PREFACIO
DIEGO CERVANTES
¿De qué va el futuro? ¿De qué va el presente? ¿De qué va todo eso que sigue siendo desconocido para nosotros? Como las estrellas en la noche, como el sol naciente de una mañana, como los colores de un arcoíris que aparece de vez en vez y al frente, un camino que no muestra más de lo que no debe, que no muestra más de lo que no tiene permitido. Un camino que es la vida, un camino que ya fue escrito justamente antes de nuestro nacimiento. Al final, ¿cuál es la realidad? ¿Es la vida de una persona ya escrita desde antes del nacimiento o es la vida la que es dada y es uno mismo quien escribe aquella vida? La realidad es que…Una entre un millón de historias sería aquella que estaba por comenzar.
De mano en mano, un camino adelante que les espera como toda la vida que adelante estaba a punto de ser escrita, así era de la manera en que caminaba aquel joven padre de la mano de su hija. Una pequeña niña de no más de siete años. La misma de viva sonrisa como lo era aquel hombre que no parecía poder dejar de sonreír mientras estuviera con aquel pedazo de cielo que la vida le había dado solo a él.
—Mira, papá —, señaló la pequeña el cielo azul adelante. —Aquella nube parece un elefante —, continuó diciendo la pequeña mientras comía del helado de fresa que su padre le había comprado.
—Mmm, yo no creo que sea un elefante —, dijo Diego dudando un poco de las palabras de su hija. —Más bien parece un león.
— ¡No es cierto, papá! Míralo bien, no es un león, es un elefante como la película que fuimos a ver la semana pasada.
Diego no pudo evitar sonreír ante las palabras de su pequeña hija. Eso era lo que más quería, eso era lo que más él estaba deseando, que ella nunca olvidara cada uno de los momentos que él le hacía vivir a su hija, la hija que la vida le había dado.
Y si era por eso por lo que él tenía que vivir, por pintar una sonrisa en el rostro de aquella pequeña, lo iba a hacer. No importaba si la vida se le iba de esa manera, él estaba listo a entregarlo todo por nada, al final, esa fue la promesa que le hizo a la mujer que debía de estar viviendo en aquel paraíso al que él no podía ir, al menos no en mil años, no hasta que su hija sanara, no hasta que en sus pequeñas manos pusiera una vida sana, una vida en donde ya nada doliera.
Sin más, sin poder dejar de sonreír, Diego se detuvo solo para terminar de cargar a su hija. Una pequeña risita invadió el momento. Su hija reía entre sus brazos.
— ¿Ya lo ves bien? ¿Ves que no es un elefante? —Preguntó Diego señalando aquella nube de la que habían estado platicando en todo el camino.
—Es un elefante, mi papá está quedando ciego —, rió la pequeña.
—No más ciego que tú. —Dijo Diego al mismo que le hacía cariños en las mejillas de su hija.
—Papá, cantemos la canción de siempre, ¿quieres?
— ¿La de la mariposa?
La niña asintió. Aquella canción, la misma canción que había sonado una y otra vez durante tres años, la misma que había terminado por encontrar a los hilos rojos del destino de uno y otro. Era una mentira, no todos los hilos rojos que estaban destinados a estar juntos debían de ser del amor de una pareja. Había hilos del destino más fuertes, más necesarios en la vida, más sanos, menos dañinos. Porque el amor entre un hombre y una mujer no siempre lo fue todo. Había un lazo más fuerte, un lazo capaz de morir sin el otro extremo, un lazo que era realmente infinito, un lazo que no se rompía y que era el mismo que nace entre el amor de padre y de hijo.
Diego sonrió. Una mariposa, la magia había comenzado como comenzaba la vida de una mariposa. Una divina mariposa que aleteaba en la flor más bella del campo, una tierna mariposa que no tenía estación para descansar, una tierna mariposa que Diego conservaba, el amor de una mariposa que le había regalado.
—Comienza tú —dijo Diego mientras él comenzaba a taradear la canción que su hija le había hecho aprender para que al final, ella terminara olvidando poco menos de la mitad.
