Preámbulo de mi venganza

Narra Chloe Wheeler

Mi corazón se detuvo por un milisegundo al leer esas tétricas palabras.

Puedo jurar que el odio nació isofacto mientras arrugaba ese papel con tanta fuerza que sentía mis propias uñas clavarse en mi delicada piel.

Tanya… ella tenía que estar detrás de todo eso, ella y su asquerosa complicidad con Nate, no necesitaba otras pruebas, lo sentía de antemano y ya percibía que esa mujer en realidad me odiaba, que quizá siempre lo hizo, desde el segundo uno posiblemente o desde que me ascendieron en la compañía.

La verdad es que habían demasiadas razones para citar, lo único que sabía era que en esos momentos quizá se reía de mí desde la lejanía.

En cuanto llegué a lo que quedaba de mi apartamento esa tarde, me derrumbe en el suelo nuevamente a llorar, me sentía fracasada, me sentía una nada mientras me levantaba para contemplar los restos de mi vida.

Me miré al espejo que tenía frente a mí, o a lo que quedaba de él y me confronté cara a cara. En ese momento comprendía algo tan descabellado que hasta me desconocía, pero debía aceptarlo…

Odiaba ser yo, odiaba todo de mí. Estaba harta de todo y no sabía como pero sabía que debía hacer algo de inmediato si no, la idea de atentar contra mí se haría presente y no quería darle ese gusto a Nate, que en ese momento ya me debía una vida entera.

La primera idea de lo que fue el comienzo de un plan de venganza, había comenzado sin darme cuenta, sino hasta más tarde.

Durante los siguientes días, me aseguré de ser tan incompetente en el trabajo que Dorian, el primo de Nate y actual presidente de Donovan System, no tuvo otra opción que despedirme.

En el momento en el que me dijo con total frialdad, que estaba fuera de la empresa y que recogiera mis cosas, solo me limité a sonreírle con una extraña satisfacción que lo dejó descolocado.

—Estás loca ¡Loca de remate! —fue lo que me dijo, ofuscado y déspota, como todos los Donovan.

Pero en parte le daba la razón ¿cómo no estaría loca? Si esa familia era de lo peor, tan fríos y malvados, sin corazón, sin alma, solo lo que les generara dinero era importante para ellos. Estaba segura que ellos eran el mismísimo demonio encarnado y unas ganas de destruirlos hervía en mi estómago.

Me largué de ahí inmediatamente, pero no sin antes dejarle un pequeño regalo a Tanya en su locker…

Sí, lo llené de sapos, sabiendo que ella odiaba a los anfibios e irónicamente era más resbalosa y repugnante que los pobres animalitos. Es que era la ironía perfecta para comenzar a hacerle la vida imposible.

Aunque, juro que en ese momento creía que con eso me iba a conformar, pero no… la nueva Chloe necesitaba más que una bromilla pueril ¡Quería ver arder el mundo de Donovan System!

Durante el siguiente mes, ni yo me lo creía, me convertí en alguien que ya ni siquiera yo reconocía.

Me solté de una manera salvaje… me hundí en la bebida, en el sedentarismo y en mi propio odio. Usé parte de mis ahorros —esos que los tenía destinados a la casa de mis sueños—, para ir de bar en bar y a cada trago me alejaba más de la Chloe que una vez conocí.

La verdad era que ya no me importaba nada. Hablaba con extraños y me quedaba recostada en la barra hasta el amanecer y a veces, ni siquiera sabía cómo demonios había llegado a mi apartamento.

Una noche, decidí ir a un club con más clase, uno de gente pudiente. Ya borracha encontré a un tipo que me miraba con interés y hasta me había enviado un trago a mi mesa ¡Vaya error de su parte!

En cuestión de minutos el hombre ya estaba sentado a mi lado, pero para nada se estaba divirtiendo en cuanto comencé a contarle mi triste historia entre lágrimas y frases desesperadas.

Le dije cuanto odiaba a mi ex —obviamente no podía decir su nombre, posiblemente había gente que lo conociera y no me convenía aquello—, que el tipo que creía me amaba, que me decía y me “demostraba” que me amaba, me había arruinado, que lo había perdido todo por él, y… que quería venganza.

Ya con mi mente nublada debido a todos esos shots de ron que me empiné sin pensar, en cuanto menos lo esperé salí de control, tomé al pobre tipo de la camisa y comencé a gritarle escandalizada, desesperada.

—¡Dime, Julián! ¡Ayúdame, hombre! —exclamaba a milímetros de su molesta cara, mientras arrastraba las palabras— ¡Dime, como puedo hacerlo pagar!

Puedo jurar que el tipo me miraba como si fera una loca y, de hecho, no lo culpo, hasta me lo gritó mientras se deshacía con fuerza de mi agarre. Pero eso no quedó allí, se quejó con el guardia de seguridad. Casi me sacan del club , pero utilicé lo que quedaba de mis encantos para persuadir.

—Se lo suplico… le prometo que me voy a comportar ¿Sí?

Sabía que eso era mentira, pero no me importaba con tal de quedarme un poco más para hundirme en mi miseria, que era lo que más me importaba, porque ¿qué más podría importar?

Me volví a sentar en mi asiento, molesta y tambaleante. Comencé a tamborilear mis dedos sobre la mesa, porque ya todos me estaban viendo como si fuese un bicho raro.

Y entonces lo ví… Venía entrando acompañado de tres posibles amigos, o colegas de trabajo.

Maxwell Donovan, el hermano de Nate.

Mi estómago se revolvió y quise vomitar cerca de la mesa de la par, haciendo que la pareja que estaba gustosa allí, se levantara para irse a otra parte.

Ese hombre alto, de cabello castaño claro sedoso… con un cuerpo tan marcado, que ni el traje escondía esos músculos de sus brazos, de sus piernas y sacudí la cabeza para seguir observando.

El siempre perfecto hermano menor tan perfecto aparentemente, tan pulcro, con sus ínfulas de grandeza y elegancia como siempre, pero yo ya sabía cómo eran todos ellos ¡Malvados hasta los huesos! Sabía que era la misma basura que su hermano.

Mientras una bar tender me servía otro trago, mis ojos no se despegaban de él. La ira, el odio, el rencor se mezclaban con el alcohol y vaya combinación más explosiva.

En ese instante, cuando vi su blanca sonrisa, lo decidí…

Ya tenía la oportunidad perfecta para conseguir la venganza que tanto añoraba…

«El imperio Donovan va a caer, por haberme destruido ¡Es lo que se merecen… En cuanto a ti, Maxwell, ¡me servirás como mi carta maestra para lograrlo! Es una promesa de Chloe Wheeler… o, mejor dicho, de Sasha Smirnova».

Ese nombre falso surgió tan fluídamente que hasta me asusté en cuanto se reveló en mi mente, pero luego sonreí, porque solo era el preámbulo de mi perfecta venganza.

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