SebastianCon mucha pena, tuve que decirle a mi niña que Keira ya se había marchado. Estuve intentando llamarla, pero su teléfono parecía descontado. Luego su hermana me envió un mensaje para decirme que había llegado bien a Estados Unidos. Que fuera Irlanda quién me avisara en lugar de Keira me envió una señal muy clara: no quería hablar conmigo. Estoy arrepentido de no haberme quedado esa última noche con ella, de no darle una despedida apropiada ni de hacerme cargo de llevarla de regreso a casa. Pero ya está hecho y no puedo cambiar el pasado ni el presente, estoy atado entre el querer y el deber.—Tú, jodido imbécil. —Le espeto a mi hermano tan pronto abre la puerta de su casa.—¡Eh! ¿Qué fue lo que hice? —Me pregunta mi hermano alzando las manos. —Se lo dijiste. No pudiste mantener tu puta boca cerrada y le contaste a nuestra madre cómo conocí a Keira. —le reprocho lanzándole una mirada de odio. —¿Estás loco? Claro que no le dije una mierda, no soy tan estúpido. —¿No? ¿Entonce
SebastianMi cerebro sigue procesando la noticia mientras mi cuerpo actúa de forma automática. Mis piernas me conducen al armario, mis manos alcanzan un juego de jeans, una camiseta y un par de zapatos. Y sin darme cuenta, estoy vestido, bajando las escaleras y buscando las llaves de uno de mis autos en un cajón de la cocina.Al llegar al garaje, sin estar seguro a cuál de mis seis autos le pertenecen las llaves que sostengo en mis manos, presiono el botón de desbloqueo y las luces del BMW negro cobran vida. Corro hacia él y ocupo el puesto de piloto. Tal vez no debería conducir, tomando en consideración mi estado mental y el temblor en mis manos, pero no tengo tiempo de llamar al chofer. Además, son más de las once, él debe estar dormido.¡Mierda! Debo avisarle a alguien que saldré. Si Serena se despierta en medio de la noche, algo que no hace a menudo, pero es una posibilidad, debería haber alguien que esté con ella.Me bajo del auto y corro al interior de la casa para poner al tant
SebastianEl doctor abre la puerta y me invita a pasar. Cruzo la entrada y desplazo mi mirada por la habitación hasta chocar con la imagen de Claudia sentada en un sillón de cuero, con los dedos entrelazados y la mirada anclada en ellos. Su cabello dorado cubre su rostro, cayendo libre sobre sus hombros. Fue cortado recientemente, ha sido perfectamente cuidado durante todos estos años, y luce brillante y saludable.—¡Sebastian! —grita con emoción cuando sus preciosos ojos esmeralda se alzan hacia mí, atisbando mi presencia, y se levanta del sillón para alcanzarme con un potente abrazo.—Hola, corazón —murmuro en el costado de su cabeza mientras sostengo su delgado cuerpo contra el mío, rodeando su cintura con mis brazos. Ella perdió mucho peso a través de los años. Era muy difícil alimentarla la mayoría del tiempo y su cuerpo sufrió las consecuencias.—Llévame contigo, Sebastian. Quiero irme de aquí —suplica entre sollozos y temblores inestables.Mi corazón se desmorona y se llena de
ClaudiaÉl cambió. Ya no me mira con el intenso amor que antes destellaba en sus ojos. Y no lo culpo. Me ausenté por muchos años, estuvo solo cuando nuestra bebé falleció, tuvo que criar a Serena por su cuenta mientras yo estaba hundida en un hoyo oscuro, y todo eso lo empujó lejos de mí. He intentado ignorarlo, me he dicho que debo darle tiempo para retomar el ritmo de nuestro matrimonio, pero su infelicidad silenciosa grita fuerte. Él está aquí, justo frente a mí, y lo siento a miles de kilómetros. A un lado, se encuentra Serena, mi dulce niña de ojos verdes y cabello dorado. Hay una tristeza en sus ojos que pretende ocultar pero que es visible para mí. Es mi hija, la tuve en el vientre, la conozco. Sé que sufrió, que mi ausencia marcó su corazón, y me duele saber que la herí de esa forma. Mi psiquiatra dice que no me culpe, que era imposible para mí controlar lo que pasó hace cinco años, pero el sentimiento está ahí, nadando en mi pecho. Mi niña creció sin una madre, perdió a su he
