—Carter… espera… Están mis padres… —susurraba Madison tumbada en el suelo, mientras él le besaba el cuello.—Hmp —gruñó divertido, a la vez que le daba un pequeño mordisco.Madison no podía creer que estuvieran a punto de hacer el amor en la misma habitación donde se encontraban sus padres. Estaban todavía en el salón y justo cuando la cosa se había puesto caliente entre ellos dos, los padres de la pelinegra entraron en la sala para dejar sus regalos. Antes de que los vieran, Carter la empujó contra el suelo y se situó encima de ella. Afortunadamente, el fuego de la chimenea no duró mucho más y se apagó.—Bueno, esto ya está —dijo en voz baja el padre de Madison.—De acuerdo, vámonos antes de que venga alguien más —terminó por decir su madre.Se oyó el sonido de la puerta al cerrarse y todo se quedó en silencio…—¡Ah! ¡Carter, ¿qué haces?! —preguntó Madison sin poder controlar su tono de voz. Carter la había cargado entre sus brazos contra su pecho, alzándola en el aire.—Shh, ¿quie
La luz blanquecina del día nevoso entró por la ventana, traspasando las finas cortinas beige que colgaban de ella. Parecía hacer frío, pero no para las dos personas que se encontraban durmiendo casi desarropadas, en la gran cama que había en la habitación.La chica pelinegra se encontraba dormida de costado, con los brazos extendidos sobre el colchón y su largo y precioso pelo extendido sobre la almohada. La sábana le cubría de cintura para abajo, excepto una de sus piernas que estaba flexionada sobre la cobertura blanca. Su suave espalda desnuda era cubierta por el cálido y protector brazo del chico castaño que se encontraba dormitando a su lado. Estaba tumbado boca abajo, su cara mirando hacia las finas hebras negras que se esparcían por la almohada.Su cuerpo estaba totalmente descubierto, menos una pierna que se encontraba bajo las sábanas, enredada en la pierna que la chica tenía cubierta.Ambos, parecía como si inconscientemente se hubieran separado por culpa del profundo sueñ
—Ya sabes… que tú y yo estamos juntos —afirmó, acercándose aún más a los labios de ella.—¿Y quién dice que no lo saben ya? —preguntó, a la vez que volvía a juntar sus labios en un beso más apasionado—. Me hiciste gritar como una loca pervertida anoche… alguien podría haberme escuchado, ¿no crees? —dijo en un tono provocativo en el oído de Carter, quien sonrió sensualmente. Steve los miraba, curioso.—Vaya, qué pena… Pensaba hacerte gritar más ahora, pero todo en esta vida no se puede —lamentó divertido contra el cuello de Madison. Mordió sensualmente la sensible piel de su cuello y ella dejó escapar una juguetona risilla. Seguro que le había dejado marca. Steve ladeó la cabeza, aún más curioso y después de pensárselo unos momentos, llevó su boca al cuello de Carter y le mordió con sus pequeños dientes. Carter se sorprendió y miró al bebé, que no le soltaba. Madison comenzó a reírse y después él le siguió. Acercó su mano a la pequeña cabeza de Steve y la empujó levemente para que
—Nos alegramos de que esto haya funcionado —dijo Isabel, refiriéndose al plan de Andrew. ¿Quién lo hubiera dicho, verdad cariño? —preguntó alegre a su marido. Patrick asintió sonriente con Steve en brazos, jugando con un auto de juguete.—Este pequeño hace milagros —dijo Chris, revolviéndole el pelo del pequeño, arrancándole una sonrisa inocente—. ¿Y? ¿Cuándo se lo vamos a decir? —preguntó, haciendo que Patrick e Isabel se miraran entre sí, sin comprender—. Decirles la verdad a Carter y Madison, quiero decir —aclaró el rubio con una sonrisa.—Ah... De eso te queríamos hablar —dijo Patrick mirando a Isabel, que asintió para que siguiera—. Vamos a tener que alargar la mentira unos... dos o tres meses más, por lo menos —dijo, haciendo que Chris se sorprendiera—. Mira, es que tengo que ir a Alemania por asuntos de trabajo y no creo que vuelva tan pronto como me gustaría —explicó con cierto tono de culpabilidad, como si le estuviera dejando una carga muy grande a un amigo.—Y a mí me han
