Diana no se marchó a su casa apenas salió de la empresa.Todavía los niños estaban en la escuela y sentía que si regresaba allí solo sería para torturarse con lo ocurrido.Decidida e impulsada por el valor del momento decidió dirigirse al hogar en el que había crecido.Esperaba encontrar a su madre sola y enfrentarla.Cinco años sin saber de ella, sin una sola llamada, sin un solo intento de comunicación.Después de esperar más de veinte minutos a que se dignaran a dejarla pasar a la propiedad, la recibió el ama de llaves.—Señorita Miller, qué gusto me da volver a verla —le dijo la mujer y Diana intentó sonreírle, aunque estaba muy nerviosa—. Ya le informaron a su madre de su llegada y está dispuesta a recibirla.—Qué bueno que esté dispuesta a recibir a su hija —murmuró.Las cosas no habían cambiado por allí, el trato continuaba siendo el mismo.Lo que sí no esperó fue la reacción de su madre al verla.—¡Hija! —gritó—. Qué bueno que llegaste, ¿quieres una? —le ofreció de lo que estab
Se encontraba por salir de la casa cuando se vio detenida por su padre.—Sabía que no podrías resistirte a mi invitación —le dijo con una sonrisa socarrona—, pero ¿dónde te marchas tan rápido? Me informaron de que no hace ni media hora que llegaste.—No vine a verte a ti, vine a ver a mi madre, ahora que ya la vi me gustaría marcharme.Diana intentó pasar por su lado, pero su padre la agarró del brazo y tiró de ella de nuevo al interior de la casa.No pudo evitar asustarse ante tanta rudeza.—Ya no eres tan valiente cuando no tienes a tu maridito a tu lado. Qué vergüenza haber tenido una hija como tú, pero qué podría esperar de ti con la madre que tienes.—¡Suéltame! —le exigió, pero eso no le impidió volverla a llevar al interior de la casa—. Ya me has repetido mil veces lo decepcionado que estás de mí, solo déjame continuar mi vida tranquila, papá… Por favor —le suplicó.Su padre le colocó una mano en la espalda y volvió a exigirle, solo con su actitud, que entrara. No iba a dejarla
Diana llegó muy nerviosa a su casa.Lo primero que hizo fue buscar a los niños para ver si habían llegado ya de la escuela.Cuando los encontró solo vio a Victoria y a Gabriel.—Peques, qué ganas tenía de verlos. —Los niños corrieron hacia ella y Diana se arrodilló para recibirlos. Sintió sus bracitos alrededor de su cuerpo y todos los nervios acumulados se fueron calmando—. ¿Y Nathan?—Con la niñera, mami —dijo su hija.A Diana le resultó muy extraño que ese diablillo estuviera separado de sus hermanos.—¿Desde cuándo?—No che —contestó Gabriel encogiéndose de hombros, pero su expresión le decía que sí sabía.—Dime la verdad, peque, ¿qué está haciendo tu hermano?Gabriel no le contestó porque su padre apareció en la sala y ambos niños salieron corriendo a recibirlo.Diana miró a Alexander y recordó lo sucedido en la mañana.Estaba muy cansada de todo, de tener que vivir con miedo todo el tiempo.Cuando creía que podía sincerarse con él y que la entendería regresaba a su mente la inig
Cuando Nathan salió de la habitación, Diana quiso salir detrás de él y no quedarse con Alexander a solas.El día ya había sido suficiente desagradable como para aumentar el malestar con una conversación incómoda.—Diana, ¿puedes quedarte un momento?Al parecer iba a ser imposible escaparse.No se encontraba bien, era como si todo el estrés del día hubiera caído sobre su cuerpo dejándola sin fuerzas.—La verdad quisiera marcharme y estar con los niños, no ha sido un día demasiado bueno para mí.Alexander le tomó la mano, se la llevó a los labios y la miró atormentado.—No tengo cómo agradecerte lo que has hecho por mi hijo, no hay dinero en el mundo que pueda pagar el riesgo que corriste para salvarlo y lo hiciste a pesar de estar enfadada conmigo.—No sé por qué dices que estoy enfadada contigo, pero, aunque lo estuviera, una cosa es los problemas que nosotros tengamos y otra los niños. Siempre voy a protegerlos.Alexander intentó acercarse a ella y Diana no pudo negarse, se dejó abra