Sebastian Capítulo 105 Sebastian Claudia se encuentra demasiado inestable emocionalmente, me preocupa que tenga una recaída. Tengo que luchar más fuerte por hacerla sentir amada, borrar sus dudas y sus miedos. Estoy haciendo mi mejor intento, pero no parece bastar. Tengo que luchar más fuerte, tengo que recordar ese amor que sentí un día por ella y que me consumía completo. La beso con pasión y la desnudo poco a poco con suaves caricias. Le haré el amor como me lo ha pedido, la haré sentir preciosa, deseada, querida… le daré lo que necesita, aunque por dentro me sienta morir porque mis besos y mi pasión son solo de la morena que se adueñó por completo de mi alma y corazón. —Te amo, Sebastian —pronuncia Claudia con la mirada pletórica mientras me muevo sobre ella. —Te amo, corazón —recito sin que lo sienta realmente. No creo que pueda amarla como lo hice antes, no después de Keira. Pero si tengo que fingir que lo hago para que esté bien, lo haré. Luego de hacerle el amor a mi es
SebastianSus manos me acarician con movimientos estimulantes. Ha pasado un tiempo desde la última vez que tuvimos sexo. Claudia recuerda muy bien lo que debe hacer para excitarme, pero se sigue sintiendo incorrecto. Soy un farsante, le doy lo que ella cree que es suyo cuando ya no le pertenece.—Despierta, corazón —susurra en mi oído antes de lamer el lóbulo de mi oreja. Me tenso. No quiero que pase, no quiero sentirme como basura al tener sexo con la mujer que un día amé con locura.—Claudia, espera —murmuro cuando sus labios han comenzado a descender por mi pecho desnudo.—No me rechaces, Sebastian. —La tristeza en su voz golpea mi pecho. No quiero herirla, mierda que no. Por eso no digo nada, solo la dejo seguir adelante.Su lengua marca mi piel con lamidas húmedas hasta encontrar mi firme virilidad. Cierro los ojos y trato de concentrarme en ella, en lo bien que se siente su boca succionando, en lo correcto que es que sea mi esposa haciendo esto y no la mujer que deseo con fervor
Capítulo 10Sebastian No veo la hora de reencontrarme con Keira, la última vez que tuve noticias de ella, su hermana me dijo que estaba viviendo en su apartamento en New York, pero fue todo lo que conseguí que me diera, le había prometido a Keira que cortaría toda comunicación conmigo cuando descubrió que nos escribíamos. Lo entendí y, desde entonces, no me he comunicado con ella.Mientras viajo en el avión con destino a la Gran Manzana, recito en mi mente el discurso que le diré cuando la vea, pero estoy muy seguro de que olvidaré todo en el mismo segundo que la tenga de frente. Su recuerdo me ha torturado por meses y, hasta hace unas semanas, pensé que nunca tendríamos una nueva oportunidad. Espero que me acepte y que aún me ame, de otro modo, estaré condenado.El vuelo se me hizo eterno, pero al fin he llegado y estoy en camino al edificio de apartamentos donde reside Keira. Contraté un chófer para que me llevara porque sabía que estaría demasiado ansioso para concentrarme en con
Capítulo 109KeiraEscucho un portazo y salgo de la habitación para preguntarle a Destin qué ha pasado. Él mi compañero de piso desde hace unas semanas, lo conocí en la escuela de teatro e hicimos amistad enseguida.—Ay, no te imaginas. El alemán está en el pasillo, Keira, y no sabes la cara que puso cuando le dejé pensar que tenemos una relación —me cuenta Destin, emocionado. Y mi corazón de inmediato se acelera. No sé a qué ha venido ni con qué intención, solo sé que me muero de ganas de verlo.—¿Estás seguro de que es él? —le pregunto abriendo mucho los ojos. Le mostré fotos de Sebastian después de contarle nuestra historia en una de esas noches de desvelo y despecho en las que sentía que iba a enloquecer.—Obvio, ese hombre es inconfundible. Es todo un bombón, ya entiendo por qué estás tan loca por él —menciona exagerando un gesto. En ese momento, Sebastian golpea la puerta y preparo mi mejor para de poker antes de abrirle. Debe estar muerto de celos por lo que Destin le hizo pensa