SABRINA
—No puedes estar hablando en serio —expresó en voz baja Lina porque notamos que al jardín ingresaba un hombre.
—¡Por supuesto que no puede estar hablando en serio! —exclamé sin importar que me oyeran—. Tiene que ser una broma, Alison. Apenas has cumplido veintiuno y ni siquiera lo conoces.
—Nunca en mi vida he hablado más en serio, Lina —respondió con seriedad a nuestra hermana mayor—. Menos bromearía con algo tan importante. —Me miró a los ojos, dolida—. Creo que fue un error haber venido. Me hubiera quedado en París y casado sin las personas más importantes de mi vida porque a ellas no les importa mi felicidad.
Me crucé de brazos, enarcando una ceja y Lina bufó, porque esa era la típica manera en que nuestra pequeña, pero diabólica hermana lograba todo lo que se proponía.
—Lo sentimos, Alison. Pero debes comprender que nos ha tomado por sorpresa la noticia. Ni siquiera sabíamos que tenías novio —explicó paciente y ella solo se cruzó de brazos—. Te enviamos a París a un taller de modas y has regresado con un novio que no conocemos, diciendo que te casarás.
—No lo planeé, Lina. Solo pasó y mi corazón me decía que no debía dejar escapar al amor de mi vida.
Rodé mis ojos y negué.
—Basta de discusiones —intervino papá—. El hombre ya está aquí. —Señaló con la cabeza y volteamos a mirar para ver a un muchacho bastante guapo y elegante, admirando los rosales secos de mi padre como si fueran de lo más interesantes—. A lo que vinimos: cenaremos, lo conoceremos y luego los cuatro tendremos una conversación bastante seria. ¿Entendido? —Las tres afirmamos con la cabeza—. Preséntanos a tu… prometido, Alison. Que después de todo, no tiene la culpa de estar aquí.
Alison aplaudió victoriosa y corrió hacia donde estaba de pie mi futuro cuñado, quien no se veía nada mal.
Cuando estuvo cerca, pude notar que era rubio, alto y con ojos azules, delgado y atlético.
—Lucio, quiero presentarte a mis hermanas y a mi padre —dijo Alison, con los ojos brillantes.
—¿Nombre italiano para un francés? —replicó papá, extendiendo su mano para saludarlo.
—Mi padre es italiano, señor, y mi madre francesa. Es un placer conocerlo, Alison me ha hablado mucho de usted.
—¿Ah sí? —preguntó mi padre y quise reír. El muchacho afirmó serio con la cabeza—. Pues creo que se le olvidó mencionarte a ti en todas nuestras conversaciones telefónicas.
—Papá, por favor —concilió Lina—. Es un placer conocerte, Lucio. Soy Lina —se presentó de la misma manera que mi padre—. Disculpa a mi padre y espero que comprendas que ha sido una sorpresa para nosotros lo del compromiso.
—Lo entiendo perfectamente. ¡Ni se imaginan cómo lo ha tomado mi madre! —dijo nervioso y Lina solo afirmó con una sonrisa forzada.
—Hola, Lucio. Soy Sabrina —saludé y él solo movió al cabeza para corresponderme.
—Vayamos a cenar antes de que se nos vaya el apetito a todos —masculló papá y no pude evitar reír, mirando al prometido de Alison.
—Si en verdad estás dispuesto a casarte con Alison, mejor acostúmbrate a esta familia para nada convencional y completamente chiflada —aconsejé y él afirmó sonriendo.
La cena transcurrió con normalidad, mientras Alison nos daba algunos detalles del curso que había tomado. Durante el postre, Lucio habló un poco de él y fue ganando lentamente la atención de mi padre.
Era arquitecto y acababa de abrir su propia constructora. Se veía bastante educado y parecía un muchacho serio que como único pasatiempo tenía la fotografía. Fue así como conoció a Alison, mientras tomaba fotografías en el parque donde ella corría.
Lina y yo levantamos los platos, mientras los novios y mi padre siguieron al pequeño salón donde papá fumaba y bebía algo antes de irse a la cama.
—Parece un buen muchacho —susurré, mientras ponía en el lavaplatos la vajilla.
