Becky y Abigail se encontraban en la oficina de Max. El ambiente era tenso, pero allí se mezclaba una extraña alegría con una preocupación creciente. Abigail, con una sonrisa radiante, acariciaba su vientre, mientras que Becky, sentada en una silla, miraba por la ventana con una expresión de inquietud. La noticia del embarazo había traído felicidad a todos, pero para Becky era un torbellino de emociones.—No puedo evitar sentirme abrumada —confesó Becky, rompiendo el silencio. —Estar enamorada de un mafioso y saber que mi hermano planea meter al padre de mi hijo en la cárcel... Es como si todo estuviera en mi contra.Abigail, notando la angustia en la voz de su amiga, se acercó y le tomó la mano.—Becky, entiendo que esto es difícil. Pero tienes que pensar en lo que realmente quieres. No puedes dejar que el miedo te controle.Becky suspiró y miró a Abigail con tristeza.—¿Y qué pasa si todo esto termina mal? No quiero que mi amor por Elliot me haga perder a mi hermano.Abigail sonrió
Al día siguiente, sin pensarlo dos veces, Norah fue al apartamento de Francesco Lombardo. Al entrar, lo encontró acompañado de una de sus numerosas novias jóvenes, quien lo miraba con admiración. Al notar su llegada, Francesco la observó con desdén y, con una sonrisa burlona.—Necesito hablar contigo a solas —dijo Norah, sin ocultar su impaciencia, mientras lanzaba una mirada despectiva a la chica que lo acompañaba.Francesco, con un aire de ironía, replicó:—No puedes negar que estás celosa, Norah.—Deja de decir estupideces, Francesco —respondió ella, frunciendo el ceño con frustración.Francesco, disfrutando del momento, le dijo a su acompañante:—Espera un momento en la habitación, cariño. Más tarde continuaremos con lo que teníamos pendiente.La chica, con una sonrisa pícara y sin prestar atención a la tensión en el aire, asintió y se retiró, dejándolos solos. Norah sintió que el ambiente se cargaba de una mezcla de nerviosismo y determinación, sabiendo que debía sacar a la luz l
Francesco colgó el teléfono tras su conversación con Norah, con una mezcla de determinación y ansiedad. Sabía que la situación requería una acción inmediata. Tras suspirar profundamente, marcó el número de Elliot. Su voz, firme y clara, al otro lado de la línea respondió:—Elliot, necesito que te reúnas conmigo en la empresa. Estoy en camino hacia Empresas Lombardo y quiero hablar muy seriamente con Max y contigo —anunció Francesco, y su tono dejó claro que no había lugar para la demora.Elliot, sorprendido, respondió rápidamente:—¿Qué sucede, Francesco? ¿Es algo urgente?—Sí, es muy urgente. Hay decisiones que debemos tomar y no podemos esperar más. Te veré en unos minutos —dijo Francesco, antes de colgar, sintiendo que el peso de la responsabilidad se cernía sobre él. Sabía que lo que iban a discutir podría cambiar el rumbo de sus vidas y el de la empresa.Elliot, con el rostro tenso, se acercó a Max, que estaba revisando unos documentos en su oficina.—Max, necesito que me escuche
En la oficina de Max, el ambiente es tenso. Francesco está de pie con expresión seria mientras Max y Elliot, visiblemente nerviosos, se sientan frente a él.—¿Qué demonios estaban pensando? ¡No puedo creer que hayan permitido que las cosas llegaran hasta este punto!—Papá, no fue nuestra intención… —trata de defenderse Max.—¡No hay excusas! Elliot, tú deberías saber mejor. ¿Qué te pasó? ¿Te olvidaste de la lección más importante? ¡Con tantas mujeres en el mundo, tuviste que elegir a la hermana de Castell! ¿Eres un idiota o qué?—Lo siento, Francesco. No pensé que esto se complicaría así… —se excusa Elliot, agachando la mirada.—¿No pensaste? ¡Eso es el problema! Ahora tenemos a un policía miserable que quiere acabar con toda nuestra organización. Y eso no es todo. La llegada del nuevo agente especial del FBI, Boris Andrade, supone una amenaza real. Este tipo no es un enemigo pequeño, es peor que Castell.—¿Qué sabes de él, papá? —pregunta Max, preocupado.—Tiene mucho poder y recurso
