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Venganza Inmerecida
Venganza Inmerecida
Por: Jeda Clavo
Capítulo 1. Acepto casarme contigo

Prefacio

Gema Ferrer, lucía un hermoso vestido blanco inmaculado, ese era el mejor día de su vida, estaba a punto de casarse con el amor de su vida Juliano Parisi… aunque se había ido de casa, porque su hermano no aceptaba a su futuro esposo, decía que era un hombre interesado, que solo quería casarse con ella por su dinero y que ahora que sabía que no le iba a dar ni un centavo, la dejaría porque solo estaba jugando con ella, sin embargo, Gema no le creía a su hermano, amaba con locura a ese hombre y estaba segura de que era recíproco, además, estaba esperando un hijo suyo.

No pudo evitar recordar la discusión con él de unos días atrás.

“―Ese hombre no te ama Gema, solo quiere tu dinero… si fueras cualquier chica y no una Ferrer, hermana del hombre más poderoso y temido de este país, ni siquiera te miraría ―expresó el hombre sin poder contener, su enojo―. Ese hombre no es de confianza, tiene un pasado oscuro, no eres la primera mujer en caer en sus redes… digas lo que digas Gema, tarde o temprano te lastimará.

―Eso no es cierto, él tiene su propio dinero, no necesita el mío, además, esos son habladuría de la gente de que tiene pasado oscuro, así como dicen de ti que eres un mafioso y eso es mentira ¿O no? No sé porque siempre crees que la gente va detrás de ti por interés ¡Es una lástima que seas de esa manera! No entiendo cómo puedes vivir desconfiando de todo el mundo, hasta de tu sombra ―espetó la chica con disgusto, mientras empezaba a preparar su maleta.

―Debes dejarlo Gema, ¡Es una orden!

―No va a suceder Enzo, no lo dejaré porque Juliano y yo vamos a casarnos ―afirmó ella, mientras se disponía a salir de su habitación.

―Es un hombre caído en desgracia, que ha perdido todo su dinero ―recriminó―. Es calculador y ambicioso, no se acerca a nadie, solo lo hace a cambio de algo. No le importas, solo te quiere por tu dinero, seguro te abandonará, después de conseguir la fortuna que heredarás ―volvió a decir enojado, mientras la observaba, con la esperanza de que ella reaccionara y se diera cuenta de lo que hacía.

―Eso no es cierto, él me ama, además, estoy embarazada de su hijo ―respondió la chica, sin ninguna duda.

―Eres una niña tonta, no tienes idea de lo que es el amor. Te va a destruir cuando te des cuenta no vas a poder hacer nada para remediarlo. Ese hombre es mucho mayor a ti, te lleva veinte años.

―¿Y qué importa la edad? Lo único importante es que nos amamos con locura y no voy a permitir que tú por amargado destruyas nuestra felicidad.

―Te lo advierto Gema, juro que si sales de aquí no te daré ningún centavo, no te recibiré de nuevo en esta casa, hasta que no rompas con ese tipo ―articuló inflexible.

―No me importa tu dinero hermano, por ley debes darme el patrimonio que me corresponde y lo quiero ¡Ya!

―Te estás equivocando.

―Si me equivoco no le echaré la culpa a nadie y espero que a ti tus millones te hagan feliz, para mí hay cosas más importantes que lo material ―habló la chica con convicción.

―Si sales de aquí sin mi bendición, me haré de cuenta que has muerto ―declaró enfático y ella asintió.

―¡Entonces que así sea hermano! ―y con esas palabras abandonó la casa”.

Mientras esperaba nerviosa a la entrada de la iglesia, Gema sentía que su corazón se hundía a cada minuto que pasaba. Sus sueños de una vida junto a su amado parecían escaparse de sus manos. Había invertido mucho en su negocio de construcción, creyendo que trabajarían juntos para construir un futuro seguro para su hijo no nacido.

Sin embargo, los minutos se convirtieron en horas, hasta que vio llegar a uno de los amigos de su novio.