—Alison se ve distinta.
—Está enamorada realmente —concordé con Lina.
—Solo el tiempo nos dirá eso. Sabes que Alison es una niña caprichosa y malcriada.
—¿Culpa de quién? —Enarqué una ceja y ella suspiró, mientras preparaba té para ambas.
—Sabes que todos la consentimos demasiado porque mamá se fue cuando ella era muy pequeña.
—Sí, lo sé. Solo quería fastidiarte. —Reí bebiendo de la taza que me había servido.
—Últimamente es lo único que quieres hacer.
—Lina, por favor…
—Se me ha ocurrido una idea brillante para que los empleados de la revista olviden por un tiempo tus faltas —mencionó.
—¿Ah sí? —afirmó—. Mientras no quieras casarme y enviarme de luna de miel…
—Pues es algo similar.
—¿Qué quieres decir? —Fruncí el ceño.
—Ya que Alison estará muy ocupada con los preparativos de su boda, se me ocurrió que podrías tomarte unas merecidas vacaciones y ayudarla —mencionó con suavidad y abrí la boca para protestar—. Piénsalo, es una buena manera de que ambas conservemos nuestros empleos.
—Sabes que odio las bodas y además, no sabemos si Alison despertará mañana cambiando de idea. ¡Es Alison, por Dios! —repliqué, como si fuera algo estúpido.
—Algo me dice que no lo hará, así que tú escoges: o te tomas unas vacaciones temporales o unas vacaciones permanentes, pero tendrás que mantenerme cuando me quede sin empleo.
—Eres tan dramática —repliqué con fastidio.
—No tenemos otra salida —suspiró.
—¿De cuánto tiempo estamos hablando?
—No te has tomado vacaciones desde que iniciaste. Podrías pedir dos o tres meses.
—¡¿Qué?! —grité—. Eso es mucho tiempo. ¿Qué haré con tanto tiempo libre? Al menos me pagarás, ¿cierto?
—Por supuesto, Sabrina. Es algo que te lo mereces y no porque seas mi hermana diré esto, pero eres una de las mejores en la revista, le duela a quien le duela. Sin embargo, estamos en la cuerda floja y por lo menos démonos un respiro hasta que todo pase. Incluso, puedes usar ese tiempo para buscar un esposo, tal vez. —Se encogió de hombros divertida y solo negué.
—Está bien, pero terminaré la semana para dejar todo en orden.
—Gracias, Sabrina.
—Supongo que las gracias debería dártelas yo a ti.
—Creo que es hora de ir a ver a los tórtolos —mencionó, levantándose y la seguí.
—¿Nos perdimos de algo? —pregunté, ingresando al salón y viendo a papá de lo más divertido con los novios.
—Nada, hija. Siéntense con nosotros.
Ambas tomamos asiento al lado de papá, quien tenía una copa de coñac en una mano y un puro en la otra.
—Aquí ya no hay nada que remediar, mis pequeñas. —Señaló a los novios con la mano que sostenía el puro y luego caló una bocanada—. Se casarán en un mes y no hay nada que hacer.
—¡Pero eso es muy pronto! —dijo Lina, mirando con seriedad a nuestra hermana pequeña.
—A Lucio le ofrecieron un proyecto muy importante en Dubái. Debe marcharse en mes y medio, así que no tenemos mucho tiempo —explicó.
—¿Por qué no se casan a su regreso? —sugerí—. Podrán tener más tiempo para los preparativos sin que se les escape nada y no se sentirán tan ahogados con el tiempo encima —Lina afirmó, aguardando una respuesta de los novios.
—Mi contrato es de dos años y creo que es mucho tiempo para esperar a casarme con Alison —respondió Lucio—. Sé que solo desean lo mejor para ella, que todo esto debe ser abrumador y un tanto precipitado, pero quiero que sepan que hablo muy en serio al decir que amo profundamente a su hermana desde el momento en que la vi —suspiró, mientras la miraba con adoración y supe que no habría modo de hacerlos cambiar de idea—. Mis padres también se sorprendieron, pero saben que soy un hombre sensato que jamás se dejó llevar por los arrebatos, menos por cosas del momento y no tuvieron demasiado que objetar porque me conocen y están seguros de que mis intenciones son genuinas. Mi amor es una promesa que cumpliré hasta mi último aliento al lado de su hermana.
