* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *Luego de haber dejado a mis hijos en la casa de mis padres, Norka y yo nos fuimos rumbo a la nuestra. Durante todo el camino no habíamos cruzado palabra; y eso lo agradecía, ya que, de lo contrario, si cualquiera de los dos hubiese articulado alguna, lo más probable fuera que iniciemos otra discusión mayor; sin embargo, el haberla amenazado con hacer un escándalo para que la prensa viniera, fue de gran ayuda. Aunque me avergonzaba por haber recurrido a ello para tranquilizarla, no se me ocurrió otra idea mucho más efectiva.Sigo conduciendo por la carretera hacia mi casa (la cual se encontraba muy lejos de la ciudad). Había decidido comprar aquella casa para escapar del gran escándalo que se había formado hace poco más de un año; y fue lo mejor. Al menos, Luciano se sintió más cómodo al igual que Franco y Fabrizio (a quien le gustaba recorrer los jardines de aquella.—Conduces demasiado lento —me sorprende escuchar la voz de mi mujer—. V
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—En las fiestas que organizan —me señala.—¿Qué hay con ellas? —le cuestiono serio y al mirarla con suma atención.—Tu… madre —añade titubeante y luego, se queda callada.—Norka, por favor, habla —le pido un poco impaciente ante su prolongado silencio—. Necesito saber lo que me tengas que decir para poder hablarlo con mis padres y solucionarlo —le digo directo—. Si no me dice nada y te quedas callada, poco puedo hacer yo —puntúo muy seguro—. Por favor —susurro al mirarla y tomar las muñecas de sus manos—, dime —le pido delicadamente; y ella suelta un suspiro para después, hablar.—Una vez —me empieza a contar—, tu madre me desautorizó frente a una de las sirvientas de su casa.—¿Desautorizarte? —cuestiono extrañado.—¡Sí! ¡Me desautorizó! —reafirma al soltarse del agarre de mis manos para poder girarse y darme la espalda otra vez.—¿Qué hizo exactamente? —interrogo serio.—La estúpida de la sirvienta derramó vino sobre el vestido que me
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—¿Sabes qué? Po el momento, es mejor que dejemos nuestros problemas familiares a un lado —le sugiero—. No debí meter a los niños en nuestra conversación —acepto—. Lo siento.—Quiero que me digas lo que tenías planeado decirme —demanda exigente.—Está bien —articulo no muy convencido; y escucho cómo Norka bufa.—Habla —me dice fastidiada.—Norka, también tenemos constantes discusiones por la manera en la que criamos a los niños —suelto sin más.—Eso es porque tú los quieres mal educar —puntualiza tajante.—Trato de hacer mi mejor esfuerzo como padre —le señalo con seguridad.—Pues parece que no es suficiente —menosprecia; y aquello me incomodaba—. Dime… ¿qué más has hecho a parte de consentir a Fabrizio nada más? —parece reclamar.—Yo no consiento solo a Fabrizio —sentencio muy firme—. Yo consiento a todos mis hijos por igual; y tú eres consciente de eso —señalo serio.—¿Ah sí? ¿Ah sí? —increpa al acercarse un poco a mí—. ¿Acaso por Fran
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * * * Norka * * * * * * * * * * *—¡Leonardo! —grito su nombre de manera histérica al ver que el muy estúpido se estaba marchando sin contemplar el que yo lo estuviera llamando—. ¡Leonardo! —exclamo más fuerte al ver que estaba saliendo de nuestro estacionamiento—. ¡Leonardo! —grito una vez más cuando he visto que ha salido de la casa— ¡Leonardo! —grito con mayor fuerza, pero es en vano—. ¡Aaahhhhhh! —reniego de pronto al ver cómo se ha marchado sin detenerse—. ¡Maldito imbécil! —agrego con furia; y luego, regreso, a paso apresurado, hasta el interior de mi casa.Llego a la sala y lo primero que hago es tomar mi cartera para después dirigirme hasta el segundo piso de la casa y, así, entrar a la habitación que compartía con el estúpido que tenía como esposo.Al llegar a mi recámara, abro la puerta, ingreso y vuelvo a cerrarla con seguro. A esta hora, toda la servidumbre se iba a una casa alterna en la parte trasera de
