Sebastian No dejaba de pensar en Keira ni puedo parar de preguntarme por qué me dejó. Quería que volviera, la necesitaba. Ella había aceptado casarse conmigo, recién nos mudamos juntos, no entendía qué pudo hacerle tomar una decisión así. ¿Por qué mintió? Mi cabeza era un jodido desastre, entre el cansancio por el tiempo que estuve atado a esa silla y la preocupación por no saber dónde estaba Keira, apenas logroba pensar con claridad. Estuve hablando con Simon y me contó que Mike, uno de sus hombres de confianza, acompañó a Keira al aeropuerto, pero que no sabe si abordó un avión ni cuál era su destino; que podía intentar conseguir acceso a las grabaciones de las cámaras de seguridad para saber a dónde fue. —Sí, hazlo, pagaré lo que sea necesario para tener esas grabaciones. Necesito encontrarla, hermano —le pedí ansioso, algo me decía que debía buscarla. Conocía a Keira, ella no se hubiera marchado como lo hizo sin una buena razón.—Tranquilo, yo me haré cargo. Ve a darte una duc
SebastianRecibí la mejor y la peor noticia cuando bajé del avión, Keira había aparecido, pero estaba ingresada en el hospital con graves lesiones que le causó el m*aldito de Robert. Ella se defendió cuando él trataba de agredirla y ese animal la golpeó como un salvaje. Pero mi nena no se rindió, luchó como una fiera y dejó a Robert inconsciente golpeando su cabeza con lo primero que encontró. Y con las fuerzas que le quedaban, llamó a urgencias y la hallaron antes de que ese malnacido despertara. Keira dio su declaración a la policía cuando lograron estabilizarla, la habían trasladado a una habitación, pero se descompensado y tuvieron que internarla en la unidad de cuidados intermedios. Todo eso pasó mientras yo volaba de Hamburgo a New York. Irlanda me dio la noticia, estuvo tratando de comunicarse conmigo, pero desconecté mi teléfono durante el vuelo y me dejó varios mensajes, cuando la llamé, me contó lo que había pasado. —Quiero terminar con si miserable vida. Te juro que si sob
SebastianSeis semanas después No sé cómo decirle a Keira esto, ha pasado por mucho las últimas semanas. Enfrentar a Robert en el juicio fue difícil para ella, pero se hizo justicia y él enfrentará una larga condena por lo que hizo. Y es poco para lo que merece. Llego a casa tarde en la noche y subo a la habitación encontrando a Keira despierta. Volvió conmigo a Alemania en cuanto se resolvió lo del juicio, Serena la echaba mucho de menos, me preguntaba todo el tiempo cuando iba a regresar. —¿Vas a decirme qué está pasando? —me pregunta Keira cruzándose de brazos. Le había prometido que trabajaría menos y he estado llegando tarde estos días con la excusa de que es por trabajo, pero no es la verdad. Ha llegado el momento de contarle lo que he estado haciendo. Trago el nudo en mi garganta y solo lo digo, no hay manera fácil de revelarlo. —He estado pasando tiempo con Claudia. Ella… ella está recuperándose. —¿Qué… qué significa que está recuperándose? —balbucea confundida. —Me ll
SebastianTengo que convencerla de que no me deje. Después de lo que hemos pasado, no puede acabar así. Ella es mi vida, la lu que me sacó de la oscuridad. —Sucede ahora, Keira. Tú y yo está pasando en este momento, y no estoy dispuesto renunciar a ti. Te amo, te necesito, te quiero conmigo… —¿Crees que quiero marcharme? —pregunta secándose las lágrimas que caen en su cara como una cascada—. No, no quiero irme, soñé una vida contigo, pero fue solo eso, un sueño que ha terminado. —Dime qué debo hacer para que no te vayas. Lo que me pidas, te lo daré —propongo desesperado en mi intento por convencerla. —No hay nada que puedas hacer, Sebastian. La realidad es que Claudia es tu esposa, la madre de Serena, y jamás te pediría que la abandones por mí. Ella te necesita, juraste estar a su lado en la salud en la y en la enfermedad, y debes cumplirlo —pronuncia con la voz rota. —Sí, ella me necesita a mí y yo te necesito a ti. ¿No lo entiendes? Tienes mi corazón, Keira. Y si te vas, lo