—¿Te lo puedes creer? —preguntó Madison con cara incrédula, mientras apagaba la televisión—. Si solo salimos a tomar un café —dijo moviendo rápidamente la cabeza de un lado a otro, intentando poner las cosas en claro en su cabeza.Carter comenzó a reírse.—Te lo dije: solo llevamos medio mes de enero aquí y ya somos noticia de primera página —dijo, dejando el libro en la mesa de café delante de él—. Lo que menos soporto de esos programas de chismes, es que hacen muchas suposiciones sin saber nada, además de decir cosas estúpidas... ¿CarMadi? ¿Qué demonios tiene esa gente en la cabeza? —inquirió, frunciendo el ceño.—Por lo menos se lo han tomado bien... Te recuerdo que yo caía bastante mal hasta ahora, porque vivía con el soltero de oro —dijo Madison con una mueca, sentándose en las piernas de Carter.—Sí, pero también tenías y tienes admiradores, como ese presentador idiota que... —decía malhumorado, al recordar a aquel presentador engominado y cuadriculado de un programa del corazón
¡Mierda! ¿Cuántas veces tendría que llamar al timbre para que le abrieran? Llevaba allí más de dos minutos y su paciencia estaba llegando a la fase límite. Sabía que el piso estaba insonorizado y no escuchaba nada más que los potentes ladridos de Orus detrás de la puerta.¡Joder! Sabía que, por lo menos, Carter estaba allí. Había visto su coche aparcado en la acera del edificio y hoy era el día libre de Madison, así que también tenía que estar allí. A no ser que hubieran salido a dar un paseo… ¿sin Orus? Era poco probable. ¿Entonces qué? ¿Estarían escuchando música a todo volumen con los audífonos puestos? ¿O…?De pronto, escuchó una leve voz detrás de la puerta. Parecía una carcajada. Conocía bastante bien la risa de Madison como para saber que esa carcajada era suya. Apretó los dientes y en vez de llamar de nuevo al timbre, dio unos cuantos golpes en la puerta.—¡Eh, Madison! ¡Sé que estás ahí! ¡Te he escuchado! ¡Abre la puerta de una maldita vez! ¡¿O es que estás sorda?! ¡Maldita
—No me contesta nunca, Amelia —dijo Madison en un suspiro cansado.—Dale tiempo. Seguro que acabará por comprender la situación —aseguró esta, con gesto tranquilizador la pelinegra.Madison bebió un poco de café. Después dejó la taza sobre el pequeño plato y volvió a suspirar. Desde que Sebastian se fue del apartamento hacía casi un mes, no le había vuelto a ver y aún menos había escuchado ninguna palabra de él. Le había llamado miles de veces y él no contestaba; ni siquiera le devolvía las llamadas. Entendía que no lo hiciera. También que necesitaba tiempo, pero no dejaba de pensar que ella había tenido la culpa. Por eso quería hablar con él, pero no parecía posible en esos momentos.Amelia le dio un pequeño apretón en la mano que tenía extendida sobre la mesa, como muestra de apoyo. Madison sonrió levemente, agradecida. Ambas se encontraban en la cafetería del hospital, tomando un pequeño descanso. Madison podría irse dentro de un rato, ya que había sido llamada fuera de su horar
Ambos se quedaron en silencio, viendo el hermoso paisaje que había detrás de las cristaleras, viendo cómo los últimos rayos de sol daban la bienvenida a la noche.—Cierra los ojos —dijo de repente Madison.—¿Hmm?—Que cierres los ojos —repitió con voz cansina, dándose la vuelta entre los brazos del castaño—. Vamos, que no te voy a hacer nada —inquirió impaciente.Carter suspiró con pesadumbre y cerró finalmente los ojos.—Espero que no sea ninguna de esas bromas tontas y cursis de enamorados, o algo parecido porque… —fue interrumpido por la entrada de algo pequeño en su boca. Abrió rápidamente los ojos y se encontró a Madison sonriéndole en la otra punta de la bañera, con un bombón de chocolate en la mano—. ¿Chocolate? Ya veo. Por eso querías que cerrara los ojos —dijo con el ceño fruncido, pasándose el bombón de un lado a otro de la boca.—Ahhh, Carter, no te enfades. Si no hubieras cerrado los ojos, seguro que no te lo hubieras comido porque ya sé que no te gusta demasiado lo dulce