Capítulo 33. Sincerarse es liberador

—Marina me debo ir.

—No Ana, por favor.

—Marina no sé qué hago aquí, ha pasado un mes desde que te casaste y te has vuelto más indescifrable que la gente de este clan y eso es porque no sé hablar escoces, porque no hace falta ser un genio para darse cuenta lo que piensan de la situación de tu matrimonio.

Marina tomó las manos de Ana.

—Salgamos, igual ya no aguanto más.

Una enfermera se quedó a cargo de Cris y Marina y Ana caminaron por una colina cercana al castillo que les permitía ver si alguien se acercaba.

—Está bien, ya estamos lejos y no creo que las aves de Escocia sepan hablar portugués, dime que pasa.

Marina mordió sus labios y puso su mano en la frente.

—Creo que debo empezar desde el principio.

Marina por fin pudo desahogarse entre lágrimas de frustración todo lo que llevaba preso en su mente y corazón.

Ana escuchaba atenta apretando los puños en los momentos que ve de manera evidente las intenciones de José Manuel, por la carga emocional que M
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