Dos semanas después
La bella Nicol, se miraba al espejo emocionada, engalanada con un delicado y elegante vestido de novia blanco inmaculado, digno de una princesa, una tiara de platino con espinelas rosas y brillantes diamantes elaborada con el motivo de una mariposa, de cuarenta quilates, zapatillas transparentes con incrustaciones de diamantes, asemejando a las de cristales de cenicienta y es que ella era una soñadora, enamorada, que amaba los cuentos de hadas y en ese momento, creía firmemente que estaba siendo la protagonista de uno.
Su madre la abrazó, sin embargo, no podía dejar de sentir esa opresión en el pecho, no pudo evitar un par de lágrimas salir.
―Madre, no llores que se te correrá el maquillaje… no tienes nada de que preocuparte, Enzo me hará la mujer más feliz del mundo… ya lo viste, no escatimó esfuerzos en complacerme en todo lo que le pedí, la ropa, la decoración de la iglesia, la sala de fiestas… y la luna de miel grandiosa, hasta me llevará a su propia isla de luna de miel, ese hombre me adora, mamá ―dijo la chica sin poder contener su felicidad.
La verdad es que su madre no podía dejar de pensar en cómo se estaba dando todo, un día Enzo le pide a su esposo que le dé a su hija a cambio de no enviarlo a la cárcel y en dos semanas ya se están casando. La mujer tenía un mal presentimiento, no sabía qué era, pero no podía sacarse esa sensación de encima. Todo parecía perfecto, pero, aun así, tenía una corazonada que le decía que algo andaba mal… y que su pequeña iba a sufrir.
Así se lo comentó al marido minutos antes, le dijo que tenía miedo de lo que pudiera pasarle a su hija y él le dijo que no había nada que temer, que Enzo Ferrer no le haría daño, sin embargo, ella no estaba tan segura y esa sensación de intranquilidad, no cesaba.
Ahora estaba allí con su pequeña descendiendo las escaleras, su padre la estaba esperando, y mirando con orgullo, porque después de todo Nicoletta era el tesoro más preciado de los Parisi y la princesa de la familia.
Llegaron a la iglesia, la joven estaba radiante de felicidad y empezó a caminar por el pasillo donde la estaba esperando, Enzo Ferrer, uno de los hombres más poderoso y rico del mundo, su príncipe azul y un peligroso y cruel mafioso, aunque esto ella no lo sabía.
Estaba ansiosa por decir los votos que la llevarían a unir sus vidas para siempre.
Su madre no podía evitar llorar de emoción viendo a su hija tan hermosa caminar por el pasillo. Por un momento se sintió orgullosa de ella, pero en cuanto vio la expresión férrea de Enzo esa sensación desapareció por completo, sustituyéndola por un sudor frío y un miedo que la atenazaba como fieras garras.
Entretanto Nicoletta no dejaba de sonreír, la ceremonia fue hermosa, el lugar lleno de flores y detalles románticos, ella se veía radiante y feliz, sus ojos brillaban más que los diamantes de su tiara, y después que el sacerdote los declaró marido y mujer y Enzo levantó su velo para darle el beso de la unión, su corazón latía tan fuerte como el paso de una carrera, y unas inmensas ganas de llorar de felicidad y de miedo comenzaron a apoderarse de ella, era la mujer más afortunada del mundo.
―Esposo mío ―dijo con la voz temblorosa―. Desde que te vi por primera vez supe que este día llegaría, por fin estaremos juntos para toda la vida, te amo tanto…
―Yo tengo ocho años soñando con este día esposa… y no sabes lo feliz que me hace que en pocas horas comienza mi felicidad… ―hizo una pausa―. Y tu desdicha y la de tu padre ―dijo el hombre en un tono siniestro.
Nicoletta sintió su cuerpo crisparse con miedo ante sus palabras, podía sentir una oscura sombra que se cernía sobre ella, arrojando un escalofrío sobre su corazón. Miró a Enzo y vio que su mirada era fría y dura, y que su boca se torcía en una sonrisa cruel, no había rastro alguno de ese hombre cariñoso que fue durante dos semanas.
No podía entender dónde se había ido, ahogó un gemido, porque no quería preocupar a sus padres, ella lo vio con confusión.
