Quiero que pague

Narra Chloe Wheeler

— ¿Eso te responde Nate, o te lo vuelvo a repetir? — pregunté con la frialdad saliendo de mi garganta, que para ser sincera, me resultó liberadora.

Por primera vez en mucho tiempo, él no tuvo una respuesta rápida y perspicaz para mi actitud. En sus ojos solo leía las más numerosas de las dudas.

Un presentimiento de que quisiera lanzarse contra mí y golpearme me invadió, pero lo conocía bien, él tenía la “reputación” tan en alto que no se mancharía de sangre las manos, al menos no directamente.

Nunca me golpeó físicamente, pero eso no minimizaba el descomunal golpe emocional que tenía y que no sentía poder sobrevivir.

Nate se limitó a sujetarme por la muñeca precursora de tener la mejilla al rojo vivo por la bofetada, para entrar conmigo y cerrar el apartamento de un portazo ¡Ja! Como si eso pudiera solucionar el caos que yo llevaba por dentro.

—Vas a decirme qué te pasa ¡¿Por qué me golpeaste, Chloe?! —preguntó entre dientes, con insistencia, mientras apretaba mi muñeca.

— ¡No me toques! — exclamé y me deshice de su agarre con brusquedad, su tacto me repugnaba ¡Solo lo quería lejos!

Lo miré a los ojos y por primera vez en años, sentía que tenía el control de la situación, después de todo él no sabía la información que yo tenía, hasta ese momento en que la respuesta a su pregunta salió de mi boca como si fuese una dragona iracunda escupiendo fuego.

—¿Sabes por qué actúo así? ¿De verdad quieres saberlo? Aquí va… ¡Porque eres un infiel de primera! ¡Un maldito mentiroso, eso es lo que eres! —solté más con el hígado que con la razón y en un segundo.

Corrí hacia mi habitación para volver hacia él con las manos llenas. Las pruebas que hacía unos momentos yacían desperdigadas en el suelo, volaron hacia su cara. Las fotografías impresas, los chats de mensajes obscenos que él y mi “mejor amiga” compartían creyendo que yo no lo iba a averiguar.

—Ay, por favor, Chloe ¿Vas a creer en esta m****a? ¡Este no soy yo! La que sí se ve aquí es la perra de Tanya —espetó y yo solo me encolericé más ¿Tenía el descaro de negarlo?

Luego miré con rabia mi dedo anular y en un segundo, el anillo de compromiso, ese que yo paseaba tan orgullosa por la calle y el trabajo, fue a dar directo a su frente. En ese momento no me importó si sentía dolor, porque sabía que nunca sería tan grande como el que yo estaba sintiendo.

—No habrá boda, Nate ¡Se acabó, no más juegos tuyos, estoy cansada! —esas palabras salieron con una firmeza que ni siquiera sabía que tenía, dándome cuenta que me había subestimado más de lo que creí.

Después de esa frase, la cara de ira de Nathaniel cambió rotundamente, de estar llena de rabia a entrar en un mar de lágrimas, como si ese fuera su último recurso y pensé que los hombres como él siempre sabían cuando debían activar ese encanto de chiquillo arrepentido, no era la primera vez que usaba esa letal arma contra mí.

—Chloe, Chloe… escúchame, ya no voy a negarte nada de esto —dijo con un sollozo mientras arrugaba las pruebas entre sus manos—. Cometí un error, ¿sí? Lo admito, pero debes saber que es a ti a quien amo, eres la más bella, la más inteligente… eres todo lo que siempre he querido en una mujer, no hay nadie como tú.

Me reí con ironía.

—¿Ah, sí? Pues no te creo ni una sola palabra, Nate. Puedes ir a decirle eso a todas tus amiguitas, esas que quizá sí se comen cada cuento tuyo.

—Pero es verdad, mi amor, no sabes lo arrepentido que estoy, el asco que me provoca saber lo que pasó. Estaba por contártelo todo —afirmó con la voz temblorosa.

—Te muestras así ahora que te ves descubierto —recriminé con ira—. Tuviste muchas oportunidades para decirme que algo pasaba ¡Seis meses! Aquel día te pregunté si alguien más te interesaba y me lo negaste. Hoy incluso con pruebas lo negaste todo ¡Qué equivocada estuve contigo, eres una farsa!

Mientras él seguía sollozando y suplicando, me dediqué a sacar sus cosas de los cajones del apartamento; camisas, lociones, las asquerosas pantuflas que le regalé. Todo lo iba apilando en la sala.

Cuando llevaba la última de sus pertenencias, Nate se arrodilló, como si eso fuera a solucionar algo.