Becky entró en la oficina del FBI acelerada, buscando a su hermano, el detective Castell. Al llegar a su oficina, lo miró seriamente y con preocupación. Damon levantó la vista de su escritorio, sorprendido al verla.—¿Qué haces aquí, Becky? ¿Qué es tan importante que no pudiste decirme por teléfono? —preguntó, frunciendo el ceño.Con un nudo en la garganta, Becky respiró hondo antes de soltar la noticia que la había estado atormentando.—Estoy embarazada —dijo, y su voz tembló.Damon la miró atónito y la interrogó de inmediato.—¿Qué? ¿Estás bromeando? Esto es… increíble —respondió, y su sorpresa se transformó rápidamente en preocupación. —Becky, todo ha pasado muy rápido. Apenas tienes unos meses viviendo con un desconocido y ya te quedas embarazada. ¿Dónde están tus modales y los valores que te enseñé?Las palabras de su hermano la golpearon como un balde de agua fría. Becky sintió que el mundo se le venía encima y, atrapada entre la decepción y el miedo, las lágrimas comenzaron a b
En las primeras horas de la madrugada, las luces del FBI en Nueva York iluminaban la sala de operaciones, donde un grupo de agentes trabajaban incansablemente en su próximo operativo. El agente Boris Andrade, con una expresión de concentración, revisaba los documentos y las pruebas que había reunido sobre Elliot Jones, la mano derecha de los Lombardo.—Si logramos detener a Elliot, la caída de Maximiliano y su padre, Francesco, será inevitable —afirmó con seguridad, señalando un gráfico que mostraba las conexiones de la organización.Castell, que había estado escuchando en silencio, se puso en pie en su silla, su rostro reflejando una determinación fría.—No me importa el daño que esto le cause a mi hermana. Becky está en peligro y, si Elliot forma parte de esa amenaza, debe ser detenido. Declaró con firmeza, y su voz resonó en la sala. Por otra parte, Boris asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.—Entiendo tu preocupación, Castell, pero debemos actuar con rapidez. Cada mi
Max miró a Samuel y Sebastián con expresión grave, consciente de la urgencia de la situación.—¡Chicos, no hay tiempo que perder! —exclamó, y su voz resonó con fuerza. —Boris Andrade no está bromeando. Ha atrapado a Elliot, y si no actuamos rápido, el próximo en caer podrías ser tú, Sebastián. Necesitamos salir de aquí ahora mismo y hacer que ese lugar desaparezca.Samuel, con el rostro pálido, respondió:—Pero, ¿qué hacemos? No podemos dejar a Elliot solo.Max sacudió la cabeza, frustrado.—No podemos ayudarlo si nosotros también caemos. Debemos ser inteligentes. Ahora, ¡vamos! ¡Desaparezcamos el lugar y no dejemos huellas antes de que sea demasiado tarde!Sebastián asintió, sintiendo la presión de la situación.—Está bien, Max. Haremos lo que sea necesario. Pero no olvidemos a Elliot.Con determinación, los tres salieron para recoger sus cosas, sabiendo que cada segundo contaba.En el camino, Samuel, con una mirada de intranquilidad, se volvió hacia Max y dijo:—Max, necesitamos a F
Norah irrumpió en el despacho de Max llena de energía y con los ojos brillantes de preocupación. Sabía que algo extraño estaba sucediendo y no podía contener su inquietud.—Max, ¿qué está pasando? ¿Por qué llevan rato encerrados aquí? —preguntó Norah, y su voz tembló ligeramente.Max la miró; su expresión era grave y denotaba ansiedad.—Norah, hay algo que debes saber... Elliot está en la cárcel —respondió Max con voz apenas un susurro.Al escuchar su nombre, Norah sintió como si el aire se le escapara del pecho. Se llevó una mano al corazón y sintió que el mundo a su alrededor comenzaba a desvanecerse.—¿Qué? No... no puede ser —murmuró, abriendo los ojos como platos. La idea de que Elliot estuviera entre rejas era devastadora, pero lo que realmente la aterrorizaba era la posibilidad de que Max pudiera ser el siguiente.Sin poder soportar la noticia, Norah sintió que se le nublaba la vista.—Max, esto no puede estar pasando...Max se precipitó hacia ella, con un fuerte latido del cor