4. Sí, acepto

Hanna

No puedo creer que me lo haya encontrado incluso fuera del trabajo, pero me tiene aún más sorprendida ver cómo me defiende, a su manera, del idiota que no entiende lo que significa la palabra NO.

Veo cómo el niñato atrevido sale prácticamente corriendo ante la voz imponente de Jason y es en ese momento que siento como su aliento roza mi nuca y consigue erizar toda mi piel.

—Hola otra vez, gatita. Algo me dice que de ahora en adelante vamos a vernos mucho más.

Lentamente voy girando mi cuerpo hasta que me encuentro viendo de frente a quien se ha convertido en el hombre de mis pesadillas y Dios, no puedo evitar quedarme anonadada ante su presencia.

Él es impresionante. Sin embargo, todo el encanto desaparece cuando veo cómo esboza esa media sonrisa burlona que ya le he visto en más de una ocasión.

—Finalmente he conseguido dejarte callada.

Sus palabras consiguen hacerme despertar y de inmediato doy un paso lejos de él y frunzo el ceño regalando mi mirada más enojada.

—Lo último que quiero es seguir encontrándome contigo— le digo y de inmediato mis palabras surten efecto porque veo cómo aprieta la quijada antes de relajarla.

—Esa no es la manera en que le hablas a alguien que acaba de ayudarte.—me dice empleando un tono de voz grave que debo aceptar, lo hace sonar muy sexy.

Sin embargo, no olvido quien es y lo que me ha hecho.

—No te pedí ayuda, me estaba encargando del asunto antes de que aparecieras. y además ¿Qué es esa locura de haberme llamado novia? Eso nunca va a pasar.

Él al escucharme acorta el espacio que inútilmente puse entre los dos y veo como la media sonrisa burlona se hace mucho más grande en sus labios, como si se estuviera riendo de un chiste que solo él conoce.

—Nunca digas nunca, gatita, la vida puede darte una lección— habla muy cerca de mi rostro y tengo que tragar en seco, porque su cercanía me está afectando más de lo que quiero admitir—Además, a mi no me parecía que estabas encargándote, a mi parecer el tipo estaba muy cerca de faltarte al respeto. No es muy difícil dar las gracias.

De acuerdo, debo terminar con todo esto porque va a dejarme sin cordura, y es que ¡A este hombre no lo entiende nadie! Primero es un patán, luego es un engreído pretencioso y ahora se las tira de caballero andante.

Tomo un respiro profundo cerrando los ojos y me obligo a calmarme, porque aunque no me soporte a este hombre, si es cierto que me ha ayudado. Cuando los abro me encuentro con su mirada penetrante detallando muy fijamente mi rostro.

—Gracias— digo con sinceridad— Por haberme ayudado antes a quitarme al tipo de encima, lo agradezco.

Por primera vez desde que lo conozco, veo lo que parece ser una minúscula sonrisa que parece ser sincera en sus labios y santo padre, este hombre se ve mejor con cada cosa que hace.

—Ha sido un gusto, gatita.

Y dale con el apodo…. Puedo sentir mi ceño fruncido en molestía y sé que él lo nota porque sonríe en grande en mi dirección. 

—Ya te he dicho que dejes de decirme así.

Él parece que está a punto de decirme algo más, pero entonces mi celular suena y cuando veo el remitente siento que la sangre se drena de mi rostro, porque una llamada desde Londres a esta hora solo puede significar una cosa: Malas noticias.

Sin decirle una palabra más, me muevo con rapidez hacia la salida de la discoteca oyendo como Jason parece llamarme desde atrás, pero ahora mismo no tengo tiempo de pensar en más nada que no sea escuchar lo que tiene que decirme mi madre.

Como puedo, en medio de empujones, llego hasta la salida justo en el momento que el celular vuelve a sonar. Ni siquiera lo pienso antes de tomar la llamada.

—Mamá ¿Qué ha pasado?— mi voz sale en un hilo y mi corazón está latiendo muy rápido a la espera de lo peor.