— Por favor, Chloe, sabes que ya tenemos una vida planeada, que me necesitas, que te necesito. Yo… te juro que haré lo que sea por ti ¡Alejémonos de Tanya! ¡Voy a romper cualquier contacto con ella y con las amistades que nos llevan a esa tonta! — su tono suplicante me hubiera conmovido en otros tiempos, cuando le perdonaba lo que sea, pero no ahora ¡Esta había sido la gota que derramó el vaso!

«Ah… ¿Ahora ella es una tonta? Supongo que en su cama eso no le importaba», me tragué ese reclamo, no pensaba discutir eso ya con él.

Ignoré cada una de sus palabras y terminé de arrojar sus cosas al suelo mientras Nate miraba todo con “dolor”.

—Tanya… —siguió con su discurso falaz—. No te lo quise decir en su momento, pero en cuanto ella se enteró de nuestro compromiso, algo en ella cambió. Empezó a insinuarse, a provocarme. No fue culpa mía, Chloe, te lo juro. Tienes que creerme, ella hizo algo, maquinó todo para separarnos.

Me detuve por un segundo de mis movimientos, pero solo para clavarle la más despreciable de las miradas.

—Ya no quiero escucharte, Nate, que ya sé perfectamente cómo te revolcaste con ella; en las fotos no te veías obligado para nada a estar en su cama.

—Habla con ella y con sus estúpidas amigas chismosas… —insistió con desesperación— ¡Pregúntale! Verás que fue ella quien…

—¡No más, Nathaniel! No tengo nada que hablar con Tanya, ella no fue mi pareja —las palabras salieron como dagas—. Y sí… es cierto que fue mi amiga hasta hoy hace una hora, pero esa amistad está tan acabada como lo nuestro, y no pienso rebajarme a seguirte escuchado y mucho menos a darle a ella el gusto de verme arrastrada por esta humillación ¿Entendido?

En menos de lo que pensé, Nate ya tenía un pie fuera de mi apartamento, con las maletas apiladas junto a la puerta, su rostro era todo un espectáculo de derrotismo.

—Bien… tú así lo has querido, Chloe —dijo en un sollozo.

Yo abrí la boca con ofuscamiento porque no podía creer lo cínico que era.

—¿Así que yo quise que me mintieras, que enamoraras a mi mejor amiga y que te acostaras con ella? —reí con ironía—. Ahora la deuda que está a mi nombre por los gastos del matrimonio y la luna de miel, me imagino que no me la vas a pagar, porque no eres de palabra.

Nathaniel se encogió de hombros y elevó las manos, como si yo fuera una policía interrogándolo.

—Tú así lo quieres, mi amor… bien podrías perdonarme, seguir con nuestro plan de casarnos y yo mismo cancelaría la deuda. Sabes que la sacamos porque la empresa aun está saliendo a flote después de ese mal negocio que hizo mi padre y aun así decides terminar lo nuestro —dijo y yo solo apreté los labios, solo quería golpearlo, pero me contuve.

—¡Eres un mal nacido Nathaniel! Ya no quiero escucharte, me dejaste destruida en todos los sentidos y no te importa. Vete, vete que ya no soporto tu presencia, vete con Tanya o con quien más prefieras, pero conmigo olvídate ya.

—Me estás orillando a irme con alguien más, tú tenías la última palabra ¿Pero sabes qué? Yo también estoy terminando contigo y ojalá nunca más te me cruces en el camino porque no respondo —fueron las últimas palabras que escuché antes de cerrar la puerta con la fuerza que me quedaba para quedar pegada a la madera y derrumbarme una vez más.

«Ahora sí mostraste tu verdadera cara y es horrible».

El silencio sepulcral que dejó Nate era tan gélido como el invierno, ese infernal vacío de sentirme sola por primera vez en mucho tiempo, ardía en mi pecho y no me dejaba respirar.

Mientras mis rodillas se flexionaban y mi espalda se deslizaba a lo largo de la puerta, hasta quedar sentada en el suelo, me di cuenta que no sentía la confianza de llamar a nadie, no había absolutamente nadie a quien acudir.

Caí en la cuenta de que por ese hombre, ni vida social tenía. Pensé en mi familia, pero estaba más alejada de ellos que nunca.

Me abracé a mi misma y la rabia seguía ardiendo, una rabia de tan solo pensar en todo lo que él me había quitado indirectamente a lo largo de los años y yo… ni enterada hasta ese momento.

Lloraba desconsolada, pensando que no me quedaba nada, pero no tenía idea, de que justo en ese punto no solo era el fin de Nate, de nosotros como pareja…

Ese era el fin de la Chloe que él había moldeado para su conveniencia, porque de Nate saber las ideas que comenzaron a surgirme en soledad, se la habría pensado dos veces antes de hacerme tanto daño prolongado.

«El que se va a arrepentir será él —me dije con rabia—. Quiero que pague… Natnaniel Donovan va a pagar cada lágrima que he derramado durante años. Juro que le daré donde más le duele ¡Es una promesa».

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