Noche infernal

Narra Chloe Wheeler

Después de ese momento, en un abrir y cerrar de ojos, todo a mi alrededor había cambiado.

La última semana fue un infierno total, entre interminables llamadas a los invitados para cancelar el viaje de luna de miel y esa m*****a boda. Pese a las preguntas invasivas de la gente, traté de eludir el expresar la verdadera razón de la ruptura de mi estable relación con Nate.

Me daba mucha vergüenza hasta salir a la esquina y lloraba con desesperación todas las noches. Cada vez que alguien me preguntaba y esperaba los por qué, me esforzaba en ser lo más superficial posible y dar respuestas vagas.

Pero, no pasó mucho tiempo antes de que los rumores comenzaran a propagarse como esporas venenosas que me comenzaron a intoxicar.

Mi intuición —que a estas alturas ya sabía que no me fallaba—, me gritaba que Tanya tenía algo que ver con tales chismes tan acertados. Después de todo, la conocía desde que las dos entramos a la empresa como simples secretarias de recepción de la empresa Donovan System, hacía ya diez años. Por lo cual, seguíamos viéndonos todos los días en el trabajo, era inevitable.

Cada vez que nuestros caminos se cruzaban, la rabia ardía en mi pecho como incontrolable fuego ¿Cómo podía esa mujer seguir con su vida como si nada?

La descarada había tenido el valor de acercarse una sola vez a mí.

—Chloe, amiga, por favor… ¡déjame explicarte!

Antes de que pudiera siquiera formular su asquerosa frase le di la espalda; sintiendo que las piernas me flaqueaban me fui retirando de su presencia y por Dios ¡qué difícil fue!

¡Ni hablar! No quería escuchar sus mentiras, ni una sola palabra ¡Ella no tenía derecho! Solo deseaba escapar del infierno al que Nathaniel me había arrastrado lentamente, sin que yo siquiera me diera cuenta.

Pero, tras ese intento fallido de acercamiento, algo cambió en Tanya…

Su actitud hacia mí se transformó en un tris: Ya no trató de hablarme una sola vez más y en lugar de eso, me miraba con un dejo de malicia.

Sí… ella esbozaba una sonrisa sutil y venenosa debajo de esas capas gruesas de maquillaje cada vez que pasaba frente a mí, como si verme demacrada, con ojeras y más delgada, fuera un indicio de victoria para ella ¡Sentía placer al verme destruida!

Se paseaba por las oficinas con una seguridad que me revolvía el estómago; riéndose con las compañeras de trabajo, tan campante y divertida.

Pero verla feliz no era lo que más me dolía…

Sino el solo pensamiento de que el mundo seguía girando para ella con normalidad, y muy probablemente para Nate también. Estaba segura de que ambos continuaban con sus vidas como si no hubieran destrozado la mía. Esa vida que ya daba por hecho que tenía planeada, organizada y lista para ser vivida… se desmoronó como un castillo de naipes con una ráfaga de viento.

Mi rabia y dolor no eran suficientes para describir el golpe de la traición, de la humillación y de la censura en la que Nate me tenía viviendo que habían sido para nada.

Tanya… con su risa perfecta, fingiendo que la vida seguía igual, como si no hubiera traicionado la amistad de años. En verdad me abrió los ojos… la amistad no existe.

«Todo va a cambiar… no me quedaré en el suelo viendo cómo ellos continúan con su vida como si nada», algo dentro de mí comenzaba a despertar.

A pesar de que por momentos se me olvidaba un poco la idea de hacerlos pagar con mis propias manos, esa pequeña chispa estaba en el límite y si la dejaba arder lo suficiente, no sabía de lo que sería capaz.

Los recuerdos latían dolorosamente en mi pecho y me remonté a hace tres años, cuando conocí a mi ex… a Nate, en el momento en que ascendía a secretaria de la vicepresidencia de Donovan System. Mi eficiencia y dedicación me hizo ascender mucho más que las demás y fui nombrada la asistente personal de Nathaniel Donovan.

Y aunque él al inicio siempre me dio mi lugar, con el transcurrir de un año, el contacto pasó de ser netamente laboral a algo más… íntimo; desde roces, miradas, una que otra frase coqueta con la que caí rendida hasta caer enterita a su merced, que terminabos desfogando nuestras más bajas pasiones en esa misma oficina donde de día nadie sospechaba en lo que nos convertíamos… o eso era lo que yo creía.

En cuanto él ascendió al puesto de su padre y comenzó a trabajar en otro departamento fuera del edificio, la dinámica entre nosotros cambió. Se había ido aquella relación jefe-asistente y por primera vez comenzamos a tener una autonomía que nos hizo sentir más libres para comenzar como una pareja formal.

Yo ya no lo veía como mi jefe y eso nos hizo bien… al menos por un tiempo, antes de que comenzara con sus celos enfermizos, sus manipulaciones para moldearme a su antojo, al punto que parecía más una monja que una asistente.

Pero ahora que lo pienso con claridad… ¿en qué momento creía que algo que comenzó de forma ilícita podría terminar bien? ¿Cuándo diablos me imaginé que le romance entre una empleada y su jefe podía tener un final de cuentos de hadas?

Fui una tonta, lo admito y siempre me lo recriminaré. Lo acepto, me cegué… creí en lo imposible, pero al menos esa idealización me hizo probar el duro suelo de la realidad y me despertó.

Mientras miraba a mi ex amiga restregarme su felicidad y luego de esa semana de cancelación de planes, traté de recoger los pedazos de lo que quedaba de mí. No podía seguir siendo la misma Chloe…¡No quería!

Decidida a hacer un cambio, comencé a arreglarme, pero no para ningún hombre, sino para mí.

Camié mi guardarropa, fui al salón después de años. Me arreglé como quise, con los colores, los estilos y el look que Nate tanto decía detestar.

Me solté y por primera vez, comencé a sentirme un poco como la Chloe que había olvidado antes era.

Tomé más ímpetu y me inscribí al gimnasio, cambié mi alimentación y después de un par de meses el cambio se notó.

Aquel ahogo que sentía al ver a Tanya o la incomodidad de las preguntas invasivas o de rumores sobre la amante de Nate, comenzaron a disiparse como por arte de magia, aunque era más la disciplina y se sentía bien. Respiraba mejor… caminaba con la frente en alto.

Pero lo que yo no sabá era que Nate, siempre calculador, posesivo y observador, no se quedaría de brazos cruzados.

Lo supe el día del maldito inventario bimestral de la empresa. No esperaba verlo, no lo había visto en dos meses… pero ahí estaba él, de pie frente a mí y cuando me miró me vio distinta. Vio lo radiante que estaba según las chismosas de los corredores.

Algo dentro de él se encendió y yo nunca me hubiera imaginado hasta dónde llegaba su maldad.

Esa misma noche me dirigí rumbo a mi apartamento como de costumbre, parqueé mi vehículo rojo en el parqueo subterráneo y noté que el guardia de seguridad no estaba en su puesto… lo dejé pasar.

Cerré el vehículo y me dirigí a mi morada. Cuando llegué a mi habitación mi mundo cambió abruptamente. La luz no encendía y de pronto una mano enguantada me cubrió la naríz y los ojos con un pañuelo y me amordazó con una agilidad descomunal.

Solo pude ver cómo esa figura siniestra me sometía y ningún forcejeo de mi parte fue efectivo. Lo que Nate me hizo esa noche después de verme brillar… no tiene perdón de Dios. Esa noche fue de las más infernales de mi vida ¿Cómo salir viva? La muerte me respiraba en la nuca.

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