¡Hola! Espero que les guste mucho esta historia. Me encantaría poder leer sus comentarios :)
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—¿Qué sucede ahora? —pregunta Max cuando hemos llegado al siguiente jardín de la mansión en la que nos encontrábamos. Ahora, ya podía hablar con mi amigo con total libertad y sin el temor de ser escuchado por algún paparazzi que llegara a malinterpretar las cosas.—Lo mismo de siempre… supongo —le digo al tiempo en que escondo mis manos en cada bolsillo de mi pantalón.—¿Por qué discutieron esta vez? —pregunta mientras continúa caminando para alejarse un poco más.—Es… absurdo —le digo algo decepcionado mientras lo sigo.—Nada es absurdo en un matrimonio, Leo —indica mi amigo—. ¿Qué pasó? —interroga interesado.—Acabamos de discutir por la prensa —señalo; y, cuando digo ello, aquel se gira a verme.—¿La prensa? —cuestiona un poco sorprendido—. ¿Qué pasó con la prensa ahora? —interroga al fruncir su entrecejo —. ¿Acaso han vuelto a…—No, no es eso —le contesto al interrumpirlo—. No tiene nada que ver con lo que pasó —le digo.—. Porque si
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *Luego de la respuesta de Max, me quedé pensando, unos minutos, en silencio. Mi amigo estaba concentrado terminando de fumar su cigarrillo y no decía ni una sola palabra (y eso lo agradecía). La respuesta de Max había sido, en conclusión, que, tal vez, nunca he amado a Nora, pero aquello era absolutamente falso.—Te equivocas —respondo de manera rotunda; y, así, me gano la atención de mi amigo.—Bueno, es una posibilidad —contesta aquel.—Max —lo nombro—, te puedo asegurar que me casé con Norka amándola —le digo; y aquel me mira a los ojos—. Y sí —añado—, tal vez, me apresuré un poco —reconozco—, pero no me arrepiento de haber hecho eso —le digo sincero—. Norka es la mujer que trajo al mundo a las personas que más amo —agrego— y, siendo sincero, yo también he tenido culpa en que nuestro matrimonio no estuviese funcionando como debería ser —admito—. Creo que debí haber esperado, un poco más, para tener a Franco —le digo al girarme a verlo
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *Luego de salir de la recepción sin haberme despedido de algunos de mis socios, mis hijos, Norka y yo subimos al auto y estábamos regresando a nuestra casa; sin embargo…—Niños, hoy se quedarán con sus abuelos —les comunico; y puedo ver cómo mi comunicado toma por sorpresa a Norka.—¿Qué estás diciendo? —interroga ella en forma de reclamo.—Tú y yo necesitamos hablar, Norka —le explico lo más tranquilo posible—. Y necesitamos nuestro espacio para hacerlo.—No tengo ganas de hablar —responde frontal—, así que olvídate de la estúpida idea de llevar a nuestros hijos con tus padres —puntualiza demandante— ¡y conduce directo hacia la casa! —ordena un poco exaltada.—Tenemos que hablar seriamente —le informo sin quitar mi mirada de la pista—, así que los niños irán a la casa de mis padres —determino firme.—Detén el auto —demanda seria, pero no le hago caso— ¡Detén el auto! —grita.—Debes tranquilizarte —le pido al seguir con mi mirada al frent
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *Luego de haber dejado a mis hijos en la casa de mis padres, Norka y yo nos fuimos rumbo a la nuestra. Durante todo el camino no habíamos cruzado palabra; y eso lo agradecía, ya que, de lo contrario, si cualquiera de los dos hubiese articulado alguna, lo más probable fuera que iniciemos otra discusión mayor; sin embargo, el haberla amenazado con hacer un escándalo para que la prensa viniera, fue de gran ayuda. Aunque me avergonzaba por haber recurrido a ello para tranquilizarla, no se me ocurrió otra idea mucho más efectiva.Sigo conduciendo por la carretera hacia mi casa (la cual se encontraba muy lejos de la ciudad). Había decidido comprar aquella casa para escapar del gran escándalo que se había formado hace poco más de un año; y fue lo mejor. Al menos, Luciano se sintió más cómodo al igual que Franco y Fabrizio (a quien le gustaba recorrer los jardines de aquella.—Conduces demasiado lento —me sorprende escuchar la voz de mi mujer—. V
