A Diana le sorprendió la llamada de Roger y más cuando le pidió que fuese a buscar a su marido a una comisaria de policía.Cuando llegó a la comisaria, el asistente de su esposo la estaba esperando fuera.—Siento mucho haberla tenido que molestar y hacerla venir hasta aquí, pero hubo un pequeño incidente.Roger se veía un poco incómodo y también despeinado. Nada propio de él que siempre parecía impecable.Diana lo imaginaba almidonando sus camisas en la noche para que estuvieran bien tiesas y sin arrugas.—¿Cómo de pequeño? Estamos en una comisaria y me dijiste que viniera a buscar a mi esposo. ¿Se le averió el coche mientras ejercía su trabajo secreto como policía? —bromeó ella—. Siempre me gustaron los hombres de uniforme.—Siento mucho decepcionarla, pero no, su esposo no aparecerá vestido de uniforme. ¿Le trajo una muda de ropa como se la pedí? —Diana asintió con la cabeza y eso pareció tranquilizar al asistente de su marido—. Qué bueno, porque tenemos muchas cosas que hacer y no
—¡Estás loco! —le gritó a través de la ventana y mantuvo los seguros de las puertas bajados—. ¡¿Qué pretendes?!Diana se fijó en que, en el coche de Izan, ya no iba Natalie, la habría bajado en cualquier calle.Al final la compadecía.—No podía desaprovechar una oportunidad como esta, el bueno de Alexander dejó solita a su esposa. Qué buen detalle de su parte, me facilita lo que debo hablar contigo.—Yo no tengo nada que hablar contigo, así que quítate de mi camino.Diana intentó dar marcha atrás a su coche para volver a la carretera, pero Izan metió la mano por la ventana y le agarró el brazo.—Te conviene escucharme, pero si no lo haces no te quejes de que no te avisé.—Habla de una vez y déjame marcharme, pero desde ya te aviso que no me importa lo que tengas que decir. Lo que hiciste es ruin, ¿acaso crees que soy tan tonta para no saber que fuiste tú quien provocó el incendio? —lo increpó.Izan fingió estar ofendido por su acusación y después comenzó a reírse.—No podrán probarlo,
Alexander miró a Roger enfadado.—¿Por qué colgaste el teléfono? —le exigió una explicación.—Usted también me lo agradecerá, he trabajado mucho para que su matrimonio funcione y no lo va a estropear con una horrenda declaración de amor telefónica. Su esposa es tan adorable, realmente me encanta a pesar de que piense que tengo tan mal gusto como para que usted me atraiga.—Roger, si vuelves a decir que mi esposa te encanta puedes ir avisándola de nuevo para que venga a sacarme de comisaría, pero en esta ocasión por asesinar a mi asistente —amenazó.—Al único que tiene que enterrar es a Izan Brown, ese es el único que tiene intenciones de quitarle a su esposa. Me recuerda a mi hermanita, ella también tiene una suerte terrible con los hombres, como su pobre esposa.Alexander negó con la cabeza.Roger tenía razón en muchas cosas y en esa también.La suerte de Diana con los hombres era pésima y ahora casada con él, que era alguien que se echaba a temblar con la sola idea de confesarle lo
Alexander tenía preparado unos días románticos junto a su esposa.Había trabajado con mucha intensidad antes del viaje para que Roger pudiera hacerse cargo de todo mientras él no se encontraba en la ciudad.Tenía todo meditado y decidido.Estaba enamorado de su esposa y se lo iba a confesar en ese viaje. Una vez que cumpliera con la soporífera convención, pasaría unos días con su esposa en la ciudad de New York. Iba a hacer las cosas bien, el recuerdo de Rebeca cada vez era más difuso y si bien siempre la guardaría en su memoria como la madre de Nathan y Gabriel y por ser una mujer a la que amó mucho, Diana había conseguido lo que nadie más.Su esposa había conseguido que él volviera a confiar en el amor.Ella se merecía tener todo lo que anhelaba y él pensaba dárselo.Volvería a pedirle matrimonio y en esa ocasión le daría la boda de sus sueños.Aunque le prohibiría volver a acercarse a la cocina, todavía sufría dolores de estómago desde la última vez.—Pero ¿por qué no podemos ir,