―Veo que todavía no lo entiendes― dijo, extendiendo la mano y agarrando su brazo con fuerza, mientras ella emitía un quejido de dolor ―. Ahora eres mi prisionera y te haré lo que quiera… no escaparás de mi querida Nicoletta… después de todo dicen que los pecados de los padres, lo pagan los hijos y los de tu papá son muy grandes.
Nicoletta jadeó asustada y comenzó a suplicarle, intentó zafarse, pero él la sostuvo con más fuerza.
―No se te olvide que, si no haces lo que digo, tu amado padre lo mando a la cárcel ―le susurró en un tono solo perceptible para ellos.
El sacerdote los bendijo y dio por finalizada la ceremonia, todos los invitados se levantaron y aplaudieron mientras Enzo se reía cruelmente, sin dejar de arrastrar a Nicoletta hacia la puerta de la iglesia.
Los novios recibieron una lluvia de pétalos de rosas rojas, que simbolizaban el amor eterno que sentían.
Cuando salieron a la luz del sol, Nicoletta miró al cielo y rezó para librarse de aquel loco. Pero en el fondo sabía que no había esperanza; Enzo había lanzado una amenaza en contra de ella, dejando muy claras sus intenciones, como no se había dado cuenta antes, se dijo, mientras se preparaba para el destino que le esperaba.
Pese a todo, y a pesar del siniestro sentimiento que la rodeaba, Nicoletta siguió adelante con una valiente sonrisa en su rostro, no quería mortificar a sus padres que la miraban orgullosos.
Sin poderse contener se acercó a ellos y los abrazó con tanta fuerza, como si con ese gesto se estuviera despidiendo.
―Mamá, Papá, no se les olvide cuánto los amo… espero vernos pronto ―sollozó.
―Nicol, ¿Por qué estás llorando? ―interrogó su madre, a quien la sospecha en su interior crecía irremediablemente.
Antes de que ella pudiera responder, habló Enzo.
―Seguro es porque los deja… y ella estará muy lejos… no se preocupen, yo la cuidaré… tanto suegro, como usted cuidó a Gema ―dejó lanzar el hombre.
El rostro de Juliano palideció, siendo para el hombre esa reacción, una confesión tácita de su culpabilidad, por lo cual la rabia creció más en su interior.
―Lamento decirles, que mi esposa y yo no estaremos en la fiesta de boda… yo estoy muy ansiosa de empezar desde ya nuestra luna de miel ―mencionó con una expresión de crueldad, tomándola del brazo y caminando hacia la limusina.
―Mi querida Nicoletta, ahora tú y yo vamos a tener un maravilloso viaje y no quiero que nadie nos interrumpa ―dijo casi sin aliento, alejándola más y más de la iglesia.
―No vayas a hacerme daño… yo te amo con toda mi alma ―sollozó Nicoletta y el hombre se detuvo.
―¿De verdad me amas? ―ella asintió―. Pero yo no te amo… así como tampoco tu padre amaba a mi hermana cuando le hizo creer que se casaría con ella.
―¿De qué estás hablando? ―inquirió ella sin comprender.
―Solo espera un momento, cuando lleguemos a nuestro hotel a pasar la noche de bodas… allí te diré la verdad.
Enzo caminó decidido, arrastrando a Nicoletta, la cual no dejaba de forcejear, pero de poco sirvió, porque su esposo era mucho más fuerte que ella. La empujo hasta el auto, subió atrás y la sujetó con unas esposas.
―¡Bienvenida al infierno esposa! ―expresó con maldad, mientras Nicoletta lloraba a mares, tenía miedo, estaba atemorizada, porque ese hombre que estaba junto a ella estaba enfermo de odio ―¡Cállate! Deja de llorar como una mocosa, compórtate con una mujer.
Ella intentó ahogar su llanto y con voz entrecortada preguntó.
―¿Por qué te casaste conmigo…? ―emitió un quejido de dolor cuando el hombre volvió a sujetarla fuerte del brazo.
―La verdad… tu padre provocó la muerte de mi hermana, ella se enamoró de él, esperaba un hijo y ese desgraciado se burló de ella…
―Mi padre no haría eso ―sollozó―. Debe haber alguna confusión, él sería incapaz de traicionar a mi madre.
―Pues, tu santo padre es un desgraciado, que destruyó a lo que más amaba en el mundo y por eso destruiré a lo que él ama más. Ahora yo deseo vengarme, para eso te he buscado, para eso me quise casar contigo… te usaré para hacer sufrir a tu padre, serás mi rehén, te haré desear morirte y cuando estés sufriendo, llamaré a tu padre para que escuche tus lamentos… eso será para mí la gloria, mientras para ustedes será el infierno desatado.