―¿Dónde está Juliano? ―preguntó con preocupación.

―Lo siento Gema, él no va a venir ―respondió el hombre con tristeza.

―¿Por qué no vendrá? ¿Le pasó algo?

El hombre dibujó una expresión de tristeza.

―Lee esta carta Gema, allí están las respuestas a tu pregunta ―le dijo el hombre entregándole la carta.

Ella tomó el papel con manos temblorosas, la abrió, sin embargo, el hombre no esperó por ella, sino que mientras leía, huyó.

“Querida Gema,

Cuando leas esta carta, espero que me puedas comprender… eres una mujer extraordinaria, maravillosa… que me cautivó con su dulzura. Desde el primero momento en que te vi… me atrajiste como tenía mucho tiempo que ninguna mujer lo hacía, las horas que pasé contigo fueron las más hermosas de mi vida.

Pero no puedo seguir con esta relación. Aunque me gustas mucho, no te quiero Gema, no te amo como tú mereces... por eso he decidido terminar con nuestra relación, lamentablemente no puedo casarme contigo… soy un hombre casado, con una hija de diez años, mi pequeña, Nicol, ella es mi adoración y no puedo abandonarla… lo siento mucho… el dinero que invertiste en mi empresa te lo regresaré con intereses… espero que puedas cuidar de mi hijo y que no me guardes rencor por mis acciones... no tengo excusa para darte, solo sé que soy un imbécil por dejarte ir. Espero que encuentres a alguien que pueda devolver ese brillo en tu mirada. Juliano Parisi”

Gema no podía creer lo que leía, miraba una y otra vez la carta, esperando que las letras desaparecieran, el dolor era lacerante, su hermano tenía razón, Juliano no la amaba, había sido un hombre calculador que solo deseaba su fortuna, le quitó todo su dinero, la abandonó con un embarazo y la dejó sola.

La chica sintió como una nube negra la acompañaba, la desesperación la enloqueció y salió corriendo por la calle sin rumbo fijo, sintiendo el dolor de la traición, de la vergüenza, en su intento por escapar de su tristeza, no se dio cuenta del vehículo que venía pasando a toda velocidad y cruzó la vía sin ver, el sonido de los frenos chirriando, el golpe en su humanidad que la hizo volar por los aires, hasta volver a caer estrellándose contra el pavimento.

Y allí yacía Gema Ferrer en el medio de la calle, totalmente inerte, en medio de un charco de sangre mientras empuñaba en su mano, la maldit4 carta, esas letras que acabaron con su sueño, con sus ilusiones, con su vida y la de su hijo.

Ocho años después

Enzo miraba atentamente a uno de los hombres que más odiaba en la vida, sentado rogándole para que no lo arruinara, nada más y nada menos que el mismísimo Juliano Parisi, causante de la muerte de su hermana hacía ocho años.

―No puedes hacerme esto Enzo… tú me habías dicho que el préstamo era para pagar en un plazo de diez años, solo llevamos la mitad, yo no esperaba reembolsar esa cantidad de dinero, me descapitalizaría, tendría que vender hasta mi casa… no puedo dejar a mi familia en la calle.

―¡Eso no es mi problema Parisi! Es tu culpa que estuvieras emocionado por recibir el dinero y no te dieras cuenta de lo demás, debiste leer las letras pequeñas del contrato ―dijo con firmeza.

―Por favor Enzo, debe haber algo que pueda hacer… no me devastes de esta manera… me prometiste que el préstamo no me arruinaría…―dijo en tono suplicante.

―Eso es una mentira… yo solo te dije que no exigiría el pago hasta llegado el momento estipulado en el contrato… ¿Y qué crees? Llegó el momento. Además, te informo que me pediste desembolsar una gran cantidad de dinero para pagar a tus acreedores… yo te lo di y llegó también el momento de pagar.

―Sabes que no tengo ese dinero ―sollozó el hombre.

