—Alexander, no te duermas —le dijo a su marido.Diana se encontraba apoyada en su torso desnudo y le acariciaba el abdomen.—Mujer, no tienes llenaderas, dame media hora para recuperarme —se quejó, pero agarró su mano y la bajó hasta colocarla en su miembro—. Si lo revives es tuyo.Ella comenzó a reírse y le besó el pecho.—No es eso, estoy agotada, si revive a la que matarás será a mí, pero no quiero que te duermas porque debo contarte algo.Había llegado el momento y puede que no fuera el mejor, pero no quería dejar pasar más tiempo.Sentía miedo, pero debía confiar en el amor que sentía por ella.La verdad la liberaría de todo y estarían bien.Alexander se colocó de lado sin dejar de abrazarla y le alzó la barbilla para alzarle el rostro.—¿Qué te preocupa?—La reacción que tengas cuando te lo cuente —admitió—. No es algo fácil de digerir.—Digerí tu comida, cariño, creo que eso me prepara para cualquier cosa. Vamos, dime, no me gusta que me mires de esa forma.Diana frunció el ceñ
Diana sintió como el brazo de Alexander se iba deslizando con lentitud hasta dejar de abrazarla.El movimiento de la cama le indicó que se había colocado boca arriba.Ella se dio la vuelta para verlo y él se cubrió los ojos con la mano.—¿No dirás nada? —murmuró.Prefería que comenzara a despotricar y no ese silencio que auguraba malos momentos.Toda la calma que sintió al contárselo acababa de terminarse porque ese hombre no pronunciaba ni una sola palabra.—¿Puedes… Definir a qué te refieres con bailar? —En esa ocasión fue ella la que guardó silencio—. No, mejor no me lo digas. Aunque si era ballet lo que bailabas y yo estoy malinterpretando todo como siempre es mejor que sí me lo digas.Diana se sentó en la cama y apoyó la espalda en la pared.—No voy a mentirte, fue muy difícil para mí tener que mostrarme y fingir que me gustaba hacerlo, pero solo bailaba —dijo y ante el silencio de su marido que parecía pedirle que hablara más continuó—: Casi desnuda o completamente desnuda, pero
—¿Dónde vas a estas horas? —escuchó que le decía Alexander cuando ella comenzó a prepararse y a guardar sus pertenencias en el bolso.Necesitaba salir de allí, dejar de verlo porque la forma en que la miraba la estaba destrozando.—No lo sé, pero tengo que salir de aquí. Iré a recepción y pediré otra habitación, tú necesitas tiempo y yo también.Alexander agarró el anillo que había dejado sobre la mesa y se lo dio.—No todo se soluciona de esta forma, una cosa es querer pensar las cosas y otra muy diferente que te quieras escapar. Porque eso es lo que estás haciendo. —Alexander le agarró la mano y volvió a colocarle el anillo en el dedo—. Entiéndeme, es que sigo sin poder creerlo. En alguna ocasión, años atrás, he estado en un lugar así…—Pero no soportas la idea de que tu esposa lo hiciera. —Diana lo miró a los ojos, ya no estaba nerviosa, no sabía cómo se sentía.Era una mezcla entre decepción e impotencia.Tal vez él tenía razón y pudo buscar otra salida, pero en ese momento ella n
Diana sintió que el alma se le iba del cuerpo cuando escuchó las palabras de su esposo.Ella no podía dormir, pero fingió hacerlo para no continuar hablando.Cuando él se levantó de la cama de aquella forma tan misteriosa no pudo evitar seguirlo.Sabía que había hecho mal y que no estaba bien escuchar conversaciones a escondidas.Pero saber lo que pensaba en realidad su esposo era su castigo por haber ido tras él para averiguar qué tramaba.Y pensar que le había creído cada palabra cuando le dijo que estaba enamorado de ella.Su declaración de amor, sus te amos que tantas veces le repitió mientras le hacía el amor.Porque lo ocurrido esa noche no había sido una relación sexual, ella lo había creído y pensó que esa noche era la primera de una larga historia de amor.Iba a apartarse de la puerta cuando él salió y la sorprendió.—Diana —su esposo jadeó su nombre con sorpresa—. ¿Qué haces aquí? Tú… ¿Estabas escuchando?Enseguida se recompuso e intentó disimular.—No, me desperté y necesit