Nicol no dejaba de llorar, las lágrimas corrían como cascadas por su rostro. Eso enfureció a Enzo, quien se giró hacia ella y tomó con violencia su mentón apretándola con fuerza, mientras la joven lo miraba con una expresión de miedo.―¡Cállate de una vez! No soporto verte llorar, me irritas y me pones de mal humor.—¿Por qué me haces esto? Yo… te amaba… soñaba contigo, con ser tu esposa, y ser… feliz a tu lado —dijo ella con voz entrecortada.—Eso es para que veas que los sueños se convierten en pesadillas… y te voy a dar un consejo, espero que nunca te olvides, el amor te hace vulnerable y te destruye… no debiste haberte enamorado… siempre a quien terminas amando acaba convirtiéndose en tu verdugo, como lo fue tu padre de mi hermana cuando se burló de ella y la dejó embarazada, llevándola a la muerte y ahora yo seré el tuyo —dijo con crueldad.—Mi papá, no pudo haberse burlado de tu hermana… él no es capaz de hacer eso… mi papá es un buen padre y esposo… muy familiar, jamás ha sido
—¿Quién demonios te crees para hablarme así? ¿Qué me estás diciendo? —gritó él casi en un ataque de furia incontrolable.—Que me dejes en paz, que no me toques, que no me trates como si fuera una mujer que vende su cuerpo. Anda, ¡Ve a tu cuarto a cogerte a tus mujeres y déjame a mí en paz! Porque si en algún momento llegué a creerte un príncipe azul, ahora me doy cuenta, que solo eres una porquería de hombre —dijo con vehemencia mientras lo miraba con esos ojos azules tan agitados como las olas del mar.Lo que no esperó Nicol, fue recibir la bofetada del hombre golpeándola en la boca, dejando por un momento a la chica aturdida y con el sabor metálico de la sangre, mientras expresaba con odio.—¡A mí no me hables así! Porque esa bofetada es nada comparada con lo que te haré si vuelves a hacerlo.Aún no había terminado de hablar, cuando de vuelta recibió una bofetada de la joven, quien extendió el brazo y lo golpeó por el rostro.—¡Y tú no vuelvas a golpearme en tu vida! —exclamó con un
―Hazme el favor de levantarte, si crees que con esta actuación lograrás conmoverme, estás equivocada… no existe nada en el mundo que me conmueva, ni que me haga más humano… la única que lograba hacer eso era mi hermana y tu maldit0 padre, la acabó, solo agradécele a él ―le dijo sacudiéndola con fuerza.La cabeza de Nicol se tambaleaba de un lugar a otro como si fuera la de una muñeca, lo que enfurecía más al hombre que pensaba que la joven estaba actuando.―¡Párate o juro que te dejaré aquí! ―espetó con odio.La fiebre la tenía delirando y en medio de sus delirios, Nicol se imaginaba en un mundo donde era feliz.Enzo la soltó de manera despectiva.―Si no quieres levantarte, entonces quédate allí ―expresó soltándola y la joven se rodó en la bañera, aunque su cabeza no se hundió.Enzo la observó una vez más y trató de ignorar su condición, pero aun así no pudo evitar notar la palidez de su rostro, sus ojos brillantes y sus labios entreabiertos respirando con debilidad.Se disgustó porqu
Por fin, un par de días después Nicol, se sentía más recuperada, aunque su cuerpo había quedado debilitado, por lo menos sentía que podía levantarse, alimentarse, bañarse, por eso apenas abrió los ojos y vio a la mujer que la había cuidado entrar con otra señora que traía una bandeja de comida y le pidió productos de aseo personal.―Disculpe, ¿Sería tan amable de conseguirme una pastilla de jabón y un champú para bañarme?, por favor ―apenas la petición salió de sus labios, la mujer comenzó a burlarse de ella.―Mira muchachita, vamos a dejar algo en claro, cuando te dirijas a mí lo haces como señorita Gia, segundo, no soy amable, todo lo contrario, la gente me da igual, y tercero ¿Crees que esto es un hotel cinco estrellas o que estás en un complejo vacacional donde ibas con su familia rica? » Pues si crees eso estás equivocada, aquí no hay ningún privilegio para ti, como dijo Enzo, aquí no viniste a disfrutar de tu estadía, si quieres ir a bañarte, lo harás en tu hora de comida en el
