—Supongo que no lo sabes, pero tu madre y yo éramos muy amigas cuando éramos jóvenes. Frecuentábamos a las mismas personas, estudiábamos juntas y parecíamos un par de gemelas sin serlo. Aunque de eso hace mucho tiempo —comenzó a hablar su madre dirigiéndose a Alexander.—Si mi madre hubiera tenido tratos con su familia creo que nos lo habría dicho a mi padre y a mí —murmuró su esposo sin creerla.—Te estoy hablando de antes de que me casara con Albert. En ese tiempo estábamos las dos solteras y lo que tampoco sabrás es que mi marido y tu padre también eran muy amigos.»Habría sido idílico que Albert se hubiera enamorado de mí porque yo lo estaba de él, pero no fue así. Mi marido estaba obsesionado con tu madre y por más que yo intentaba llamar su atención nunca lo conseguí.—No me vaya a salir con que soy hijo de Albert porque me levanto ahora mismo y me marcho. Si este es su plan para separarme de mi esposa desde ya le digo que no funcionará. —Alexander estaba muy enfadado y Diana no
Después de aquella conversación con su madre, Alexander ya no volvió a interponerse en que volviera a verla, pero siempre debía ir acompañada.Esa mañana, su esposo tuvo que salir muy temprano y no la acompañó a la escuela de los niños.Ya había despedido a los pequeños y estaba por marcharse cuando una extraña se acercó a ella.—Disculpe, ¿es Diana Miller? —le preguntó.Diana miró a la mujer, extrañada.Por su aspecto y su ropa se veía que era alguien humilde y muy opuesto al resto de las madres que solían verse allí a aquellas horas.Lo que más le extrañó fue que supiera su nombre.—Sí, soy yo, ¿por qué lo pregunta? —Ella le sonrió para tranquilizarla, la mujer se veía muy nerviosa y miraba a su alrededor.En ese momento, buscó entre sus ropas, sacó un sobre y se lo entregó.—Me pagaron para que se lo diera —susurró y con la mirada señaló a la persona que se lo había pedido.Diana siguió la dirección de su mirada y vio, con la espalda apoyada en una pared y una sonrisa de suficienci
«Señora Turner, está embarazada, felicitaciones».Las palabras del doctor confirmando lo que ya sabía la estaban volviendo loca porque Alexander le había dicho con mucha claridad que no quería otro hijo.—Tiene dos meses de embarazo, se ha demorado mucho en venir. —El doctor la miró y Diana supuso que se percató de lo nerviosa que estaba porque no dejaba de frotarse las manos—. ¿No es la noticia que esperaba?—No, claro que no, quiero decir que sí, por supuesto. Me alegra mucho estar embarazada, siempre he querido una gran familia. Ya tengo tres hijos, ¿sabe? Bueno, dos no son míos, pero como si lo fueran, los amo como si los hubiera parido yo, pero son dos diablillos. Si viera, una vez me amarraron… Estoy hablando demasiado, ¿verdad? Suelo hacerlo cuando me encuentro muy nerviosa.—Señora Turner, no es por meterme en lo que no me llaman, pero al venir sola me da a entender… Hum, lo que quiero decir, tal vez este embarazo no sea de su esposo y por eso los nervios. Debe saber que lo qu
Apenas salió de casa de sus padres, Diana se dirigió a la empresa de su esposo y a pesar de que le dijeron que no se encontraba, ella no se detuvo hasta que no se cercioró por sí misma.Ni él ni su asistente se encontraban allí y la única explicación que le dieron fue que ambos habían salido.Diana aprovechó que la recepcionista que se encontraba en turno era la misma que la ayudó con la entrevista para el trabajo de niñera, pero la mujer insistía en que aquello era normal.Al parecer su esposo de vez en cuando salía a supervisar los trabajos y decía que era algo común que se ausentara.Incluso insistió en que ella los vio marchar y que no parecían preocupados por ningún asunto.Ya más tranquila, Diana regresó a su hogar, si Alexander y Roger estaban ocupados era normal que no contestaran el teléfono.Izan intentaba enloquecerla y quería que ella entendiera que la atacaría con todos los medios a su alcance.Y eso incluía a las personas que amaba.Había sido un farol y ella cayó en la