―Entonces vas a ir a parar a la cárcel, porque yo no soy fundación de beneficencia para estarte regalando dinero.

―No puedo ir a la cárcel, no podría llenar de vergüenza a mi pequeña, Nicol… por favor no me hagas esto… en dos días cumple sus dieciocho años… añora una fiesta de ensueño, no me hagas decepcionar a lo que más amo en el mundo… tú estás actuando de mala fe en mi contra ¡¿Por qué?! ―exigió saber.

―¿Me estás acusando de estar lleno de malas intenciones? Dime ¿Qué pruebas tienes? ¿Se te olvida todas las veces que me pediste dinero y te di…? ¿Las veces que saqué a tu empresa de problemas sin pedirte nada a cambio? ―expresó y el otro hombre bajó la cabeza sosteniéndola entre sus manos.

―Dame una oportunidad… dame unos meses, por favor ―dijo suplicante, sin ocultar su desesperación.

―Lo lamento ¡El tiempo se venció! ―pronunció Enzo de manera inmisericorde.

―Debe haber algo que pueda hacer ―siguió diciendo el hombre―, por favor Enzo, ¡No me hagas esto! ¡Por lo que más quiera!

―¿Lo que más quiero? Lo que más quiero ya no lo tengo… me ha sido arrebatado por un miserable, al que tarde o temprano… se las voy a cobrar con intereses ―señaló mirándolo con odio, se quedó pensativo y luego agregó―. Quizás si haya algo que puedas hacer. Quiero que renuncies al cargo de presidente de tu empresa, ¡Y quiero a tu hija!

El rostro del hombre enrojeció, no podía creer lo que estaba escuchando.

―¿Qué? ―balbuceó el hombre desconcertado.

―No te quieras hacer el tonto conmigo, me entendiste muy bien, quiero a tu empresa y a tu hija ¡Las quiero! A las dos y ¡Las tendré! Después de todo por algo soy el temible Barón Ferrer —le dijo apenas en un murmullo, haciendo palidecer el rostro del hombre. 

―¿Tú eres el mafioso? —pronunció abriendo la boca sorprendido—¿Por qué me hiciste tu objetivo? ¿Por qué quieres a mi hija, mi empresa? ¡¿Qué se supone que quieres que haga?!

―Es muy fácil… puedes entregarme tu empresa y te instalo en un cargo menor… no se detallarán los cargos.

―¿Y por qué mi hija? ―Seguía sin entender.

―¿No te das cuenta de que el dinero me importa un bledo? ¡Quiero a Nicol! La quiero hacer mi esposa.

―¿Estás loco? ¡Olvídalo!

―¿Qué te parece más? ¡¿Tu hija, o caer en la cárcel?! ―indicó con una sonrisa siniestra.

―Eres un sádico y psicópata… no te daré a mi hija, primero soy capaz de… ―dejó caer su cabeza en sus manos―. Es apenas una niña, de dieciocho… tú eres un hombre de treinta y tres años y un mafioso…

―Tienes doce horas para decidirte… si no empezaré a ejecutar mis decisiones. Ahora ¡Largo de mi oficina!

El hombre no podía creer lo que estaba escuchando, era imposible, ¿Cómo podía aquel monstruo querer a su hija? No tenía sentido, pero no podía arriesgarse a enfrentarlo, así que decidió irse y pensar bien las cosas. 

Enzo era un hombre de negocios, inclemente, un asesino, no había un ápice de bondad, ni de misericordia en su interior, su último rastro de humanidad lo había perdido cuando le tocó reconocer a su hermana en la morgue y estaba acostumbrado a obtener lo que quería, no aceptaba un no por respuesta… estaba seguro de que Juliano aceptaría su trato y de allí empezaría realmente su venganza… aunque pudo simplemente matarlo, no quiso hacerlo, quería acabarlo lentament.

