Castell se encontraba en su oficina, sumido en la penumbra de la incertidumbre, cuando la puerta se abrió de golpe. Un hombre de aspecto decidido, con un aire de autoridad que no pasaba desapercibido, entró con paso firme.—Castell —dijo el hombre, tendiéndole la mano. — Soy el nuevo agente encargado del caso Lombardo. He estado siguiendo tu trabajo y creo que juntos podemos hacer algo grande.Castell, sorprendido pero intrigado, estrechó la mano del agente.—¿De verdad crees que podemos derribar a Maximiliano Lombardo? Es un genio en su campo, y no solo en la mafia. Ha construido un imperio que parece indestructible.El agente asintió con la mirada fija en Castell.—Lo sé, pero tengo información que podría cambiar las cosas. Lombardo ha estado jugando con fuego, y yo tengo un as en la manga que pienso usar con cautela. Si lo hacemos bien, podremos llevarlo a la cárcel durante mucho tiempo.Castell sintió una chispa de esperanza.—¿Qué necesitas de mí?—Tu conocimiento del terreno y t
Sin pensarlo dos veces, Castell se reúne con Elisa en un hotel de Nueva York. Elisa accedió a verlo después de que Max le advirtiera que no lo hiciera más, pero las ganas de revolcarse con Castell pudieron más que las advertencias de su jefe.Al llegar al hotel, Castell la encuentra esperándolo en la habitación, vestida con un camisón transparente que deja ver sus curvas perfectas. El deseo de Castell crece al instante y, sin decir una palabra, se acerca a ella y la besa apasionadamente.Elisa responde al beso con igual pasión y explora el cuerpo de Castell con las manos, desabrochándole la camisa y acariciando su piel. Castell la lleva hacia la cama y la tumba suavemente, empezando a besarla con lentitud y ternura.Mientras se besan, Elisa desliza sus manos por debajo de la ropa interior de Castell, y él se estremece al sentir sus dedos en su piel. Ella sonríe, sabiendo que lo tiene completamente bajo su control.Castell se desnuda rápidamente y Elisa hace lo mismo. Sus cuerpos se un
Becky y Abigail se encontraban en la oficina de Max. El ambiente era tenso, pero allí se mezclaba una extraña alegría con una preocupación creciente. Abigail, con una sonrisa radiante, acariciaba su vientre, mientras que Becky, sentada en una silla, miraba por la ventana con una expresión de inquietud. La noticia del embarazo había traído felicidad a todos, pero para Becky era un torbellino de emociones.—No puedo evitar sentirme abrumada —confesó Becky, rompiendo el silencio. —Estar enamorada de un mafioso y saber que mi hermano planea meter al padre de mi hijo en la cárcel... Es como si todo estuviera en mi contra.Abigail, notando la angustia en la voz de su amiga, se acercó y le tomó la mano.—Becky, entiendo que esto es difícil. Pero tienes que pensar en lo que realmente quieres. No puedes dejar que el miedo te controle.Becky suspiró y miró a Abigail con tristeza.—¿Y qué pasa si todo esto termina mal? No quiero que mi amor por Elliot me haga perder a mi hermano.Abigail sonrió
Al día siguiente, sin pensarlo dos veces, Norah fue al apartamento de Francesco Lombardo. Al entrar, lo encontró acompañado de una de sus numerosas novias jóvenes, quien lo miraba con admiración. Al notar su llegada, Francesco la observó con desdén y, con una sonrisa burlona.—Necesito hablar contigo a solas —dijo Norah, sin ocultar su impaciencia, mientras lanzaba una mirada despectiva a la chica que lo acompañaba.Francesco, con un aire de ironía, replicó:—No puedes negar que estás celosa, Norah.—Deja de decir estupideces, Francesco —respondió ella, frunciendo el ceño con frustración.Francesco, disfrutando del momento, le dijo a su acompañante:—Espera un momento en la habitación, cariño. Más tarde continuaremos con lo que teníamos pendiente.La chica, con una sonrisa pícara y sin prestar atención a la tensión en el aire, asintió y se retiró, dejándolos solos. Norah sintió que el ambiente se cargaba de una mezcla de nerviosismo y determinación, sabiendo que debía sacar a la luz l
