Capítulo 13. Juego perverso

—Será mejor que pienses muy bien en tu situación.

Gavin se levantó y apartó la silla.

—Ahora iré a despedir a un hombre que solo fue pieza en un juego perverso, te salvé una vez, pero te entregaría sin dudarlo por cualquiera de mi clan. Ahora descansa y disfruta de las comodidades de mi castillo que para nada mereces.

Gavin la dejó sola en la habitación.

Marina postrada en la cama lloró desesperada al ver su vida hecha añicos, sus heridas eran un reflejo de su alma desgarrada.

Observó los detalles de la habitación adornada con tapices que contaban historias de valentía y honor, pero no podía disimular su verdadera naturaleza de prisión dorada. Las llamas de la chimenea danzaban en un vano intento de calentar el frío que se había instalado en su corazón.

—El tío de mi esposo —susurró—, el hombre que se revelaba como el arquitecto de su desdicha.

Marina cerró los ojos y recordó las golpizas que recibió en la cárcel.

“Esto es de parte de tu esposo”

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