—Una bella mariposa vivía aquí y vivía allá… Me has dado lo mejor de ti, ahora te daré lo mejor de mí…
Diego no evitó reír mientras seguían adelante. ¿Qué de bueno había hecho él para tener a ese pequeño tesoro entre sus brazos?
Incluso si aquella pequeña no lo sabía, incluso si no estaban hablando el mismo idioma, él daba todo por ella. Él estaba dispuesto a hacerlo todo por ella. Ella iba a vivir una larga vida. Se lo había prometido a la mujer que ya no estaba más pero seguramente, debía de estarlos cuidando desde el cielo.
—Listo, señora Leticia, la niña se ha quedado dormida ahora, por favor, cuide muy bien de ella, los medicamentos, ya sabe donde se los he dejado. Por favor, cualquier cosa, llámeme, no importa la hora, si no contesto, le pido que insista, a veces las clientes son tan ruidosas que no puedo escuchar mi celular. —Dijo Diego mostrándose una vez más, nervioso por tener que dejar a la pequeña sola, sola, en el mismo lugar donde él no podía estar para ella.
La señora de no más de cuarenta años frente a él sonrió ligeramente. —Por favor, ve tranquilo, no me digas más y ya vete antes de que llegues tarde a tu trabajo.
Diego desvió la mirada. —Ni siquiera sé si es debido de llamarlo trabajo.
—Diego, hay cosas de las que no nos deberíamos de avergonzar cuando se hacen por un bien. Incluso si ante la sociedad eso que haces no está bien visto, ¿qué más da? Ninguno de ellos ha venido hasta aquí a ver cómo estás, cómo está la niña, qué se te ofrece, ¿por qué avergonzarnos de lo que hacemos para sobrevivir en ese mundo tan hostil? —Dijo la señora Leticia acariciando la mejilla de Diego, el mismo que consideraba como un hijo desde el momento en que llegó a vivir a ese lugar.
—Muchas gracias, señora Leticia, por todo lo que hace por mí y por mi pequeña.
—No tienes nada que agradecer y mejor vete ya, antes de que se te haga tarde.
Diego sonrió al mismo tiempo que tomaba su mochila del sillón, misma donde llevaba los trajes que esa noche iba a usar.
—Por favor, no dude en avisarme si algo le pasa a mi pequeña.
—Ya vete, no te preocupes de nada.
Diego bajó la cabeza a manera de despedida. Una noche más esperaba por él. Una noche más donde esperaba sacar el dinero que gastaría en una sola consulta que tuviera con la doctora que ya los conocía y que era la misma que había tratado a la pequeña Fernanda.
La pequeña Fernandita iba a estar bien.
Tan pronto como Diego salió de la pequeña casa que rentaba, su celular sonó. Inmediatamente contestó.
— ¿Qué quieres, Samuel? Ya voy para allá.
—A ti siempre se te hace tarde. Vamos ya que no tenemos todo tu tiempo. ¿Cómo está Fernandita? —Preguntó su amigo.
Diego sonrió sin dejar de caminar a la base de taxis. Era tan tarde que la única manera de moverse a esas horas era tomando un taxi.
—Bien, bien, hoy estuvo muy bien.
—Ya me lo contarás todo cuando llegues. Rápido que el jefe no tiene tu tiempo.
Y sin más, con una sonrisa en el rostro, agradeciendo que al menos en la vida, no estaba completamente solo, Diego colgó la llamada justo antes de hacerle la parada a uno de los taxis que pasaban.
No tenía mucho en la vida pero lo poco que tenía, sabía compartirlo, sabía agradecer por ello.
Sábado por la noche. En el Club nocturno ya lo esperaban como cada fin de semana.
ANDREA MURIEL
Sábado por la noche. Nadie salía, ¿a dónde ir cuando no había lugar al que recurrir? ¿A dónde ir cuando no había lugar divertido en el mundo, a donde ir cuando incluso el aroma de la vida era el mismo que en aquel pasado?
