Capítulo 05. Gran familia

 — ¡¿Cómo se te ocurre?! —Inquirió Marina decepcionada, no le veía sentido a la detestable lógica de su esposo.

   —Si te declaras culpable, con buen comportamiento estarás tres años máximo.

   — ¡Ni un día estaré lejos de mi hijo por un crimen que no cometí!…

   —Podrían sentenciarte a 20 años en un juicio, y yo no podré ayudarte.

   Marina se echó atrás sorprendida.

   — ¿Cómo que no vas a ayudarme?

   —Son las normas de ética del banco impuestas por mi abuelo, si mi esposa está en prisión yo no podré ser CEO.

   — ¡¿Quieres que me entregue una vez más por ti?! Si me declaro culpable no podré volver al banco, perderé mi carrera, mi integridad, todo…

   José Manuel pasó sus manos despeinando su cabello rubio, se veía muy frustrado.

   —Y mis padres insisten en que nos divorciemos —musitó sin verla.  

   Marina se llenó de rabia ante tanta injusticia.

   — ¡¿También quieres el divorcio?!

   José Manuel tomó su mano y la miró a los ojos.

   —Marina, ¿crees que quiero esto? Tú y Cris son mi vida, pero no puedo perder mi trabajo y a mis padres, solo pienso que después que sea CEO y tú salgas...

   Marina retiró su mano y negó con la cabeza.

   —Vete José Manuel —musitó sin verlo.

   —Marina, sé que estás traumatizada, pero me aseguraré que estés cómoda, solo tendrás que estar recluida…

   — ¡¡HE DICHO QUE TE VAYAS!! ¡Siempre ha sido más importante para ti tu comodidad que mi integridad! ¡Guardia quiero irme a mi celda!

   — ¡Marina no digas eso, te amo…!

   Marina regresó a su celda sintiéndose abandonada, desolada y sin ganas de vivir.

   Se echó a su catre abrazando sus piernas contra la pared.

   Se arrepintió de inmediato de haber dejado así a José Manuel, no le sorprendía que sus padres le pidieran darle la espalda.

  

   En la mansión de Marcelo Duncan, Gavin estaba en el estudio y recogía las pertenencias de su padre en cajas de cartón.

   Tomó un retrato en el escritorio, era una fotografía antigua, su madre sonriente lo cargaba a él bebé con su hermano mayor Manuel a su lado, Marcelo estaba de pie detrás de su familia.

   El sueño de Marcelo Duncan era tener una familia unida y lo había logrado al conocer a la madre de Gavin, se enamoraron aunque los abuelos de Gavin no estaban de acuerdo de que su hija heredera del clan MacLeod se uniera a un empresario que se la llevaría y que encima era divorciado y con un niño que no aceptaría sus costumbres.

   La madre de Gavin eligió a Marcelo y fueron felices hasta que el cáncer la sorprendió cuando Gavin era un niño aun.

   El dolor de Marcelo al perder a su amada esposa lo hizo sumergirse en los negocios y murió siendo millonario, pero solo.

   Gavin observó a las chicas de servicio extendiendo las sábanas blancas sobre los muebles, tanta riqueza que sencillamente queda atrás al irnos de este mundo y no por primera vez se sintió identificado con su padre.

   —Señor ¿Quiere que le preparen algo?

   Gavin escuchó la voz de su asistente y amigo, segundo al mando de su clan y con quien había pasado los peores momentos de su vida.

   —Quiero un whisky doble de nuestra tierra, ese que duerme los sentidos.

   El asistente de Gavin carraspeó incómodo.

   —Pero usted dijo que no volvería a beber.

   Gavin rio sin humor.

   —No te preocupes Fergus, no beberé alcohol, pero preguntaste que quería —Gavin puso el retrato en la caja—. Cuando estoy en Brasil siempre hago cosas que debo, jamás que quiero y una vez más termina todo en desgracia.

   —No vayas por ahí, tú no provocas desgracias, las cosas sencillamente pasan si tienen que pasar.

   — ¿Cómo puedes decirme eso desde esa silla de ruedas? Fergus, por mi culpa tuvieron el accidente que te dejó inválido y murieron mi mujer y mi hijo.

   Fergus negó con la cabeza lentamente.

   —Creo que va siendo hora de que vuelvas a casarte.

   Gavin lo miró con resentimiento.

   —Jamás me casaré de nuevo.

   —Pasaron casi seis años ¿Cómo planeas ser un intachable CEO sin una esposa? 

   —Para un hombre que metió a una prostituta en mi cama sin mi autorización suenas muy remilgado.

   Gavin le dio la espalda y continuó guardando objetos del escritorio en la caja.

   —Hice lo necesario para liberarte de los demonios.

   Gavin puso los ojos en blanco y tomó otro retrato del escritorio.

   —No vuelvas con esa excusa, estás muy viejo para creer en historias de fantasmas.

   Fergus avanzó en su silla de ruedas hasta verlo a la cara.

   — ¡Debes dejarla ir! Gavin entiende que Sofi no estaba bien, que no es tu culpa si su mente la hacía… Bueno, distinta.

   —Depresión no es locura Fergus, Sofi estaba deprimida y yo no la supe comprender, pensé que era majadería y vine a Brasil —Gavin negó con la cabeza—. Claro que es mi culpa, ella estaba enferma y yo la abandoné.

  —Ella era suicida, de haberte quedado igual hubiera encontrado la manera.

  — ¡Cállate Fergus!

   — ¡Tu negación a su muerte la mantiene en pena! Su espíritu se ha vuelto intranquilo y te puede arrancar de este mundo.

   — ¡Ojalá lo haga!

   —No lo digas, no llames a los demonios.

   — ¡Mejor no sigamos con eso! —Gavin bajó la voz y se acercó a Fergus para que nadie más escuchara—. No me recuerdes que compraste una virgen para un ritual ruin y… Medieval.

   Fergus subió los hombros.

   —Las prostitutas tienen una loable labor en la sociedad.

   —Si la junta directiva me nombra CEO, apoyaré esa moción.

   Gavin observó el retrato en sus manos con una mueca de disgusto y lo ofreció a Fergus.

   —Tira este, no guardaré fotografías de esta arpía.

   Fergus tomó la fotografía, con la cara pálida miró a Gavin.

   — ¿Qué te pasó Fergus? ¿Viste otro fantasma?

   —No me digas que esta chica es familia tuya.

   Era una fotografía de Marcelo junto a Marina en su graduación.

   —Esa sinvergüenza es la esposa de mi sobrino.

   —Por todos los cielos ¡ES ELLA!

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