—¿Quién demonios te crees para hablarme así? ¿Qué me estás diciendo? —gritó él casi en un ataque de furia incontrolable.
—Que me dejes en paz, que no me toques, que no me trates como si fuera una mujer que vende su cuerpo. Anda, ¡Ve a tu cuarto a cogerte a tus mujeres y déjame a mí en paz! Porque si en algún momento llegué a creerte un príncipe azul, ahora me doy cuenta, que solo eres una porquería de hombre —dijo con vehemencia mientras lo miraba con esos ojos azules tan agitados como las olas del mar.
Lo que no esperó Nicol, fue recibir la bofetada del hombre golpeándola en la boca, dejando por un momento a la chica aturdida y con el sabor metálico de la sangre, mientras expresaba con odio.
—¡A mí no me hables así! Porque esa bofetada es nada comparada con lo que te haré si vuelves a hacerlo.
Aún no había terminado de hablar, cuando de vuelta recibió una bofetada de la joven, quien extendió el brazo y lo golpeó por el rostro.
—¡Y tú no vuelvas a golpearme en tu vida! —exclamó con una valentía que no sabía siquiera que la tenía, porque nunca necesitó usarla —. Porque sé defenderme.
De inmediato, Enzo rodeo su cuello con una mano y la tomó con fuerza, pegándola contra la pared, al punto de sentir el duro concreto golpeando su cabeza.
—¿Cómo te atreves a golpearme a mí? ¡¿Tienes idea de quién soy?! —preguntó sin dejar de presionarla, al mismo tiempo que ella sostenía sus manos tratando de alejarlo de su cuello—. Es hora que sepas a quien se atrevió a ofender tu padre y a quien has osado tú golpear… soy el Barón, El diablo Ferrer… —sus palabras fueron interrumpidas por la voz furiosa de Nicol-
—A mí no me importa nada quien seas… te he dicho que no me toques y aléjate de mí… —susurró en un murmullo mientras trataba de deshacerse de las manos que apretaban a punto de ahogarla.
—¿Crees que puedes desafiarme? —hizo una pausa para mirarla y sonreír altanero—. Es una pena que una mujer tan joven como tú tenga un carácter tan horrible.
—¡No te hables a ti mismo! —exclamó ella desafiante.
—¡Cállate! —gritó, Enzo sin dejar de apretarla y con una mano atrapó su blanca y suave melena jalándola hacia atrás, al punto que ella sentía el dolor en su cuero cabelludo—. Súplica que te suerte y quizás pueda hacerlo.
—No voy a suplicarte —dijo con voz ahogada—. Quieres matarme ¡Hazlo! ¿Qué te lo impide?
—Me lo impide que tu padre debe vivir el infierno que he vivido yo durante ocho años, desde que destruyó a mi hermana, llevando a su hijo en el vientre… debe llorar lágrimas de sangre cuando acabe contigo, aunque lo haré lentamente, te vas a desesperar hasta que busques la muerte por tus propias manos… pero no te lo permitiré hasta no estar por completo satisfecho, me cansaré de humillarte, te obligaré a desearme, a amarme… te haré lo que yo quiera. ¡TE HARÉ VIVIR EN EL INFIERNO!
—Entonces, vas a esperar sentado… porque si en algún momento tuve algún sentimiento por ti, este lo has acabado, así que tendrás que venir a vivir conmigo en el infierno —dijo ella.
De pronto se escucharon unos golpes en la puerta y el aprovechó ese momento para soltarla con fuerza, haciéndola caer al suelo con un golpe seco, Nicol tomó la ropa y se cubrió por encima mientras él abría la puerta.
—¡Pasen adelante! —lo escuchó exclamar con un tono burlesco—. Bienvenidas a mi noche de luna de miel, espero que ustedes si puedan complacerme, porque la insípida que escogí por esposa, es que ni siquiera me inspira un mal pensamiento.