Alexander la vio salir corriendo, comprendía que contarle aquello no era agradable y más cuando involucraba a su anterior esposo.Se arrepintió de contárselo en cuanto la vio de esa forma. ¿Todavía estaría enamorada de Izan?La sola idea le provocó mucho malestar.—Diana, ¿te encuentras bien? —dijo a la vez que tocaba la puerta del baño—. Si quieres que te deje sola, dímelo, pero me quedé preocupado.—Ya salgo —la escuchó decir y abrió la puerta—. Creo que lo ocurrido hoy ha sido mucho para mí.Alexander se fijó en que llevaba el rostro humedecido como si se lo hubiera enjuagado y tenía los ojos brillantes.—Lo siento, no debí contarte esto y más después de lo ocurrido con tu padre hoy. Vamos a olvidarlo, ¿de acuerdo? Mejor aprovechemos la tarde, me debes una salida junto con los niños. ¿A dónde quieres que los lleve? —No creo que debamos premiar a Nathan con una salida después del susto que nos acaba de dar. Y no vamos a llevarnos a Gabriel y a Victoria y dejarlo a él en casa… ¿Te i
Diana esa noche la pasó junto a su esposo y las que siguieron a esa. Mentiría si dijera que había dormido bien en la última semana.Tenía la ansiedad recorriendo su cuerpo y el miedo a perder a su familia cada vez era más fuerte.Abrazaba a los niños y los besaba como si fuera la última vez y qué decir de su esposo.A Alexander lo buscaba como si sus besos se le fueran a acabar y cada una de sus caricias tuvieran puesta una fecha de caducidad a la que iba quedando cada vez menos tiempo.Ya ni el fantasma de su antigua esposa la retenía, quería atrapar cada momento con él y guardarlos en su mente para sobrevivir de ello cuando lo perdiera.—¡Socorro! —gritó él esa mañana sin dejar de reírse cuando ella le había saltado en la espalda para que no saliera de la cama—. Me vas a matar, Diana, tengo aguante, pero esto ya es demasiado. Podría darte otro asalto, pero necesito una ducha antes de ir a trabajar.—Yo también necesito una ducha —dijo ella y salió corriendo al baño antes de que él s
—Supongo que no lo sabes, pero tu madre y yo éramos muy amigas cuando éramos jóvenes. Frecuentábamos a las mismas personas, estudiábamos juntas y parecíamos un par de gemelas sin serlo. Aunque de eso hace mucho tiempo —comenzó a hablar su madre dirigiéndose a Alexander.—Si mi madre hubiera tenido tratos con su familia creo que nos lo habría dicho a mi padre y a mí —murmuró su esposo sin creerla.—Te estoy hablando de antes de que me casara con Albert. En ese tiempo estábamos las dos solteras y lo que tampoco sabrás es que mi marido y tu padre también eran muy amigos.»Habría sido idílico que Albert se hubiera enamorado de mí porque yo lo estaba de él, pero no fue así. Mi marido estaba obsesionado con tu madre y por más que yo intentaba llamar su atención nunca lo conseguí.—No me vaya a salir con que soy hijo de Albert porque me levanto ahora mismo y me marcho. Si este es su plan para separarme de mi esposa desde ya le digo que no funcionará. —Alexander estaba muy enfadado y Diana no
Después de aquella conversación con su madre, Alexander ya no volvió a interponerse en que volviera a verla, pero siempre debía ir acompañada.Esa mañana, su esposo tuvo que salir muy temprano y no la acompañó a la escuela de los niños.Ya había despedido a los pequeños y estaba por marcharse cuando una extraña se acercó a ella.—Disculpe, ¿es Diana Miller? —le preguntó.Diana miró a la mujer, extrañada.Por su aspecto y su ropa se veía que era alguien humilde y muy opuesto al resto de las madres que solían verse allí a aquellas horas.Lo que más le extrañó fue que supiera su nombre.—Sí, soy yo, ¿por qué lo pregunta? —Ella le sonrió para tranquilizarla, la mujer se veía muy nerviosa y miraba a su alrededor.En ese momento, buscó entre sus ropas, sacó un sobre y se lo entregó.—Me pagaron para que se lo diera —susurró y con la mirada señaló a la persona que se lo había pedido.Diana siguió la dirección de su mirada y vio, con la espalda apoyada en una pared y una sonrisa de suficienci