SebastianHe leído una y otra vez la nota que me dejó Keira cuanso se fue. Quiero llamarla y escuchar su voz pronunciando mi nombre, diciéndome que me ama, que volverá a mi lado…—¡Mierda! No puedo seguir torturándome así —me reprocho, hundiendo mi rostro entre las palmas de mis manos. Llevo todo el maldito día en la oficina y no he podido concentrarme en nada de lo que debería. Me siento vacío, incompleto, de la misma forma que me sentí años atrás, cuando Claudia se convirtió en una sombra de lo que era, cuando me encontré solo, disoluto y profundamente dolorido por todo lo que perdí. Esto era lo que quería evitar cuando forjé aquel personaje rudo, sin alma ni sangre en las venas que escenifiqué para Keira. Le temía a lo que el amor le hace a las personas. No, le temía a lo que perder a la persona que amas le hace a las personas. Te destroza. Te jode cada fibra del ser y te degrada a una piltrafa humana.En ese momento, mi secretaria me informa que mi madre solicita verme. Frunzo e
SebastianCon mucha pena, tuve que decirle a mi niña que Keira ya se había marchado. Estuve intentando llamarla, pero su teléfono parecía descontado. Luego su hermana me envió un mensaje para decirme que había llegado bien a Estados Unidos. Que fuera Irlanda quién me avisara en lugar de Keira me envió una señal muy clara: no quería hablar conmigo. Estoy arrepentido de no haberme quedado esa última noche con ella, de no darle una despedida apropiada ni de hacerme cargo de llevarla de regreso a casa. Pero ya está hecho y no puedo cambiar el pasado ni el presente, estoy atado entre el querer y el deber.—Tú, jodido imbécil. —Le espeto a mi hermano tan pronto abre la puerta de su casa.—¡Eh! ¿Qué fue lo que hice? —Me pregunta mi hermano alzando las manos. —Se lo dijiste. No pudiste mantener tu puta boca cerrada y le contaste a nuestra madre cómo conocí a Keira. —le reprocho lanzándole una mirada de odio. —¿Estás loco? Claro que no le dije una mierda, no soy tan estúpido. —¿No? ¿Entonce
SebastianMi cerebro sigue procesando la noticia mientras mi cuerpo actúa de forma automática. Mis piernas me conducen al armario, mis manos alcanzan un juego de jeans, una camiseta y un par de zapatos. Y sin darme cuenta, estoy vestido, bajando las escaleras y buscando las llaves de uno de mis autos en un cajón de la cocina.Al llegar al garaje, sin estar seguro a cuál de mis seis autos le pertenecen las llaves que sostengo en mis manos, presiono el botón de desbloqueo y las luces del BMW negro cobran vida. Corro hacia él y ocupo el puesto de piloto. Tal vez no debería conducir, tomando en consideración mi estado mental y el temblor en mis manos, pero no tengo tiempo de llamar al chofer. Además, son más de las once, él debe estar dormido.¡Mierda! Debo avisarle a alguien que saldré. Si Serena se despierta en medio de la noche, algo que no hace a menudo, pero es una posibilidad, debería haber alguien que esté con ella.Me bajo del auto y corro al interior de la casa para poner al tant
SebastianEl doctor abre la puerta y me invita a pasar. Cruzo la entrada y desplazo mi mirada por la habitación hasta chocar con la imagen de Claudia sentada en un sillón de cuero, con los dedos entrelazados y la mirada anclada en ellos. Su cabello dorado cubre su rostro, cayendo libre sobre sus hombros. Fue cortado recientemente, ha sido perfectamente cuidado durante todos estos años, y luce brillante y saludable.—¡Sebastian! —grita con emoción cuando sus preciosos ojos esmeralda se alzan hacia mí, atisbando mi presencia, y se levanta del sillón para alcanzarme con un potente abrazo.—Hola, corazón —murmuro en el costado de su cabeza mientras sostengo su delgado cuerpo contra el mío, rodeando su cintura con mis brazos. Ella perdió mucho peso a través de los años. Era muy difícil alimentarla la mayoría del tiempo y su cuerpo sufrió las consecuencias.—Llévame contigo, Sebastian. Quiero irme de aquí —suplica entre sollozos y temblores inestables.Mi corazón se desmorona y se llena de