Si ella tenía duda de lo ruin que era su ahora esposo, estás se dilucidaron al ver a tres mujeres entrar ataviada con las réplicas de su vestido de novia, el darse cuenta de eso, tuvo el efecto en ella semejante a un fuerte golpe en su estómago, le dio un ataque de pánico, sintió que el aire le faltaba, tenía la sensación de estar en una pesadilla.
“Él no puede estar haciéndome esto, es humillante, inhumano”, la impresión fue tal que cayó en el piso, cerró los ojos tratando de contener las lágrimas, pero no fue posible, en cuestión de segundos su cara se bañó de lágrimas y su cuerpo se estremeció producto de sollozos incontrolables.
Sin embargo, eso no conmovió para nada a Enzo, su mayor satisfacción era verla así, era un perverso y depravado que disfrutaba haciendo sufrir a otros, sobre todo a sus enemigos, a quienes habían osado a ofenderlo. Lo que no sabía es que un día no muy lejano, le tocaría a él vivir su propio infierno y que cada cosa que le hacía terminaría pensándole.
Entretanto, las tres mujeres obedecieron sus órdenes, él se acercó a la última, una mujer morena con una sonrisa obscena.
—Ven querida, enseñémosle a ella como debe ser una mujer verdadera para complacer a un hombre.
Comenzó a besarla, luego tomó a otra a la rubia y empezó a bailar con ella.
—¡Qué tenemos aquí! —exclamó la mujer morena de cabello corto y negro—. Parece que la pequeña y mimada señorita de los Parisi está llorando porque no quiere compartir su juguete.
—Siempre acostumbrada a ser la estrella que más brilla, y ahora resulta que no es nada —dijo la de cabello rojizo.
―Es una pobre criatura hija de mamá y papá ―dijo la rubia, restregándose en contra de Enzo.
Entre tanto, la joven permanecía sentada en el suelo llorosa, mientras que las otras mujeres se reían, cuando vio como él las acariciaba, las besaba, se tocaban sin ningún pudor, ella los miró con dolor, no pudo soportar las arcadas y salió corriendo al baño.
Y allí se quedó, se metió a la bañera, abrió los grifos tratando de que el ruido del agua ahogara lo que ocurría en la habitación contigua… pero eso no sucedía, a medida que avanzaba la noche los escuchó practicar actos en cama sórdidos, sus gemidos eran sonoros, ella se tapaba los oídos, pero no podía evitar oírlos.
A Enzo lo complacía comportarse con crueldad y humillación en contra de Nicol, ella sollozaba acostada en posición fetal en el suelo del baño, su llanto era desgarrador, mientras rogaba porque todo eso se tratara de una pesadilla de la cual pronto despertaría.
Escapó de esa realidad, pensando en otra cosa, creándose un perfecto mundo en su imaginación para no sufrir, porque cada acción en su contra, abría un profundo abismo dentro de la chica y allí se quedó dormida.
A la mañana siguiente, Enzo golpeó la puerta para que ella abriera, pero ella no lo hizo.
―Abre la puerta Nicol, no hagas que la abra a la fuerza ―espetó sin poder contener el corazón palpitante, pero como ella permanecía en silencio y sin obedecer su orden, pateó la puerta con violencia hasta abrirla.
Y allí estaba Nicol dentro de la bañera mojada con su cuerpo tembloso y con un aspecto totalmente roto y vulnerable.
―¡Levántate! ―ordenó―. No te hagas la víctima contigo ni intentes darme lástima porque no lo vas a lograr.
Como ella permanecía muda, se acercó a ella molesto para sacudirla, cuando lo hizo sintió el cuerpo caliente de la joven, estaba ardiendo de la fiebre.