Lina, papá y yo nos miramos sonriendo y suspiramos. Nosotros tampoco teníamos nada que refutar a sus palabras. Se oía sincero y parecía un buen muchacho.
—Entonces, no hay nada más que hablar. —Papá se puso de pie y Lucio lo siguió—. Tienen mi bendición para casarse, pero quiero que sepas, muchacho, que Alison tiene una familia un tanto chiflada, que no dudará en meterse en sus asuntos si no es feliz, ¿comprendes?
—Perfectamente, señor. Le prometo que dedicaré mi vida en hacerla feliz.
—Eso espero y ahora, si me disculpan, iré a descansar. Puedes traer tus cosas aquí y quedarte el tiempo que quieras. Después de todo, no harán nada que ya no hubieran hecho en París —bromeó papá y el bochorno tiñó de rojo el rostro de Lucio, mientras mis hermanas y yo estallamos en risas.
Lucio se marchó esa noche a su hotel para recoger sus cosas y pagar la habitación, pero a partir del día siguiente traería se equipaje tal y como mi padre se lo había sugerido.
Cuando se hubo marchado, las tres nos encerramos en la habitación de Lina, oyendo las mil y un anécdotas de Alison en Francia y de cómo conoció a Lucio.
—Sabrina se tomará unas vacaciones y podrá ayudarte con los preparativos —dijo Lina y Alison se lanzó sobre mí, llenándome el rostro de besos, mientras me resignaba a preparar una boda.
—¿Podrías darle todo el mes, Lina? —preguntó sonriente y mi hermana mayor afirmó—. Tienes tu pasaporte al día, ¿cierto, Sabrina? —dijo de pronto y fruncí el ceño.
—Por supuesto. ¿Pero qué tiene que ver con los preparativos?
—La boda será en París. En unos días debemos regresar y por supuesto vendrás conmigo —respondió sin dar lugar a réplicas. Sin embargo, Lina intervino de inmediato.
—¿En París? —Alison movió eufórica la cabeza—. ¿Por qué no puede ser aquí?
—Es que Lucio es de allí y quiere a toda su familia en la boda. Será más fácil trasladar a la mía a que todo París venga aquí.
—¡Pero yo no puedo salir del país! —intervine.
—¿Por qué? —preguntaron ambas al unísono y suspiré—. Tienes vacaciones —dijo Alison.
—Y creo que es una gran idea. Recuerda lo que hablamos —acotó Lina. Tenía la batalla perdida.
—Está bien. Al menos déjenme tener una fiesta de despedida —dije, lanzándome a la cama de espaldas.
—Me gustaría una cena de compromiso antes de marcharnos —mencionó con suavidad e ilusión mi hermana—. Sé que en París nos ofrecerán una celebración, pero yo deseo que las personas más importantes para mí compartan conmigo este momento.
Lina acarició su espalda y yo la miré con ternura. A Alison le costaría bastante adaptarse a su nueva vida, pero ni modo: el amor era así.
—¿A quién deseas invitar? —pregunté.
—Saben que no tengo muchas amigas y que Mila, Sara y Alina han sido como unas hermanas para mí. Me gustaría que estuvieran ellas, ustedes y papá. Con eso seré feliz.
—Nuestra hermana ha madurado —dijo Lina con lágrimas en los ojos y le aventé una almohada.
—¡Sólo está enamorada! —bromeé—. Creo que debo ir a París para encontrar un esposo como la gente. —Volví a bromear, logrando que Alison y Lina me vieran con atención—. ¡¿Qué?! Solo es una broma, saben que jamás me casaría.
—Pues ya lo veremos —susurró misteriosa mi hermana pequeña.
—¿Qué ideas locas se te están ocurriendo?
—En París conocerás a muchos hombres y creo que tengo el candidato ideal para ti —puntualizó como toda una experta y me largué a reír.
—¡Sí, cómo no!
—Ya verás que sí, Sabrina. Ya verás.
