Capítulo 74. Como mar revuelto y en calma.

Max entró en la habitación de los gemelos con el rostro enrojecido por la furia. Con una seriedad aplastante, ordenó a las niñeras que se fueran y lo dejaran a solas con Abigail. Ella, sorprendida por su actitud, lo miró con preocupación.

—¿Qué ocurre, Max? —preguntó ella con voz temblorosa.

Sin responderle, él sacó el móvil y le mostró el audio que Elisa le había enviado durante el trayecto. La voz de Castell resonó en la habitación, confesando su amor por Abigail y revelando los deseos perturbadores que sentía al verla. Las palabras del hombre sonaban como las de un pervertido y Abigail se sintió conmocionada, dándose cuenta de que Damon resultaba ser más peligroso de lo que había imaginado.

—¿Escuchaste eso? —dijo Max, su voz cargada de indignación. — ¡Este tipo está obsesionado contigo!

Abigail, armándose de valor, se enfrentó a su marido con arrojo.

—Max, ¡escúchame! Soy una mujer decente y solo siento deseos por ti, por el padre de nuestros hijos. No puedes dudar de mi amor por
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