Minutos antes En ese momento, Enzo veía la foto de su hermana, mientras mantenía una copa en su mano, era imposible no quebrarse cada vez que la observaba, sobre todo en esa fecha donde se cumplía un aniversario más de la muerte de sus padres y lo único bueno y puro que le había quedado era su hermana, la cual le había sido arrebatada sin misericordia.Gema había sido como su hija, cuando sus padres fueron asesinados, ella tenía diez años y el dieciséis, solicitó su emancipación solo para poder quedarse con su custodia y protegerla, pero no lo hizo bien y a Gema le costó la vida.Ella había sido la única luz en su camino, en esos momentos de mayor tormenta, cuando decidió continuar con el legado de terror y maldad de su padre, después que el desgraciado de Mackenzo decidiera acabar sus vidas.―¡Maldit0 desgraciado Mackenzo! Pero seguramente debes estar retorciéndose en el infierno que tú mismo te buscaste ―espetó en voz alta y hasta con una expresión de satisfacción al recordar como a
Por instrucciones de Enzo, Nicol iba a ser llevada por Giorgi a una de las celdas de la mazmorra, para llamar al médico para que la revisara… porque no quería dejarla en el área de servicio, por temor a que Gia accediera a ella y le causara daño.Nicol abrió los ojos lentamente, no supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, solo sintió una mano sujetándola gentilmente, para correrla, ya estaba toda empapada, se imaginó que era para limpiar la mugre sobre ella.Nicol, levantó su cabeza y vio a un hombre de mediana edad, acariciándole suavemente la mejilla y casi al instante, ella sintió que le colocaba un abrigo encima, no pudo evitar que el contacto de la prenda en su piel le doliera. La persona la cargó en sus brazos, mientras ella lloraba desconsoladamente.―Por favor, ¡Máteme! Ayúdeme a morir ―pronunció Nicol casi sin aliento y en un prolongado sollozo.Realmente, eso era lo que quería cerrar sus ojos y no volver a abrirlos más, sumergirse en la niebla, de la inconsciencia, del olvido…
Nicol intentó agarrar al guardia para que soltara a Ziola, pero el hombre le dio un puñetazo en la cara y la derribó. Nicol intentó levantarse, pero fue arrastrada hasta la puerta de la celda y arrojada al pasillo. Oyó gritos y golpes mientras el hombre se alejaba con Ziola. Nicol permaneció tirada unos minutos, incapaz de moverse o de pensar en nada. Tenía los ojos llenos de lágrimas y su cara estaba ardiendo por el dolor del puñetazo. Se preguntaba qué le harían a Ziola. No quería ni siquiera imaginarlo. ―¿Hasta cuándo me tocará vivir esto? ―se dijo arrastrándose de nuevo al interior de la celda, para luego sostenerse y lanzarse de pecho en el catre, era la única manera para poder estar sin dolor y que sus heridas no empeoraran. Cerró los ojos y se quedó dormida, soñó que alguien se le acercaba, y le pasaba con suavidad la mano por sus heridas provocadas por la tortura. El dolor se alivió al sentir que le agregaban una fría pomada. Intentó abrir los ojos y vio a Enzo, quería prot
Momento antesEnzo no podía dormir, aunque nunca lo hacía, apenas algunas noches solo lograba dormir un par de horas nocturnas, cualquiera diría que los remordimientos no lo dejaban que lo hiciera, pero eso era mentira, nunca sentía remordimientos de nada, solo había amado en su vida a sus padres y a su hermana, ella fue quien mantuvo por un tiempo viva su humanidad, del resto sentía que nadie se merecía su amor. Caminó por su despacho, se sirvió un vaso de whisky y se lo tomó de un solo trago mientras pensaba en los acontecimientos de los últimos días, estaba tan absorto en sus pensamientos que no escuchó los pasos del hombre que entró a la habitación, fue cuando este le dijo: —Capo di tutti capi… hay intrusos en la hacienda —dijo Andrea, uno de sus hombres más leales.—¿Y qué esperas para atraparlos? —espetó furioso por la ineficiencia que estaban mostrando sus hombres—. ¿Quiénes estaban de guardia?—Estamos en eso, se han atrapado algunos. Uno de los hermanos Rullo —dijo el hombr