—Me gustaría verlo —intervino Lina—. Dios nos haría un milagro si Sabrina sentara cabeza y consiguiera un marido decente como Lucio.
—Pues morirás esperando. Y mejor me voy a dormir porque antes de marcharnos a París debo despedirme de todos mis novios. —Me puse de pie y salí disparada de la habitación.
—¡Ya lo veremos! —gritó Alison y por un momento el pánico me invadió porque ese pequeño diablo que tenía de hermana era capaz de cualquier cosa con tal de salirse con la suya.
«Ya se le pasará», pensé, mientras me acurrucaba en la cama que había extrañado tanto y me perdía en un sueño maravilloso.
Las cosas se fueron acomodando con los días. Terminé la semana con un viernes cargado de pendientes resueltos. En la noche, Lina, papá y yo ofreceríamos la cena que deseaba Alison con mis mejores amigas, que a fin de cuentas eran como nuestras hermanas.
Alina había sufrido mucho desde muy joven y siempre que su hermano no se encontraba en su casa para «protegerla», ella no salía de la nuestra. Mila era hija única y sus padres nadaban en dinero, pero de la misma manera que colmaron a su hija de cosas materiales, brillaron por su ausencia en los momentos importantes. Y Sara… Sara es un caso aparte y excepcional. La más lista, la más guapa, la más sensata. Hasta este día yo no sabía a ciencia cierta cómo nos ha podido soportar por tantos años y sacarnos de muchos aprietos.
Sin embargo, a las cuatro nos unía la misma cuestión y era que ninguna había encontrado el hombre indicado en su vida. Siempre habíamos escogido al patán y nos habíamos secado las lágrimas mutuamente, más veces de lo que podría recordar.
Lina, por otro lado, había estado enamorada por mucho tiempo de Josh, el hermano de Alina, quien fue reemplazado en el corazón de mi hermana por el trabajo a pesar de que se amaban profundamente. De pequeñas habíamos soñado con vivir los cuatro juntos, casando a Lina y a Josh en nuestras fantasías, que se truncaron cuando mi hermana mayor rechazó su propuesta.
Alina lo traería a la cena y quizá mi hermana no se lo tomaría nada bien. Sin embargo, era ese precisamente el propósito.
La casa estaba lista, la mesa también y solo faltaban pocas personas para comenzar.
—¿Por qué invitaste a Josh? —increpó Lina.
—No es mi cena de compromiso.
—¿Alison lo invitó? —Me encogí de hombros—. Ese pequeño demonio. ¡Me las pagará! —bramó furiosa en la cocina.
—¿Por qué te sorprendes? Josh siempre fue como un hermano para nosotras, en especial para ella. Además —la miré de reojo—, lo de ustedes fue hace muchos años. No debería de importarte, a menos que…
—¡Mejor cállate! Y ayúdame a llevar todo a la mesa.
—¡Está bien!
Al llegar al comedor, mi hermana pequeña cuchicheaba muy cómplice con mis amigas y estas me veían de reojo, como si me vigilaran.
Luego de la cena y el brindis, Josh, Lucio y papá bebieron algo fuerte mientras nosotras conversábamos de la prematura boda.
—Entonces, irás a París —inició Sara y afirmé bufando.
—No puede ser tan malo. Ya ves como regresó Alison. —Entornó sus ojos Alina y todas rieron.
—No creo tener tanta suerte —repliqué.
—Nosotras también iremos. No nos perderíamos por nada la despedida de soltera de nuestra pequeña hermana —mencionó Mila—. Pensar que le enseñamos todo lo que sabe y esta mocosa se casará antes que nosotras.
—Y les agradezco mucho por toda la paciencia que han tenido. Sé que no soy fácil y que a veces me he portado muy mal. —Todas la miramos con ternura.
—Nuestro pimpollo ha florecido —dijo Lina y todas reímos.
—Por cierto —inició Alina—, espero que no estés molesta por traer a mi hermano. Acaba de regresar a la ciudad y como Alison lo invitó, no quiso perder la oportunidad de verlas de nuevo y saludarlas.
—No te preocupes —respondió Lina, un tanto incómoda.
