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Capítulo 2. La verdad tras la boda

Dos semanas después

La bella Nicol, se miraba al espejo emocionada, engalanada con un delicado y elegante vestido de novia blanco inmaculado, digno de una princesa, una tiara de platino con espinelas rosas y brillantes diamantes elaborada con el motivo de una mariposa, de cuarenta quilates, zapatillas transparentes con incrustaciones de diamantes, asemejando a las de cristales de cenicienta y es que ella era una soñadora, enamorada, que amaba los cuentos de hadas y en ese momento, creía firmemente que estaba siendo la protagonista de uno.

Su madre la abrazó, sin embargo, no podía dejar de sentir esa opresión en el pecho, no pudo evitar un par de lágrimas salir.

Madre, no llores que se te correrá el maquillaje… no tienes nada de que preocuparte, Enzo me hará la mujer más feliz del mundo… ya lo viste, no escatimó esfuerzos en complacerme en todo lo que le pedí, la ropa, la decoración de la iglesia, la sala de fiestas… y la luna de miel grandiosa, hasta me llevará a su propia isla de luna de miel, ese hombre me adora, mamá ―dijo la chica sin poder contener su felicidad.

La verdad es que su madre no podía dejar de pensar en cómo se estaba dando todo, un día Enzo le pide a su esposo que le dé a su hija a cambio de no enviarlo a la cárcel y en dos semanas ya se están casando. La mujer tenía un mal presentimiento, no sabía qué era, pero no podía sacarse esa sensación de encima. Todo parecía perfecto, pero, aun así, tenía una corazonada que le decía que algo andaba mal… y que su pequeña iba a sufrir.

Así se lo comentó al marido minutos antes, le dijo que tenía miedo de lo que pudiera pasarle a su hija y él le dijo que no había nada que temer, que Enzo Ferrer no le haría daño, sin embargo, ella no estaba tan segura y esa sensación de intranquilidad, no cesaba.

Ahora estaba allí con su pequeña descendiendo las escaleras, su padre la estaba esperando, y mirando con orgullo, porque después de todo Nicoletta era el tesoro más preciado de los Parisi y la princesa de la familia.   

Llegaron a la iglesia, la joven estaba radiante de felicidad y empezó a caminar por el pasillo donde la estaba esperando, Enzo Ferrer, uno de los hombres más poderoso y rico del mundo, su príncipe azul y un peligroso y cruel mafioso, aunque esto ella no lo sabía.

Estaba ansiosa por decir los votos que la llevarían a unir sus vidas para siempre.

Su madre no podía evitar llorar de emoción viendo a su hija tan hermosa caminar por el pasillo. Por un momento se sintió orgullosa de ella, pero en cuanto vio la expresión férrea de Enzo esa sensación desapareció por completo, sustituyéndola por un sudor frío y un miedo que la atenazaba como fieras garras.

Entretanto Nicoletta no dejaba de sonreír, la ceremonia fue hermosa, el lugar lleno de flores y detalles románticos, ella se veía radiante y feliz, sus ojos brillaban más que los diamantes de su tiara, y después que el sacerdote los declaró marido y mujer y Enzo levantó su velo para darle el beso de la unión, su corazón latía tan fuerte como el paso de una carrera, y unas inmensas ganas de llorar de felicidad y de miedo comenzaron a apoderarse de ella, era la mujer más afortunada del mundo.

Esposo mío ―dijo con la voz temblorosa―. Desde que te vi por primera vez supe que este día llegaría, por fin estaremos juntos para toda la vida, te amo tanto…

Yo tengo ocho años soñando con este día esposa… y no sabes lo feliz que me hace que en pocas horas comienza mi felicidad… ―hizo una pausa―. Y tu desdicha y la de tu padre ―dijo el hombre en un tono siniestro.

Nicoletta sintió su cuerpo crisparse con miedo ante sus palabras, podía sentir una oscura sombra que se cernía sobre ella, arrojando un escalofrío sobre su corazón. Miró a Enzo y vio que su mirada era fría y dura, y que su boca se torcía en una sonrisa cruel, no había rastro alguno de ese hombre cariñoso que fue durante dos semanas.

No podía entender dónde se había ido, ahogó un gemido, porque no quería preocupar a sus padres, ella lo vio con confusión.

Veo que todavía no lo entiendes― dijo, extendiendo la mano y agarrando su brazo con fuerza, mientras ella emitía un quejido de dolor ―. Ahora eres mi prisionera y te haré lo que quiera… no escaparás de mi querida Nicoletta… después de todo dicen que los pecados de los padres, lo pagan los hijos y los de tu papá son muy grandes.