Hace ya seis meses que mi hermano fue diagnosticado con leucemia y desde entonces vivo a la espera de un milagro o que lo peor llegue.

—Hija…— mamá deja salir un sollozo y eso de inmediato consigue que mis ojos se hagan agua, mientras niego con la cabeza, aún cuando sé que ella no puede verme.

—Mamá, Chris…

—Tuvo una recaída—me interrumpe ella—lo han internado de urgencia, el médico dice que hay un nuevo tratamiento que puede servirle, pero es… es demasiado dinero, Hanna.

Dinero. Ese siempre ha sido el problema. Fue igual cuando yo estudié becada en la preparatoria y todos los niños pensaban que era divertido golpear a la niña pobre y lo sigue siendo ahora, cuando aún con una carrera universitaria no me alcanza para salvar la vida de mi hermano.

—Voy a conseguirlo— digo.

—Han, no creo que…

—Mamá, te he dicho que lo conseguiré, he estado buscando segundos empleos y si no pido un adelanto, pero voy a conseguirlo. Lo prometo.

—Muy bien, cariño.  Te amo.

—Y yo te amo a tí.

Sin decir nada más termino la llamada y envío un mensaje a Steph para decirle que me voy,  Ahora mismo lo último que quiero es estar de fiesta. Necesito encontrar la manera de pagar el tratamiento.

Es sábado por la mañana, no he pegado ojo en toda la noche debido a la preocupación y justo cuando parece que por fin voy a empezar a dejarme llevar por morfeo, escucho como mi celular comienza a sonar con insistencia desde la mesita de noche.

Por un momento considero no contestar, pero luego pienso que puede ser algo de la revista, por lo que decido, muy a mi pesar, levantarme y tomarlo. Veo que el remitente es desconocido, por lo que frunciendo el ceño, tomo la llamada.

—¿Hola?

—¿Hablo con la señorita Hanna Hamilton?

Tomo mi cuerpo se endereza y la esperanza se enciende en mi interior al escuchar el tono con el que aquella mujer hace la pregunta.

—Si, soy yo— contestó, tratando de mantener mi esperanza a raya.

—Le hablamos de TechnoBot, nos gustaría saber si está disponible para asistir a una entrevista el día de hoy a las 9:00 am. Sé que está sobre el tiempo, pero es de suma importancia y necesitamos hacerlo hoy.

Mis ojos viajan hacia el reloj de pared que tengo sobre el pequeño escritorio y veo que son las 6:30 de la mañana. Estoy con el tiempo justo, pero por nada del mundo diré que no a una oportunidad como esta.

—Por supuesto, ahí estaré.

—Muy bien, por mensaje le estaré enviando la dirección. 

Antes de que pueda decir algo más, la mujer ya ha colgado la llamada y por al menos 20 segundos no puedo hacer más nada que no sea mirar el celular en mis manos sin poder creerme lo que acaba de pasar.

Tengo una entrevista de trabajo. 

—¡SIIIIIIIIIIII!— Prácticamente corro hacia el baño.

No recuerdo haber metido hoja de vida en una empresa de tecnología, pero ahora mismo eso es lo que menos importa.

Una hora después ya me encuentro llevando mi  atuendo ejecutivo: Una falda pitillo negra hasta las rodillas, una blusa blanca de escote en V y de mangas largas, pantis medias negras y mis tacones blancos con negros.

Llegar hasta la empresa me toma unos 45 minutos, pues yo vivo en uno de los barrios más sencillos de la ciudad y la dirección a la que voy es en toda la zona In de Los Ángeles. 

Llego faltando unos veinte minutos y solo cuando estoy frente a la señorita de recepción es que me permito respirar.

—Buenos días, ¿En que podemos ayudarla?— me dice una castaña, mientras me da un repaso y me mira con recelo.

—Soy Hanna Hamilton, me llamaron para una entrevista. Me dijeron que comunicaran mi llegada al piso 5.

