Marlon estaba sentado en su despacho de la casa familiar, mirando por la ventana, mientras giraba las ruedas de su silla de escritorio, y buscando con la mirada a Ronda. Era la hora a la que habitualmente ella pasaba por allí, y estaba deseando ver la ropa que había escogido esa mañana, seguramente fuera otro de esos conjuntos deportivos que lo ponían tan duro como una roca.
Miró en dirección a la casa de invitados, y luego alrededor de la ruta habitual de la mujer de su hermano, y al no ver ni rastro de Ronda se sintió espoleado por el deseo, ¿y si iba directamente a la casa y le hacía el amor antes de que le diera tiempo a protestar? Estaba allí sentado, intentando dilucidar si merecía la pena salir de su despacho, o si por el contrario la bella Ronda estaría corriendo en alguna otra zona del jardín, cuando su padre entró en el d
Marlon llegó a la oficina mucho más temprano de lo que solía hacerlo, y a su secretaria claramente le extrañó. En cuanto lo vio salir del ascensor, se preguntó porqué parecía tan furioso, y se encogió al pensar que ella tendría que lidiar con él todo el día.- Ágata.- dijo al pasar por su lado.- a mi despacho.- Si, señor, ¿llevo la libreta de notas?- No creo que sea necesario.A ella le extrañó que no fuera necesario acudir con la libreta de notas, pues siempre la llevaba usando acudía al despacho de Marlon, así que la cogió, en parte por costumbre, y en parte para apalacar el temblor de sus manos. Siguió a Marlon al despacho, y al entrar tras él, cerró la puerta.- Cierra también las
Tras varios meses de citas, Meg y Jonah tenían una rutina semanal, que incluía llamarse a diario, y quedar en fines de semana, y festivos. Y a Meg le gustaba la tranquilidad, y la calma que le daba saber como iba a transcurrir su semana. Aunque no había sido capaz de conseguir un empleo como enfermera, pues sin referencias, ninguna clínica u hospital había devuelto sus llamadas, era más feliz ahora que antes.Ese sábado se estaba preparando para ir a patinar con Jonah, mientras Emma horneaba un bizcocho en su cocina, ya que la de Emma se había estropeado repentinamente y los encargados de repararla no acudirían hasta tres días más tarde. A Meg le gustaba que Emma estuviera cerca, porque era divertida, y no tenía reparos en decir las cosas como las pensaba.- Emma.- preguntó Meg a la
Al día siguiente, Meg se levantó repleta de energía, aunque sabía que sería difícil explicarle a Ben que ya no estaba saliendo con Jonah, su profesor, pero aún así, se sentía ilusionada ante la perspectiva de tomar las riendas de su vida.Estaba sentada en su silla de la cocina, desayunando un café rápido y unas tostadas, cuando escuchó que sonaba el teléfono. Hoy se dio suficiente prisa, y pudo llegar antes que su hijo hasta la mesita en la que el teléfono estaba colocado:- ¿Dígame?- Meg, Meg, menos mal que estás en casa.- ¿Mamá?- Si, cariño, soy yo.Meg notó el tono nervioso e intranquilo de la voz de su madre, y rápidamente se preocupó por saber que es lo que pasaba para que su madre llamaratan temprano y tan alarmada.- ¿Qué ocurre? Te noto alterada.
- Levy.- dijo Meg con una voz que le sonó extrañamente temblorosa, y carente de su habitual alegría.- ¿Cómo está mi padre?Levy la miró a los ojos durante unos segundos, sin responder, como si buscara algo en su rostro, aunque ella no supo muy bien de qué podía tratarse.- No os quiero mentir, el infarto ha sido grave, y sus órganos se han visto muy impactados, ahora mismo está sedado para evitarle más sufrimiento, y cuando acabemos con todas las pruebas necesarias, y tengamos una idea más clara de lo que está sucediendo podremos decidir si hay que operar.- ¿Operar?- gritó la madre de Levy asustada ante las palabras del médico.- pero si a él le dan pánico los hospitales, no pueden operarlo.- Señora, lamento mucho lo que le ha sucedido, pero un infarto tan grave como éste, … si se repite… bueno,
Levy se pasó horas sintiéndose un estúpido, sabía como habían herido sus palabras a Meg, de hecho las había dicho impulsado por la frialdad de su mirada, para hacerle daño; y eso era lo opuesto a lo que él buscaba. Meg estaba pasando un mal momento, y él, lejos de ayudarla a superarlo, le había hecho más daño.Cumplió con sus obligaciones del día como un autómata, y ni siquiera se acordó de comer, así que por la tarde se sentó en su despacho, y devoró varias barritas energéticas que dejaba allí siempre para los casos de emergencia. Volvió a pensar en como solventar la idiotez que había hecho, y llegó a la conclusión de que la única forma en que podría arreglar su mal comportamiento, sería disculpándose con Meg. Pensó en llamarla, pero sabía que ella había
Levy, con una extraña mezcla de sensaciones recorriendo su cuerpo, se quitó la bata de médico que habitualmente llevaba al trabajar, y se dirigió al parking del hospital. Seguramente lo que ese hombre había dicho fuera solo un delirio de enfermo, causado por la ingente cantidad de medicamentos que le habían inyectado en las últimas horas, pero necesitaba comprobarlo por si mismo.Antes de salir de allí había cogido la dirección de Meg de los ficheros de personal del hospital, en los que aún constaban sus datos personales, así que llegar a su casa no le costó demasiado, aunque si que le extrañó el barrio tan conflictivo en el que vivía Meg, hubiera esperado que viviera en un sitio más seguro, y sobre todo, más agradable. Aparcó enfrente del número que indicaba el gps, y se quedó sentado dentro de su coche durante al menos quince min
- ¿Acompañarte a tu casa a estas horas para pedir explicaciones a tu madre por algo que sucedió cinco años atrás? ¡Te has vuelto loco!- ¡Vaya, Meg! Parece que ya no te sientes tan confiada con tu historia como para acudir a mi casa y repetirla ante mi madre, ¿cómo has podido atreverte a lanzar unas acusaciones tan horribles sobre mi familia?En ese momento, Meg, dominada por la cólera ante la negativa de Levy a creer sus palabras decidió que era el momento de demostrarle que no era ninguna mentirosa, y que desde luego ella no acusaba a nadie sin ser cierto.- Está bien, déjame que avise a mi vecina para que cuide de Ben y vigile que mi madre sigue durmiendo, y te acompañaré adonde quieras.Meg no tardó más de veinte minutos en estar lista para acudir a su casa familiar. Estaba furiosa por la reacción que Levy había tenido ant
Levy miró a Meg como si fuera una desconocida, como si ya no supiera quien era, y porqué acababa de darle un bofetón.- Meg, lo siento, siento no haber creído en tu palabra, pero si me das unos minutos más, necesito que mi padre se explique.Meg guradó silencio, y aunque trataba de mantener la misma pose orgullosa, Levy detectó el pequeño cambio en su comportamiento, y notó que se sentía avergonzada por su arrebato de ira.- Padre, explica las palabras que acabas de decir, por favor.- Mira, Levy, cuando ocurrió el incidente tú estabas en la universidad, estudiando, y tu madre y yo teníamos claro que tenías un brillante futuro por delante. Lo único que yo no quería es que vieras tu vida estropeada por un incidente sin importancia.- El “incidente”.- intervino Meg.- se llama Ben, y es un niño adorable que hace reí