—Nosotras nos marchamos, las vemos mañana en el aeropuerto para despedirlas. —Sara se puso de pie y las demás la siguieron.
Los hombres ingresaron en ese momento al comedor y Josh se despidió de Alison y de mí, para dejar por último a Lina.
—Fue bueno verte otra vez, Lina. —Lo oímos decir—. Si tu agenda no está tan apretada, me encantaría invitarte un café.
Todas nos codeamos con sonrisas cómplices, en el fondo sabíamos que ninguno se había casado porque aún se querían.
—Sí, claro. —Fue lo único que dijo mi hermana, mientras le hacíamos gestos para que reaccionara antes de que Josh se desencantara—. Si quieres pasar por la revista el lunes, luego del trabajo, estaría bien.
La sonrisa que se formó en el rostro de Josh fue emblemática.
—Por supuesto que sí. —Sus manos viajaron a la cintura de Lina y le dio un suave beso en la comisura de su boca, mientras nosotras disfrutábamos internamente nuestra pequeña victoria—. Ya estoy deseando que llegue el lunes. Hasta entonces —dijo saliendo de la casa.
Lina nos reprendió con los ojos, pero de todos modos, estábamos felices por ellos y no descansaríamos hasta que terminaran como siempre debieron: juntos y en el altar.
Al día siguiente estábamos listas para partir. Nos despedimos con tristeza de mis amigas, mi hermana y mi padre, aunque sabíamos que en tres semanas volarían a París para organizar la despedida de soltera de Alison.
Dormí durante todo el vuelo y ni siquiera me percaté cuando llegamos. Alison me había despertado y Lucio tuvo la amabilidad de llevar mi equipaje de mano, mientras trataba de arreglar mi pelo enmarañado.
Él me acomodaría en uno de los apartamentos de los proyectos que estaban a su cargo, por lo que me sentía un poco más tranquila. No deseaba irrumpir en la casa de unos extraños y espantar a la familia política de Alison con mis tontos hábitos.
—¿Cogeremos un taxi? —pregunté cuando recogimos nuestro equipaje.
—Un amigo vendrá por nosotros, no te preocupes —dijo Lucio, mirando de manera cómplice a mi hermana.
—Espero que no se les ocurra la absurda idea de querer emparejarme con ese amigo —advertí y ambos sonrieron.
—Pierde cuidado, Sabrina —habló mi cuñado—. Piero es un caballero y no necesita que le busquemos pareja.
—Sí, claro —repliqué para nada convencida—. ¿Acaso es casado? —Ambos me vieron divertidos—. Como dices que no necesita que le busquen pareja…
—No es por eso, Sabrina —intervino Alison—. El amigo de Lucio es un hombre bastante llamativo. Las mujeres le llueven, así que no necesita que nosotros le busquemos novia.
—Pues ver para creer —bufé, porque no me fiaba de la palabra de esos dos.
A Lucio no lo conocía, pero Alison siempre tenía intenciones ocultas y debía andarme con cuidado.
—Está por allá —señaló Lucio, incitándonos a caminar hacia la salida del imponente aeropuerto.
Caminé detrás de ellos, mientras intentaba configurar mi móvil para poder utilizarlo, cuando choqué con una persona.
—Lo siento, yo… —Levanté la vista para disculparme, topándome con unos ojos celestes y una sonrisa de boca cerrada que podría derretir a cualquiera.
Me quedé sin habla por unos minutos hasta que Lucio carraspeó, trayéndome a la realidad.
—Sabrina, él es Piero Brunelli, mi socio y mejor amigo —lo presentó.
—Bonsoir —dijo el aludido despacio, como si arrastrara las palabras convirtiéndolas en seda para mis oídos—. Es un verdadero placer conocerte, Sabrina.
Y la sola pronunciación de mi nombre con aquel acento, había mojado por entero mi braga.