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—En las fiestas que organizan —me señala.—¿Qué hay con ellas? —le cuestiono serio y al mirarla con suma atención.—Tu… madre —añade titubeante y luego, se queda callada.—Norka, por favor, habla —le pido un poco impaciente ante su prolongado silencio—. Necesito saber lo que me tengas que decir para poder hablarlo con mis padres y solucionarlo —le digo directo—. Si no me dice nada y te quedas callada, poco puedo hacer yo —puntúo muy seguro—. Por favor —susurro al mirarla y tomar las muñecas de sus manos—, dime —le pido delicadamente; y ella suelta un suspiro para después, hablar.—Una vez —me empieza a contar—, tu madre me desautorizó frente a una de las sirvientas de su casa.—¿Desautorizarte? —cuestiono extrañado.—¡Sí! ¡Me desautorizó! —reafirma al soltarse del agarre de mis manos para poder girarse y darme la espalda otra vez.—¿Qué hizo exactamente? —interrogo serio.—La estúpida de la sirvienta derramó vino sobre el vestido que me
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—¿Sabes qué? Po el momento, es mejor que dejemos nuestros problemas familiares a un lado —le sugiero—. No debí meter a los niños en nuestra conversación —acepto—. Lo siento.—Quiero que me digas lo que tenías planeado decirme —demanda exigente.—Está bien —articulo no muy convencido; y escucho cómo Norka bufa.—Habla —me dice fastidiada.—Norka, también tenemos constantes discusiones por la manera en la que criamos a los niños —suelto sin más.—Eso es porque tú los quieres mal educar —puntualiza tajante.—Trato de hacer mi mejor esfuerzo como padre —le señalo con seguridad.—Pues parece que no es suficiente —menosprecia; y aquello me incomodaba—. Dime… ¿qué más has hecho a parte de consentir a Fabrizio nada más? —parece reclamar.—Yo no consiento solo a Fabrizio —sentencio muy firme—. Yo consiento a todos mis hijos por igual; y tú eres consciente de eso —señalo serio.—¿Ah sí? ¿Ah sí? —increpa al acercarse un poco a mí—. ¿Acaso por Fran
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * * * Norka * * * * * * * * * * *—¡Leonardo! —grito su nombre de manera histérica al ver que el muy estúpido se estaba marchando sin contemplar el que yo lo estuviera llamando—. ¡Leonardo! —exclamo más fuerte al ver que estaba saliendo de nuestro estacionamiento—. ¡Leonardo! —grito una vez más cuando he visto que ha salido de la casa— ¡Leonardo! —grito con mayor fuerza, pero es en vano—. ¡Aaahhhhhh! —reniego de pronto al ver cómo se ha marchado sin detenerse—. ¡Maldito imbécil! —agrego con furia; y luego, regreso, a paso apresurado, hasta el interior de mi casa.Llego a la sala y lo primero que hago es tomar mi cartera para después dirigirme hasta el segundo piso de la casa y, así, entrar a la habitación que compartía con el estúpido que tenía como esposo.Al llegar a mi recámara, abro la puerta, ingreso y vuelvo a cerrarla con seguro. A esta hora, toda la servidumbre se iba a una casa alterna en la parte trasera de
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *Estoy echada sobre mi sofá cuando, de repente, escucho el sonido del timbre.—¡Lorey! —me llama mi amiga y, cuando oigo su voz, sonrío por instinto.—Chiara… —susurro al tiempo en que trato de ponerme de pie y, así, poder empezar a caminar hacia la puerta.—¡Lorey! —escucho, nuevamente su voz.—Ya, ya voy —hablo bajo, ya que, si articulaba alguna sola palabra de manera fuerte, un horrible y punzante dolor de cabeza se hacía presente en menos de lo que esperaba.—Lorey… —sigue llamando al tocar el timbre.—Ya… —alargo a la vez que camino tratando de no tropezar.—¿Lorey? —pronuncia una vez más Chira y, en ese momento, llego hasta mi puerta y la abro sin más— ¿Lorey? —me habla mi amiga un tanto extrañada.—Pasa, Chiara —le pido al haberme colocado detrás de mi puerta para no ver la luz, ya que eso también provocaba que mi jaqueca se acrecentara—. No quiero ver la luz —le preciso; y ella ríe ligeramente.—Por lo que me dices… —alarga a la vez que ent