—¡¿Qué hiciste qué?! —gritó Albert Miller cuando se enteró de que su yerno había aprovechado que no estaba en casa para embriagar a su esposa y robarle el teléfono.—Te dije que si tú no lo lograbas lo haría yo, pero la niña ya no es tan tonta y no se dejó engañar con facilidad.A Albert no le hacía ninguna gracia dejar ese asunto tan delicado en manos de Izan.Con los años se había alejado del jovencito que conoció y se había convertido en una persona bastante volátil, pero él estaba cada vez más enfermo y los doctores no le daban mucho tiempo.—Yo me ocuparé, Diana solo necesita un poco de presión. Estoy seguro de que si le cuento sobre mi enfermedad por más que me odie no podrá evitar ser tan blanda como su madre. —Albert se sentó, cada día se cansaba más rápido.En aquellos momentos se conformaría con que Diana se separara de ese hombre, aunque no regresara con Izan. Prefería que el trabajo de su vida quedara en manos de la inepta de su hija a que un Turner disfrutara del fruto de
Diana estaba harta de la actitud de su esposo, de la de su familia y de la de su exmarido.Estaba cansada de no poder vivir un solo día tranquila.En ocasiones sentía deseos de agarrar a Victoria y regresarse a su pequeño apartamento, pero recordaba las caritas de Gabriel y Nathan y se veía incapaz de dejarlos.Si era sincera consigo misma y omitía el coraje que sentía en ese instante contra su esposo, tenía que reconocer que tampoco sería capaz de dejarlo a él.Pero es que la sacaba de quicio.Se había enfadado tanto que ni siquiera pudo contarle sobre su embarazo y menos pensaba hacerlo con esa actitud.Tal como había ido la conversación lo que le habría faltado es que le preguntara si era hijo suyo o la había inseminado Izan en la llamada telefónica.No pensaba disculparse por algo que no había hecho, Diana no era culpable de la actitud de su exmarido.Ella actuó como debía, primero intentó avisar a Alexander, pero él no contestó el teléfono.Y después tomó precauciones, no actuó p
A Diana le sorprendió la llamada de Roger y más cuando le pidió que fuese a buscar a su marido a una comisaria de policía.Cuando llegó a la comisaria, el asistente de su esposo la estaba esperando fuera.—Siento mucho haberla tenido que molestar y hacerla venir hasta aquí, pero hubo un pequeño incidente.Roger se veía un poco incómodo y también despeinado. Nada propio de él que siempre parecía impecable.Diana lo imaginaba almidonando sus camisas en la noche para que estuvieran bien tiesas y sin arrugas.—¿Cómo de pequeño? Estamos en una comisaria y me dijiste que viniera a buscar a mi esposo. ¿Se le averió el coche mientras ejercía su trabajo secreto como policía? —bromeó ella—. Siempre me gustaron los hombres de uniforme.—Siento mucho decepcionarla, pero no, su esposo no aparecerá vestido de uniforme. ¿Le trajo una muda de ropa como se la pedí? —Diana asintió con la cabeza y eso pareció tranquilizar al asistente de su marido—. Qué bueno, porque tenemos muchas cosas que hacer y no
—¡Estás loco! —le gritó a través de la ventana y mantuvo los seguros de las puertas bajados—. ¡¿Qué pretendes?!Diana se fijó en que, en el coche de Izan, ya no iba Natalie, la habría bajado en cualquier calle.Al final la compadecía.—No podía desaprovechar una oportunidad como esta, el bueno de Alexander dejó solita a su esposa. Qué buen detalle de su parte, me facilita lo que debo hablar contigo.—Yo no tengo nada que hablar contigo, así que quítate de mi camino.Diana intentó dar marcha atrás a su coche para volver a la carretera, pero Izan metió la mano por la ventana y le agarró el brazo.—Te conviene escucharme, pero si no lo haces no te quejes de que no te avisé.—Habla de una vez y déjame marcharme, pero desde ya te aviso que no me importa lo que tengas que decir. Lo que hiciste es ruin, ¿acaso crees que soy tan tonta para no saber que fuiste tú quien provocó el incendio? —lo increpó.Izan fingió estar ofendido por su acusación y después comenzó a reírse.—No podrán probarlo,