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *Estoy echada sobre mi sofá cuando, de repente, escucho el sonido del timbre.—¡Lorey! —me llama mi amiga y, cuando oigo su voz, sonrío por instinto.—Chiara… —susurro al tiempo en que trato de ponerme de pie y, así, poder empezar a caminar hacia la puerta.—¡Lorey! —escucho, nuevamente su voz.—Ya, ya voy —hablo bajo, ya que, si articulaba alguna sola palabra de manera fuerte, un horrible y punzante dolor de cabeza se hacía presente en menos de lo que esperaba.—Lorey… —sigue llamando al tocar el timbre.—Ya… —alargo a la vez que camino tratando de no tropezar.—¿Lorey? —pronuncia una vez más Chira y, en ese momento, llego hasta mi puerta y la abro sin más— ¿Lorey? —me habla mi amiga un tanto extrañada.—Pasa, Chiara —le pido al haberme colocado detrás de mi puerta para no ver la luz, ya que eso también provocaba que mi jaqueca se acrecentara—. No quiero ver la luz —le preciso; y ella ríe ligeramente.—Por lo que me dices… —alarga a la vez que ent
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—¿La Lorey que soy ahora? —vuelvo a repetir (casi inconscientemente) la pregunta que me hizo mi amiga.—Sí, Lorey —contesta Chiara muy apenada.—¿A qué te refieres con la Lorey que soy ahora? —le pregunto (algo desconcertada) a la vez que la miro con curiosidad.—Lorey… —susurra.—Quiero que me lo digas, Chiara —le pido, ya que la conocía y era probable que aquella prefiriera disculparse para, después, decir “olvídalo”.—Está bien —sentencia; y luego, suelta un suspiro cargado de tensión—. Lorey, desde que te casaste con Jake…—empieza a contar— e incluso antes —enfatiza—, te alejaste de nosotros, Lorey —manifiesta—. Te alejaste de mí, te alejaste de Kurt —señala—, pero lo más importante, en este punto, es que te alejaste de tus padres —me recuerda.—Chiara…—Y eso que aún no hemos hablado de ti, Lorey —precisa, de repente, entre seria y triste.—¿Qué sucede conmigo? —cuestiono frontal.—Lorey, has cambiado demasiado desde que Jake y tú comenzaron
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *Después de haber llevado mis cosas hasta el departamento de Chiara, regresé a la casa que compartía con Jake para esperarlo y, así, conversar.Miro mi reloj y veo que son las ocho de la noche.«Otra vez está retrasado», pienso mientras continúo sentada sobre el sofá, moviendo mi pie derecho como parte de un toco nervioso.«Me pregunto cuánto demorará», agrego en silencio mientras me dedico a inhalar y exhalar suavemente para poder calmar un poco la tensión que sentía.—Jake… —susurro ansiosa mientras veo mi reloj otra vez.—¡¿Se puede saber qué carajos hace tu amiga fuera de nuestra casa?! —escucho la voz de mi marido, así que, de inmediato, me pongo de pie y me doy media vuelta para poder mirarlo.—Jake…—¡Responde, Lorey! —exige demandante, lo cual logra sobresaltarme— ¿Qué hace esa mujer aquí? —añade con molestia al llegar hasta mí y tomar uno de mis brazos con fuerza.—Jake, yo… —articulo las palabras muy nerviosa.—¡Habla, Lorey! —ordena al mi
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Jake, cálmate por favor —le pido—. Tranquilízate —añado al mirarlo.—No deberías terminarme —vuelve a señalar—. Tú no deberías terminarme —sentencia muy molesto.—Esto no está funcionando, Jake —reitero.—Pero el que debería poner fin a esto ¡soy yo! —exclama frustrado—. ¡No tú! —indica firme—. La que arruinó el matrimonio ¡fuiste tú! —me recuerda; y sabía a lo que se refería.—No quiero hablar de eso, Jake —le pido a la vez que trato de salir de la cárcel que había formado con sus brazos.—¿No quieres hablar? —cuestiona divertido— Pues igual hablaremos, Lorey —añade— Porque no tienes ningún derecho a dejarme botado como si fuera cualquier cosa —puntualiza— ¡Y mucho menos cuando la culpable de todo has sido tú!—Ya basta, Jake —le pido seria al intentar salir de su acorralamiento.Él podía hablarme de cualquier cosa, menos de ello. Enterarme de mi esterilidad también había sido un golpe fuerte para mí; no solo para él.—Ya basta nada, Lorey —prec