Sábado por la noche. Realmente no había lugar a donde ir cuando no había con quien ir.
Con una copa de vino entre las manos, y en la mano izquierda la cabeza recargada, Andrea no podía dejar de pensar en lo que había sido su día, su trabajo, lo que habían sido los últimos cinco minutos, lo que habían sido los últimos años, semanas, meses… Y es que Andrea estaba sumergida en ese mundo en la mente donde pasaba de todo, donde imágenes del pasado regresaban junto con imágenes que nosotros mismos hemos pintado del futuro que queremos.
Era increíble como la vida y todo lo que ella había soñado para ella misma siendo una niña no era más que una locura ahora.
Como toda niña, como toda adolescente, como toda pequeña niña que comienza a formarse como mujer, ella, Andrea Muriel, una de las jóvenes más ricas en el mundo en que se desarrollaba no había evitado soñar con imposibles al pensar que tan rápido como tuviera su carrera realizada, un buen hombre llegaría a su vida para que juntos, formaran la familia que los padres de Andrea no pudieron formar debido a una muerte tan temprana.
Bebiendo un poco más, sonrió. Había algo que no había muerto por completo en su interior a pesar de la traición que habían cometido con ella. Aquel hombre que había sido su novio por más de cinco años y que era el mismo que el abuelo de Andrea había escogido como mejor partido para su nieta después de que lo conociera y se diera cuenta que era un hombre de mucho dinero que solo podía representar el crecimiento de la empresa a la que pertenecía Andrea.
En su mano derecha, el mismo anillo que él le había dado. A su mente llegó ese momento.
Bajo la luz de la luna, en una mesa central en la que nadie pudiera molestarlos, con música clásica como la que ella había estado acostumbrada a escuchar desde siempre, el vestido rojo no dejando ver más de lo que él no debía.
Y en medio, una botella de vino junto con dos copas de vino. El momento que todos estaban esperando había llegado.
—Brindemos, ¿no, Andrea? —Dijo Fermín.
Inmediatamente Andrea supo sonreír. — ¿Brindar por qué?
—Tú solo di que sí. Podemos brindar por muchas cosas, hay tantas cosas porque hacerlo, podemos comenzar hablando de tu belleza, de lo hermosa que luces esta noche y de todo eso que no tiene más palabras para describir lo que más quiero decir ahora.
Andrea sonrió. Ella seguía siendo tan inocente como para pensar que ese amor que su novio de cinco años podía durar para siempre. —Entonces hagámoslo.
En la copa de Andrea solo vino blanco, en la copa de Fermín, solo mentiras.
—Salud —dijeron los dos al mismo tiempo que se llevaban la copa a los labios sin dejar de mirarse el uno al otro.
Y en el momento menos pensado, los labios rojos de Andrea fueron capaces de saborear algo más, algo de lo que deseaba su vida siempre estuviera llena. Amor.
— ¿Qué significa esto? —Preguntó Andrea realmente sorprendida por aquellos que había encontrado en la copa.
Con el corazón palpitando a mil por hora, y Fermín dándose cuenta de lo que acababa de ocasionar en ella, acercó la botella de vino haciendo a Andrea mirar la leyenda de la botella.
“¿Te quieres casar conmigo?”
