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—¡Mi-mia! —dijo Steve, señalando a un pequeño bulto al lado de un banco.

—¿Qué es, pequeño? —preguntó Carter acercándose con la sillita.

Ambos se quedaron mirando aquel bulto gris y pequeño. Si Madison estuviera allí, seguramente ya lo habría movido o agarrado. La verdad es que no podía llamarle al hospital (por muchas ganas que tuviera) y preguntarle qué hacer.

Sonrió.

Era la primera vez que Steve y él iban al parque sin ella, pero no pudo ser de otra manera, ya que a Madison le había surgido un imprevisto y se tuvo que marchar a trabajar, dejando al pequeño a cargo de Carter en su día libre. Fue un golpe de mala suerte, en realidad, querría haber pasado su día libre con ella…

El caso es que, en el tiempo en el que Carter estaba pensando en ello, un par de ojos grises azulados se posaron sobre Steve y él. ¡El bulto se había convertido en un precioso cachorro de Dogo alemán!

El castaño se sorprendió al ver una raza de perro tan poco común en Inglaterra, mientras que a Steve se le il
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