—Alexander, no te duermas —le dijo a su marido.Diana se encontraba apoyada en su torso desnudo y le acariciaba el abdomen.—Mujer, no tienes llenaderas, dame media hora para recuperarme —se quejó, pero agarró su mano y la bajó hasta colocarla en su miembro—. Si lo revives es tuyo.Ella comenzó a reírse y le besó el pecho.—No es eso, estoy agotada, si revive a la que matarás será a mí, pero no quiero que te duermas porque debo contarte algo.Había llegado el momento y puede que no fuera el mejor, pero no quería dejar pasar más tiempo.Sentía miedo, pero debía confiar en el amor que sentía por ella.La verdad la liberaría de todo y estarían bien.Alexander se colocó de lado sin dejar de abrazarla y le alzó la barbilla para alzarle el rostro.—¿Qué te preocupa?—La reacción que tengas cuando te lo cuente —admitió—. No es algo fácil de digerir.—Digerí tu comida, cariño, creo que eso me prepara para cualquier cosa. Vamos, dime, no me gusta que me mires de esa forma.Diana frunció el ceñ
Diana sintió como el brazo de Alexander se iba deslizando con lentitud hasta dejar de abrazarla.El movimiento de la cama le indicó que se había colocado boca arriba.Ella se dio la vuelta para verlo y él se cubrió los ojos con la mano.—¿No dirás nada? —murmuró.Prefería que comenzara a despotricar y no ese silencio que auguraba malos momentos.Toda la calma que sintió al contárselo acababa de terminarse porque ese hombre no pronunciaba ni una sola palabra.—¿Puedes… Definir a qué te refieres con bailar? —En esa ocasión fue ella la que guardó silencio—. No, mejor no me lo digas. Aunque si era ballet lo que bailabas y yo estoy malinterpretando todo como siempre es mejor que sí me lo digas.Diana se sentó en la cama y apoyó la espalda en la pared.—No voy a mentirte, fue muy difícil para mí tener que mostrarme y fingir que me gustaba hacerlo, pero solo bailaba —dijo y ante el silencio de su marido que parecía pedirle que hablara más continuó—: Casi desnuda o completamente desnuda, pero
—¿Dónde vas a estas horas? —escuchó que le decía Alexander cuando ella comenzó a prepararse y a guardar sus pertenencias en el bolso.Necesitaba salir de allí, dejar de verlo porque la forma en que la miraba la estaba destrozando.—No lo sé, pero tengo que salir de aquí. Iré a recepción y pediré otra habitación, tú necesitas tiempo y yo también.Alexander agarró el anillo que había dejado sobre la mesa y se lo dio.—No todo se soluciona de esta forma, una cosa es querer pensar las cosas y otra muy diferente que te quieras escapar. Porque eso es lo que estás haciendo. —Alexander le agarró la mano y volvió a colocarle el anillo en el dedo—. Entiéndeme, es que sigo sin poder creerlo. En alguna ocasión, años atrás, he estado en un lugar así…—Pero no soportas la idea de que tu esposa lo hiciera. —Diana lo miró a los ojos, ya no estaba nerviosa, no sabía cómo se sentía.Era una mezcla entre decepción e impotencia.Tal vez él tenía razón y pudo buscar otra salida, pero en ese momento ella n
Diana sintió que el alma se le iba del cuerpo cuando escuchó las palabras de su esposo.Ella no podía dormir, pero fingió hacerlo para no continuar hablando.Cuando él se levantó de la cama de aquella forma tan misteriosa no pudo evitar seguirlo.Sabía que había hecho mal y que no estaba bien escuchar conversaciones a escondidas.Pero saber lo que pensaba en realidad su esposo era su castigo por haber ido tras él para averiguar qué tramaba.Y pensar que le había creído cada palabra cuando le dijo que estaba enamorado de ella.Su declaración de amor, sus te amos que tantas veces le repitió mientras le hacía el amor.Porque lo ocurrido esa noche no había sido una relación sexual, ella lo había creído y pensó que esa noche era la primera de una larga historia de amor.Iba a apartarse de la puerta cuando él salió y la sorprendió.—Diana —su esposo jadeó su nombre con sorpresa—. ¿Qué haces aquí? Tú… ¿Estabas escuchando?Enseguida se recompuso e intentó disimular.—No, me desperté y necesit