Francesco colgó el teléfono tras su conversación con Norah, con una mezcla de determinación y ansiedad. Sabía que la situación requería una acción inmediata. Tras suspirar profundamente, marcó el número de Elliot. Su voz, firme y clara, al otro lado de la línea respondió:—Elliot, necesito que te reúnas conmigo en la empresa. Estoy en camino hacia Empresas Lombardo y quiero hablar muy seriamente con Max y contigo —anunció Francesco, y su tono dejó claro que no había lugar para la demora.Elliot, sorprendido, respondió rápidamente:—¿Qué sucede, Francesco? ¿Es algo urgente?—Sí, es muy urgente. Hay decisiones que debemos tomar y no podemos esperar más. Te veré en unos minutos —dijo Francesco, antes de colgar, sintiendo que el peso de la responsabilidad se cernía sobre él. Sabía que lo que iban a discutir podría cambiar el rumbo de sus vidas y el de la empresa.Elliot, con el rostro tenso, se acercó a Max, que estaba revisando unos documentos en su oficina.—Max, necesito que me escuche
El padre de Abigail, con una mirada que mezclaba firmeza y un atisbo de dolor que intentaba ocultar, respondió con voz grave:—Abigail, no se trata de que quiera hacerte esto. Es una cuestión de necesidad. Las circunstancias nos han llevado a este punto, y no hay otra salida. Este matrimonio es más que una unión entre dos personas; es una alianza que puede salvarnos.Abigail, temblando, intentó reunir toda la fuerza que le quedaba para enfrentarse a su padre:—¿Salvarnos? ¿A costa de qué, papá? ¿De mi felicidad? ¿De mi vida? No puedo creer que esto sea lo único que se te ocurre. ¡Tiene que haber otra manera!Su padre, con el semblante aún serio, se acercó a ella y, en un intento de suavizar sus palabras, bajó la voz:—Lo he pensado durante meses, hija. He buscado otras opciones, pero ninguna nos ofrece la protección y la seguridad que esta alianza nos brinda. No solo está en juego tu futuro, sino también el de nuestra familia. Recuerda que solo somos tú y yo, Abigail.Esta última lo m
El frío de la noche le había calado hasta los huesos y le producía una sensación de desamparo y desolación. Abigail se preparaba para convertirse en la esposa de Max, un hombre al que nunca había visto y que pronto sería su marido. La idea de unirse a un desconocido le producía angustia, pero su situación era aún peor. Sin parientes que la apoyaran, solo contaba con su padre, un hombre atrapado en sus vicios, quien había tomado la decisión de entregarla a cambio de saldar sus deudas.En la soledad de su habitación, Abigail lloraba desconsoladamente, sintiendo cómo la tristeza la ahogaba y le robaba las fuerzas. Su mente era un torbellino de pensamientos, reflexionando sobre la injusticia de la vida que la había llevado a aquella cruel encrucijada. Deseaba con todas sus fuerzas escapar, huir de un destino que no había elegido, pero el amor que sentía por su padre la mantenía atada a aquella realidad desgarradora. Sabía que su sacrificio era el precio que debía pagar por el bienestar de
Allí estaba Abigail, de pie frente a Max en el dormitorio. Ambos se miraban fijamente, llenos de incredulidad. Max no iba a dejar pasar la oportunidad de hacer suya a Abigail en su noche de boda. Era consciente de que sería la primera vez para Abigail y su curiosidad lo impulsaba a comprobar si el alto precio que había pagado había valido la pena. Era un hombre intenso, un amante temerario y poco comedido, y al percibir el delicado miedo en Abigail, se encendía aún más, sintiendo una atracción química desbordante que los envolvía a ambos.Max la tomó sin miramientos y, de un solo movimiento, la desnudó. Abigail, en silencio, se entregó a él, permitiéndole que explorase su cuerpo con una mezcla de gozo y dudas. Un fuerte cosquilleo recorre su piel, borrando momentáneamente sus pensamientos. Max, impulsado por su deseo, no se contiene y, de manera abrupta, arranca su virginidad. Abigail sintió un intenso dolor que la atravesó y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras Max l