de Nolan.—Refuercen el perímetro y preparen a los guerreros en la coli
La luna llena brillaba sobre el campo mientras los guerreros de la manada Silver Moon se alineaban en silencio, esperando el inminente avance de sus enemigos. Los árboles del denso bosque susurraban con el viento, pero debajo de la calma nocturna, cada lobo sentía la tensión como una cuerda tensa, a punto de romperse. Los gruñidos bajos de los lobos resonaban en el aire, como un recordatorio de lo que estaba por venir. Nolan estaba al frente de su manada, observando a los guerreros con una mirada severa. Su postura erguida y su rostro de acero no mostraban dudas, aunque por dentro luchaba con un torbellino de emociones. Sabía que la única forma de detener a Grimmwolf era emboscarlo y atacar antes de que pudiera reunir todas sus fuerzas.—Hoy demostraremos por qué Silver Moon sigue siendo un bastión de fuerza —dijo Nolan, su voz firme y autoritaria—. Grimmwolf subestima nuestra capacidad. Piensa que porque ya no tenemos a mi padre, somos débiles. Pero esta noche, les probaremos que
Alaia corrió por el campo de batalla, sus pies apenas tocaban el suelo mientras el viento agitaba su cabello. El sonido de las victorias resonaba a su alrededor, pero no tenía tiempo para celebrar. Había creado esa fórmula para un momento como este, pero jamás había imaginado que la vida de Nolan dependería de ella de una manera tan directa. Al llegar, vio cómo los médicos rodeaban el cuerpo de Nolan. Sus heridas, aunque ya en proceso de curación gracias al primer frasco, parecían estar absorbiendo cada gota de energía de su cuerpo.Sin perder tiempo, se acercó al médico encargado, un hombre alto y corpulento con una expresión de autoridad.—No puedes pasar —dijo el hombre, bloqueándole el paso con un tono cortante—. ¿Qué crees que estás haciendo?—Necesita tomar esto. Lo ayudará a sanar por completo —dijo Alaia, extendiendo el frasco. Su voz era apenas un susurro, pero estaba cargada de una firmeza inquebrantable.El médico la miró con desconfianza, entrecerrando los ojos al observ
La tristeza se apoderaba del rostro de Alaia, oscureciendo su belleza mientras caminaba lentamente hacia su destino incierto. Cada paso que daba hacia su decisión final la llenaba de dudas y dolor. Hacía frío, y las paredes de piedra parecían susurrar recuerdos de un pasado reciente, recuerdos que ella no quería llevar consigo, pero que se aferraban a su alma.Sabía que estaba por romper algo en su interior que, tal vez, nunca se volvería a reparar. A pesar de ello, había hecho una promesa. Una promesa silenciosa a sí misma y, de alguna manera, a Nolan. Esa fórmula sería su último regalo para él, aunque también significara que después de esto no habría nada más que despedidas.Alaia regresó a su casa y en habitación comenzó a empacar sus cosas. Cada prenda que doblaba, cada pequeño objeto que guardaba, parecía tener un peso insoportable, no solo por su valor físico, sino por lo que significaban. Eran recuerdos de un pasado reciente que, aunque doloroso, también había tenido momento
El corazón de Nolan latía con fuerza mientras la tensión se sentía en el aire. No estaba preparado, no de verdad. No sabía qué decirle primero, no sabía si pedirle perdón o simplemente dejarla hablar. Pero debía decir algo, cualquier cosa que lo hiciera sentir menos asfixiado. —Alaia... —comenzó, su voz era apenas un susurro. Ella lo miró con frialdad, cruzando los brazos sobre el pecho. Estaba claro que no había venido a escuchar excusas de su parte. Nolan tragó saliva, sintiendo que el nudo en su garganta se hacía más grande. —Sé que no será fácil escucharme después de todo lo que ha pasado —continuó, con su voz temblando ligeramente—. Pero no puedo dejar que te vayas sin intentar arreglar esto. No después de lo que he descubierto. Alaia no respondió de inmediato. Mantuvo su mirada fija en él, esperando, como si quisiera que él soltara todas las cartas antes de decidir si valía la pena quedarse. —Liam... —Nolan apretó los puños, odiando tener que decir el nombre de su herman
Nolan sintió que el suelo se abría bajo sus pies. El aire se le escapó de los pulmones, como si acabaran de golpearlo en el pecho.—Eso no puede ser cierto —murmuró, con sus ojos llenos de incredulidad—. Que me disculpe la Diosa Luna, pero ella no me salvó... fuiste tú. Tú me diste la fórmula que me trajo de vuelta, Alaia… Ella sacudió la cabeza lentamente, interrumpiéndolo antes de que pudiera continuar.—No importa quién lo haya hecho —dijo con una voz queda—. Estoy profundamente rota y no puedo seguir así, Nolan. No puedo seguir a tu lado en este estado.Nolan sintió una desesperación arrolladora apoderarse de él. No podía dejarla ir. No podía perderla. No ahora que sabía la verdad, no ahora que entendía cuánto la necesitaba.—Alaia, por favor... —su voz era apenas un susurro cargado de angustia—. Reconsidera lo que estás diciendo. No puedes irte. Podemos sanar juntos... podemos encontrar la forma de seguir adelante.Pero ella ya no lo escuchaba. Su mirada estaba fija en algún pu