Tampoco se conformaría con destruirlo económicamente, quería que sintiera el dolor que sintió él cuando su hermana murió por su culpa… quería destruir a ese hombre y la mejor manera, era poniendo a sufrir y destruyendo a lo que más amaba a su hija.

***** 

Juliano llegó a la casa y lo estaba esperando su hija, quien corrió a abrazarlo, era una chica caprichosa, consentida, acostumbrada a hacer y a obtener todo lo que quería, aunque muy amorosa con sus padres.

―Papá ¿Qué tienes? ¿Por qué estás así? ―y el hombre negó con la cabeza.

―Lo siento hija… te juro que no quería provocarte una vergüenza, preferiría meterme una bala en la sien, antes de hacerte sufrir ―sollozó el hombre.

―¡No digas eso papá! Nunca vuelvas a repetirlo… si haces eso, sería como si me dispararas a mí misma… no podría vivir sin ustedes, son mis más grandes amores. Dime ¿Por qué estás diciendo esas cosas? 

Su padre negó con la cabeza.

―No te preocupes, hija… yo voy a encontrar una forma de resolver todo ¡Te lo prometo!

Ella asintió e hizo como si se había retirado, pero la verdad, es que se había quedado escuchando tras la puerta, mientras su padre le contaba a su madre.

―Juliano, ¿Cómo dejaste que esto llegara a ese estado? Debiste denunciar a Giulio en el momento, ahora tú no puedes ir a la cárcel, debe haber una forma de salir de todo esto. ¿Por qué el señor Ferrer te está tratando así? Si siempre acudía en tu ayuda como si fuera un ángel enviado.

―No lo sé mujer, ahora se ha convertido en el propio demonio. Me está pidiendo la empresa, se la puedo dar sin problema… no me importa, ir a la ruina, mientras ustedes están conmigo, puedo empezar de nuevo… pero el otro precio es demasiado alto.

―¿Qué te está pidiendo? ―preguntó la mujer sintiendo un sudor frío recorrerle la espalda porque se estaba imaginado cuál era esa solicitud.

―Me está pidiendo que le dé a Nicoletta para casarse y yo no puedo hacer eso ―su esposa llevó la mano a la boca sorprendida, mientras Nicoletta, dibujaba una sonrisa de satisfacción.

“¿Me quiere a mí? ¿Enzo Ferrer me quiere a mí?” se dijo mentalmente con emoción, porque ella siempre lo había admirado y amado en silencio, desde la primera vez que lo vio llegar a esa casa, lo vio hermoso, inalcanzable y desde ese momento se ganó su corazón y ahora la quería, no podía contener su emoción.

Subió a su habitación, se cambió de ropa por un vestido elegante, se colocó unos tacones y se maquilló de manera suave, tomó su cartera, salió corriendo de su casa, agarró un taxi y le pidió que la llevara a Industrias Ferrer.

Cuando llegó entró con todo su porte de elegancia. No se anunció porque se sabía el camino perfectamente y subió en el ascensor al piso de presidencia, cuando llegó la secretaria se quedó viéndola con sorpresa.

―¿Cómo llegó usted aquí? ―interrogó la mujer con seriedad.

―¡Seguro volé! ―dijo con sarcasmo―. Por favor, anúncieme con el señor Enzo Ferrer.

―¿Tiene cita? ―interrogó la mujer.

―No tengo, pero cuando sepa quién soy yo me recibirá… dígale que soy Nicoletta Parisi.

No fue necesario que la mujer la anunciara, porque en ese momento estaba llegando Enzo Ferrer con su séquito de guardaespaldas y la había escuchado hablar.

―¿Qué vienes a hacer aquí? ―interrogó el hombre mientras ella se giraba y se quedaba observándolo con esos hermosos ojos verdes hechizantes.

―Vengo a darte mi respuesta… acepto casarme contigo, pon la fecha, la hora y el lugar y allí estaré ―dijo la chica con firmeza sin dejar de observarlo con interés, mientras él la miraba con una enigmática expresión que para quienes lo conocían, solo significaba peligro.

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