―Hazme el favor de levantarte, si crees que con esta actuación lograrás conmoverme, estás equivocada… no existe nada en el mundo que me conmueva, ni que me haga más humano… la única que lograba hacer eso era mi hermana y tu maldit0 padre, la acabó, solo agradécele a él ―le dijo sacudiéndola con fuerza.La cabeza de Nicol se tambaleaba de un lugar a otro como si fuera la de una muñeca, lo que enfurecía más al hombre que pensaba que la joven estaba actuando.―¡Párate o juro que te dejaré aquí! ―espetó con odio.La fiebre la tenía delirando y en medio de sus delirios, Nicol se imaginaba en un mundo donde era feliz.Enzo la soltó de manera despectiva.―Si no quieres levantarte, entonces quédate allí ―expresó soltándola y la joven se rodó en la bañera, aunque su cabeza no se hundió.Enzo la observó una vez más y trató de ignorar su condición, pero aun así no pudo evitar notar la palidez de su rostro, sus ojos brillantes y sus labios entreabiertos respirando con debilidad.Se disgustó porqu
Por fin, un par de días después Nicol, se sentía más recuperada, aunque su cuerpo había quedado debilitado, por lo menos sentía que podía levantarse, alimentarse, bañarse, por eso apenas abrió los ojos y vio a la mujer que la había cuidado entrar con otra señora que traía una bandeja de comida y le pidió productos de aseo personal.―Disculpe, ¿Sería tan amable de conseguirme una pastilla de jabón y un champú para bañarme?, por favor ―apenas la petición salió de sus labios, la mujer comenzó a burlarse de ella.―Mira muchachita, vamos a dejar algo en claro, cuando te dirijas a mí lo haces como señorita Gia, segundo, no soy amable, todo lo contrario, la gente me da igual, y tercero ¿Crees que esto es un hotel cinco estrellas o que estás en un complejo vacacional donde ibas con su familia rica? » Pues si crees eso estás equivocada, aquí no hay ningún privilegio para ti, como dijo Enzo, aquí no viniste a disfrutar de tu estadía, si quieres ir a bañarte, lo harás en tu hora de comida en el
Minutos antes En ese momento, Enzo veía la foto de su hermana, mientras mantenía una copa en su mano, era imposible no quebrarse cada vez que la observaba, sobre todo en esa fecha donde se cumplía un aniversario más de la muerte de sus padres y lo único bueno y puro que le había quedado era su hermana, la cual le había sido arrebatada sin misericordia.Gema había sido como su hija, cuando sus padres fueron asesinados, ella tenía diez años y el dieciséis, solicitó su emancipación solo para poder quedarse con su custodia y protegerla, pero no lo hizo bien y a Gema le costó la vida.Ella había sido la única luz en su camino, en esos momentos de mayor tormenta, cuando decidió continuar con el legado de terror y maldad de su padre, después que el desgraciado de Mackenzo decidiera acabar sus vidas.―¡Maldit0 desgraciado Mackenzo! Pero seguramente debes estar retorciéndose en el infierno que tú mismo te buscaste ―espetó en voz alta y hasta con una expresión de satisfacción al recordar como a
Por instrucciones de Enzo, Nicol iba a ser llevada por Giorgi a una de las celdas de la mazmorra, para llamar al médico para que la revisara… porque no quería dejarla en el área de servicio, por temor a que Gia accediera a ella y le causara daño.Nicol abrió los ojos lentamente, no supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, solo sintió una mano sujetándola gentilmente, para correrla, ya estaba toda empapada, se imaginó que era para limpiar la mugre sobre ella.Nicol, levantó su cabeza y vio a un hombre de mediana edad, acariciándole suavemente la mejilla y casi al instante, ella sintió que le colocaba un abrigo encima, no pudo evitar que el contacto de la prenda en su piel le doliera. La persona la cargó en sus brazos, mientras ella lloraba desconsoladamente.―Por favor, ¡Máteme! Ayúdeme a morir ―pronunció Nicol casi sin aliento y en un prolongado sollozo.Realmente, eso era lo que quería cerrar sus ojos y no volver a abrirlos más, sumergirse en la niebla, de la inconsciencia, del olvido…
