En la oficina de Max, el ambiente es tenso. Francesco está de pie con expresión seria mientras Max y Elliot, visiblemente nerviosos, se sientan frente a él.—¿Qué demonios estaban pensando? ¡No puedo creer que hayan permitido que las cosas llegaran hasta este punto!—Papá, no fue nuestra intención… —trata de defenderse Max.—¡No hay excusas! Elliot, tú deberías saber mejor. ¿Qué te pasó? ¿Te olvidaste de la lección más importante? ¡Con tantas mujeres en el mundo, tuviste que elegir a la hermana de Castell! ¿Eres un idiota o qué?—Lo siento, Francesco. No pensé que esto se complicaría así… —se excusa Elliot, agachando la mirada.—¿No pensaste? ¡Eso es el problema! Ahora tenemos a un policía miserable que quiere acabar con toda nuestra organización. Y eso no es todo. La llegada del nuevo agente especial del FBI, Boris Andrade, supone una amenaza real. Este tipo no es un enemigo pequeño, es peor que Castell.—¿Qué sabes de él, papá? —pregunta Max, preocupado.—Tiene mucho poder y recurso
Becky entró en la oficina del FBI acelerada, buscando a su hermano, el detective Castell. Al llegar a su oficina, lo miró seriamente y con preocupación. Damon levantó la vista de su escritorio, sorprendido al verla.—¿Qué haces aquí, Becky? ¿Qué es tan importante que no pudiste decirme por teléfono? —preguntó, frunciendo el ceño.Con un nudo en la garganta, Becky respiró hondo antes de soltar la noticia que la había estado atormentando.—Estoy embarazada —dijo, y su voz tembló.Damon la miró atónito y la interrogó de inmediato.—¿Qué? ¿Estás bromeando? Esto es… increíble —respondió, y su sorpresa se transformó rápidamente en preocupación. —Becky, todo ha pasado muy rápido. Apenas tienes unos meses viviendo con un desconocido y ya te quedas embarazada. ¿Dónde están tus modales y los valores que te enseñé?Las palabras de su hermano la golpearon como un balde de agua fría. Becky sintió que el mundo se le venía encima y, atrapada entre la decepción y el miedo, las lágrimas comenzaron a b
En las primeras horas de la madrugada, las luces del FBI en Nueva York iluminaban la sala de operaciones, donde un grupo de agentes trabajaban incansablemente en su próximo operativo. El agente Boris Andrade, con una expresión de concentración, revisaba los documentos y las pruebas que había reunido sobre Elliot Jones, la mano derecha de los Lombardo.—Si logramos detener a Elliot, la caída de Maximiliano y su padre, Francesco, será inevitable —afirmó con seguridad, señalando un gráfico que mostraba las conexiones de la organización.Castell, que había estado escuchando en silencio, se puso en pie en su silla, su rostro reflejando una determinación fría.—No me importa el daño que esto le cause a mi hermana. Becky está en peligro y, si Elliot forma parte de esa amenaza, debe ser detenido. Declaró con firmeza, y su voz resonó en la sala. Por otra parte, Boris asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.—Entiendo tu preocupación, Castell, pero debemos actuar con rapidez. Cada mi
Max miró a Samuel y Sebastián con expresión grave, consciente de la urgencia de la situación.—¡Chicos, no hay tiempo que perder! —exclamó, y su voz resonó con fuerza. —Boris Andrade no está bromeando. Ha atrapado a Elliot, y si no actuamos rápido, el próximo en caer podrías ser tú, Sebastián. Necesitamos salir de aquí ahora mismo y hacer que ese lugar desaparezca.Samuel, con el rostro pálido, respondió:—Pero, ¿qué hacemos? No podemos dejar a Elliot solo.Max sacudió la cabeza, frustrado.—No podemos ayudarlo si nosotros también caemos. Debemos ser inteligentes. Ahora, ¡vamos! ¡Desaparezcamos el lugar y no dejemos huellas antes de que sea demasiado tarde!Sebastián asintió, sintiendo la presión de la situación.—Está bien, Max. Haremos lo que sea necesario. Pero no olvidemos a Elliot.Con determinación, los tres salieron para recoger sus cosas, sabiendo que cada segundo contaba.En el camino, Samuel, con una mirada de intranquilidad, se volvió hacia Max y dijo:—Max, necesitamos a F
