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Capítulo 04. Se presume inocente

 — ¡Esto es un error! —Gritó Marina—. Suéltenme ahora mismo.

   —Señores estamos en una fiesta, pisotea el prestigio de la familia Duncan —objetó José Manuel.

   —Retírese si no quiere ir detenido por obstrucción —indicó una detective y pegó a Marina contra la limusina para poner esposas en sus muñecas.

   —Yo tengo derechos, no pueden llevarme por un delito semejante sin pruebas —se defendió Marina completamente confundida.

   —Oficiales ¿explíquenme que es lo que ocurre? —Inquirió el cumpleañero que estaba muy molesto—. Semejante atropello a mi familia y en mi cumpleaños, el alcalde está adentro y ustedes están en serios problemas.

   —Aquí tiene la orden del juez, todo es legal.

    Marcelo tomó los papeles.

    —Que ridiculez —Marcelo miró el documento con pruebas detalladas en contra de Marina, se acercó a Marina y la miró sintiéndose decepcionado— ¿Cómo pudiste Marina? Yo tenía fe en ti.

   —Don Marcelo le juro que esto es un mal entendido, yo no sé por qué me acusan.

   —Me traicionaste, no eres quien yo creí —le acusó Marcelo dándole la espalda…

   —No, don Marcelo por favor no lo crea.

   Marcelo no dio ni dos pasos cuando cayó de rodillas con la mano en el pecho.

   — ¡Ayúdenlo! —Gritó Marina—. Necesita un médico.

   Pero los policías la llevaron a la patrulla, Marina no pudo despedirse ni de su esposo.

     En la delegación la interrogaron sin descanso por horas.

   Las pruebas eran una larga lista de empresas fantasmas creadas por mafias que tapaban toda clase de negocios ilícitos en el Amazonas.

   Utilizaban el banco para préstamos falsos, la oficina de Marina se encargaba de facilitarle aperturas de cuentas en paraísos fiscales y para colmo Marina Andrade figuraba como dueña de varias inversiones con la que finalizaban el blanqueo de capitales.

   —Señores, les repito: Es la primera vez que veo estos documentos —expuso Marina con los ojos  hinchados de tanto llorar.

   — ¿Entonces tienes empresas y no sabes que son suyas? Aquí está su autorización como Directora financiera del Banco.

   — ¡Es obvio que me han puesto una trampa! Soy yo la más interesada en dilucidar este asunto, ¡soy inocente!

   —Entonces fue su esposo quien le puso una trampa.

   Marina se quedó callada, detestaba pensarlo, pero no confiaba en José Manuel para algo en particular.

   Dinero…

   José Manuel era un apostador compulsivo y era capaz de meterse en problemas con mafiosos.

   No sería la primera vez…

   —Quiero hablar con mi esposo.

   —No ha venido, creo que prefiere olvidarse de usted.

   —Eso no es cierto, ustedes me arrastraron aquí y mi familia quedó con una emergencia, exijo saber qué pasó con don Marcelo Duncan.

   El detective le dio un golpe a la mesa con la paciencia agotada.

   — ¡Señora, esto no es pagar una multa e irse!, enfrenta al menos 20 años de prisión, abra los ojos y deje de proteger culpables, esos no son su familia real, se cuidarán entre ellos y a usted la lanzaran a los lobos… ¡nadie la protege a usted!

    Dos días después Marina estaba en una celda sucia, en posición fetal contra un rincón rodeada de mujeres maleantes que la habían golpeado brutalmente en más de una ocasión.

   — ¡Marina Andrade! —Gritó una de las guardias de seguridad.

   Marina se levantó y la siguió a una sala deprimente.

   José Manuel la esperaba en una mesa.

   Marina se sentó frente a su esposo esperando buenas noticias.

   —Por fin José Manuel, primero dime ¿cómo está Cris?

   José Manuel desvió la mirada.

   —El niño está en el hospital.

   Marina puso las manos en sus labios y comenzó a llorar.

   —Yo lo sabía, en mi corazón sabía que él no estaba bien. ¿Qué le pasó?

   —No estoy muy seguro, yo he estado muy ocupado con todo este lamentable asunto.

   Sin embargo, José Manuel no lucía desaliñado como ella, seguía siendo el guapo millonario bien vestido.

   — ¡Mírame José Manuel! He pasado un infierno y soy inocente, así que explícame ¿cómo diablos ocurrió esto?, dime si fuiste tú.

   José Manuel miró a todas partes y le hizo un gesto que indicaba silencio.

   —Claro que yo no busqué esta desgracia, ¿te has vuelto loca? Fue mi tío Gavin.

   —¿Y cómo se supone que lo haría ese hombre?, él no trabaja en el banco.

   —Él hizo la denuncia…

   Marina negó con la cabeza.

   —Hacer la denuncia no es igual a tender una trampa.

   —Fabricó pruebas y sus actos desencadenaron desgracias.

   Marina recordó al hombre que desesperado trataba de reanimar a Marcelo Duncan.

   — ¿Cómo está don Marcelo?

   —Mi abuelo tuvo un infarto y murió —musitó José Manuel en voz baja.

   Marina lloró sintiendo que estaba en una pesadilla.

   —Marina escúchame, la mesa directiva debe elegir al próximo CEO, los candidatos somos, mi padre, mi tío y yo, puedo lograr ser CEO definitivo por fin...

   —¿Cómo puedes pensar en eso ahora mismo?

   —Porque debo, Marina. Mi padre me cederá su puesto si lo eligen a él, somos mi tío o yo y tengo que enfrentarlo, pero quedas tú.

   —Lo importante es resolver mi situación, tu tío nunca se interesó por el banco.

   —Pero ahora lo hace, necesitamos actuar con estrategia, él te atacó, debemos sacarte de la ecuación.

   A Marina le gustaba lo que oía.

   — ¿Qué has pensado para sacarme de este problema?

   —Declárate culpable.

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