Vendida al tío de mi exesposo
Vendida al tío de mi exesposo
Por: Karina Peña De Goncalves
Capítulo 01. Subasta clandestina

— ¡Hiciste trampa!  

   Marina impresionada escuchó la declaración desesperada a su lado de su recién estrenado esposo muy nerviosa trató de calmarlo para que se fueran del casino.

   —Quiero salir, amor… 

   — ¡Cállate!

   Marina jamás olvidaría la cara de su marido al levantarse de la mesa de tapete verde, tenía el rostro del mismo color.

   Él se limitó a ignorar sus súplicas y se enfrentó a su contrincante.

   — ¡Es una trampa!  —volvió a gritar él antes de arrojar las cartas a la mesa.

   —Así es el juego muchacho —respondió su contrincante encendiendo un puro, lucía muy complacido.

   —No pienso pagarte, ¡amañaste el juego!

   Marina tomó el brazo de su marido y dio un alarido cuando vio que un hombre al que no habían prestado atención sacó un arma y la apuntó a la cabeza de su esposo.

   Otro hombre la abrazó por detrás y tapó su boca.

   El contrincante se puso de pie y ajustó su saco antes de enfrentar a su marido.

   —Así no funciona, tú jugaste, perdiste y pagarás.

   —¡No puedo pagarle tanto! —Reconoció con las manos en señal de rendición.

   —Eres de Duncan, llama a tu familia...

   —No, no puedo… solo… solo dame unos días… 

   El contrincante sacudió la cabeza y de repente miró a Marina, luego murmuró algo al oído de su marido sin quitar la mirada de ella.

   —Encuentra la manera de pagarme, tienes una hora; o los mataré.

   El hombre sonrió a Marina, le guiñó un ojo, luego le dio una palmada en la mejilla a su marido como quien escarmienta a un muchacho y es lo que era.

   José Manuel Duncan a sus 23 años jamás tuvo que enfrentar retos en su vida, es la primera vez que se ve presionado a responder como hombre por sus actos, pues sus padres le advirtieron que si se casaba con su pobre secretaria estaba de su cuenta.

   En un solo instante entendió que no era tan astuto como creía, había sido engañado como un niño por un sinvergüenza.

   Llevó a Marina del brazo y salieron del salón.

   —Amor ¿cuánto dinero perdiste?

   Él no contestó, en cambio le dio un golpe a la pared del pasillo.

   Marina puso las manos juntas en su boca, no había necesidad de decir la cifra, simplemente era demasiado.

   —En nuestra noche de bodas, ¡¿Cómo pudiste?! Mírame, mírame ¡José Manuel!

   José Manuel la miró con ojos de cachorro triste y perdido.

   —Debes llamar a tu padre —insistió Marina.

   — ¡No! Mi padre no me dará esa cantidad de dinero.

   —Entonces llama a tu abuelo.

   —Tampoco. Mi abuelo no puede enterarse que perdí esa cantidad de dinero en una apuesta o lo perderé todo. Conoces la norma de ética del banco, ni tú ni yo podremos trabajar allí si se enteran que estábamos en este club clandestino.

   — ¡No es justo que me hayas hecho esto José Manuel! Y en nuestra noche de bodas, esta debía ser nuestra gran noche, mi primera vez ¿Cómo pudiste? 

   Las palabras de Marina hicieron que él volviera y la mirara a los ojos.

   —Marina, ¿cuánto me amas?

   — ¿Por qué preguntas eso? Te amo con todo mi corazón.

   — ¿Harías cualquier cosa por mí?

   Marina asintió con la cabeza muy segura.

   —Ven, sígueme —le dijo.

   Marina lo siguió corriendo en sus tacones para mantener el ritmo de las grandes zancadas de ese hombre.

   Llegaron a otro salón del club, era amplió e iluminado.

   José Manuel fue con los organizadores y Marina se quedó mirando las obras de artes que adornaban el opulento salón.

   Había hombres que esperaban frente a un escenario con paletas numeradas en las manos, era obvio que habría una subasta.

   Unos minutos después él regresó con una copa de champagne y casi la obligó a tomarla.

   Marina tomó la bebida espumosa casi atragantándose y cuando quiso quejarse por la brusquedad de su marido él la pegó contra la pared en un rincón del salón.

   —¿José Manuel, qué hacemos aquí? No puedes arriesgarte a perder más dinero —manifestó Marina confundida.

   —Haz lo que te piden y me salvarás.

   —Pero… 

   José Manuel la abrazó y le dio un beso apasionado.

    Marina aturdida por semejante beso no pudo hacer nada antes de que él la empujara dentro de un camerino lleno de mujeres.

   Algunas se preparaban para bailar con diminutos y coloridos trajes, otras se maquillaban. 

   Marina confundida no tenía idea de que debía hacer, ni porqué José Manuel la llevó allí.

   Una mujer organizaba a las chicas como general a su tropa.

 —Tú, la de rojo, tu representante me dijo que eres buena tocando el violín, toma este y prepárate que vienes tú.

   «¿Sólo para que toque el violín?»

    Marina observó el instrumento, era un bellísimo Stradivari, era muy costoso y un sueño para ella poder tocarlo.

   —Chica de rojo, espero que lo hagas bien, eres muy hermosa —dijo la mujer empujando a Marina detrás del escenario, miró al subastador en el podio y le dijo: —. Esta es de último minuto, la sorpresa de la noche, inicia en un millón.

   A Marina la empujaron al escenario oscuro y un reflector la iluminó desde el techo.

   Habían pasado tres años desde la última vez que tocó en público.

   Estaba nerviosa, pero al iniciar se dejó llevar por la melancólica melodía.

   Ella había jurado no volver a un escenario después que su madre había muerto en un accidente de coche camino a una de sus presentaciones. 

   Desde entonces, ella había abandonado su pasión por el violín y aunque estaba nerviosa, la interpretación fue brillante.

Las luces se encendieron y los hombres la devoraban con la mirada, Marina jamás se sintió tan cohibida en su vida, no hubo aplausos, solo miradas lujuriosas.

   —Esta hermosa belleza de Sudamérica no sólo tiene muchos talentos, es virgen y pura, su valor comienza en un millón de dólares.

   « ¡¿Qué?! ¿No se subastaba el violín?»

   Mariana miró asombrada a los ojos ardientes de los hombres del escenario cuando el primero levantó su paleta.

   — ¡UN MILLÓN DE DÓLARES! 

   Marina sentía que se asfixiaba mientras buscaba a su marido con la mirada, pero no podía ver por ninguna parte.

   —Este es un error —dijo Marina y nadie la escuchó en medio de la algarabía, el subastador la pregonaba a gritos a mucha velocidad…

   — ¡DOS MILLONES!

   La puja subió rápidamente, Marina intentó escapar pero fue atrapada por dos hombres de seguridad.

   — ¡¿Alguien dice dos millones y medio?!

   — ¡DOS MILLONES Y MEDIO!

   —Dos millones y medio a la una, dos millones y medio a las dos.  

   — ¡CINCO MALDITOS MILLONES DE DÓLARES POR LA CHICA DE ROJO!

   Todos miraron al dueño de la voz, sólo para ver a un paralítico empujando una silla de ruedas hacia la primera fila.

   Los ojos de Mariana estaban llenos de lágrimas, no podía creer que su marido la hubiera subastado. 

   Se hizo silencio por parte de los pujantes.

   — ¡Vendida!

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