Nicoletta jadeó asustada y comenzó a suplicarle, intentó zafarse, pero él la sostuvo con más fuerza.

No se te olvide que, si no haces lo que digo, tu amado padre lo mando a la cárcel ―le susurró en un tono solo perceptible para ellos.

El sacerdote los bendijo y dio por finalizada la ceremonia, todos los invitados se levantaron y aplaudieron mientras Enzo se reía cruelmente, sin dejar de arrastrar a Nicoletta hacia la puerta de la iglesia.

Los novios recibieron una lluvia de pétalos de rosas rojas, que simbolizaban el amor eterno que sentían.

Cuando salieron a la luz del sol, Nicoletta miró al cielo y rezó para librarse de aquel loco. Pero en el fondo sabía que no había esperanza; Enzo había lanzado una amenaza en contra de ella, dejando muy claras sus intenciones, como no se había dado cuenta antes, se dijo, mientras se preparaba para el destino que le esperaba.

Pese a todo, y a pesar del siniestro sentimiento que la rodeaba, Nicoletta siguió adelante con una valiente sonrisa en su rostro, no quería mortificar a sus padres que la miraban orgullosos.

Sin poderse contener se acercó a ellos y los abrazó con tanta fuerza, como si con ese gesto se estuviera despidiendo.

Mamá, Papá, no se les olvide cuánto los amo… espero vernos pronto ―sollozó.

Nicol, ¿Por qué estás llorando? ―interrogó su madre, a quien la sospecha en su interior crecía irremediablemente.

Antes de que ella pudiera responder, habló Enzo.

Seguro es porque los deja… y ella estará muy lejos… no se preocupen, yo la cuidaré… tanto suegro, como usted cuidó a Gema ―dejó lanzar el hombre.

El rostro de Juliano palideció, siendo para el hombre esa reacción, una confesión tácita de su culpabilidad, por lo cual la rabia creció más en su interior.

Lamento decirles, que mi esposa y yo no estaremos en la fiesta de boda… yo estoy muy ansiosa de empezar desde ya nuestra luna de miel ―mencionó con una expresión de crueldad, tomándola del brazo y caminando hacia la limusina.

Mi querida Nicoletta, ahora tú y yo vamos a tener un maravilloso viaje y no quiero que nadie nos interrumpa ―dijo casi sin aliento, alejándola más y más de la iglesia.

No vayas a hacerme daño… yo te amo con toda mi alma ―sollozó Nicoletta y el hombre se detuvo.

―¿De verdad me amas? ―ella asintió―. Pero yo no te amo… así como tampoco tu padre amaba a mi hermana cuando le hizo creer que se casaría con ella.

―¿De qué estás hablando? ―inquirió ella sin comprender.

Solo espera un momento, cuando lleguemos a nuestro hotel a pasar la noche de bodas… allí te diré la verdad.

Enzo caminó decidido, arrastrando a Nicoletta, la cual no dejaba de forcejear, pero de poco sirvió, porque su esposo era mucho más fuerte que ella. La empujo hasta el auto, subió atrás y la sujetó con unas esposas.

―¡Bienvenida al infierno esposa! ―expresó con maldad, mientras Nicoletta lloraba a mares, tenía miedo, estaba atemorizada, porque ese hombre que estaba junto a ella estaba enfermo de odio ―¡Cállate! Deja de llorar como una mocosa, compórtate con una mujer.

Ella intentó ahogar su llanto y con voz entrecortada preguntó.

―¿Por qué te casaste conmigo…? ―emitió un quejido de dolor cuando el hombre volvió a sujetarla fuerte del brazo.

La verdad… tu padre provocó la muerte de mi hermana, ella se enamoró de él, esperaba un hijo y ese desgraciado se burló de ella…

Mi padre no haría eso ―sollozó―. Debe haber alguna confusión, él sería incapaz de traicionar a mi madre.

Pues, tu santo padre es un desgraciado, que destruyó a lo que más amaba en el mundo y por eso destruiré a lo que él ama más. Ahora yo deseo vengarme, para eso te he buscado, para eso me quise casar contigo… te usaré para hacer sufrir a tu padre, serás mi rehén, te haré desear morirte y cuando estés sufriendo, llamaré a tu padre para que escuche tus lamentos… eso será para mí la gloria, mientras para ustedes será el infierno desatado.

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