Mis palabras hacen que el disgusto en la castaña se haga mayor. Ella entrecierra sus ojos en mi dirección, pero no mueve un solo dedo para hacer la llamada.

—Lo siento, pero no me han notificado de ninguna entrevista, mucho menos en el piso 5.

—Entiendo, pero quien me llamó dijo que era urgente y me dijeron que le dijera debía llamarlos, si quiere pregunte.

Su rostro se arruga aún más al escucharme y yo ya me estoy empezando a poner ansiosa, pues el tiempo corre y no quiero que crean que llegué tarde.

—No me digas que hacer en mi trabajo, si la entrevista fuera urgente me hubiesen avisado. Supongo que no eres más que otra de las mujeres que intenta llegar hasta él.

Mi ceño se frunce en absoluta confusión, porque no tengo ni idea de que está hablando esta mujer, sin embargo, antes de que pueda decirle algo más, el télefono de la mujer venenosa suena y esta contesta de inmediato.

—Recepción de TechnoBot habla Mar…— Sus palabras se interrumpen y ella me da una mirada de reojo antes de apretar la quijada— Si por supuesto, de inmediato.

Cuando cuelga, me regala la mirada más odiosa de todas y veo como aprieta aún más los dientes antes de hablar.

—El ascensor está a la derecha.

No le regalo una sola mirada más y tampoco pienso darle las gracias luego de la forma en que me habló, simplemente me subo al ascensor y presiono el piso que me dijeron. Cuando llego, una mujer regordeta de cabello negro y ojos miel me recibe con afán.

—Tú debes ser Hannah, yo soy Margy, hablamos más temprano— me dice mientras me guia hacia lo que parece la oficina de presidencia por su tamaño.

—Un gusto, Margy.

Ella me da una sonrisa amable y me i***a a caminar más rápido, cuando llegamos a la puerta veo que hay un escritorio amplio fuera de la oficina y veo como ella toma asiento antes de levantar el teléfono.

—Ya está aquí— dice y me mira— Si, perfecto, señor Thompson.

¿Thompson? Por alguna razón el apellido se me hace familiar, pero no me da tiempo de pensar, porque Margy me vuelve a hablar.

—Ya puede entrar.

Sintiendo todo mi cuerpo temblar de nervios y expectativa, abrí la puerta y me adentro a la oficina. Mis ojos primero detallan lo grande y elegante del lugar, el enorme ventanal con vista a la ciudad, el mueble de cuero y finalmente el escritorio de roble y la persona detrás de este.

—Esto tiene que ser una broma— digo, sintiendo como toda la esperanza se esfuma de mi cuerpo, dando paso a un nuevo sentimiento: rabia.

Jason esboza esa sonrisa que odio y entrelaza ambas manos sobre el escritorio.

—Te dije que nos volveríamos a ver, gatita. ¿Por qué no te sientas para que hablemos del trabajo que tengo para tí?

¿Él en verdad cree que soy tan tonta para creer que esto es realmente una entrevista de trabajo? 

—Y yo te dije que me dejarás de llamar así— digo y niego con la cabeza, entendiendo que esto no es más que una más de sus estupideces— Me largo de aquí, no tengo intenciones de escuchar nada que tengas que decir.

Solo alcanzo a dar dos pasos cuando su voz grave y arrastrada vuelve a escucharse dejándome estática en mi lugar.

—¿Ni siquiera si el pago son 20 mil dólares al mes?

Mi cuerpo se paraliza y mi rostro se gira con rapidez hacia él que no ha cambiado para nada su expresión.

—¿Qué dijiste?— pregunto, con el corazón latiendo a mil. Ese dinero… Dios si lo que dice es cierto entonces ese dinero puede salvar a mi hermano.

—Te dije que si aceptas el trabajo, el pago serán 20 mil dólares, así que dime, ¿Quieres o no escuchar?

Mis ojos se quedan fijos en los suyos, estoy debatiéndome entre si debo o no creer lo que me dice, hasta que finalmente decido que escuchar no me hará ningún daño.

—Muy bien, voy a escucharte.

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