Norah irrumpió en el despacho de Max llena de energía y con los ojos brillantes de preocupación. Sabía que algo extraño estaba sucediendo y no podía contener su inquietud.—Max, ¿qué está pasando? ¿Por qué llevan rato encerrados aquí? —preguntó Norah, y su voz tembló ligeramente.Max la miró; su expresión era grave y denotaba ansiedad.—Norah, hay algo que debes saber... Elliot está en la cárcel —respondió Max con voz apenas un susurro.Al escuchar su nombre, Norah sintió como si el aire se le escapara del pecho. Se llevó una mano al corazón y sintió que el mundo a su alrededor comenzaba a desvanecerse.—¿Qué? No... no puede ser —murmuró, abriendo los ojos como platos. La idea de que Elliot estuviera entre rejas era devastadora, pero lo que realmente la aterrorizaba era la posibilidad de que Max pudiera ser el siguiente.Sin poder soportar la noticia, Norah sintió que se le nublaba la vista.—Max, esto no puede estar pasando...Max se precipitó hacia ella, con un fuerte latido del cor
Elisa se encontraba envuelta en un torbellino de emociones. Su corazón latía desbocado mientras corría por las calles, tratando de escapar de la decisión que había tomado: había intentado abortar, pero no lo había conseguido. De repente, la llamada de Castell interrumpió sus pensamientos. Su voz resonaba en su mente como un eco insistente.—¿Dónde estás, Elisa? —preguntó Castell con su tono lleno de preocupación.—No estoy en la ciudad —respondió ella, tratando de mantener la calma, aunque la rabia burbujeaba en su interior.—No me mientas. Necesito verte. Es urgente —insistió él, con voz firme y decidida.—No tengo tiempo para esto, Damon. Déjame en paz —replicó, apretando el teléfono con fuerza, sintiendo cómo la culpa la ahogaba.—Elisa, por favor, no sientas temor. Voy a buscarte —dijo él, y, aunque su tono era tranquilizador, ella no podía evitar sentir que el mundo se le venía encima.Con un suspiro tembloroso, Elisa se detuvo en medio de la calle, sintiendo el peso de sus decis
El corazón de Max latía a mil por hora, atrapado en un laberinto del que no veía la salida. La ansiedad lo consumía mientras observaba cómo su situación se complicaba cada vez más. Sus abogados, aunque luchaban con todas sus fuerzas, sentían que estaban perdiendo terreno ante las nuevas evidencias que, aunque no lo involucraban directamente, parecían ser suficientes para que Boris y Castell tramaran un plan para encerrarlo.—No podemos dejar que esto termine así —dijo uno de sus abogados, con la voz tensa. —Necesitamos encontrar un ángulo que nos ayude a desestimar estas pruebas.Max, con la mirada fija en la mesa, respondió con un susurro lleno de desesperación:—¿Y si no hay forma? ¿Qué pasará si me llevan a juicio y me encarcelan?—No vamos a permitir que eso suceda —intervino su otro abogado, con determinación. —El FBI ha decidido iniciar un juicio en tu contra, pero tenemos tiempo para prepararnos.Max sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Y qué podemos hacer? Ellos tiene
Norah, con el corazón en un puño, no dudó en marcar el número de Francesco. La línea sonó un par de veces antes de que él contestara, y su voz sonó con la habitual hostilidad que siempre había caracterizado su relación.—¿Qué quieres, Norah? —preguntó Francesco, su tono cargado de desdén.—Francesco, se llevaron a Max a la cárcel. Le harán un juicio —respondió ella, tratando de mantener la calma a pesar de la tormenta de emociones que la invadía.Francesco soltó una risa sarcástica, como si la situación fuera un chiste cruel.—Ah, genial. ¿Y qué sigue? ¿Un espectáculo en vivo? Tal vez deberíamos vender entradas.Norah sintió que la ira y la tristeza se entrelazaban en su pecho.—No es un juego, Francesco. Esto es serio. Max necesita apoyo, y tú lo sabes.—¿Apoyo? —replicó él, con un deje de ironía en la voz. — ¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Ir a la cárcel y hacerle una visita de cortesía?A pesar de su tono burlón, Norah pudo percibir la quiebra en su voz, el dolor que intentaba oc