PARTE UNO: VIDAS CRUZADAS CAPÍTULO UNO: ENCUENTRO Una vez más, Andrea regresó al mundo. Los recuerdos ya se habían esfumado de ella. Una sonrisa tonta se dibujó en su rostro al darse cuenta que el matrimonio, una vida feliz y nada de eso estaba hecho para ella. Pero había algo que, no importaba la manera, no importaba lo que tuviera que hacer, había algo en ella que no cambiaba. Algo que siendo una niña, siempre lo supo. Ella quería ser madre, ella quería tener un hijo. Ahora que comprendía que a su vida no iba a llegar un príncipe azul, había algo a lo que se aferraba y eso era a un hijo. No sabía cómo pero tarde o temprano le diría a su abuelo que estaba esperando al heredero de los Muriel.Un poco más cansada de lo normal, con el alcohol ya haciéndole un efecto extraño en el cuerpo, Andrea se levantó de su lugar en la barra y bebiendo el último trago de la copa, se quitó el anillo más falso que un hombre pudo darle para terminar de ahogarlo en la misma copa de la que ella había b
PARTE UNO: VIDAS CRUZADAS CAPÍTULO DOS: PADRE DE UN HIJO NO NACIDO ¿Cómo las vidas de las personas podían ser tan diferentes y al mismo tiempo, tan iguales? Mientras unos sufrían en sus mansiones, con montones de dinero por lo que no podían tener, por lo que no podían comprar ni con todo el dinero del mundo, había quienes no lo tenían todo ese dinero pero tenían lo que la gente rica añoraba. Diego Cervantes, un hombre de la vida fácil, un hombre que tenía que soportar humillaciones, que las mujeres lo tocaran, le hicieran bailar para ellas, le ofrecieran más dinero a cambio de lo que él solo pocas veces había hecho.Andrea Muriel, una mujer que había sido engañada, una mujer que ya no creía más en el amor pero sin embargo, buscaba y vivía por el mismo sueño. El de tener un hijo. Vidas cruzadas, ellos no eran más que vidas diferentes que al final, se habían cruzado solo para un mismo fin. Creer en lo que ninguno de los dos creían, ser el complemento de uno y otro, uniendo sus polos
PARTE UNO: VIDAS CRUZADASCAPÍTULO TRES: EL DINERO TODO LO COMPRASentada a lado de la pequeña cama donde dormía la pequeña Fernandita, la señora Leticia no podía dejar de leer la revista que se había llevado a casa de Diego solo para tener algo que hacer mientras cuidada del pequeño ángel que Diego le había encargado.De un momento a otro los recuerdos vinieron a ella al darse cuenta de lo divinamente hermosa que lucía la pequeña Fernandita en la cama. Era increíble que solo un hombre como Diego se atreviera a tanto por la niña. Nunca iba a olvidar que solo habían sido dos años viviendo ahí, pagando una renta por la que Diego se esforzaba siempre ganar. Aquella primera vez, en la manera en la que ellos dos llegaron a la vida de la señora Leticia. Era una noche de lluvia cuando a su casa fue a tocar un hombre que cargaba a una niña de no más de cinco años y que era la misma a la que protegía con su suéter, llegó completamente empapado diciendo que estaba ahí por el anuncio afuera de l
PARTE UNO: VIDAS CRUZADAS. CAPÍTULO CUATRO: MUY PRONTO EL ARREPENTIMIENTO LLEGAEn menos de quince minutos, Diego fue capaz de llegar a la casa donde la pequeña Fernandita ya debía de estarle esperando. Ni siquiera sabía con que se iba a encontrar, ni siquiera sabía cómo iba a poder frenar lo que sea que le estuviera pasando a su pequeña hija.Al momento de llegar a casa, tuvo que doblar sus fuerzas para ver de frente con lo que se estaba enfrentando a esas horas dela madrugada.—Hijo, hasta que llegas, Fernandita, no sé qué tiene, no sé qué le pasó, estaba bien, estaba durmiendo tranquila cuando de pronto comenzó a toser de esta manera, hijo, yo, yo no sé que hacer.—Tranquila, señora Leticia, todo va a estar bien —dijo Diego acercándose a la niña.Con dolor, con lágrimas en los ojos se dio cuenta que su hija estaba sufriendo de lo mismo que él no le podía quitar con el solo hecho de arrancar esa enfermedad de ella.—Mi niña, mi princesita, ¿cómo estás? —preguntó Diego ocultando lo