Cuando Alexander se marchó, Diana desayunó sola y decidió vestirse para salir un rato y no estar pensando todo el tiempo en lo ocurrido.Más tarde subiría a arreglarse para el evento de la noche donde le entregarían el premio a su esposo como empresario del año.Después… Ella no quería pensar en el después, él le había dicho que confiara y eso intentaría, aunque su corazón estaba cansado de tantos golpes.Debía darle tiempo para digerir la información, pero sentía que aquello sería siempre una losa en medio de su matrimonio.Salió del cuarto y se dirigió a la recepción.No sabía dónde iría, pero necesitaba despejar la mente un poco.Se encontraba entregando las llaves de la habitación en la recepción para que su esposo pudiera entrar en caso de que ella tardara, cuando se encontró con la persona que menos esperaba.—Hola, hija, no pensé encontrarte aquí —la voz de su padre resonó a su espalda.¿Algo más podría ocurrir en ese viaje?Ella no se veía con fuerzas para lidiar con su padre
Diana regresó a la habitación, su idea de dar un paseo se había visto frustrada y en ese momento el sobre que su padre le había dado parecía quemarle en las manos.Eso debía ser una señal para que hiciera justo eso, quemarlo sin abrirlo porque seguro que lo que había en su interior no era nada bueno y ella ya no estaba para más problemas.En cuanto llegó a la habitación se recargó contra la puerta y cerró los ojos.—Vaya cumpleaños estoy teniendo, bebé —murmuró en voz alta y se frotó el vientre plano. Miró el sobre, pero negó con la cabeza—. No, no voy a abrirlo, solo quieren asustarme.El sobre llevaba escrito el nombre de su marido y estaba cerrado, pero ¿por qué se lo había entregado a ella en lugar de a Alexander?Lo más probable era que su padre quisiera que ella también se enterara y le daba igual si era antes o después de que su esposo lo supiera.¿Qué había allí dentro que se suponía que haría que Alexander la dejara?Diana comenzó a reír casi por histeria.Su esposo, en aquel
Cuando Alexander regresó a la habitación del hotel tenía el tiempo justo para arreglarse y volver a salir con su esposa.Antes de abrir la puerta el malestar consigo mismo creció.Acababa de recordar que se fue esa mañana sin ni siquiera felicitarla por su cumpleaños.Había tenido la mente tan ofuscada que se le había pasado.Le había comprado una gargantilla y unos aretes a juego para que los llevara la noche de su cumpleaños, al menos todavía podía resarcirse con ella.Apenas entró lo primero que hizo fue disculparse sin fijarse si ella estaba presente.—Diana, cariño, lo siento —dijo y se encontró hablando solo.Se dirigió hacía la habitación y la vio de espaldas.Se miraba en el espejo, pero no estaba haciendo nada, solo se veía como si su mente no estuviera allí en ese momento.Quiso hablar, pero cualquier palabra que pudiera salir de su boca no podría expresar lo que estaba viendo.Su esposa debió verlo reflejado en el espejo con la boca entreabierta, porque se dio la vuelta y l
—¡Preparé esta sorpresa para nuestro empresario del año! —dijo Izan y señaló a Alexander—. Pero la presencia de su esposa aquí hace que todo sea perfecto. Por favor, todos miren la pantalla.Diana dejó de prestarle atención a Izan y fijó su mirada en su padre.Se le veía horrorizado, incluso intentó intervenir, pero lo sujetaron dos hombres.Ella ya sabía lo que vendría a continuación, sin importar que se diera la vuelta y saliera de allí, las imágenes se harían públicas.Nada podría detenerlo, Izan lo había planeado y aquello ya no era para conseguir la herencia.Era una venganza por su ego herido, porque lo dejó y no permitió que la siguiera engañando, porque a pesar de todos los problemas que le causó no se rindió y no fue a buscarlo como él dijo.Y, sin lugar a duda, porque de esa forma mataba dos pájaros de un tiro, la dañaba a ella y a Alexander.—Qui-quiero que sepas —tartamudeó y le agarró con fuerza la mano a Alexander que estaba rígido a su lado—. Que lo que te conté es la v