Nicol intentó agarrar al guardia para que soltara a Ziola, pero el hombre le dio un puñetazo en la cara y la derribó. Nicol intentó levantarse, pero fue arrastrada hasta la puerta de la celda y arrojada al pasillo. Oyó gritos y golpes mientras el hombre se alejaba con Ziola. Nicol permaneció tirada unos minutos, incapaz de moverse o de pensar en nada. Tenía los ojos llenos de lágrimas y su cara estaba ardiendo por el dolor del puñetazo. Se preguntaba qué le harían a Ziola. No quería ni siquiera imaginarlo. ―¿Hasta cuándo me tocará vivir esto? ―se dijo arrastrándose de nuevo al interior de la celda, para luego sostenerse y lanzarse de pecho en el catre, era la única manera para poder estar sin dolor y que sus heridas no empeoraran. Cerró los ojos y se quedó dormida, soñó que alguien se le acercaba, y le pasaba con suavidad la mano por sus heridas provocadas por la tortura. El dolor se alivió al sentir que le agregaban una fría pomada. Intentó abrir los ojos y vio a Enzo, quería prot
Momento antesEnzo no podía dormir, aunque nunca lo hacía, apenas algunas noches solo lograba dormir un par de horas nocturnas, cualquiera diría que los remordimientos no lo dejaban que lo hiciera, pero eso era mentira, nunca sentía remordimientos de nada, solo había amado en su vida a sus padres y a su hermana, ella fue quien mantuvo por un tiempo viva su humanidad, del resto sentía que nadie se merecía su amor. Caminó por su despacho, se sirvió un vaso de whisky y se lo tomó de un solo trago mientras pensaba en los acontecimientos de los últimos días, estaba tan absorto en sus pensamientos que no escuchó los pasos del hombre que entró a la habitación, fue cuando este le dijo: —Capo di tutti capi… hay intrusos en la hacienda —dijo Andrea, uno de sus hombres más leales.—¿Y qué esperas para atraparlos? —espetó furioso por la ineficiencia que estaban mostrando sus hombres—. ¿Quiénes estaban de guardia?—Estamos en eso, se han atrapado algunos. Uno de los hermanos Rullo —dijo el hombr
Nicol se quedó viendo a Enzo quien la miró con una expresión extraña, y sobre todo, cuando extendió su mano y tomó un mechón de su cabello, unos segundos después, lo soltó como si quemara o le desagradara, al mismo tiempo que su mirada volvía a coincidir con su actitud habitual. —Le diré a Ziola que te busque un vestido largo, para que te cubras de pies a cabeza… no sé por qué tienes que estar desnuda exhibiéndote ¿Acaso piensas que con eso…? —antes de que terminara de hablar ella prefirió concluir sus palabras.—Si ya sé, soy una mujer poco agraciada que no provoca ningún mal pensamiento… te aseguro que entendí no es necesario que me lo estés repitiendo una y otra vez y no te preocupes… el sentimiento es mutuo porque tú a mí ya no me provocas nada… o bueno sí… repulsión por ser una persona oscura y muy malvada.Enzo se levantó, la miró por un segundo y aunque ella esperó su represalia, un insulto, hasta una bofetada, nada de eso pasó, solo se levantó sin decir nada y salió corriendo
Ziola ayudó a Nicol a vestirse, era un traje que usaban las mujeres del servicio, la trasladó al área destinada a Enzo como este había pedido. Cuando la chica entró, se quedó sorprendida del lujo que se exhibía hacia cualquier rincón que mirara y aunque ella se crio en una familia acomodada, nunca vio semejante opulencia.—¿Dónde voy a estar yo? —interrogó y Ziola la acompañó hasta su habitación.—Es esta, queda al lado de la del señor Ferrer —respondió la mujer y ella empezó a gritar.—Yo no voy a estar a un lado de esa habitación, por favor ubícame lejos de ese señor —expresó con firmeza.—No puedo llevarle a otro sitio —contestó la mujer con una expresión de tristeza. —Por favor no me obligues a estar cerca de él —suplicó mortificada.—No se preocupe, usted manténgase en su habitación, y nadie va a molestarla, si pudiera decidir donde llevarla, tenga la plena seguridad que lo haría, pero soy solo una simple sirvienta en esta casa.Pese a su negativa, terminaron ubicándola en el do