SABRINA—Bonsoir, Piero —respondí cuando el habla me regresó y el hombre, sin dejar de verme a los ojos, se recostó sobre mi cuerpo y rozó su mejilla con la mía, deslizando sus dedos sobre los míos para tomar el asa de mi maleta.—Sería un placer ayudarte con tu equipaje —dijo a mi oído, mientras volvía a incorporarse en su mismo sitio, frente a mí.—Gracias. —Fue lo único que pude decir.—Cuñada, Piero te llevará al apartamento donde te quedarás durante este tiempo. Claro, si no te importa —dijo Lucio, cortando mis pensamientos pecaminosos con el hombre que tenía a escasos centímetros.De inmediato comprendí aquel juego en el que deseaban que cayera, dando por hecho que todo se trataba de una tonta trampa del demonio de mi hermana.—Por supuesto que no, querido cuñado —repliqué, viéndolo desafiante—. ¿Vamos? —me dirigí a Piero y él asintió, caminando a mi lado.Llegamos hasta donde se encontraba su coche y metió mi equipaje en el maletero, abrió la puerta para mí y subí, para que lue
El trayecto hasta el restaurante duró unos cuarenta minutos, en los que nos adentramos en una especie de bosque llamado Bois de Boulogne. Piero me dijo que el establecimiento funcionaba en un pabellón de Estilo Segundo Imperio, que se caracterizaba por la suntuosidad y la policromía, en la que se buscaba demostrar riqueza mediante el oropel y el relumbrón, conservando solo lo más ostentoso y radiante.El estilo había nacido durante el imperio de Napoleón III y se debía a la obsesión de la emperatriz Eugenia, por el estilo de Luis XVI y María Antonieta. Me dio algunas clases magistrales de estilos arquitectónicos, detonando la pasión que le profesaba a su profesión.Me sentí bastante a gusto en su compañía y aunque no había entendido demasiado algunas explicaciones, mi mandíbula casi cae por el piso al tener delante tan majestuosa obra de arte.—Llegamos —dijo él, bajando del coche y rodeándolo para abrirme la puerta—. Este es el restaurante Le Pré Catelan. Bienvenida, Sabrina y espero
SABRINAHabían pasado más de dos semanas como un torbellino: rápido y llevándonos con Alison todo por delante. No había vuelto a ver a Piero porque prácticamente lo evitaba de todas las maneras posibles: salía temprano y regresaba solo para dormir.En tres días llegarían mis amigas, Lina y Josh. Lo estábamos arreglando todo con mi hermana pequeña para que se sintieran de lo más cómodos en París. Lina se quedaría con Alison, mientras que mis amigas se quedarían conmigo y Josh con Piero.Sabía que tendría que verlo y hablar con él tarde o temprano, pero prefería dejar pasar el tiempo para que de la misma manera me dejara de importar. Sin embargo, cada día que pasaba extrañaba su compañía y pensaba con nostalgia en lo que pudo haber sido.«Es mejor así: mientras menos lo veas, más rápido saldrá de tu cabeza», me decía a mí misma por las noches.Ese día nos tocaba escoger la tarta de bodas y todo estaría listo para el banquete. Mi vestido lo traería Lina y la despedida de soltera sería el
SABRINALos días fueron pasando y con ellos las noches que había aceptado cenar con Piero.A decir verdad, con cada velada que compartíamos, las cosas iban siendo más complicadas para mí porque ese hombre era encantador. Estar cerca de él y no sentir cosas, resultaba imposible.Aun así, seguía resistiéndome a los encantos que evidentemente utilizaba para hacerme cambiar de opinión.El jueves había llegado y con Piero le prometimos a Alison que iríamos al aeropuerto por mis amigas y familia. Él llevaría a Lina a casa de Lucio y luego pasaría con mi padre y Josh a su apartamento. En un principio, papá vendría solo para la ceremonia, pero a último minuto lo convencieron de que se tomara unos días para conocer París. Aunque Alison lo quiso persuadir de quedarse en casa de sus suegros, papá se opuso rotundamente escudándose en Josh, a quien había convencido de ir juntos a un hotel. Sin embargo, Piero había dicho que no habría problema alguno en que se quedaran ambos con él.El aeropuerto e