PARTE UNO: VIDAS CRUZADASCAPÍTULO CINCO: MUJER INGOBERNABLE Y si tan solo alguien más hubiera podido ver en el corazón de una mujer que solo hubiera querido vivir eternamente feliz mientras le entregaba todo de ella al hombre que la amara de la manera más sincera, seguramente ella no sería quien ahora parece ser ante el mundo.Ahí, enfrente de la mesa de juntas se encontraba sentada la mujer más codiciada por muchos, la misma de una inteligencia excepcional, la misma que había sabido llevar bien la empresa, la misma de la que el propio abuelo temía. Su nieta, la gran Andrea Muriel.— ¿En verdad creen que si presentamos modelos así lo vamos a tener todo? —Preguntó Andrea.Estaba harta de ver lo mismo en el mundo, ¿por qué el mundo insistía en exponer a las mujeres como si se tratara de ventas? ¿Cómo si de alguna manera se dijera que entre más mujeres pusieran en los anuncios iba a significar más entrada de dinero a la compañía?Si una mujer era puesta en uno de sus tantos anuncios er
PARTE UNO: VIDAS CRUZADAS CAPÍTULO SEIS: POR AQUELLA INSEGURIDAD En su oficina, con mil pensamientos en la cabeza, con todo lo que tenía que hacer y con toda una compañía que era para ella y que tarde o temprano iba a pasar a ser de ella, se sentía sola, la persona más sola del universo.Era cierto que ella podía ser todo lo inteligente que el mundo dijera, era cierto que ella podía ser todo lo bonita que el mundo quisiera, una niña rica, una niña que estaba en la edad perfecta para disfrutar de la vida al mismo tiempo que esperaba por el amor de su vida, el amor que ella siempre esperó tener, la realidad era que ese mismo mundo que la veía siendo la mujer más bonita, rica e inteligente era el mismo que la había engañado una y otra vez.Aquellos sueños, aquellas metas, aquel cuento de hadas en el que ella quiso traer un hijo al mundo no era más que un tema de película. La realidad era que Andrea se sentía sola, más sola que nadie, sin que el mismo dinero pudiera comprar un poco de l
PARTE UNO: VIDAS CRUZADAS CAPÍTULO SIETE: INSEGURIDADES DE SER Ni siquiera había logrado pasa alimento y es que así, era siempre que a él le tocaba estar en el hospital. Las primeras veces siempre preguntándose por que la vida lo había escogido a él para darle una hija que sufriera frente a sus ojos sin que él pudiera hacer mucho, después, conforme los días fueron pasando comenzó a preguntarse qué era lo que tenía que hacer para no ver a su hija así y cuando creyó encontrar respuesta fue cuando comenzó aquel trabajo que no era digno para muchos pero que le daba más de lo que cualquier otro trabajo podía darle, así pasaron los días hasta ese momento en el que seguía sufriendo por su hija, ahora las preguntas habían cambiado, ahora él solo quería saber con qué derecho la gente que tenía todo el dinero del mundo y que fácilmente podía comprar la vida de una dulce niña que no había hecho nada al mundo, se burlaba de la gente que sí tenía la necesidad de ese dinero.Jamás iba a perdonar
PARTE UNO: VIDAS CRUZADAS CAPÍTULO OCHO Cargando entre sus brazos a la luz que siempre sería de sus ojos, la luz que había llegado solo para demostrarle todo de lo que es capaz un padre por su hija, y por la vida misma, Diego abrió la puerta de la pequeña vivienda en donde habían estado viviendo por cerca de dos años, mientras una sonrisa invadía su divino rostro. Sabía que no tenía mucho tiempo para conseguir el dinero de la cirugía de su hija pero eso quitaba que él sintiera que esos momentos en donde su hija parecía disfrutar de la salud completa se debía de aprovechar al máximo. Como había prometido que lo haría esa mujer cuando sobre sus brazos puso el pequeño cuerpecito de una niña a la que dejaba sin el calor de madre.—Y… ¡Llegamos! —Dijo Diego expresando solo felicidad.—Papá.— ¿Sí, mi niña?— ¿Me trajiste mis chocolates de siempre?El gesto de Diego cambió. ¿Cómo hacerle entender que ella estaba tan enferma que ni él tuvo el tiempo de pensar en sus chocolates, los que sie