SABRINAPiero comenzó a inquietarse por mis sollozos y tiré de la sábana que lo cubría desde las caderas con la intención de envolverme en ella. Sin embargo, mis ojos casi se salen de sus órbitas al dejarlo completamente desnudo.—¡Mi Dios! —grité por la sorpresa de verlo de aquella manera, tumbado boca arriba con vellos en el pecho que descendían casi imperceptibles por el surco de su abdomen, haciéndose más evidente debajo de su ombligo y acabando en su virilidad de manera frondosa.Tragué grueso e intenté componerme enrollando rápidamente la tela alrededor de mi cuerpo. Sorbí por la nariz y sequé las lágrimas que había derramado al invadirme el pánico mientras Piero despertaba con dificultad.Frunció el ceño y se llevó ambas manos a la cabeza, dejando su brazo sobre su frente.—Mon Dieu… —dijo en un suave murmullo, bajando los brazos a los lados de su cuerpo e intentando incorporarse con las palmas.Lo miré expectante mientras se sentaba en el borde del lecho y llevaba la cabeza ha
PIEROUn mes antes de la despedida de soltera…Me sentía frustrado porque otra vez me había dejado plantado y ya no llevaba las cuentas de las veces que lo ha venido haciendo este último tiempo.Tomé mi móvil y marqué su número, aunque sabía que sería en vano. Ella no vendría y de nuevo me quedaría con este maldito problema encima, que me había anudado al cuello hacía poco más de dos años.—Lo siento, monsieur, pero el tiempo se ha acabado —dijo el juez y solo afirmé con la cabeza, mirando a mi abogado.—Ya no podemos esperar más, Piero —murmuró apenado—, hay otros casos esperando y el juez no puede perder su tiempo.Me puse de pie furioso y salí de la sala de audiencias, maldiciendo a aquella condenada mujer.Apenas crucé la puerta, encendí un cigarrillo, calando hondo mientras cerraba los ojos.—Aquí no puedes fumar, Piero —advirtió Leo, mi abogado y amigo—. Además, creí que lo habías dejado.Caminé hacia la salida sin decirle una palabra, pero oí sus pasos tras de mí. Cuando al fin
PIEROEl domingo había mandado revisar que todo estuviera en excelentes condiciones para la llegada de la cuñada de Lucio. Incluso compré algunas cosas de la tienda, que yo pensaba eran indispensables en una despensa: café, frutas, algunas galletas y lácteos.No sabía nada de aquella mujer ni me imaginaba como era físicamente, aunque si le rompieron el corazón y luego ya no tuvo ninguna relación, no debía poseer demasiado encanto.De camino al aeropuerto, mi móvil comenzó a repicar y respondí de inmediato: era Danna.—Hola, Danna… —saludé y oí un sollozo del otro lado—. ¿Pasa algo?—Es ella, Piero… otra vez ella —recosté mi cabeza en el respaldo y suspiré.—Qué hizo esta vez…—Lo mismo de siempre… quiere dinero, una fuerte cantidad de la que yo no dispongo, en este momento— respondió y fruncí el ceño.—Danna, no me vengas con que has estado dándole dinero… —dije furioso y ella rompió en llanto—. ¡Oh por Dios! —Golpeé con fuerza el mando del coche, lleno de rabia—. ¿Desde cuándo te ha
SABRINASuspiré feliz mientras me miraba en el espejo que tenía en la habitación. El vestido blanco y perfecto me quedaba justo, sin que faltara o sobrara nada. Era de corte sirena con una cola de metro y medio, hecho a mano por una de las mejores modistas de novias de la ciudad.Lina había conseguido que me lo hicieran en tiempo récord y como yo deseaba, el vestido era su regalo de bodas.El tocado era de un hilo fino de plata con flores blancas minúsculas de piedras, trenzadas alrededor del recogido, sujeto al velo que caía como cascada de nube sobre mi espalda.Los zapatos Manolo Blahnik me calzaban perfectos y tenían incrustaciones de pedrería que hacían juego con los detalles del vestido y el tocado.Dos toques suaves en la puerta me devolvieron a la realidad y por el espejo vi a mi padre que asomaba la cabeza. Di media vuelta con una enorme sonrisa.—¿Cómo me veo, papá? —pregunté con ilusión y mi padre solo negó con la cabeza, juntando sus manos a la altura del pecho.—Como un á